Amadís de Gaula (132 page)

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Authors: Garci Rodríguez de Montalvo

BOOK: Amadís de Gaula
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Oriana a quien mucho pesaba de esta discordia, no hacía sino llorar y maldecir su ventura, pues que la había traído a tal estado que tan gran perdición de gentes (si Dios no lo remediase) a su causa fuese venida, pero aquellas señoras que con ella estaban con mucha piedad y amor le daban consuelo, diciendo que ni ella ni los que en su servicio estaban eran en cargo de nada de esto ante Dios ni ante el mundo, y aunque no quiso la hicieron subir a lo más alto de la torre, de donde toda la vega y gente se parecía, y cuando ella vio todo aquel campo cubierto de gentes, y tantas armas relucir y tantas tiendas, no pensó sino que todo el mundo era así asonado y cuando todas estaban mirando que en otra cosa no entendían, Mabilia se llegó a Oriana y le dijo muy paso:

—¿Qué os parece, señora, hay en el mundo quien tal servidor ni amigo como vos tenéis, tenga?

Oriana dijo:

—¡Ay, mi señora y verdadera amiga! Qué haré que mi corazón no puede sufrir en ninguna manera lo que veo, que de esto no me puede redundar sino mucha desventura, que de un cabo está este que decía, que es la lumbre de mis ojos y el consuelo de mi triste corazón, sin el cual sería imposible poder yo vivir, y del otro está mi padre, que aunque muy cruel he hallado, no le puedo negar aquel verdadero amor que como hija le debo, pues cuitada de mí, ¿qué haré?, que cualquier de éstos que se pierda siempre seré la más triste y desventurada todos los días de mi vida, que nunca mujer lo fue.

Y comenzó a llorar apretando las manos una con otra. Mabilia la tomó por ellas y díjole:

—Señora, por Dios os pido que dejéis estas congojas y tengáis esperanza en Dios, el cual muchas veces por mostrar su gran poder trae las cosas semejantes de gran espanto, con muy poca esperanza de se poder remediar, y después con pensado consejo les pone el fin al contrario de lo que los hombres piensan, y así señora puede acaecer en esto si a Él le pluguiere, y puesto caso que la rotura por Él permitida esté, habéis de mirar que una fuerza tan grande como es la que os hacen, que sin otro mayor no se podía remediar. Pues dad gracias a Dios que no es cargo vuestro, como estos señores os han dicho.

Oriana como muy cuerda era, bien entendió que decía verdad, y algún tanto fue consolada. Pues así estuvieron gran pieza mirando, y después acogiéronse a sus aposentamientos.

El rey Perión desde que vio toda la gente aposentada, tomó consigo a Grasandor, hijo del rey de Bohemia, y a Agrajes, y dijo que quería ver a Oriana, y así fue con ellos al castillo, y mandó a Amadís y a don Florestán que quedasen con la gente.

Oriana, cuando supo la venida del rey, mucho le plugo porque después que él por su rango hizo caballero a Amadís de Gaula, llamándose el Doncel del Mar, estando en casa del rey Languines de Escocia, padre de Agrajes, así como el primero libro de esta historia lo cuenta, nunca lo había visto, y juntó consigo todas aquellas señoras para lo recibir.

Pues el rey y aquellos caballeros llegados a su aposentamiento entraron donde Oriana estaba, y el rey la saludó con mucha cortesía, y ella a él muy humildemente, y después a la reina Briolanja y a la reina Sardamira y a todas las otras infantas y señoras, y Mabilia vino a él e hincó los hinojos y quísole besar las manos, mas las tiró a si, y abrazóla con muy crecido amor y díjole:

—Mi buena sobrina, muchas encomiendas os traigo de la reina vuestra tía y de vuestra prima Melicia, como aquélla a quien mucho aman y precian, y Gandalín os traerá su mandado, que quedó para venir con Melicia, que será ahora aquí con vos y hará compañía a esta señora que también lo merece.

Mabilia le di]o:

—Dios se lo agradezca por mí, lo que, señor, me decís, y yo se lo serviré en lo que a mi mano venga, y mucho soy leda de la venida de mi prima, y así lo será esta princesa que ha gran tiempo que la desea ver por las buenas nuevas que de ella se dicen.

