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Authors: Jean-Christophe Grangé

Tags: #Policíaca, Thriller

Esclavos de la oscuridad (18 page)

BOOK: Esclavos de la oscuridad
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Tercera conexión. La escena de la iglesia, dos horas atrás.

—¿Es la caja que le has dado al tipo de la iglesia?

—Tienes ojo, cabrón. Sí, creo que es esa.

—¿Quién es ese hombre?

—Ni idea.

—¿Por qué se la has dado?

—Luc me había alertado. En caso de que se armara un berenjenal debía llamar a un número. Como respuesta, el tío me daría una contraseña.

—¿Qué contraseña?

Doudou se rió, un gorjeo horrible que terminó en tos.

—«He encontrado la garganta.» Como contraseña parece una broma, ¿no?

Las informaciones por fin se articulaban, pero sin cobrar el menor sentido. Una investigación secreta. Un crimen satánico vinculado con un hombre que se persignaba al revés. Una frase que parecía una clave.

—Y esas palabras, ¿sabes qué quieren decir?

—Ni idea. Ayer, llamé. El tío me dijo que llevara la caja a la misa. Se la di. Asunto concluido.

—Ese hombre es un sacerdote, ¿verdad?

—¿Por qué?

Doudou no comprendía de qué le hablaba. Me levanté y lancé el sobre con la pasta en el charco de cerveza.

—Toma, emborráchate a mi salud. Y no te muevas de París.

Doudou alzó la vista, despavorido.

—¿Y los Bueyes?

—Yo me ocuparé. Hablaré con Dumayet. Ella llamará a Levain-Pahut. Ya encontrarán una solución.

—¿Por qué haces esto?

—Por Luc. Vuestro equipo debe permanecer unido. Te devolveré la pipa en el 36.

—Pero si Luc…

—Luc despertará, ¿me has oído?

Abrí la puerta de la nave y me enfrenté a la luz matinal. Mientras caminaba a lo largo del muro traté de vomitar. Nada, solo una bilis ácida. Encendí un Camel para quemar el sabor a violencia de mi garganta.

Recuperé el móvil del asiento de la moto. Corté la comunicación con la información horaria y eché una ojeada a la pantalla.

Mi tarifa plana mensual acababa de agotarse.

23

De vuelta en mi piso, me cambié y luego cerré los postigos. En la oscuridad, me instalé frente al ordenador y empecé a buscar en Google. Tecleé: Sarty, Sartoux e incluso Sarpuits, asociándolo a cada departamento de Franche-Comté. Obtuve varias respuestas de las que la más plausible era «Sartuis», en Haut-Doubs. Una pequeña ciudad situada cerca de Morteau, en la frontera suiza.

Nueva búsqueda, nuevo comienzo.

Primero, las direcciones de los periódicos locales.
L’Est républicain
, de Nancy,
Le Courrier du Jura
de Besançon,
Le Progrès
de Lyon en el centro,
Le Pays
de Mulhouse en el nordeste. Usé el buscador de
L’Est républicain
y escribí varias palabras clave: Sartuis, junio, 2002, cadáver, asesinato, mujer… Encontré un solo artículo en la edición del 28 de junio:

SE DESCUBRE UN CUERPO EN

NOTRE-DAME-DE-BIENFAISANCE

El cuerpo de una mujer desnuda fue descubierto en la mañana de ayer a unos kilómetros de Sartuis (Haut-Doubs), en el parque natural de la fundación Notre-Dame-de-Bienfaisance. Según nuestras informaciones, el cuerpo fue descubierto por Marilyne Rosarias, directora de la fundación, sobre la meseta que domina el monasterio.

Probablemente, el cadáver, cubierto de musgo y en estado de avanzada descomposición, debía de hallarse desde hacía mucho tiempo en los bosques circundantes. Las cuantiosas lluvias de los últimos días favorecieron la acumulación de lodo en la pendiente, por lo que el cuerpo descendió hasta la llanura.

¿Cuál es la identidad de la muerta? ¿Cuándo falleció? ¿Cuál es la causa de su desaparición? Hasta el momento ni los servicios de rescate ni los de la gendarmería han podido aportar respuestas, pero la principal hipótesis es que se trata de un accidente. Una deportista, apasionada del senderismo, habría sufrido una caída y habría muerto, ya sea de inmediato, ya sea unos días más tarde, aislada en el bosque.

No obstante, resulta extraño que ni los guardabosques ni los residentes en la fundación, que se reúnen con frecuencia en esos bosques, descubrieran el cuerpo. Otra hipótesis toma cuerpo. La mujer habría sido asesinada y luego transportada al parque natural…

La autopsia, que tendrá lugar hoy, en el hospital Jean-Minjoz de Besançon, debería esclarecer lo sucedido. Además, los servicios científicos de la gendarmería recorren el lugar en busca de indicios. Por el momento, ni la juez de instrucción a cargo del caso, Corine Magnan, ni el fiscal general han hecho declaraciones. En cuanto al alcalde de Sartuis, el pueblo vecino, también guarda silencio. En la región todos esperan que este misterio se resuelva cuanto antes y que no dañe la temporada turística que ya ha comenzado en Doubs.

