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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Las seis piedras sagradas (23 page)

BOOK: Las seis piedras sagradas
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Durante su aventura de las Siete Pruebas, Lily había aprendido muchas cosas de Jack, excepto cuando se trataba de su familia.

Recordaba haber oído una vez a Zoe y al Mago hablando de su padre.

Al parecer, Jack West padre era norteamericano, y él y su hijo no se llevaban bien. Para enfadar a su padre —que quería que se uniera al ejército norteamericano—, Jack se había incorporado al ejército australiano, gracias a la nacionalidad de su madre.

Así que un día, mientras desayunaban, Lily le preguntó sin rodeos:

—¿Papá? ¿Tienes una familia?

Jack sonrió.

—Sí.

—¿Hermanos o hermanas?

—Una hermana.

—¿Mayor o menor?

—Mayor. Dos años más. Aunque…

—¿Aunque qué?

—Aunque ya no es mayor que yo. Su nombre era Lauren. Ya no es mayor que yo porque murió cuando tenía treinta años.

—¿Cómo murió? —preguntó Lily.

—En un accidente de avión. —La mirada de Jack se tornó distante—. Un accidente aéreo.

—¿Estabais muy unidos?

—Claro que sí —respondió Jack, que se animó al volver de sus recuerdos—. Incluso se casó con mi mejor amigo, un tipo de la marina llamado J. J. Wickham.

—¿Qué hay de tus padres?

—Se divorciaron cuando Lauren y yo éramos adolescentes. Mi madre era profesora de historia en el instituto. Una mujer callada e inteligente. Mi padre, bueno…

Lily esperó, conteniendo el aliento. West miró al vacío por un momento.

—Pertenecía al ejército norteamericano y conoció a mi madre mientras estaba aquí, en unas maniobras. Subía muy rápidamente en la escala de ascensos y siempre quería llegar más alto. Un hombre ambicioso. Era también inteligente, pero presumía de serlo; miraba con desprecio a cualquiera que no supiera tanto como él, les ganaba en sus discusiones, incluida a mi madre. Fue por eso por lo que acabaron separándose. Ahora ella no quiere verlo.

—¿Mantienes el contacto con ella? —Lily nunca había conocido a la madre de Jack.

El se echó a reír.

—Por supuesto, es sólo que no quiere que mi padre sepa dónde está, así que sólo la veo muy de cuando en cuando. La verdad es que iba a preguntarte si querías acompañarme la próxima vez que vaya a visitarla, tiene mucho interés en conocerte.

—¿De verdad? ¡Me encantaría! —exclamó Lily, pero después frunció el entrecejo—. ¿Qué pasa con tu papá? ¿Alguna vez lo ves?

—No —respondió Jack con firmeza—. Nunca nos llevamos bien. Puedo decir con toda sinceridad que no quiero volver a verlo nunca más…

A pesar de que Jack ya no estaba en el servicio activo, los militares nunca estaban muy lejos de él.

En una ocasión a finales de 2006, un general australiano fue a visitarlo a la granja y le formuló un montón de preguntas sobre la misión del piramidión dorado.

El general también le preguntó si sabía el paradero de alguien llamado Tiburón.

El tal Tiburón, dedujo Lily, era algo así como un pirata moderno que recorría la costa oriental de África en una embarcación.

Jack le respondió al general que no había visto a Tiburón desde hacía años.

Pero lo que más le interesaba a Lily de Jack era su relación con Zoe. Cuando ella pudo por fin viajar con más frecuencia a Australia, la pequeña se entusiasmó, sobre todo porque veía cómo crecía la relación entre Zoe y Jack.

Sonreían cuando hablaban en la galería o cuando salían a dar un paseo a la puesta del sol.

Lily también disfrutaba haciendo cosas de chicas con Zoe —pintarse las uñas de los pies, peinarse la una a la otra, teñirse las puntas con un color rosa fuerte—, pero, por encima de todo, disfrutaba viendo cómo Zoe hacia feliz a Jack.

Una vez le preguntó a ella si estaba enamorada de Jack. Zoe sencillamente le sonrió.

—Lo amo desde el primer momento en que lo vi. Pero, bueno…

—¿Pero qué? —insistió amablemente Lily, pero Zoe no le respondió, sino que se limitó a mirar a lo lejos con lágrimas en los ojos.

Lily lo dejó correr pero, en más de una ocasión, imaginó a Jack y a Zoe casándose; la idea la hacía feliz, porque entonces Zoe se convertiría oficialmente en su madre.

La Navidad de 2006 fue una ocasión que Lily recordaría durante mucho tiempo.

Jack y ella la pasaron en Dubai, en el Burj al Arab, con todos los miembros del equipo que habían encontrado las Siete Pruebas y el piramidión dorado.

Osito Pooh y Elástico estaban allí, y también Velludo, que había venido desde Jamaica. Zoe, Monstruo del Cielo, el Mago y Tank.

Toda la familia reunida de nuevo. A Lily le encantaba.

Pasó gran parte de la semana siguiente con Osito Pooh y Elástico visitando el palacio del padre de Pooh.