El rey se tornó a Oriana y díjole:

—Mi buena señora, la razón que me ha dado causa de sentir y me pesar mucho de vuestra fatiga, aquella misma con mucho deseo me obliga de procurar el remedio de ella, y por esto soy aquí venido donde a nuestro Señor plega me dé lugar que las cosas de vuestro servicio y honra sean acrecentadas como yo deseo, y vos mi buena señora deseáis, y mucho maravillado estoy del rey vuestro padre, siendo tan cuerdo y tan cumplido en todas las buenas maneras que rey debe tener, que en este caso que tanto a su honra y fama toda, tan cruda y cortadamente se haya habido, y ya que lo primero tanto errado fuese, debiéralo enmendar en lo segundo, que me dicen estos señores que con mucha cortesía le han requerido, y que no los quiso oír, y si alguna excusa para su disculpa tiene, no es ál, salvo que los grandes yerros tienen esta dolencia, que no saben volver las espaldas para se tornar al buen conocimiento, antes estando rigurosos en su porfía, piensan con otros yerros, e insultos mayores dar remedio a los primeros, pues el provecho y honra que de esto se le apareja, Dios, que es el verdadero sabedor y juez de la gran sin justicia que os hace, lo sabe; que en esta cosa tan señalada muy señaladamente mostrará su poder, y vos, mi señora, en Él tened mucha esperanza que Él os ayudará y tornará en aquella grandeza que vuestra justicia y gran virtud merece.

Oriana, como muy entendida era y todas las cosas mejor que otra mujer conociese, miraba mucho al rey y parecióle también así en su persona como en su habla que nunca vio otro que así le pareciese, y bien conoció que aquél merecía ser padre de tales, hijos, y que con mucha razón era loado, y corría, su fama por todas las partes del mundo, por uno de los mejores. caballeros que en él había, y fue tan consolada en lo ver que si el amor que a su padre había tan grande no fuera, que en muy grandes congojas y cuidados la tenía puesta, no tuviera en nada que todo el mundo fuera contra ella, teniendo de su padre tal caudillo con la gente que él gobernar esperaba, y díjole:

—Mi señor, ¿qué gracias os puede dar de esto que me habéis dicho una pobre cautiva, desheredada doncella como yo lo soy? Por cierto no en otras ningunas sino las que os han dado todas aquéllas a quien con mucho peligro hasta aquí socorrido habéis que con servir a Dios en ello y ganar aquéllas gran fama y prez que entre las gentes habéis ganado. Una cosa demando que por mi se haga, además de tan grandes beneficios que de vos mi buen señor recibo, que es que en todo lo que la concordia se pudiere poner se ponga con el rey mi padre, porque no solamente nuestro señor será servido en se excusar muertes de tantas gentes, mas yo me tendría por la más bien aventurada mujer del mundo si acabarse pudiese.

El rey le dijo:

—Las cosas son llegadas en tal estado, que muy dificultoso sería poderse hallar la igualeza de las partes. Pero muchas veces acaece que en el extremo de las roturas se halla la concordia, que con mucho trabajo hasta allí hallar no se pudo, y así en esto puede acaecer, y si tal se hallase podéis vos, mi buena señora, ser cierto, que así por el servicio de Dios como por el vuestro con toda afición será por mi voluntad otorgado, como aquél que desea mucho serviros.

Oriana se lo agradeció con mucha humildad, como aquélla en quien toda virtud reinaba más que en otra mujer.

En este comedio que el rey Perión con Oriana hablaba, Agrajes y Grasandor hablaban con la reina Briolanja y con la reina Sardamira y Olinda y las otras señoras, y cuando Grasandor vio a Oriana y aquellas señoras tan extremadas en hermosura y gentileza de todas cuantas él había visto ni oído, estaba tan espantado que no sabía qué decir, y no podía creer sino que Dios por su mano las había hecho, y comoquiera que a la hermosura de Oriana, y la reina Briolanja y Olinda, ninguna se podía igualar si no fuese Melicia, que por venir estaba, también le pareció el buen donaire y gracia y gentileza de la infanta Mabilia, y su gran honestidad que desde aquella hora adelante nunca su corazón fue otorgado de servir ni amar a ninguna mujer como aquélla, y así fue preso su corazón que mientras más la miraba más afición le ponía, como en semejantes tiempos y actos suele acaecer.