Me quedé perplejo. El lugar donde se había descubierto, una fundación a priori religiosa, podía coincidir con lo que buscaba, pero ni siquiera existía la certeza de que fuera un asesinato. Y no se mencionaba ninguna mutilación, ningún acto maléfico. Nada que confirmase el «asunto horrible» o «el crimen satánico» que había mencionado Doudou.

Seguí tecleando. Ningún otro artículo sobre ello durante los días siguientes. Ninguna noticia sobre la autopsia. Ninguna declaración del fiscal ni del juez. ¿Por qué ese silencio? ¿El caso había resultado tan insignificante que los periodistas no habían escrito nada? Extendí la búsqueda al mes de julio. Nada.

Visité la página de
Le Courrier du Jura
. Las mismas palabras clave. La misma búsqueda. Encontré un artículo del 29 de junio, que daba otras precisiones:

SARTUIS

LA MALDICIÓN DE UNA CIUDAD

El cadáver de la mujer descubierta anteayer por la mañana sobre la meseta del parque natural de Notre-Dame-de-Bienfaisance ha sido identificado. En realidad, los bomberos encargados de transportar el cuerpo ya la habían reconocido in situ. Se trata de Sylvie Simonis, cuarenta y dos años, artesana relojera de Sartuis.

Este nombre hace que revivan funestos recuerdos en los habitantes de Haut-Doubs. Sylvie Simonis no es otra que la madre de la pequeña Manon, ocho años, asesinada en noviembre del 88. Un caso siniestro que nunca se resolvió. El anuncio de esta nueva muerte y las circunstancias misteriosas que la rodean despiertan temores. E interrogantes.

En primer lugar, es imposible precisar la causa de la muerte y las razones de la presencia del cuerpo en el terreno del antiguo monasterio. ¿Accidente? ¿Asesinato? ¿Suicidio? Según los primeros testimonios, el estado del cadáver no permite pronunciarse al respecto y todavía no se conocen los resultados de la autopsia, efectuada en el hospital Jean-Minjoz de Besançon.

Según fuentes bien informadas, se sabe que Sylvie Simonis, virtuosa relojera que trabajaba por cuenta propia para los prestigiosos talleres de Locle, en Suiza, había desaparecido desde hacía una semana. Nadie había denunciado el hecho. Mujer discreta, por no decir enigmática, Sylvie Simonis iba y venía entre Suiza y Francia regularmente; a veces permanecía varias semanas en su casa de Sartuis montando sus relojes, sin dar señales de vida.

Si se trata de un caso criminal, ¿existe un vínculo entre este asesinato y el de Manon en 1988? Es muy pronto para arriesgar una hipótesis, pero en Sartuis e incluso en Besançon, los rumores aumentan.

Por su parte, el Servicio de Investigación de la gendarmería de Sartuis, así como Corine Magnan, la magistrada designada por el tribunal de Besançon, parecen dispuestos a mantener una absoluta discreción. En ese sentido, la juez de instrucción ya ha advertido a nuestro corresponsal: «Tenemos intención de trabajar en este caso con completa objetividad, al margen de polémicas y de indiscreciones. No toleraré ninguna injerencia de los medios de comunicación ni ningún tipo de presión».

Todos recuerdan que ya en 1988, la investigación del asesinato de la niña había sido llevada a cabo en el más estricto secreto, hasta el extremo de que fue imposible para nosotros, los periodistas informar sobre la evolución del caso. Las razones de esta censura informativa son conocidas: el revuelo causado por el caso Gregory,
1
a pocos kilómetros de nuestro departamento, donde la omnipresencia de los medios de comunicación perturbó el desarrollo de la investigación. Sin embargo, esperamos tener acceso a la información hoy, a fin de poder ofrecérsela a todos…

El artículo terminaba con una defensa del derecho de los periodistas a informar. Alcé los ojos y reflexioné. Quizá ese era el caso que buscaba. El «asunto horrible». La obsesión de Luc. Pero seguía sin haber ninguna alusión a Satán.

Y sobre todo, había un detalle que no encajaba.

Releí el artículo y luego volví al de
L’Est républicain
.

El texto del 28 de junio mencionaba un «cadáver cubierto de musgo y en estado de avanzada descomposición». En el del 29 se decía que la mujer había sido identificada inmediatamente por los bomberos. Era contradictorio. O bien el cuerpo estaba descompuesto y era irreconocible o bien estaba intacto y era identificable.

Extendí mi búsqueda al mes de julio en
Le Courrier du Jura
. Ni una sola línea. Ninguno de los dos rotativos había vuelto a mencionar el caso. Intenté localizar a los autores de los artículos. Ninguno de los dos estaba presente en el periódico y por teléfono era imposible conseguir sus señas.

Conseguí las de la oficina de la AFP, la Agence France-Presse, de Besançon. Me atendió una voz joven y dinámica. Sin duda un becario. Me presenté y abordé el caso Simonis.

—¿Está investigándolo? —preguntó el periodista en tono entusiasta.

—Solo me informo. ¿Qué puede decirme al respecto?