Allí conoció a su hermano mayor, Cimitarra, pero él le habló como si fuera una niña, así que de entrada a Lily no le cayó muy bien.

Lo que le gustó, en cambio, fue el cobertizo de demolición de Osito Pooh, que estaba más allá de los establos del palacio. Pooh era un experto en explosivos, tenía toda clase de artilugios, e incluso le mostró a Lily una extraña espuma que le había regalado el Mago: se llamaba espuma explosiva y la fabricaba el famoso laboratorio Sandia de Estados Unidos. Desparramabas la espuma con un pequeño aerosol alrededor de una granada y era capaz de absorber el estallido.

También le enseñó a la niña cómo utilizar el explosivo plástico C-2, un explosivo de alto impacto y pequeño radio utilizado por los arqueólogos en lugares delicados. Podía volar trozos de roca sin dañar las reliquias cercanas.

—También sirve para volar cerraduras —le susurró Osito Pooh a Lily—. Es por eso por lo que Cazador siempre lleva una pequeña cantidad en un compartimento de su brazo artificial, y por qué yo guardo un poco aquí —señaló el anillo de bronce que sujetaba su abundante barba—. Nunca salgo de casa sin él.

Lily sonrió, Osito Pooh era guay.

Una semana después, el equipo celebró el Año Nuevo en el helipuerto del Burj al Arab, y presenciaron el espectáculo de fuegos de artificio en el cielo árabe junto con muchos de los poderosos amigos y socios del jeque Abbas.

Pese a que debería haber estado en la cama, Lily se coló vestida con camisón y zapatillas para observar al grupo desde el cobertizo del helipuerto.

Las mujeres lucían hermosos vestidos —hasta Zoe, que a Lily le pareció la más hermosa—, y todos los hombres iban de gala o con prendas de estilo árabe; incluso Jack llevaba un esmoquin que a Lily le pareció muy gracioso: no le sentaba nada bien y se lo veía muy incómodo con él, pero de todas maneras lo hacía parecer muy elegante.

Poco antes de la medianoche había llegado para sumarse a la fiesta J. J. Wickham, el cuñado de Jack. Era unos pocos años mayor que él, muy atractivo, con el pelo castaño corto y barba de dos días; un tipo sexy. Todas las mujeres de la pista lo miraron de reojo cuando entró.

A Wickham lo acompañaba un negro muy alto y delgado llamado Solomon Kol; su piel era de un negro muy intenso, y sus ojos tenían una mirada bondadosa. Caminaba con paso ágil y, cuando se detenía, se encorvaba ligeramente, como si quisiera disminuir su considerable estatura.

Lily miró a los dos hombres con el entrecejo fruncido y una extraña sensación de reconocimiento. Tenía la impresión de que los había visto a los dos antes, pero no conseguía recordar dónde.

—¡Vaya si no es Tiburón! —exclamó Osito Pooh al tiempo que Elástico estrechaba calurosamente la mano de Wickham.

—Hola, Zahir —dijo el aludido en voz baja—. Perdona, ahora es Osito Pooh, ¿no?

—Así es, y es un nombre que llevo con orgullo. Fue un gran honor que la joven Lily me lo diera. Espero que tú también tengas ese honor algún día.

Lily sonrió para sus adentros. Quería a Osito Pooh.

—Wick —dijo Jack, que se acercó—. Me alegra que hayas podido venir, Solomon, viejo amigo, ¿cómo estás?

El gigantesco africano le dedicó una gran sonrisa.

—Te echamos de menos en Kenia, Cazador. Tienes que venir a visitarnos pronto. Magdala echa mucho de menos a la joven Lily. Se muere de ganas de ver cuánto ha crecido.

—Oh, sí que ha crecido —dijo Jack—. Ahora mismo está escondida en ese cobertizo. ¡Lily, ya puedes salir!

Lily salió con la cabeza gacha, vestida con el camisón y las zapatillas.

Jack puso una mano sobre su hombro.

—Lily, no estoy seguro de si recuerdas a Solomon. Era el vecino de nuestra granja en Kenia, solía venir a vernos muy a menudo. Ahora la cuida por nosotros, por si alguna vez regresamos.

—Vaya, vaya, sí que has crecido, pequeña —comentó Solomon—. Muy pronto serás tan alta como yo.

Wickham también miraba a Lily, pero en silencio, con tristeza.

Luego se volvió hacia Jack.

—No puedo quedarme mucho tiempo. Tengo al Hombre pisándome de nuevo los talones. Pero pensé que debía pasar para saludar al menos.

—Vinieron preguntando por ti el mes pasado —dijo Jack—. Contrabando de armas. Dijeron que te habías apoderado de un cargamento de armas norteamericanas por error.

—Oh, no fue por error. Sabía muy bien lo que era —replicó Wickham—. También sabía adonde iban las armas.

—Ten cuidado, Wick. La cruzada de un hombre es un pirata para otro.

—¿Ahora me llaman pirata?

