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Authors: Daniel Tammet

Tags: #Autoayuda, #Biografía

Nacido en un día azul (27 page)

BOOK: Nacido en un día azul
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En 1984, Kim y su padre conocieron al director Barry Morrow en una conferencia en la Asociación de Ciudadanos Retrasados de Arlington, Texas. El resultado fue la película
Rain Man
. Dustin Hoffman pasó un día con Kim y se quedó tan pasmado de sus habilidades que animó a Fran a compartir a su hijo con el mundo. Desde entonces, Kim y su padre han recorrido Estados Unidos y han hablado ante más de un millón de personas.

Ése iba a ser un momento que llevaba esperando mucho tiempo; sería la primera vez en mi vida en que iba a conocer y hablar con otro genio autista. Fran le explicó a su hijo quién era yo y por qué había ido a conocerlos. La elección de la biblioteca pública de la ciudad para nuestro encuentro fue providencial; tanto para Kim como para mí, las bibliotecas son lugares especiales, llenos de tranquilidad, luz, espacio y orden.

Tras conocer a Fran me presentaron a Kim. Se hallaba de pie, cerca de su padre, una figura corpulenta y de mediana edad, con una mata de cabello canoso y ojos penetrantes e inquisitivos. Me tomó rápidamente del brazo y se mantuvo muy cerca de mí. «Dale tu fecha de nacimiento», sugirió Fran. «31 de enero de 1979», dije. «Cumplirás los sesenta y cinco un domingo», contestó Kim. Asentí y le pregunté su fecha de nacimiento: «11 de noviembre de 1951». Sonreí de oreja a oreja: «¡Naciste en domingo!». El rostro de Kim se iluminó y supe que habíamos conectado.

Fran tenía una sorpresa para mí: el Óscar ganado por Barry Morrow, el guionista de
Rain Man
, que éste donó generosamente a los Peek para que lo llevasen en sus giras de conferencias. Sostuve la estatuilla cuidadosamente con ambas manos; pesaba mucho más de lo que parecía. Me pidieron que me sentase con Fran y que hablase de la niñez de Kim, así que nos dirigimos hacia un rincón con unos cómodos sillones de cuero y nos sentamos mientras a Kim le daban a leer un libro. Fran habló con pasión acerca de la reacción de los médicos ante los problemas de su hijo de pequeño: «Nos dijeron que le internásemos en una institución y que nos olvidásemos de él». Un neurocirujano incluso se ofreció a practicarle una lobotomía a Kim para que fuese más fácil internarle.

Quise saber más acerca de la vida actual de Kim y le pedí a Fran que me describiese la rutina de un día normal. «Kim habla con su madre por teléfono cada mañana; viene aquí cada día, y lee durante varias horas. Por la noche va a visitar a una anciana vecina nuestra. Kim le lee».

Le pregunté acerca de las giras de conferencias de Kim: «Siempre viajamos juntos y no pedimos dinero. Visitamos lugares como escuelas, universidades y hospitales. Kim puede decirles casi todo lo que quieren saber: fechas, nombres, estadísticas, códigos postales o lo que sea. La audiencia le hace todo tipo de preguntas y él siempre responde con muchísima información, mucha más de la que yo imaginaba que sabía. Rara vez se queda estancado en busca de respuesta. Su mensaje es el siguiente: "No tienes que ser un discapacitado para ser diferente porque todo el mundo es diferente"».

Finalizamos la entrevista y pude caminar a solas con Kim por las distintas secciones de la biblioteca. Él me tomaba de la mano mientras andábamos. «Eres un genio autista como yo, Daniel», dijo excitado, y me apretó la mano. Mientras caminábamos entre las estanterías me fijé en que se detenía brevemente y tomaba un libro de la estantería, hojeaba unas pocas páginas, como si ya estuviese familiarizado con su contenido, y lo devolvía a su lugar. A veces murmuraba un nombre o fecha en voz alta mientras leía. Todos los libros trataban de temas de no ficción; las novelas no parecían interesarle. Compartíamos algo más.

«¿Qué es lo que más te gusta hacer, Kim?», le pregunté, y sin decir ni palabra me llevó a una sección con hileras de gruesos libros encuadernados en cuero rojo. Eran listines telefónicos de todas las poblaciones de Salt Lake City. Kim tomó uno de la estantería y se sentó en un escritorio cercano. Llevaba con él un cuaderno y un bolígrafo, y empezó a copiar en su cuaderno varios nombres y números del listín. Le observé y le pregunté si también le gustaban los números; asintió lentamente, absorto en sus notas.

