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Authors: David Sherman & Dan Cragg

La prueba del Jedi (15 page)

BOOK: La prueba del Jedi
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—¿Qué es ese olor? —preguntó Erk, arrugando la nariz.

L'Loxx sonrió irónicamente al piloto.

—Sí, claro, no lo sabes, me olvidaba que no tienes ninguna experiencia en combate terrestre, cuerpo a cuerpo —su voz no pudo ocultar el desdén que sentían los soldados de infantería que viven, luchan y sangran en el barro por quienes duermen en camas blandas y combaten en lo que los soldados de a pie llaman "ambientes limpios"—. Ahí abajo hay decenas de miles de soldados, todos encerrados en la misma zona, sin agua corriente. Tras cierto tiempo, empiezan a oler. Además... —miró a lo lejos, y su rostro quedó inexpresivo un instante—, ...además, no hemos tenido tiempo de enterrar a nuestros muertos —agitó la cabeza y volvió al asunto que tenían entre manos—. Esto es lo que haremos. Yo iré en la primera motojet, la de Jamur, así me reconocerán como amigo. Una vez yo esté a salvo, os tocará el turno de pasar con vuestras 74-Z. Desde aquí no se ve, pero ahí abajo mantenemos una posición que cubre toda la zona por si el enemigo intenta flanquearnos y atacarnos por la espalda. Les diré que no disparen. El resto de nuestros baluartes dispararán todas sus baterías contra los cañones enemigos. Eso los distraerá lo suficiente como para que podáis atravesar el campo sin problemas. Recordad las contraseñas; os las preguntarán. ¿Puedes manejar solo esa motojet,
Pajarito
?

—Sargento, uno de estos días le montaré en el asiento trasero de un caza y le demostraré lo que es pilotar de verdad —respondió Erk.

—Esperaré ansioso ese día, teniente —sonrió L'Loxx—. Una última cosa. Hemos descubierto que lo que controla los cañones enemigos sólo reacciona ante el movimiento, así que si os derriban o sois heridos, no os mováis, eso evitará que os convirtáis en un blanco.

—¿Cuánto tendremos que esperar tumbados? —preguntó Odie.

—Hasta que acudamos a rescataros y os saquemos de ahí. ¿Preparados?

El ejército de Slayke había excavado trincheras a lo largo del cauce seco del río, frente a la meseta en la que se encontraba el Centro de Comunicaciones Intergalácticas. Los distintos puestos fortificados estaban conectados mediante un complejo de trincheras y túneles. Los restos de incontables miles de androides de combate y máquinas de guerra sembraban el complejo, en muda evidencia de la fiereza del combate. En aquel momento, el frente estaba relativamente en calma. Descargas de alta energía atacaban ocasionalmente las defensas o la artillería de Slayke bombardeaba las posiciones enemigas. Pero no se observaba ningún movimiento de tropas, salvo por esos disparos esporádicos.

Los cañones láser empezaron a disparar contra L'Loxx casi desde el primer instante en que éste enfiló la pendiente. El sargento tardó sus buenos treinta segundos en cruzar el campo abierto. Zigzagueó sin pauta aparente y desapareciendo a salvo tras la primera línea, donde estaba protegido de los cañones enemigos.

—¡Oh, cielos! ¡Oh, cielos! —susurró Odie, colocando su motojet en posición y lanzándose pendiente abajo. Se encontraba a medio camino de las trincheras cuando el enemigo abrió fuego, momentáneamente confundido por la presencia de una de sus propias motojets cruzando la tierra de nadie. Obviamente, quien fuera o lo que fuera que operaba el sistema de control de fuego enemigo tardó en darse cuenta que aquella motojet no pertenecía a su bando, dado que ninguno de sus hombres de reconocimiento se lanzaría a tumba abierta hacia las líneas enemigas. En ese momento, la artillería de Slayke empezó a responder al fuego enemigo, que disminuyó considerablemente cuando Odie ya estaba a cubierto.