—Si continúas apoderándote de los cargamentos de armas de la CIA para los señores de la guerra africanos, muy pronto tendrás a toda la Séptima Flota rastreando el océano índico para pillarte.

—Pues que vengan. A los militares norteamericanos se les puede ganar. Quiero decir, tú lo has hecho, y eres un imbécil.

Jack sonrió.

—Sólo digo que tengas cuidado.

—Lo haré. Llámame si alguna vez pasas por Zanzíbar. Te invitaré a una cerveza.

Entonces comenzaron los fuegos de artificio. Vistos desde el helipuerto de Burj al Arab, eran sencillamente espectaculares. El grupo no dejaba de proferir exclamaciones de asombro mientras el cielo del desierto se iluminaba con un millón de colores.

Pero cuando Lily dejó de mirar la fantástica exhibición pirotécnica, Wickham había desaparecido.

Algunos días más tarde, cuando estaban a solas, Lily le preguntó a Jack por su cuñado.

—Es un buen hombre —contestó él—. Un hombre honesto que fue objeto de una corte marcial por la marina norteamericana por hacer lo correcto.

—¿Qué hizo?

—Mejor dicho, qué fue lo que no hizo. Wick era el segundo comandante de un submarino de la marina norteamericana, un pequeño submarino de la clase Sturgeon que operaba desde Diego García, la base norteamericana en el océano índico, con la misión de patrullar las aguas frente a las costas de África oriental.

»E1 caso es que unos pocos años después del incidente del Black Hawk abatido en Somalia, su nave interceptó un submarino de la clase Kilo sin registrar en ruta a un muelle privado de un señor de la guerra somalí: piratas rusos en un viejo submarino ruso, que hacían contrabando de armas. El capitán de Wick le ordenó que fuera con un grupo de abordaje al Kilo y lo llevara de vuelta a Diego García.

«Cuando subió a bordo del Kilo, Wick se encontró con una docena de cajones de misiles Stinger norteamericanos y con un cabreado agente de la CIA. Resultó ser que la Agencia estaba en el proceso de desestabilizar África oriental a través de armar a todos los señores de la guerra.

—Y, entonces, ¿qué hizo? —preguntó Lily.

—Wick hizo lo que le habían ordenado. Con un pequeño equipo, arrestó a los piratas rusos, asumió el mando del submarino ruso y puso rumbo a Diego García.

«Pero, a medio camino, recibió una señal prioritaria del alto mando naval en la que le decían que le devolviera el submarino al hombre de la CIA y se olvidara de lo que había visto.

«Wick estaba atónito. Los jefazos estaban dando apoyo a esa operación. Así que tomó una decisión. Se dijo que ya era más que suficiente, y, como ya no tenía una familia de la que preocuparse, haría algo. Detuvo el submarino en mitad del océano Índico, metió a toda la tripulación, incluido al enfurecido hombre de la CIA, en un bote salvavidas y los dejó a la deriva.

«Consciente de que sería objeto de una corte marcial, les ofreció a todos sus hombres a bordo del submarino la oportunidad de marcharse. Es más, los alentó a que lo hicieran pensando en sus carreras. La mayoría optaron por marcharse, y a ellos también los dejó en las balsas salvavidas con radiobalizas.

«Wick se quedó con el submarino ruso con una tripulación mínima, y desde entonces lo ha estado usando para realizar sus propias patrullas frente a la costa de África. Utiliza varias de las viejas bases de submarinos de la segunda guerra mundial. Fue acusado de deserción y desobediencia de una orden directa, y condenado a veinticinco años en una cárcel militar. Todavía existe la orden de búsqueda y captura.

—¿Así que es un pirata? —preguntó Lily.

—Para la gente de África, es un héroe, el único tipo que les planta cara a los señores de la guerra al interceptar sus cargamentos de armas. También le lleva comida a la gente, libre de cargas y obligaciones. Ellos lo llaman Tiburón. Por desgracia, roba gran parte de la comida de las cargas occidentales, así que las marinas de Gran Bretaña y Norteamérica lo llaman pirata.

Lily frunció el entrecejo.

—Cuando lo vi la noche de fin de año me pareció, no sé, conocido. Como si lo hubiera visto antes.

—Es que lo habías visto antes.

—¿Sí? ¿Cuándo?

—Cuando eras muy pequeña y vivíamos en Kenia. Tú eras poco más que un bebé, y Wick acababa de iniciar sus aventuras con su submarino privado. Huía, así que le permití quedarse con nosotros durante un tiempo. Jugaba mucho contigo. A ti te encantaba. Ahora que eres oficialmente mi hija, él es oficialmente tu tío. Vive la mayor parte del tiempo en la isla de Zanzíbar, frente a la costa de Kenia y Tanzania. Pero allí donde esté y allí donde estemos nosotros, siempre seremos una familia.

Y así continuó la vida para Lily —en la granja con Jack y en la escuela con Alby, y con Zoe y el Mago cuando iban de visita—, hasta aquel bonito día de verano en que el cielo sobre la granja se llenó de paracaídas.

EL SEGUNDO ENCUENTRO

La búsqueda de los santuarios

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