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Authors: David Sherman & Dan Cragg

La prueba del Jedi (16 page)

BOOK: La prueba del Jedi
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—¿Cuáles son nuestras oportunidades? —preguntó Erk.

—Antes de atacar, envié un mensaje a Coruscant pidiendo ayuda. Quizá llegue a tiempo, quizá no. Hasta entonces habrá que valerse por nuestros propios medios, pero puedo aseguraros que por el momento le estamos estropeando la digestión a ese tipo —Slayke hizo un gesto hacia las posiciones enemigas mostradas en el holomapa—. Mi suposición es que ellos también esperan refuerzos. Quienquiera que sea mi contrincante, fue enviado aquí para tomar el Centro y asegurarlo. Pero no lo ha fortificado, lo que indica que debe de estar esperando que de un momento a otro lleguen los medios para hacerlo. Si lo consiguen antes de que lleguen nuestros refuerzos... —se encogió de hombros.

—¿Qué planea hacer hasta entonces, señor? —preguntó Odie.

—¿Hacer? Bueno, voy a darle tantas patadas en el culo como me sea posible —los oficiales que se encontraban junto al holomapa estallaron en carcajadas—. Y en cuanto a vosotros dos..., bueno, me irían bien un par de buenos cañoneros en Izable, ¿qué os parece?

—A la orden, señor.

—Sargento L'Loxx, encárguese de que coman, reciban el equipo necesario y lleguen a Izable. Que se presenten al teniente D'Nore para recibir nuevas órdenes. Y buena suerte.

Les alargó nuevamente la mano, y ellos la estrecharon.


Las provisiones que recibieron consistían en raciones de emergencia, destinadas a sostener la vida con un alto grado de metabolismo, no para satisfacer paladares exquisitos. Cuando terminaron de comer, L'Loxx entregó a cada uno un cinturón de equipo.

—Es el equipamiento estándar de infantería, pero le hemos añadido unas cuantas cosas que creemos podrán serles útiles en el campo de batalla. En cuanto podáis, revisad los distintos bolsillos y familiarizaos con su contenido. Algún día podría salvaros la vida.

El teniente D'Nore era un bothano agobiado que luchaba con la responsabilidad de mantener su puesto avanzado cien por cien alerta. Él mismo había liderado el pelotón de asalto que consiguió recuperar Izable recientemente de manos de los androides de combate. Desde entonces no había podido dormir, sólo dar breves cabezadas.

—No dejaré que vuelvan a tomar Izable —dijo a sus dos nuevos soldados—. Os situaréis en un puesto avanzado de escucha, cubriendo el Sector Cinco. —Ni siquiera se molestó en indicarles dónde se encontraba el "Sector Cinco", antes de irse a hablar con los soldados del Sector Tres, gritando por encima del hombro—: Ya hablaré más tarde con vosotros dos. Allí abajo tenía a tres hombres, pero todos estaban heridos y fueron evacuados. Así que, pase lo que pase, no disparéis a menos que seáis atacados. No quiero que el enemigo sepa que hemos vuelto a ocupar ese puesto de escucha.

Y desapareció en una trinchera de comunicaciones.

—Vosotros dos, venid conmigo —ordenó un sargento que se encontraba cerca—. Os llevaré hasta allí. Aseguraos de no asomar la cabeza por encima de las trincheras porque entonces os la volarán, tenedlo por seguro. —Caminaron encogidos, la pareja siguiendo al sargento en dirección contraria a la que había tomado el teniente. Tras unos cuantos giros y revueltas, la trinchera terminó en una tronera fortificada—. El Sector Cinco —anunció el sargento.

Manchas de sangre y jirones de tela marcaban el lugar donde los médicos habían tratado a los últimos soldados que operaban el cañón.

—Nunca había visto un arma como ésta, así que tampoco sé cómo funciona —dijo Erk, contemplando el cañón repetidor E-Web.

