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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (5 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Había planeado un extraño viaje en la lógica del "raidismo", la filosofía de los errantes, los vagabundos organizados, los viajeros a ultranza. Adaptando un pequeño motor de fabricación italiana marca Cucciolo a su bicicleta, pensaba aumentar la potencia y viajar estudiando. El 1º de enero, ante la fascinación de sus hermanos menores y el desconsuelo de sus padres por las "locuras de Ernesto", parte. Deja como huella de su salida la superfoto de los lentes oscuros. Está tomada frente al hospital italiano de Córdoba. Tiene un aspecto fiero, con gorra y antiparras, sentado sobre su bicicleta y con un abrigo de cuero. Una foto que sería pública antes de que Guevara fuera El Che, porque terminó impresa como publicidad en la revista "Gráfico" durante varias ediciones, haciendo las delicias de Juan Martín, quien rigurosamente las recortaba: "El estudiante de medicina argentino Ernesto Guevara de la Serna en su bicicleta con motor Cucciolo, ha recorrido con ella toda la República."

Cuando salía de Buenos Aires, la noche del 1° de enero, iba lleno de dudas sobre la potencialidad de la máquina que llevaba y con la sola esperanza de llegar pronto y bien a llar, fin de la jornada, según decían algunas lenguas bien intencionadas de mi casa y luego a Pergamino.

Pero el viaje progresa sin mayores problemas. Muchas horas de pedal, algo de motor y descansos a medio día para estudiar medicina abajo de un árbol. Conforme avanzan los días el cuerpo pide a gritos un colchón, pero la voluntad se opone y continúo la marcha.

Al salir de Villa María recurre nuevamente a ir de remolque de un carro particular, pero a causa de un reventón de una llanta va a dar al suelo. Se levanta milagrosamente indemne y decide festejar la supervivencia durmiendo al borde del camino. Llega a Córdoba en un camión vacío que le da un aventón con todo y la máquina.

En el camino se ha de encontrar con un vagabundo quien además de darle mate en un termo de dudoso origen se acuerda de que fue peluquero y le corta el pelo. Llevé mi cabeza pelada como si fuera un trofeo a casa de los Aguilar cuando fui a visitar a Ana María, mi hermana.

Durante la visita a su hermana hará turismo visitando un lugar llamado Los Chorrillos, donde hay una bellísima caída de agua. Hará sus primeras experiencias de alpinismo (Ahí aprendí la ley primera del alpinismo: es más fácil subir que bajar) y jugando a bordear el peligro, como ha hecho tantas veces desde la infancia, practica clavados ante el horror de sus amigos en una poza que no tiene más de 60 centímetros de profundidad.

El 29 de enero sigue viaje hacia la leprosería donde está trabajando el mayor de los Granado, Alberto. Pedaleando y con el motor a medio quemarse, llega al leprosario José J. Puente en el pueblo de Chañar, en las cercanías de Córdoba.

En uno de aquellos días, el futuro doctor y el especialista atienden juntos a una paciente muy joven y bonita que tiene lepra y se niega a aceptarlo. Granado le va aplicando frío y calor en las zonas insensibles de la espalda y ella primero trata de adivinar y luego se va sugestionando; de repente Granado le pincha la zona con una enorme hipodérmica y ella no reacciona. Ernesto por poco lo mata, lo llama indiferente, insensible y permanece indignado con su amigo por días. Granado no entiende, se ve obligado a explicarle que era la única prueba definitiva, la única manera... ¿Moraleja en la historia? Supuestamente la hay en todas. ¿Qué sería de una anécdota biográfica sin moraleja? ¿De qué se trata entonces? ¿Debilidad del personaje? ¿Hipersensibilidad? No parecen ser esas las motivaciones profundas de Ernesto. Más bien una reacción a uno de los grandes pecados que ha ido estableciendo en su decálogo; un pecado imperdonable: las afrentas a la dignidad. Si es válida la dureza, no lo es nunca, jamás, el engaño.

Días más tarde, Ernesto Guevara continúa su viaje rumbo a Santiago del Estero. De ahí a La Banda, Tucumán, va consumiendo el norte de Argentina. Un vagabundo a quien encuentra cuando va a dormir en un alcantarillado le pregunta cuando se entera del viaje que el joven está haciendo:

—¿Toda esa fuerza se gasta inútilmente usted?

El joven Guevara escribe en sus notas de viaje: Me doy cuenta que ha madurado en mí algo que hace tiempo crecía dentro del bullicio ciudadano: y es el odio a la civilización, la burda imagen de gentes moviéndose como locos al compás de ese ruido tremendo.

En el camino se encuentra con un motociclista que trae una máquina de verdad, una Harley Davidson, nuevecita y que le ofrece remolque a 80 o 90 kilómetros por hora; Ernesto, quien ya ha aprendido que a más de 40 resulta muy peligroso, se rehusa. Un día después volverá a cruzar su camino con el personaje al entrar a un pueblo, pero lo encontrará muerto en un accidente. Luego, la muerte está allí, en la carretera. También.

