Exilio: Diario de una invasión zombie (15 page)

BOOK: Exilio: Diario de una invasión zombie
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Lo único que podíamos hacer era irrumpir en el compartimento y matarlos a tiros. Ni tácticas especiales, ni métodos ingeniosos para hacerles frente. A mí no me gustaba esa manera de actuar y deseaba encontrar un método mejor. Nos acercamos a la puerta. Ordené al sargento y a Mac que se detuvieran y comprobamos el estado de nuestras armas. No llevábamos el seguro puesto y tampoco teníamos restricciones de ningún tipo. Contábamos con ochenta y siete cartuchos a punto para disparar. Serían más si era necesario recargar, pero todos nosotros sabíamos que, si se daba esa situación, íbamos a morir de todos modos.

Pasamos revista a nuestras ropas y tratamos de cubrir toda la piel que nos fuera posible. Me figuraba que encontraríamos por lo menos diez, y como mínimo uno de ellos sería del tipo especial. Esa compuerta se abría hacia fuera, hacia ellos. Di la señal y el sargento de armas la abrió de una patada. Chocó contra la pared y se quedó allí. Dentro de la sala había once cadáveres no muertos. Todos ellos golpeaban la persiana de metal y no notaron nuestra presencia hasta que les lancé un disparo preventivo. Maté a tres antes de que los demás se dieran cuenta. Esperaba que uno de ellos fuese la criatura de Nueva Orleans. Empezamos a disparar en ráfagas de tres cartuchos. Miembros, mandíbulas, hombros y dientes salían volando en todas las direcciones. Tuve buen cuidado de no disparar a la persiana por si uno de los marineros estaba al otro lado. Ya sólo eran tres cuando oí un grito por encima de mi hombro derecho. Era Mac. El rostro le sangraba y una de las criaturas estaba de pie detrás de él y trataba de morderle.

Volví a mirar... era la misma criatura contra la que habíamos disparado dos compartimentos más atrás. La que no habíamos tocado, pero habíamos tratado de incapacitar. No había muerto. Le vacié en la cabeza todo lo que me quedaba en el cargador. Se desplomó. La mayor parte de la cabeza había desaparecido. Los últimos que quedaban en pie estuvieron a punto de hacerse conmigo, pero el sargento acabó con ellos mientras yo atendía a Mac.

La mordedura no era grave. En realidad, ni siquiera se la había hecho en la cara, sino en la oreja. La criatura le había cortado una parte de la oreja de un mordisco. Mac tenía la respiración pesada y sufría lo que yo llamaría un shock. Le pedí al sargento de armas que cuidara de él mientras yo iba a por los supervivientes que estaban en la cocina. No quedaba tiempo para dar vueltas por ahí. La embarcación no era segura y habría que descontaminarla antes de que volviera a utilizarse. Di unos golpes en la persiana de metal y pregunté si quedaba alguien con vida. Oí una serie de clics metálicos y la puerta que estaba al lado de la persiana se abrió, y empezaron a salir... con vida. Uno de ellos tenía muy mala pinta. Era el que se había enfrentado a manos desnudas con una de las criaturas de Nueva Orleans.

El oficial al mando estaba presente y le informé de la situación. El lo sabía y le disgustaba tener que reconocerlo, pero no le quedaba otra opción que abandonar el barco y aguantar en la plataforma hasta que el portaaviones que hacía las veces de cuartel general les mandase ayuda. Abandonamos de inmediato la embarcación. Mac y el marinero enfermo fueron la prioridad. Mac podía darse por muerto. El otro no había sufrido ninguna mordedura y tan sólo necesitaba tratamiento de descontaminación. Yo no sabía si llegaría a tiempo de salvarse. Al marcharnos, me detuve en uno de los baños del guardacostas y arranqué el dispensador de jabón de la pared. También me llevé un rollo de papel higiénico. Finalmente, salimos a cubierta. Aún estaba oscuro. Sólo eran las tres de la madrugada. Mac y el marinero no estaban en condiciones de trepar hasta la plataforma donde aguardaban los demás supervivientes. Improvisamos unas correas de sujeción y los subimos uno tras otro. Aunque no conocía demasiado a ese marine, mi tristeza no se aligeró por eso. En tanto que oficial al mando de su unidad, tendría la obligación de desplazarme hasta el campamento donde vivía su mujer y darle la triste noticia. No podría entregarle la bandera, pero mis obligaciones para con Mac no cambiaban en nada, porque Mac es, y siempre será, un marine de Estados Unidos.