—Estoy entrenada en toda clase de armamento de infantería —replicó Odie—. Yo me encargaré de disparar el cañón y tú de controlar el generador de energía —se volvió hacia el sargento—. ¿Cuándo seremos relevados?

—Cuando lo seáis. Y eso quiere decir que no tengo la menor idea de cuándo será —respondió. Les entregó un paquete de raciones a cada uno—. Racionadlas todo lo que podáis; es todo lo que nos queda, y dormid por turnos. Que uno de vosotros esté siempre conectado a la red táctica de comunicaciones. Informad cada treinta minutos. No falléis ni uno. Disparad el arma únicamente cuando tengáis un blanco seguro. No estáis aquí para intentar detener un ataque, sólo para avisarnos si se produce y, como máximo, para intentar frenarlo un tiempo. Cuando empiecen a rodearos, volved por la trinchera hasta el puesto defensivo central todo lo rápido que podáis. Vosotros decidiréis cuándo llega ese momento, pero no esperéis demasiado. Vuestra identificación para las comunicaciones es "Esperanza Cinco", la del mando central es "Isra Seis". Sincronizad vuestros relojes... son las dieciséis quince. Informad a las dieciséis cuarenta y cinco.

Pese a sus valientes palabras, Odie no había recibido un entrenamiento exhaustivo en cañones de repetición E-Web, y tardó varios minutos de examen en familiarizarse con el sistema. Cuando se sintió lo bastante segura, se lo explicó a Erk.

—Este cañón láser debería estar conectado con los demás del puesto de avanzada mediante un enlace de largo alcance —dijo ella, señalando cada uno de los componentes a medida que los nombraba—. Eso significa que si nos atacan, los sistemas de fijación del objetivo del resto de los cañones se conectarán automáticamente con éste para darnos fuego de cobertura y viceversa —revisó rápidamente el enlace de comunicaciones—. Bien, funciona. Todo tiene energía, así que no tendremos que establecer esa secuencia... que puede llevar hasta quince minutos.

—¿Qué puede hacer esta cosa? —preguntó Erk, mirando el cañón. Se quitó el cinturón de equipamiento y lo lanzó a un rincón.

—Será mejor que lo conserves, Erk —le advirtió ella—. Nunca sabes cuándo puedes necesitar algo de lo que lleva.

—Sí, le he echado un vistazo, y la mayoría es material de primeros auxilios que ni siquiera sé utilizar. ¿Qué hay en esos bolsillos?

—Cosas útiles. Todavía no he tenido la oportunidad de revisarlo todo, pero...

—Quiero que me enseñes a manejar el cañón láser, Odie. No necesito llevar colgada toda esa basura para poder dispararlo..., sólo me molestaría. Dime si hay algo ahí que pueda necesitar, ¿de acuerdo?

—Está bien. Bueno, este cañón es un arma de tierra bastante letal. Su alcance efectivo es de sólo doscientos metros, pero su alcance máximo llega al medio kilómetro. Con su campo de fuego interconectado con el de los demás, no creo que pueda colarse ningún androide. Tu trabajo será controlar el flujo de energía para que el cañón no se sobrecaliente durante la batalla. Si me inutilizan, cambia el generador al modo preprogramado..., es ese interruptor de ahí. Eso evita las cargas peligrosas, pero también reduce considerablemente su potencia de fuego. Te enseñaré todo lo que necesitas saber para poder dispararlo; después estableceremos los turnos.

—¿Cómo sabes todo eso?

—Las tropas de reconocimiento pertenecen a la infantería —respondió Odie—, así que nos enseñan cómo manejar toda clase de armamento..., aunque no llevemos encima ni un rifle láser.