Me senté con Kim y recordé que Fran me había contado que a su hijo le encantaba que le hiciesen preguntas relacionadas con fechas y figuras históricas. La historia era uno de los temas favoritos de Kim (también mío). «¿Cuándo reinó la reina Victoria?», le pregunté. «De 1837 a 1901», contestó Kim inmediatamente. «¿Qué edad tendría Winston Churchill si siguiese vivo?». «Ciento treinta años». «Y ¿en qué día de la semana caería su cumpleaños este año?». «Sería martes, el último día de noviembre».

Bajo la supervisión de Fran y del equipo, nos llevaron a la planta baja de la biblioteca, donde Kim señaló las distintas hileras de estanterías, explicando los libros que contenían. Salimos al luminoso sol de media tarde y luego nos detuvimos; Kim me volvió a apretar las manos entre las suyas. Acercándose a mí, me miró a los ojos y dijo: «Un día serás tan grande como yo». Fue el mejor cumplido que nunca me han hecho.

Acordamos volver a ver a Kim y a Fran a última hora del día para cenar en un restaurante local. Kim habló de su encuentro con Dustin Hoffman, y de la sorpresa de éste ante las capacidades y el carácter amable de Kim. Tanto padre como hijo subrayaron la importancia de continuar compartiendo las capacidades de Kim y su mensaje de respeto hacia las diferencias.

Nos dio pena despedirnos de ambos en Salt Lake City. Todos los miembros del equipo hablaron de cuánto habían aprendido con la experiencia de conocer a Kim y a su padre. Su historia de amor incondicional y de dedicación y perseverancia frente a la adversidad resultaba muy inspiradora. Para mí, fue una experiencia simplemente inolvidable. Kim me recordó lo afortunado que yo era, a pesar de mis propias dificultades, al poder vivir el tipo de vida independiente que él no podía vivir. También fue una alegría conocer a alguien que amase los libros, los hechos y los números tanto como yo.

Mientras volábamos de regreso a casa, pensé algunas cosas. Kim y yo teníamos mucho en común, pero lo más importante de todo era la sensación de conexión que creo que ambos sentimos durante el tiempo que estuvimos juntos. Nuestras vidas habían sido muy distintas; no obstante, compartíamos ese vínculo especial y raro, que había ayudado a que nos encontrásemos, y ese día nos recordamos el uno al otro el valor extraordinario de la amistad. Me conmovió el entusiasmo con el que tanto él como su padre me acogieron, y lo abierta y cándidamente que habían compartido su historia. El don especial de Kim no está sólo en su cerebro, sino también en su corazón, su humanidad y su capacidad para conmover las vidas de otras personas de una manera única y auténtica. Conocer a Kim Peek fue uno de los momentos más felices de mi vida.

12
Reikiavik, Nueva York, casa

Tras mi regreso a Gran Bretaña, los productores me tenían preparado un desafío más: aprender un idioma nuevo desde cero, en una semana y delante de las cámaras. Se habían pasado varios meses investigando diversas posibilidades y finalmente se decidieron por el islandés, un idioma declinado, que apenas ha cambiado desde el siglo
XIII
y que puede compararse con el inglés antiguo. Actualmente lo hablan unas 300 000 personas. Éste es un ejemplo escrito, para dar una idea de cómo es:

Mörður hér maður er kallaður var gígja. Hann van sonur Sighvats hins rauða. Hann bjó á Velli á Rangárvöllum. Hann var ríkur höfðingi og málafylgjumaður mikill og svo mikill lögmaður að engir þóttu löglegir dómar dæmdir nema hann væri við. Hann átti dóttur eina er Unnur hét. Hún var væn kona og kurteis og vel að sér og þótti sá bestur kostur á Rangárvöllum.

(Había un hombre llamado Mord que se apellidaba Fiddle; era hijo de Sigvat el Rojo, y moraba en el valle de los Rangrivervales. Era un jefe muy poderoso, que aceptaba todos los pleitos, y era tan buen abogado que ninguna sentencia parecía legal a menos que él tuviese algo que ver. Tenía una única hija, Unna. Era una mujer justa, cortés y dotada, y se la consideraba el mejor partido de los Rangrivervales).

Fragmento de la
Brennu-Njáls Saga
(
La saga del Requemado Njál
, la saga más famosa de Islandia, que data del siglo
XIII
).

El islandés se considera un idioma muy complejo y difícil de aprender. Por ejemplo, no hay menos de doce palabras diferentes para cada uno de los números del uno al cuatro, que hay que utilizar dependiendo del contexto. Los sustantivos pueden ser de tres géneros: masculino, femenino y neutro. Los adjetivos cambian según el género del sustantivo al que acompañan: «
Gunnar er svangur
» («Gunnar es fuerte»), pero: «
Helga er svöng
» («Helga es fuerte»), donde Gunnar es masculino y Helga femenino. Además, los islandeses toman prestadas palabras de otros idiomas, como hace el inglés, pero crean las suyas propias para los objetos modernos:
tolva
para ordenador y
simi
para teléfono (de la palabra en islandés antiguo que significa «hilo»).