Dos horas después de regresar a la plataforma, el sargento le pegó un tiro en la cabeza a Mac. La infección lo había matado y le faltaba poco para transformarse.

La misión terminó al día siguiente, cuando contactamos por radio con la unidad de combate del portaaviones. Envié un mensaje al centro de mando por medio del operador de radio del Hotel 23 y les informé de la situación, así como de la ubicación de los supervivientes. Tratamos de descontaminar al suboficial Tompost con agua salada del Golfo, jabón y toallas. Dejamos allí a los hombres, con toda nuestra comida y nuestra agua, y abandonamos la plataforma petrolífera en cuanto estuvimos seguros de que se acercaba una expedición de rescate. También entregamos a los marineros una radio en buenas condiciones por si los otros no se presentaban. Lo único que nos llevamos fueron unas pocas latas de diésel y una señal en los mapas que nos indicaba dónde podíamos repostar. El viaje de regreso duró dos días. Envolvimos el cuerpo de Mac en una lona y lo sujetamos sobre el techo del LAV número dos. Había tomado medidas para estar seguro de que no se levantaría, pero su mujer no se merecía que arrojásemos el cadáver al Golfo. Se merecía un entierro decente.

19 de Agosto

23:50h.

Anteayer me desplacé hasta el campamento base de los marines. Éste es uno de los muchos motivos por los que preferiría no ser el oficial de más alto rango presente en nuestras instalaciones. Partí con cuatro hombres, entre los que se hallaba el sargento de armas, y un LAV. Corrijo: eran cinco hombres. Llevamos a Mac en un ataúd de madera de pino, cubierto con la bandera estadounidense. No nos fue fácil encontrar una bandera, porque para conseguirla necesité cuarenta cartuchos y diez años de vida que perdí de puro terror. Era lo mínimo que podía hacer. Tara preguntó si podía ir conmigo para consolar a la viuda. Yo, por supuesto, le dije que no era una buena idea. Además, la muerte y el desastre son tan habituales en este mundo... La señora Mac no era la única que había perdido a un familiar, pero de todos modos me daba lástima. Las relaciones que habían sobrevivido al Apocalipsis eran muy pocas.

No dispongo de ningún uniforme formal, y la tienda de uniformes más cercana cerró. Yo sabía muy bien que, en realidad, no importaba. El momento en el que entregué a la viuda la bandera raída y estampada por un solo lado fue solemne. No sabía qué esperar. Nunca había tenido el honor de hacer algo semejante. En las películas, la viuda siempre abraza al tío que le entrega la bandera y ambos comparten un momento de tristeza. Todo lo que me llevé fue una mirada fría y la sensación de que me odiaba. ¿Y quién soy yo para reprochárselo? Si de alguna manera le serví como vía de escape para sus emociones, me doy por satisfecho. Sé muy bien que me siento mal por lo que ocurrió. Era un hombre bueno.

Descansa en paz, sargento de Personal Mac.

ÉXODO

21 de Agosto

20:57 h.