Erk tragó saliva nerviosamente. Las palmas de las manos le sudaban sobre los controles de la motojet. En su larga travesía del desierto había dominado rápidamente el manejo básico de la máquina, pero lo que ahora se exigía de él necesitaba un grado de habilidad que no estaba seguro de poseer. Un error que no cometería sería salir desde la misma posición que sus dos compañeros precedentes; a esas alturas, los cañones enemigos apuntarían hacia allí. Guió su motojet con cuidado por el risco, a lo largo de unos cien metros. Eso significaba que tendría que entrar en las trincheras con un ángulo más cerrado. ¿Eran tan distintos el terreno y el ángulo como para fallar la entrada? ¿Podrían desorientarlo las violentas maniobras que tendría que utilizar?

Conectó la motojet, salvó la cresta del risco por diez metros y cayó al otro lado con violencia suficiente para hacer entrechocar sus dientes. Los cañones enemigos, desprevenidos, no dispararon al principio, pero los láseres empezaron a caer a su alrededor segundos después, destrozando el terreno allí donde golpeaban. Erk zigzagueó locamente; izquierda, derecha, derecha, recto, durante unos cuantos metros, una parada de un segundo, adelante unos cuantos metros más, giros agudos cada pocos metros. Podía sentir el calor de los disparos que impactaban más cerca de él. Podían haber levantado una cortina de fuego entre la trinchera y él, pero no lo hicieron. Lo rastreaban como un blanco individual, como si intentasen ganar puntos en un juego.

Erk no vio la depresión del terreno. Justo cuando cruzaba el borde más alejado de la depresión, un rayo acertó en la célula energética de su motojet, y ésta explotó en forma de violenta flor anaranjada. Pero él ya había agachado la cabeza sobre los controles y se estrelló contra el suelo con fuerza suficiente como para quedar inconsciente. Esos segundos le salvaron la vida porque los cañones enemigos, o el que los estuviera controlando, lo vio tendido en el suelo, inmóvil, y creyó que la explosión lo había matado.

Lo siguiente que supo Erk era que alguien tiraba de él.

—¡Vamos! ¡Vamos!

Era Odie.

Todavía atontado, logró saltar sobre la máquina que conducía la chica y se aferró a ella. La motojet saltó hacia delante a toda velocidad y Erk estuvo a punto de caer. Odie viró una vez a la derecha y otra a la izquierda, con la motojet dando giros tan cerrados que su rodilla se arrastraba por el suelo. Segundos después llegaron a las trincheras. Odie apagó el motor mientras unas manos amigas emergían de los búnkeres para ayudar a la pareja.

—¡Buen trabajo! —gritó el sargento L'Loxx—¡
Pajarito
, espero que sepas manejar tu caza mucho mejor que esa motojet! Que el médico te vea esa rodilla.

Erk asintió con la cabeza, todavía un poco aturdido. Intentó reaccionar y preguntó:

—¿Dónde está la enfermería?

—A unos cincuenta metros más o menos, siguiendo esa trinchera de conexión. No tiene pérdida —L'Loxx señaló hacia la derecha, antes de dirigirse a uno de los soldados—. Frak, muéstrale el camino, espéralo y tráelo de vuelta. Si los médicos no pueden encargarse ahora de él y creen que sus heridas no son graves, tráetelo. Ya lo curarán después.

Mientras el sargento daba instrucciones al cabo Frak, Erk se puso en pie y se dio cuenta de lo profunda que era la trinchera. Siguió a Frak, confiando en que la trinchera lo protegería del fuego enemigo directo.

Los preocupados ojos de Odie siguieron a Erk por un segundo, pero después decidió que no estaba en tan malas condiciones y se preocupó de otras necesidades más inmediatas.

—¿Hay alguna posibilidad de comer algo?

—A todos nos gustaría saberlo —respondió L'Loxx—. Sólo puedo ofrecerte un lugar para descansar a resguardo de los elementos.