Pues estando así, casi como turbado, como caballero mancebo que nunca del reino de su padre había salido, preguntó a Agrajes que por cortesía le quisiese decir los nombres de aquellas señoras que allí con Oriana estaban. Agranjes le dijo quiénes eran todas, y la grandeza de sus estados, y como aún Mabilia estuviese con el rey Perión y con Oriana, también le preguntó por ella, y Agrajes le dijo cómo era su hermana y que creyese que en el mundo no había mujer de mejor talante ni más amada de cuantos la conocían. Grasandor calló, que no dijo nada y bien juzgó por su corazón que Agrajes decía verdad, y así era, que todos cuantos esta infanta Mabilia conocían, la amaban por la grande humildad y gracia que en ella había.

Así estando con mucho placer por se lo dar a Oriana, que alegrar no se podía, la reina Briolanja dijo a Agrajes:

—Mi buen señor y gran amigo, yo he menester de hablar con don Cuadragante y Brián de Monjaste delante vos sobre un caso, y ruégoos mucho que lo hagáis venir antes que os vayáis.

Agrajes le dijo:

—Señora, eso luego se hará.

Y mandó a uno suyo que los llamase, los cuales vinieron, y la reina los apartó con Agrajes y les dijo:

—Mis señores, ya sabéis el peligro en que me vi, donde después de Dios la bondad de vosotros me libró, y cómo metisteis en mi poder a aquél mi primo Trión, el cual yo tengo preso y pensando mucho qué haré de él, de un cabo veo ser este hijo de Abiseos, mi tío, que a mi padre a tan gran tuerto y traición mató, y que la simiente de tal mal hombre debería perecer porque sembrada por otras partes no pudiesen nacer de ella semejantes traiciones, y de otro constriñéndome el gran deudo que con él tengo, y que muchas veces acaece ser los hijos muy diversos de los padres y que el acometimiento que éste hizo fue como mancebo por algunos malos consejeros como le he sabido, no me sé determinar en lo que haga, y por esto os hice llamar, para que, como personas que en esto y en todo vuestra gran discreción alcanza lo que hacer se debe, me digáis vuestro parecer.

Don Brián de Monjaste le dijo:

—Mi buena señora, vuestro buen seso ha llegado tanto al cabo lo que en este caso decir se podría, que no queda que aconsejar salvo traeros a la memoria que una de las causas por donde los príncipes y grandes son loados, y sus estados y personas seguras, es la clemencia, porque con ésta sigue la doctrina de aquél cuyos ministros son, al cual haciendo las personas lo que deben, se debe referir todo lo restante, y sería bien que porque más vuestra duda se aclarase en determinar el un camino de los que, señora, habéis dicho, lo mandaseis aquí venir y hablando con él por la mayor parte se podría juzgar algo de lo que vendría, o venir por el cabo en ausencia suya se podría.

Todos lo tuvieron por bien, y así se hizo, que la reina rogó al rey Perión que se detuviese alguna pieza hasta que con aquellos caballeros tomasen conclusión de un caso en que mucho le iba.

Venido Trión, pareció ante la reina con mucha humildad, y con tal presencia que bien daba a entender el gran linaje donde venía. La reina le dijo:

—Trión, si yo tengo causa de os perdonar o mandar poner en ejecución la venganza del yerro que me hicisteis, vos lo sabéis, pues también os es notorio lo que vuestro padre al mío hizo. Pero comoquiera que las cosas hayan pasado, conociendo que el mayor deudo que en este mundo yo tengo sois vos, soy movida no solamente a haber piedad de vuestra juventud, habiendo en vos el conocimiento que de razón haber debéis, mas a os tener en aquel grado y honra que si de enemigo que me habéis sido me fueseis amigo y servidor. Pues yo quiero que delante de estos caballeros me digáis vuestra voluntad, y sea tan enteramente que buena o al contrario parezca, sin tener en vuestra boca sino aquella verdad que hombre de tan alto lugar debe.