La torreta había sido excavada en la roca de tal forma que tenían protección total tanto por la parte superior como por los flancos. Unos estrechos cortes en la roca permitían vigilar el paisaje que tenían delante. Erk echó un vistazo a través de una de esas ranuras. Bajo la tenue luz pudo ver claramente el terreno situado entre el Sector Cinco y el lecho seco del río, sembrado de androides destruidos. Se preguntó qué les habría pasado a los defensores de aquella posición cuando fueron atacados. Un sentimiento de desesperanza se apoderó de él por primera vez. ¿Cómo podía nadie sobrevivir en aquella posición?

—Tendremos que dormir con el casco puesto —señaló a Odie—. En cuanto oscurezca, necesitaremos los infrarrojos.

—Exacto. El cañón tiene un sistema de infrarrojos para fijar sus objetivos. Te enseñaré unas cuantas cosas más antes de que se haga demasiado oscuro para que podamos ver.

La noche transcurrió con tranquilidad. Las líneas eran sondeadas en otros sectores, lo que daba como resultado un intercambio intermitente de disparos. En esos momentos, la red de comunicaciones tácticas cobraba vida, transmitiendo informes y órdenes, y tanto Erk como Odie entraban en un estado de alerta completa. Cuando el rugido de los cañones se acallaba, volvían a intentar dormir un poco. Se dividieron la noche en turnos de dos horas. Odie había enseñado al piloto lo bastante sobre el funcionamiento del cañón láser como para que éste pudiera utilizarlo solo y abriera fuego si algo se movía en el sector. Pese a su equipo de visión nocturna, los ojos de Erk le engañaban constantemente: si contemplaba durante largo rato cualquier montículo más o menos irregular, parecía que terminaba cobrando vida y moviéndose. Se encontró restregándose los ojos y agitando la cabeza con frecuencia para aclararse la visión. Luchaba por permanecer despierto. Como piloto de combate sabía muy bien lo que podía pasar si no mantenía una atención constante; pero ya no volaba en un caza de alto rendimiento, estaba sentado en una cripta húmeda y rocosa que olía a sangre y heces, el hambre le roía el estómago y le hacía sentir debilidad, no había dormido desde hacía siglos y le dolía todo el cuerpo. Su rodilla, en particular, le latía dolorosamente.

Suspiró, cambió de posición y parpadeó. Faltaban pocos minutos para el amanecer. Normalmente le encantaba aquella hora del día, antes de que el resto del mundo despertase; todo estaba tranquilo, sereno, pacífico. Sintió un escalofrío. Las noches en aquella parte de Praesitlyn eran muy frías, y los días infernalmente calientes. Miró a Odie y sonrió. Ella se había dormido en cuanto le tocó el turno. La chica hubiera podido integrarse en otro pelotón de reconocimiento y seguir haciendo aquello que más le gustaba, manejar su motojet libre como el viento. En vez de eso había preferido quedarse con él. Ahora se encontraba en aquel agujero, y lo único que se interponía entre el ejército invasor y ella era una delgada pared de piedra. Cuando salieran de aquel lío...

El corazón de Erk se aceleró. ¡Ahí fuera se había movido algo! Las palmas de las manos empezaron a sudarle. Tocó a Odie con el dedo, y ella se despertó al instante.

—Ahí fuera hay algo —susurró.

Ahora se encontraba completamente alerta, como si cada músculo de su cuerpo reaccionase ante la adrenalina que lo inundaba. Se sorprendió al escucharse a sí mismo soltar una risita de emoción.

—Vamos, vamos... —murmuró, enfocando las lentes del cañón, impaciente porque empezase la acción. A través del sistema de visores podía ver claramente el campo de batalla, como si fuera de día. Entonces, todo su campo de visión pareció alzarse y avanzar hacia él.

—¡"Isra Seis", "Isra Seis"! ¡Aquí "Esperanza Cinco"! ¡Ya vienen! —aulló con urgencia.

Erk empezó a disparar hacia la masa de androides de combate que se acercaba. Mientras oía rugir el cañón láser, era consciente de que Odie se encontraba a su lado, controlando las descargas de energía.