—Yo redacté el primer artículo. Un auténtico petardo mojado. El descubrimiento de un cadáver cerca de un monasterio; parecía sabroso, ¿no es cierto? Sobre todo por la víctima: ¡Sylvie Simonis! Sin embargo, los gendarmes no nos dieron la menor información. Me puse en contacto con la juez, nada. El forense, ni pío. Incluso fui a Notre-Dame-de-Bienfaisance. No me dejaron entrar.

—¿A qué se debía ese silencio?

—Querían hacernos creer que se trataba de un accidente de escalada. Que no había nada fuera de lo habitual. Para mí, ocurrió todo lo contrario. Callaron porque descubrieron algo.

—¿Qué?

—Ni idea. Pero la hipótesis del accidente no se sostiene. Primero: Sylvie Simonis no era precisamente una deportista. Segundo: se pretendió que había desaparecido desde hacía una semana. En ese caso, ¿por qué estaba el cuerpo en esas condiciones?

—¿El cuerpo estaba muy descompuesto?

—Parece ser que proliferaban los gusanos.

—¿Usted lo vio?

—No. Pero pude hablar con los bomberos.

—Un artículo de
Le Courrier du Jura
dice que los del servicio de urgencias reconocieron su rostro.

Soltó una risa juvenil.

—¡Eso es lo más alucinante! ¡El cuerpo estaba al mismo tiempo descompuesto e… intacto!

—¿Y eso?

—Las partes inferiores estaban realmente podridas pero el torso parecía conservarse mejor. ¡Y el rostro intacto! Como si… —dijo titubeando—, como si la mujer hubiera muerto varias veces, ¿comprende? ¡En momentos distintos!

Lo que mi interlocutor describía era imposible. Y esa anomalía podía ser el punto de partida de Luc.

—¿Se sabe al menos si fue un asesinato?

—No. En todo caso, no nos han dicho nada. Aunque comprendo que sean discretos. Sylvie Simonis es un tema tabú en la región.

—¿Por el asesinato de la niña?

—¡Evidentemente! ¡Es el caso Gregory del Jura! Catorce años más tarde, ni rastro del culpable y por las calles de Sartuis siguen circulando las hipótesis más demenciales.

—¿Cree que los dos casos están relacionados?

—Seguro. Y más teniendo en cuenta que el papel de Sylvie en el caso de Manon no estaba muy claro.

—¿Es decir?

—En cierto momento, ella misma fue sospechosa del asesinato. Pero fue exculpada. Tenía una coartada perfecta. Ahora, doce años más tarde, resulta que muere y las autoridades corren un tupido velo sobre la investigación. ¡Para mí que han descubierto un caso enorme!

Un cuerpo cerca de un monasterio. Una mujer muerta en varias etapas. Una niña asesinada. Un supuesto infanticidio. En una historia de ese calibre había sitio para el diablo. Volví sobre otro hecho que no encajaba:

—Si el caso le apasiona tanto, ¿por qué no ha escrito usted otros artículos? ¿Por qué nadie ha escrito ni una palabra al respecto?

—No teníamos la menor información.

—Semejante censura ya es una noticia. Un tema para un artículo.

—Nos dieron instrucciones.

—¿Qué instrucciones?

—Puesto que no había nada que contar, era mejor no hurgar en la mierda. Sería perjudicial para la región. Sartuis está a siete kilómetros del salto de Doubs. Imagine qué sucedería si sale a relucir que hay cadáveres en el río. ¡Y en plena temporada turística!

Pasé al tuteo.

—¿Cómo te llamas?

—Joël. Joël Shapiro.

—¿Qué edad tienes?

—Veintidós años.

—Creo que iré a verte, Joël. Al fin y al cabo, la temporada turística se ha terminado.

24

En el 36, me esperaba el caos habitual en mi casillero. Actas, informes de escuchas, telegramas de la prefectura, comunicados de prensa… Cogí todo el papeleo y lo tiré sobre mi escritorio. Me senté, envolví en una piel de camello las dos automáticas de Doudou y las guardé bajo llave en uno de los cajones de mi escritorio.

Cogí el teléfono fijo. Antes que nada, llamé a Laure para disculparme por haberme marchado tan precipitadamente después de la misa. Tras las habituales fórmulas de cortesía, dudé un momento antes de susurrar:

—También quería decirte que he investigado los viajes de Luc.

—¿Y?

—No había ninguna mujer. No en el sentido en el que tú lo decías.

—¿Estás seguro?

—Completamente. Volveré a llamarte.

Colgué sin saber si había aliviado su orgullo de mujer o empeorado su dolor de esposa. Hojeé mis documentos y leí las notas de Malaspey sobre el medallón de Luc. Un chisme sin valor alguno. Decididamente, lo importante para Luc era el símbolo de san Miguel.

Encontré también el informe de Meyer acerca del sospechoso del caso Perreux. El gitano Kalderash. Lo miré rápidamente: buen trabajo. Lo suficiente para convencer a Dumayet de que la investigación avanzaba.

Hablé con Foucault para pedirle que viniera a buscar su móvil. También llamé a Svendsen. Quería saber si había estudiado los escáneres encontrados en casa de Luc. No me dejó terminar la frase.

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