Trión, que otra peor nueva esperaba, dijo:

—Señora, en lo que a mi padre toca, no sé responder, porque la tierna edad en que yo quedé me excusa en lo mío, cierto es que así por mi querer y voluntad, como por la de otros muchos que me aconsejaron, yo quisiera poneros en tal estrecho y a mí en tanta libertad que pudiera alcanzar el estado que la grandeza de mi linaje demanda, pero pues que la fortuna así en lo primero de mi padre y mis hermanos como en esto segundo me ha querido ser tan contraria no queda para mí reposo, salvo conociendo ser vos la derecha heredera de aquel reino que de nuestros abuelos quedó, y la gran piedad y merced que me hacéis, alcance con muchos servicios y por vuestra voluntad lo que por fuerza mi corazón alcanzar deseaba.

—Pues si vos, Trión —dijo la reina—, así lo hacéis, y me sois leal vasallo, yo os seré no solamente prima, más hermana verdadera, y de mí alcanzaréis aquellas mercedes con que vuestra honra sea satisfecha, y vuestro estado contento.

Entonces, Trión hincó los hinojos y besóle las manos, y de allí adelante este Trión le fue a esta reina tan leal en todas las cosas, que así como ella misma todo el reino mandaba. Donde los grandes deben tomar ejemplo para ser inclinados a perdón y piedad en muchos casos que se requiere tener con todos, y muy mejor con sus deudos, agradeciendo a Dios que siendo en una sangre y de un abalorio, los hizo señores de ellos, y a ellos sus vasallos, y aunque algunas veces yerren, sufrir el enojo, considerando el gran señorío que sobre ellos tienen. La reina le dijo:

—Pues apartando de mí todo enojo, y dejándoos en vuestro libre poder, quiero que tomando cargo de gobernar y mandar esta mi gente hagáis aquello que la voluntad de Amadís fuere.

Mucho loaron aquellos caballeros lo que esta muy hermosa y apuesta reina hizo. Y de allí adelante este caballero por ellos fue muy allegado y honrado, como adelante más largamente se dirá, y por todos los otros que su bondad y gran esfuerzo conocieron.

El rey Perión se despidió de Oriana y de aquellas señoras, y con aquellos caballeros se tornó al real. Y la reina Briolanja encargó mucho a Agrajes que hiciese conocer a Trión su primo con Amadís y le dijese todo lo que con él había pasado, y así se hizo, que todo se lo contó por extenso.

Pues llegado el rey Perión al real halló que entonces llegaba allí Balais de Carsante con veinte caballeros de su linaje muy buenos y muy bien armados y aparejados para servir y ayudar a Amadís y quiero que sepáis que este caballero fue uno de los caballeros que Amadís sacó de la cruel prisión de Arcalaus el Encantador con otros muchos, y el que cortó la cabeza a la doncella que junto a Amadís y su hermano don Galaor para que se matasen, y por cierto, si por éste no fuera, al uno de ellos convenía morir o entrambos, así como primer libro de esta historia lo cuenta. Este Balais dijo al rey y a aquellos caballeros cómo el rey Lisuarte estaba en real cerca de Vindilisora y que, según le habían dicho, que podría tener hasta seis mil de caballo y otras gentes de pie, y que el emperador de Roma era llegado al puerto con gran flota, y toda la gente salía de la mar y asentaban su real cerca del rey Lisuarte, y que asimismo era venido Gasquilán, rey de Suesa, y que traía ochocientos caballeros de muy buena gente, y el rey Cildadán era ya allá pasado con doscientos caballeros, y que creía que en esos quince días, no movieran de allí, porque la gente venía muy fatigada de la mar. Esto pudo muy bien saber este Balais de Carsante, porque un castillo muy bueno que él tenía era en el señorío del rey Lisuarte, y estaba en tal comarca donde sin mucho trabajo podría saber las nuevas de la gente.

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