En el camino no sólo estudia medicina, va aprendiendo a narrar. En las páginas de su diario se ajusta la metáfora, mejora la descripción, aparecen observados cuidadosamente los paisajes al mismo tiempo que se complace cada vez más en sus meditaciones de ermitaño.

En Salta lo dejarán dormir en una camioneta, subirá a pedales la cordillera. Cruzará Tucumán y La Rioja y finalmente Mendoza, donde su tía Maruja no lo reconoce a causa de la mugre que carga encima. Y cuando al fin acepta que eso es su sobrino, le da un tremendo almuerzo, le lava la ropa y le llena la mochila de bollos. Luego el retorno por San Luis y de ahí a Buenos Aires. Han sido 4500 kilómetros, y también algo más. ¿Qué? No está nada claro, la experiencia de la soledad, las carreteras, tardará en aposentarse. Quizá lo único que queda claro es que la universidad comienza a quedarle pequeña.

Cumple sus compromisos y presenta una materia en abril, dos en diciembre. Lentamente se acerca a un título y a una formación profesional.

En octubre de 1950, durante una boda en la casa de los González Aguilar, en Córdoba, conoce a una joven, María del Carmen Ferreyra, Chichina. Su amigo José González lo cuenta rápido: "En uno de esos impactos fulminantes de la juventud se enamoraron." Chichina es una adolescente simpática, bella, de grandes ojos, el pelo caído sobre el rostro y muchos pretendientes.

Pero la veloz relación no estará exenta de problemas. Ernesto es un hijo de la clase media venida a menos, Chichina es hija de la rancia oligarquía cordobesa. Sus padres son dueños de La Malagüeña, una hacienda con dos enormes canchas de tenis, campos para jugar polo, caballos árabes, una iglesia dentro de la hacienda, en la que los lugares de la familia estaban segregados de los de los peones.

Ernesto visitará su casa en mangas de camisa y sin corbata, y cuando los padres descubren que la cosa va en serio, parecerá no hacerles gracia. Su amiga Dolores Moyano, quien resulta prima de Chichina, resumirá lúcidamente: "Ernesto se enamoró de la princesa, sorprendente, inesperado, todo lo que despreciaba y ella también. Una relación que tenía el aura de lo imposible."

Los primeros combates en la guerra Guevara-Ferreyra serán extraños. González Aguilar cuenta: "Se reían de su sempiterna camisa de nylon, que lavaba cuando se bañaba con ella puesta, y se divertían con su informalidad y desaliño que en aquella tonta edad, a mí, me avergonzaba un poco. Pero le escuchaban atentamente cuando hablaba de literatura, de historia o de filosofía y cuando narraba anécdotas de sus viajes"; y Dolores Moyano completa: "El hecho de que Ernesto no le prestara atención a sus ropas, pero tratara de parecer más allá de la moda, era uno de los tópicos de conversación favoritos de nuestros amigos. Uno tenía que conocer la mentalidad de la oligarquía provinciana para apreciar el sorprendente efecto de la apariencia de Ernesto." Obsesionados por sweaters ingleses, botas de cuero y corbatas de seda, "la semanera" de nylon de Ernesto no podía menos que sacarlos de quicio, pero el estilo Guevara lograba la victoria y al llegar a una reunión en lugar de achicarse por sus pobrezas ante los bienes de la oligarquía, su desenfado se imponía.

Con la ventaja para rehuir los choques frontales, de tratarse de un amor de lejos (Córdoba-Buenos Aires), la relación prospera. Así como se profundiza en paralelo la relación amistosa con Tita Infante, quien se va convirtiendo en su compañera intelectual y con quien frecuentemente se cartea. ¿Qué tipo de relación mantienen? Ana María Guevara sospechará que "Tita estaba muy enamorada de Ernesto." ¿Lo estaba Ernesto de Tita? ¿Se trataba de una relación platónica, un amor no correspondido, o quizá algo más complicado: un amor no descubierto?

Ernesto sobrevive mientras tanto el final de 1950 y entre las habituales locuras genera una nueva: con su amigo Carlos Figueroa adquiere el último lote de un remate en una zapatería, el único para el que les alcanzaba la plata. Emparejaron zapatos, y los malvendieron con una pequeña ganancia. Con las sobras salieron a buscar ciegos por las calles, y las malas lenguas decían que con las sobras de las sobras, tras haber alcanzado el último nivel de infierno zapatero, se calzaba Ernesto.

A la búsqueda de un poco de dinero para medio llenar el bolsillo, a finales del año 50 ingresa como enfermero en buques mercantes de la marina argentina, y a partir de febrero del 51 comienza a viajar en cargueros y petroleros. En el "Anna G", el "Florentino Ameghino", el "San José" y el "General San Martín", hará travesías de febrero a junio. Va desde Comodoro Rivadavia en el sur argentino hasta Trinidad y Tobago en el Caribe, llegará hasta Brasil y Venezuela.

Es obvio que los viajes en barco le dejan tiempo para estudiar, porque presenta tres materias en septiembre, una en octubre y dos en noviembre, cuando vuelve a embarcarse. En noviembre del 51 está en Porto Alegre, Brasil, a bordo del "Anna G" y le escribe a su tía Beatriz una nota: Desde esta tierra de bellas y ardientes mujeres, un compasivo abrazo hacia Buenos Aires que cada vez me parece más aburrido.