En septiembre los productores me comunicaron su decisión acerca del idioma en un paquete que me enviaron a casa. El paquete contenía un diccionario de bolsillo, un libro infantil, dos libros de gramática y varios periódicos. Por motivos presupuestarios, la productora había decidido pasar en Islandia sólo cuatro días, en lugar de la semana planeada en principio, y por esa razón el material de aprendizaje se me envió a casa varios días antes del viaje. No obstante, existía una dificultad: el diccionario que me habían proporcionado era muy pequeño y por lo tanto resultaba casi imposible empezar a descodificar los textos proporcionados por la productora para que estudiase. También me sentía mal por contar únicamente con cuatro días, en lugar de los siete planeados, en Islandia, ya que la culminación del desafío iba a ser una entrevista televisiva en directo desde Reikiavik, realizada totalmente en islandés. Para poder completar el desafío con éxito, necesitaba todo el tiempo posible en contacto con el idioma hablado.

Pero la situación era la que era; por tanto, me las arreglé lo mejor que pude con el material que tenía. Aprendí frases de uso común y vocabulario con los libros de gramática, y empecé a construir mis propias frases a partir de las pautas de palabras que pude extraer de los diversos textos. Uno de los libros venía con un
CD
, así que intenté escucharlo para captar el acento y la pronunciación, pero me resultó muy difícil concentrarme a causa de la manera en que mi cerebro sintoniza y deja de prestar atención mientras escucha. Con otra persona presente puedo escuchar con gran intensidad, realizar un esfuerzo especial para mantener mi nivel de concentración, pero me resulta mucho más difícil cuando lo que he de hacer es escuchar un
CD
, tal vez porque aparentemente no es necesario realizar un gran esfuerzo para permanecer continuamente atento. Como resultado de todas esas dificultades me sentía muy desanimado el día del vuelo.

Era hora de despedirme de Neil, aunque al menos sólo sería cuestión de unos pocos días. Me recogió un taxi que me condujo al aeropuerto, donde me uní al equipo de filmación. Por fortuna, el aeropuerto estaba tranquilo y había poca gente dando vueltas. Me llevé los libros conmigo, pero esperaba recibir un material mejor una vez que llegásemos a Islandia. El vuelo no fue muy largo y pasé la mayor parte del tiempo mirando por la ventana o leyendo los cuentos de los libros infantiles islandeses.

Islandia es uno de los países más pequeños del mundo, con una población de poco más de un cuarto de millón. Está situado en el Atlántico norte, justo al sur del Círculo Ártico. Localizado en un centro de actividad geológica de la dorsal atlántica, la isla es muy activa geológicamente. Cuenta con muchos volcanes y géiseres activos, y su potencia geotérmica calienta muchos hogares islandeses. La tasa de alfabetización nacional es del 100%, y la poesía y la literatura son muy populares. En Islandia se publican más revistas y periódicos per cápita que en ningún otro lugar del mundo.

Tras nuestra llegada al aeropuerto de Keflavík, nos dirigimos en autobús a la ciudad más grande del país, que también es la capital, Reikiavik (con una población de algo más de 110 000 habitantes), que cuenta con el sobrenombre de
Stærsta smáborg í heimi
, «la pequeña capital más grande del mundo»).

Se acababa el verano, aunque el tiempo seguía siendo plácido: el aire era frío y puro, pero no gélido. El autobús contaba con ventanillas grandes y luminosas a cada costado, y al mirar al exterior durante el trayecto me fijé en grandes concentraciones algodonosas de nubes plateadas suspendidas en el cielo bajo las que podía verse, a lo lejos, un paisaje sombrío de color azul metálico. Al acercarnos a Reikiavik pude ver que la luz diurna empezaba a palidecer. Cerré los ojos y conté para mí mismo en islandés:
einn, tveir, þrír, fjórir

En el hotel conocí a mi profesora de islandés, Sigriður, aunque me pidió que la llamase «Sirrý». Sirrý trabajaba como profesora de estudiantes extranjeros en la universidad local, pero me dijo que nunca había sabido de nadie que intentase aprender islandés en tan corto espacio de tiempo, y dudaba que fuese posible. Sirrý llevaba mucho material de lectura en una bolsa, para que pudiéramos estudiar juntos. Siempre que se daba la oportunidad, abríamos los libros y yo leía los textos en voz alta para que ella pudiera corregirme la pronunciación y ayudarme con las palabras desconocidas.

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