Le mostró un pequeño bunker con un catre. A Odie no le importó que no estuviera limpio por los muchos soldados sucios y embarrados que habían dormido en él, siempre sería mejor que el duro suelo. Se durmió en cuanto cerró los ojos.

El sargento L'Loxx la despertó una hora más tarde.

—Vamos —dijo—, el capitán Slayke quiere veros al Pajarito y a ti.

Odie se sentó en el catre y se frotó los ojos. Murmuró algo, pero la única palabra que L'Loxx pudo entender fue: "Erk".

—Lo han curado y ya ha vuelto. En marcha, el capitán nos espera.


El ejército de Slayke, compuesto por voluntarios de toda la galaxia, era un conglomerado políglota de especies. Siempre que le era posible, Slayke organizaba sus unidades de forma que los individuos de una misma especie se mantuvieran juntos. El trío circulaba por las estrechas trincheras y pasó junto a un pelotón de ingenieros gungan que reconstruía un bunker excavado en la roca; en otro sector, una compañía de bothanos atestaba un puesto de observación. Por todas partes podían verse los desechos de la batalla: androides de combate destruidos, armas descartadas, objetos personales abandonados y contenedores de aprovisionamiento de todo tipo vacíos. Los ingenieros y los androides de trabajo se afanaban por todas partes, recuperando armas y pertrechos, reconstruyendo muros dañados y ayudando a reunir provisiones.

El puesto de mando se encontraba en un bunker subterráneo. En él reinaba una barahúnda de desorden organizado: oficiales y personal de servicio recibían informes de los puestos avanzados, otros hacían circular las órdenes mientras los oficiales de Estado Mayor se encargaban de la miríada de detalles necesarios para mantener un ejército operativo y en combate. En el centro de todo se erguía la figura de su comandante: Zozridor Slayke.

El sargento L'Loxx se acercó al capitán y lo saludó militarmente:

—Reconocimiento presentándose, señor —anunció.

—Omin, me alegra verte de vuelta —Slayke asintió con la cabeza, mostrando aprobación, y L'Loxx hizo su informe, terminando con el descubrimiento de Erk y Odie y el viaje de vuelta hasta sus propias líneas.

—Bienvenidos a mi pequeño y victorioso ejército —saludó Slayke, alargando la mano—. ¿Sabéis si hay más supervivientes de las fuerzas del general Khamar?

—No, señor —respondió Erk—. Pero eso no significa que no existan, sólo que no los hemos visto.

—Lástima —comentó Slayke, agitando la cabeza—. Nos irían bien unos cuantos refuerzos, pero... Dado que vosotros sois todo lo que podemos esperar, tendremos que conformarnos. Usted, teniente, ¿es piloto de combate? Me gustaría poder asignarlo a un caza, pero ahora no contamos con ninguno. Pero usted, soldado, parece de reconocimiento, y las tropas de reconocimiento son mis ojos y mis oídos. Dependo mucho de soldados como Omin y como usted —Odie se sorprendió al descubrir que Slayke se sabía y utilizaba los nombres de pila de sus hombres—. El enemigo intenta sorprendernos constantemente por los flancos y tomar nuestras posiciones de retaguardia. Por eso son muy importantes las tropas de reconocimiento. Necesito a alguien que sustituya al cabo Nath. Jamur era un buen hombre, pero ha muerto. ¿Acepta el trabajo?

Con Slayke allí, de pie, taladrándola con sus penetrantes ojos, fue muy difícil para Odie no gritar de entusiasmo: "¡Sí, señor!", pero logró contenerse. En lugar de eso, dijo:

—Si no le importa, señor, preferiría quedarme y luchar junto al teniente Erk —tragó saliva, pero no pudo impedir que su rostro enrojeciera al decir aquellas palabras—. Es piloto, señor, y no sabe cómo combatir en tierra. Necesita a alguien que lo lleve de la mano. —Enrojeció todavía más cuando comprendió que lo que había dicho podía tomarse con doble sentido.