RTTUZYUW RUHPNQR0234 TTPT DELDU

ZNY TTTT

1734Z 88 AQ06

DE: COMAND. INST. MISILES

A: NAVÍO GEORGE WASHINGTON //CNO//

INICIO TEXTO

SECRETN//002028U

ASUNTO: //INFORME DE SITUACIÓN EMBARCACIÓN MODELO RELIANCE

COMENT://DE ACUERDO CON DIRECTRICES DE COMANDANCIA EMITIDAS POR DESTINATARIO, SE ENVIÓ UNIDAD AL RESCATE DE EMBARCACIÓN MODELO RELIANCE EN COORD. PRE-DET. EMBARCACIÓN SE ENCONTRÓ INVADIDA POR MUERTOS VIVIENTES, TRES IRRADIADOS. TODOS LOS MUERTOS VIVIENTES DESTRUIDOS, EMBARCACIÓN HUNDIDA, SE CONTACTÓ CON AUTORIDAD DE RESCATE. SE RECOMIENDA QUE LOS MUERTOS RADIACTIVOS NO SEAN RETENIDOS EN EMBARCACIÓN NAVAL DEBIDO A LA INADEC. DE LAS INSTALACIONES. ESTA UNIDAD NO RECOMIENDA QUE LOS MUERTOS RAD. SE ALOJEN EN NAVE INSIGNIA. POR FAVOR CONFIRMEN RECEPCIÓN DE MENSAJE Y DEN INDICACIONES.

FINAL TEXTO

INFORME ACTUACIÓN

#N0834

21 de Agosto

E1 cuartel general no ha respondido a mi reciente comunicado. He enviado un mensaje por radio a fin de preparar el otro campamento para la evacuación. Hemos tenido que hacerlo después de que los muertos vivientes se hayan estado congregando en la zona a lo largo de treinta y seis horas. Tardarán dos días en desplazarse hasta aquí con las mujeres y los niños. Aquí, en el Hotel 23, estamos enfrascados en la búsqueda de suministros para ampliar la zona segura a fin de alojar a los nuevos huéspedes. No tenemos manera de meterlos a todos dentro de las instalaciones, ya que no se construyeron para tantos inquilinos. El otro campamento ha perdido a ocho personas desde que ordené que una parte del contingente se estableciera aquí. No puedo evitar pensar que es posible que exista animadversión entre ellos. Según parece, la semana pasada autorizaron a uno de los civiles de sexo masculino a salir a cazar venados, y regresó sin presas, y con un mordisco de una de las criaturas. El hombre ocultó el mordisco por miedo de que lo pusieran en cuarentena, o le dieran muerte sin más. Tres días más tarde, mientras dormía, se transformó y les quitó la vida a otros dos civiles... tres si contamos a la chiquilla que ejecutaron porque había sido víctima de un mordisco y había enfermado. No le pegaron un tiro como a un animal. Le administraron una sobredosis de morfina y, en cuanto su corazón se hubo detenido, le abrieron un pequeño orificio en la cabeza, cerca de la oreja izquierda, para conjurar todo peligro de que se levantara.

Cuando suceden cosas de ese tipo, me cuesta dormir. Sé que durante estos últimos meses millones de personas han sufrido muertes mucho peores, pero siempre duele que la enfermedad se lleve a un crío. Ni siquiera estoy seguro de que sea una enfermedad. Los hay que piensan que sí.

Mientras leía los mensajes que salen todos los días por la arcaica impresora de matriz de puntos, he visto uno que estaba esperando. Ayer, el submarino estratégico que se había sumergido antes de que empezase la plaga se vio obligado a emerger. Era el último refugio donde se había podido morir de verdad.

El último lugar en todo el planeta donde se sabía que los seres humanos podían morir en paz... hasta que emergió a la superficie.

El hombre que había muerto por causas naturales y que habían metido en la cámara frigorífica se levantó al cabo de tan sólo dos horas de exposición. Por fortuna, lo tenían amarrado dentro de un contenedor repleto de carne de vaca de mala calidad. El cocinero del submarino se dio cuenta al ir a la cámara frigorífica para sacar las últimas raciones que quedaban. Estuvo a punto de sufrir un infarto cuando pasó junto al cadáver y se dio cuenta de que la cabeza de éste le seguía con la mirada y que le castañeteaban los dientes.

El submarino tiene intención de seguir al grupo de combate hasta que consiga suficiente comida para quedarse bajo el agua durante un período de tiempo que pueda resultar útil. Ahora su misión ya no consiste en bombardear grandes ciudades extranjeras, sino en patrullar por la costa y acabar con la piratería en alta mar. Los mensajes semanales que nos informan de la situación dicen que la mayoría de las embarcaciones nucleares no tendrán que repostar hasta que hayan pasado más de veinte años. Y después, ya se verá. No creo que vuelva a haber personas cualificadas para recargarlos, ni aunque pasara un siglo entero.