Una vocecita dentro de su casco preguntó:

—"Esperanza Cinco", aquí "Isra Seis". ¿Cuál es la fuerza del enemigo? Repito, ¿Cuál es la fuerza del enemigo? Cambio.

—Miles... —gritó Erk—. ¡Son miles!

Capítulo 14

"Querida mía...". No, eso era demasiado impersonal. Volvió a empezar. "Amor mío..." No, no, demasiado vulgar. Pensó inseguro qué decir a continuación. Probó con: "Te echo de menos más de lo que puedo expresar con palabras. Mi corazón está lleno de amor por ti, mi más querida, mi más dulce...".

Siguió escribiendo con el mismo tono durante cierto tiempo en una hoja de plastifíno; entonces se detuvo y releyó lo escrito. ¡No, no, no, parecía un adolescente patético! Era su esposa, una senadora, una heroína, una mujer, la compañera de un Caballero Jedi o de un hombre que pronto sería uno..., si no moría antes.

Anakin Skywalker se sentó en su camarote de la
Ranger
. Dentro de pocas horas se trasladaría hasta la
Neelian
, una corbeta que acompañaba a los transportes. Alción permanecería en la
Ranger
para liderar el ataque, mientras Anakin dirigía las tropas de desembarco. Entonces, los cruceros pesados del Maestro Jedi abrirían un agujero en el bloqueo enemigo, un agujero a través del cual Anakin y sus hombres pudieran descender hacia Praesitlyn. Gracias a los sistemas IAE, Identificación amigo/enemigo, no afectados por el bloqueo de comunicaciones, sabían que al menos una parte de la flota de Slayke había sobrevivido a la batalla inicial y seguía orbitando Praesitlyn en conflicto con las demás naves separatistas.

Slayke recibió sus propios códigos IAE cuando fue perdonado por reclutar un ejército propio con el que atacar a los separatistas, y comisionado para actuar por su cuenta como corsario. Estos códigos contenían toda la información posible sobre cada una de las naves de su flota: Nombre, clasificación, armamento, complementos y demás detalles. Cada nave fue equipada con un transponedor que, cuando se le preguntaba con el código IAE apropiado, respondía dando su propia identificación. Así se identificaba como una nave aliada y evitaba los incidentes por "fuego amigo", que ocurrían con demasiada frecuencia en el calor de la batalla. Alción confiaba en que, una vez comenzado el ataque, las naves de Slayke se unirían a las suyas y, juntas, conseguirían romper el bloqueo. De momento, el cordón situado alrededor de Sluis Van no parecía moverse; las cosas podrían complicarse si esas naves participaban en la batalla.

La zona de aterrizaje en Praesitlyn había sido marcada: un terreno alfombrado situado en la llanura, tras un río seco, justo bajo la meseta donde se encontraba el Centro de Comunicaciones Intergalácticas. Alción había elegido aquel lugar, y no la propia meseta, porque creía que una batalla tan cerca del Centro podía terminar fácilmente con la destrucción de las instalaciones y la muerte de los técnicos que, presumiblemente, se encontraban prisioneros de los separatistas.

Alción y Anakin, sus comandantes, las tropas y las tripulaciones que componían la flota habían hecho todo cuanto estaba en sus manos para prepararse ante la inminente batalla. Ya era el momento de descansar. En unas cuantas horas, la flota llegaría a su punto de destino, el sector del espacio que rodeaba a Praesitlyn y que los capitanes habían elegido para que sus naves asumieran formación de ataque. La flota enemiga ya debía de estar al tanto de su inminente llegada; hacía tiempo que navegaban dentro de la zona muerta donde eran imposibles las comunicaciones con el resto de la galaxia. De hecho, Alción estaba a medio informe para el Consejo Jedi cuando el equipo dejó de funcionar, signo inequívoco de que habían entrado en la zona de influencia hostil.

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