Sin embargo, en otra carta deja constancia de que cuatro horas en una isla descargando petróleo, quince días de viaje de ida, quince de vuelta, no es la suma de la diversión.

Las relaciones con Chichina se ven condenadas a visitas esporádicas y al correo. Ernesto le propone matrimonio y una luna de miel en la que recorrerían América en una casa rodante. Los padres presionan y Chichina no está tan convencida. Se producen enfrentamientos políticos. Ernesto y su amigo González Aguilar son acusados de ser comunistas, aunque el joven Guevara en aquella época lejos estará del marxismo, porque se encuentra bajo una fuerte influencia de Gandhi y uno de sus libros favoritos es "El descubrimiento de la India", de Nehru.

Al dejar la marina comienza a trabajar con Salvador Pisani, un famoso alergista que antes había sido su médico. La alergia, que sin explicaciones va y viene en su vida, lo paraliza y lo ahoga, desaparece y regresa, es una enfermedad que le interesa profundamente, es su demonio personal. Con Pisani colabora en la búsqueda de vacunas y antialérgicos.

Eso no le impide dedicarse a inventar un insecticida. (¿Ha sacado de su padre su manía por los negocios fáciles que se vuelven ruinosos?) De nuevo con Carlos Figueroa utiliza un producto que se usaba para atacar las plagas de langosta, el gamexane, como base para el posible invento. Para reconvertir el gamexane en insecticida hay que reducirlo en un 80% con polvos de talco. La pareja trabaja mezclando los productos a mano en el garage pequeño de la planta baja. Toda la casa apesta, incluido el cubo de la escalera. No se puede negar que si sus experimentos no rondan el éxito, siempre abundan en el exotismo. Primero lo quiere llamar "Capone", luego trata de registrarlo como "Atila", pero ya existe algo así, y terminan llamándolo "Vendabal."

El 17 de octubre en Córdoba se va a producir una conversación trascendental para el joven Ernesto. Bajo la parra de la casa familiar de los Granado, a los que Guevara ha ido a visitar, y mientras están arreglando la moto de Alberto, una Norton de 500 mm. llamada "La Poderosa II", Ernesto sugiere:

—¿Y si nos vamos a Norteamérica ?

—¿Cómo?

—Con la "Poderosa", hombre.

En versión de Granado la idea se la dio su hermano Tomás, y él también fue quien sugirió que Guevara estaba lo bastante loco como para acompañarlo. Según el mismo Granado, Ernesto, quien había ido a Córdoba para ver a la Chichina, "inició una danza guerrera dando alaridos que firmaba el pacto indisoluble del viaje."

Lo que resulta coincidente de ambas versiones es que Alberto no estaba contento con su trabajo y Ernesto acababa de perder el suyo y, además, estaba harto de Facultad de Medicina, de hospitales y de exámenes...

Un día Ernesto le suelta a su padre de sopetón:

—Me voy a Venezuela.

—¿Y tu novia?

—Si me quiere, que me espere.

En noviembre, Ernesto ha estado trabajando con un aparato suizo recién llegado para moler visceras de cadáveres con enfermedades contagiosas en la clínica de Pisani. Por impaciencia no ha esperado un filtro que evitaba que la picadura afectara al operador y se contagia. Dos días más tarde de haber estado utilizando el aparato no se puede levantar a causa de una altísima fiebre. Después de tratar de esconder el problema, se ve obligado a pedirle a su padre que le consiga una enfermera con un estimulante. El padre se comunica con Pisani, quien lo atiende de inmediato. Ernesto parece estar al borde de un paro cardiaco. Un día después se levanta demacrado a presentar un examen. Ha presentado —en medio de sus últimos viajes, su trabajo con Pisani, la enfermedad y las aventuras del insecticida— tres materias en septiembre, una en octubre y tres en noviembre de aquel año de 1951. Según su padre, estaba agotado, pero "agotado" es y será una palabra poco guevariana.

CAPÍTULO 3

El descubrimiento de América

Han planeado el viaje de una manera un tanto extraña, al norte por el sur. Saliendo de Córdoba bajarán a Buenos Aires para despedirse de los padres de Ernesto, recorrerán la costa Atlántica para despedirse de Chichina y bajarán al sur, a los lagos, para cruzar hacia Chile y de ahí tomar el definitivo rumbo al norte.

En los últimos días de diciembre del 51 se produce la partida, al escapar de un adiós que se volvía interminable. Cuando salen de la casa de los Granado casi van a dar contra un tranvía. El 4 de enero dejan Buenos Aires después de recibir las repetidas recriminaciones que ya han escuchado en Córdoba. Celia le pide a Alberto que haga lo posible para que Ernesto regrese a licenciarse, "un título nunca sobra." En esta última etapa se ha añadido a la expedición un cachorro de perro policía llamado Comeback, que viaja prendido con las uñas en la sobrecargada motocicleta.

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