Mañana enviaré todos los LAV para que salgan al encuentro de los demás supervivientes a medio camino y los escolten hasta aquí. Luego vamos a necesitar la colaboración de todos los hombres, mujeres y niños para ampliar el área segura. No tendremos otra opción que emprender peligrosas expediciones a las carreteras interestatales de nuestro entorno para hacernos con barreras de hormigón que nos sirvan para fortificar mejor el complejo.

Tara y yo hemos pasado tiempo juntos como nunca antes desde que regresé del Golfo. A Dean la consideran la maestra oficial del complejo. Es verdad que sólo tenemos dos niños, pero dentro de poco habrá más. A
Annabelle
le permitimos asistir a las clases, con la condición de que no ladre ni interrumpa las explicaciones. Anoche asistí a una de las clases. Laura ya se sabe bastante bien las tablas de multiplicar. Danny lo lleva un poco mejor, por su edad. La niña aún va por la tabla de siete y Danny empieza con las divisiones y las fracciones.

Jan aún ejerce de enfermera y nos ayuda mucho cuando vuelven hombres con golpes, arañazos y moretones, últimamente John y yo no pasamos mucho tiempo juntos. Recuerdo que al principio tan sólo lo tenía a él. Creo que no le voy a olvidar jamás. A veces, cuando sueño despierto, creo ver a John en su tejado, con sus termos, y con su gran cinta de goma para practicar yoga. Tan sólo alcanzo a verlo con la imaginación, en blanco y negro, como si todo hubiese ocurrido hace varios siglos.

Me pregunto cuál será la respuesta del portaaviones cuando sepan que hemos tenido que destruir a las criaturas para salvar al resto de la tripulación.

5 de Septiembre

20:36 h.

El 60 por ciento. Esa es la cifra de los que han sobrevivido en el otro puesto de marines y que ahora están aquí. Muchos de ellos son civiles. Traerlos ha sido una batalla constante. El área cercada por la valla metálica está abarrotada de supervivientes y de riendas improvisadas. Se ha rebasado con mucho la capacidad del Hotel 23 y no podemos llevarlos a su interior. Después de su llegada, hace ya diez días, hicimos un recuento minucioso. En total tenemos 113 personas. Los marines enviados a recibir a medio camino a los habitantes del otro campamento hallaron una oposición extrema. El convoy se desplazaba con lentitud para no dejar atrás a los civiles que venían a pie. Muchos de ellos iban en bicicletas por lo que se debía mantener el ritmo de los vehículos que iban al frente y en la retaguardia del convoy. Se decidió que las mujeres y los niños tendrían preferencia a la hora de usarlas. El grueso de las bajas se produjo por ataques perpendiculares a la línea de formación.

Los muertos vivientes iban saliendo de entre la densa maleza y acabaron con muchos hombres, tan sólo con arañazos y mordiscos. Muchos de ellos siguieron adelante y velaron por la seguridad del convoy, aunque los mordiscos les hubieran condenado a muerte. Hubo otros que, al verse así, se limitaron a esconderse en la maleza y suicidarse. El convoy estaba falto de munición para cuando llegó al Hotel 23. A lo largo del camino hubo constantes tiroteos, porque tenían que hacer retroceder la oleada de manos frías que trataba de agarrarles. El convoy intentó atraer a los muertos vivientes para alejarlos del Hotel 23, y luego retrocedió y entró en el complejo. Dio la impresión de que la táctica funcionaba, pero he notado un incremento constante en su actividad desde que llegaron los nuevos. Me he visto obligado a enviar pelotones de vigilantes a la cerca metálica para que los maten. Si se reúnen en número suficiente, podrían reventar la valla. Ésa es la razón principal por la que he organizado un equipo que se encargará de las misiones en la Interestatal. Esa inacabable hilera de barreras de hormigón podría ser la clave de nuestra supervivencia, por lo menos durante un tiempo. Necesitábamos los cientos de barreras de hormigón que había allí para que nuestras fronteras quedasen protegidas y los nuevos supervivientes estuvieran a salvo en su interior.

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