Slayke alzó las cejas y miró al sargento L'Loxx, que sólo se encogió de hombros, sin comprometerse. Luego se volvió hacia Erk.

—Mmm, ella es mi copiloto, señor... Bueno, más o menos —intentó explicar.

—Oh —exclamó Slayke—. Ven, acércate.

Gesticuló sobre una mesa de mapas holográficos situada detrás de ellos. En ella podía verse un modelo tridimensional de la posición de las tropas de Slayke.

—Este cauce seco de un río, aquí, es tierra de nadie, y divide las posiciones de los dos ejércitos. Como veis, las líneas están muy juntas —sonrió con ferocidad—. Nos hemos situado tan cerca que sus naves en órbita no se atreven a disparar por miedo a destruir sus propios androides. Y eso, en el supuesto de que alguna de sus naves pueda apartar la atención del combate con mi flota el tiempo suficiente para atender a lo que sucede aquí. La situación también es a la inversa, el comandante enemigo mantiene sus tropas lo más cerca posible de las mías para que mis naves tampoco puedan disparar contra sus fuerzas terrestres.

—Este enclave —añadió, señalando un puesto fortificado— es el más avanzado de nuestras líneas. Se llama Izable y se encarga de avisarnos de cualquier cambio en las posiciones enemigas o de cualquier preparativo que puedan realizar para atacarnos. Unos seiscientos metros detrás de Izable, pero en los flancos, hay dos enclaves más, Eliey y Kaudine. Nosotros estamos aquí, y ésta es la posición principal de nuestras defensas. Unos seiscientos metros detrás de nosotros se encuentra el último enclave, Judlie, desde donde habéis llegado vosotros. Judlie cubre nuestra retaguardia. Estos cinco enclaves están fuertemente fortificados, cada uno cubre treinta y seis grados del frente, y sus baterías están totalmente interconectadas entre sí, de modo que si el enemigo intenta penetrar en nuestras líneas, todos puedan disparar sobre él. La artillería se concentra aquí, aquí, aquí y aquí, y está igualmente fortificada. Los cañones rastrean hasta el mínimo metro cuadrado de nuestras propias líneas, así que si el enemigo penetra en ellas, quedarán bajo fuego directo. Los enclaves están conectados por una serie de túneles y trincheras que nos permiten trasladar tropas y suministros de uno a otro, según las necesidades concretas de cada momento. Este lugar es una maravilla de ingeniería. Lo construimos en apenas dos días, siempre bajo el fuego enemigo, gracias a nuestros ingenieros y a cientos de androides de trabajo. Los ingenieros han salvado al ejército.

Las posiciones enemigas se encuentran al otro lado del lecho del río, ocupando esta enorme llanura plana. En esta colina se halla el Centro de Comunicaciones Intergalácticas. Era el objetivo del enemigo y estoy seguro que lo mantienen protegido por una fuerza considerable. Sé que vosotros, al formar parte del ejército del general Khamar, estáis familiarizados con la disposición del lugar. El que está al mando del ejército enemigo es muy listo. Ha intentado aplastarnos seis veces y siempre hemos conseguido derrotarlo, destruyendo sus androides por millares, pero no sin pérdidas por nuestra parte. Ha tomado Izable dos veces, pero siempre hemos conseguido recuperarlo. Así que ahora se contenta con sondear nuestras líneas buscando puntos débiles, intentando flanquearnos y llegar hasta nosotros excavando túneles. Sí, ahora mismo está excavando uno en dirección a Izable, a unos cien metros de profundidad. Cuando llegue hasta allí, colocará una montaña de explosivos y hará volar Izable hasta el cielo. Así que nosotros estamos excavando un contratúnel bajo el suyo para destruirlo antes de que consiga llegar. Será interesante ver cuál de los dos consigue primero su objetivo, ¿no creéis? —Slayke sonrió con ferocidad.

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