Antes que anochezca (45 page)

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Authors: Reinaldo Arenas

Tags: #prose_contemporary

BOOK: Antes que anochezca
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En una ocasión un delincuente con un paraguas, a quien yo le había preguntado la hora, me había contestado con una grosería. Creo que le dije varias cosas estúpidas y por último le di un empujón. El, que evidentemente estaba enfurecido, le quitó una tapa metálica que tenía en la punta su sombrilla y me fue arriba, arremetiéndome con un tremendo punzón, que era en lo que terminaba aquel paraguas. Me hizo varias heridas en la frente; me lanzaba golpes directos a los ojos; evidentemente, quería sacármelos, pero no lo logró. Bañado en sangre llegué a mi apartamento, pero a la semana ya estaba bien; mi ángel de la guarda otra vez me había acompañado.
Pero ahora, algo mucho más poderoso, más misterioso y siniestro que todo lo que anteriormente me había sucedido, parecía controlar la situación; había caído en la desgracia. El estallido del vaso era el símbolo de mi absoluta perdición. Perdición: así lo interpreté unas semanas más tarde y, al parecer, desafortunadamente, con toda razón.
Lázaro y yo estábamos en Puerto Rico en una playa solitaria. Lo había llevado allí porque me recordaba las playas de Cuba. El abría un libro y comenzaba a leer, cuando llegó una pandilla de asaltantes; eran más de seis. Uno de ellos nos apuntaba con una pistola que ocultaba ostensiblemente bajo un pañuelo. «Tírense al suelo y nos dan todo lo que tengan o los matamos aquí mismo», dijo uno. Yo fui a coger un palo y a arremeter contra alguno de entre ellos, pero Lázaro me dijo que no lo hiciera que era muy peligroso. Nos tiramos al suelo, ellos nos hicieron un registro y se llevaron lo poco que teníamos allí: unas patas de rana, una careta. Cuando se iban, yo les pedí que me devolvieran la careta; uno de los delincuentes no quería devolvérmela, pero otro dijo que me la dieran, que no podían hacer nada con ella. Pudieron habernos matado, pero mi ángel de la guarda nos protegió; el mismo que me hizo sobrevivir en el Morro, el que me avisó cuando estaba llegando a la base naval de Guantánamo que el terreno estaba minado. Otra vez nos había salvado.
Pero ahora, había estallado el vaso; ya no había salvación.
¿Qué era aquel vaso que había estallado? Era el dios que me protegía, era la diosa que siempre me había acompañado, era la misma luna, que era mi madre transformada en Luna.
¡Oh Luna! Siempre estuviste a mi lado, alumbrándome en los momentos más terribles; desde mi infancia fuiste el misterio que velaste por mi terror, fuiste el consuelo en las noches más desesperadas, fuiste mi propia madre, bañándome en un calor que ella tal vez nunca supo brindarme; en medio del bosque, en los lugares más tenebrosos, en el mar; allí estabas tú acompañándome; eras mi consuelo; siempre fuiste la que me orientaste en los momentos más difíciles. Mi gran diosa, mi verdadera diosa, que me has protegido de tantas calamidades; hacia ti en medio del mar; hacia ti junto a la costa; hacia ti entre las rocas de mi isla desolada, elevaba la mirada y te miraba; siempre la misma; en tu rostro veía una expresión de dolor, de amargura, de compasión hacia mí; tu hijo. Y ahora, súbitamente, Luna, estallas en pedazos delante de mi cama. Ya estoy solo. Es de noche.
Carta de despedida
10

 

 

Queridos amigos: debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra literaria, en la cual he trabajado por casi treinta años. Les dejo pues como legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será libre. Me siento satisfecho con haber podido contribuir aunque modestamente al triunfo de esa libertad. Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando. Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión. Sólo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país.
Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla los exhorto a que sigan luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza.
Cuba será libre. Yo ya lo soy.
Firmado,
Reinaldo Arenas
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