Read Las seis piedras sagradas Online

Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Las seis piedras sagradas (26 page)

BOOK: Las seis piedras sagradas
9.88Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Así que, si no lo hacemos bien esta semana, ni siquiera tendremos una segunda oportunidad el año que viene —dijo Jack.

—Así es —admitió el Mago.

Hubo un silencio mientras todos pensaban en ello.

—Muy bien —dijo Jack—. Nuestro próximo paso es purificar los pilares que tenemos. Eso nos lleva al último laboratorio.

La Piedra Filosofal

Ahora, el grupo fue al laboratorio uno, donde la Piedra Filosofal descansaba orgullosa, en silencio, en el banco de trabajo.

Una vez más, el grupo más numeroso se quedó en la sala de observación mientras el Mago, Buitre y Elástico entraban en el laboratorio: el Mago llevaba la Piedra de Fuego; Buitre cargaba con la caja de terciopelo con el pilar saudí, y Elástico llevaba la caja de Iolanthe con el pilar británico.

De nuevo, las cámaras lo filmaban todo.

Aunque nadie se dio cuenta, una cámara de seguridad en el interior de la sala de observación los observaba a ellos.

En una habitación a oscuras en otro lugar de la base, otros los miraban.

En el laboratorio, Buitre abrió su caja de terciopelo y colocó el pilar de su familia en el banco. Elástico hizo lo mismo con el de Iolanthe, así que ahora los dos pilares estaban uno al lado del otro. Eran casi idénticos: dos trozos de diamante en bruto del tamaño de ladrillos, extraordinarios, nebulosos y traslúcidos.

Como Jack sabía, todos los diamantes tenían ese aspecto hasta que eran tallados por un experto y pulidos hasta quedar brillantes.

También sabía que esos dos diamantes en bruto superaban en tamaño a cualquier otro diamante encontrado anteriormente en la Tierra.

El mayor jamás encontrado era el Cullinan, una enorme gema extraída de un yacimiento en el sur de África en 1905. Cortada en nueve gemas menores, denominadas Cullinan uno a diez, la más grande —la Cullinan uno— tenía el tamaño de una pelota de béisbol, y ahora formaba parte de las joyas de la Corona británica.

Fue entonces cuando Jack advirtió algo más acerca de los pilares. Era toda una curiosidad que cada pilar poseía un vacío de forma oval en el centro, una pequeña cámara que parecía contener un líquido de alguna clase.

Un líquido incoloro.

—Pero ¿cómo puede ser? —susurró.

—No se puede explicar —dijo Iolanthe a su lado—. Desafía cualquier explicación.

—¿Qué no se puede explicar? —preguntó Lily.

—Los diamantes están hechos de carbono que fue cristalizado sometido a una inmensa presión y calor —respondió West—. Eso hace que los diamantes sean una de las sustancias más duras y densas conocidas por el hombre.

—La palabra «diamante» proviene del griego
adamas
—añadió Zoe—, y su equivalente en latín,
diamas,
significa…

—«Inconquistable» —dijo Lily.

—Por consiguiente, un auténtico diamante comprimido con tanta violencia durante su formación no podría tener ningún tipo de vacío en su interior, y mucho menos uno lleno de líquido —manifestó West. Pulsó el interruptor del intercomunicador—. Buitre, ¿tienes alguna idea de qué clase de líquido hay dentro del diamante?

Desde el interior del laboratorio, Buitre contestó:

—El análisis de nuestros científicos sugiere que es una forma de helio líquido conocido como helio-3.

—Una sustancia que no se encuentra en la Tierra —susurró Lachlan—, pero sí la encontraron en forma sólida en la Luna. El
Apolo 15
trajo unas muestras.

—Muy curioso —opinó Jack.

Había otra cosa en los pilares que advirtió. En la parte plana superior de cada uno había una marca. El de Buitre tenía una única raya horizontal.

El de Iolanthe, cuatro.

Incluso Jack sabía contar en Thot: se trataba del primer y el cuarto pilar.

En el interior del laboratorio, el Mago se acercó a la Piedra Filosofal con la Piedra de Fuego. Luego, con suma reverencia, colocó la Piedra de Fuego en la sección cuadrada de la tapa de la Piedra Filosofal.

Se oyó un clic cuando encajó.

—Vale. —Le hizo un gesto a Buitre—. Coloca tu pilar dentro de la Piedra Filosofal.

Buitre se adelantó y sostuvo el diamante oblongo encima del agujero rectangular de la Piedra Filosofal. Las dimensiones del agujero encajaban al milímetro con las del pilar.

Con ambas manos, Buitre hizo descender el pilar horizontalmente en el agujero hasta que éste descansó de lado, con su larga superficie superior plana apoyada en el borde del agujero.

Luego se apartó y, con el Mago, recogió con cuidado la tapa y —ahora con la Piedra de Fuego incorporada en ella— la colocó en posición poco a poco hasta cubrir el pilar.

Jack observaba con atención.

A su lado, lo mismo hacían Paul Robertson y Iolanthe. La tapa se deslizó en su lugar y cubrió el pilar.

Ahora, las dos piezas de la Piedra Filosofal eran una; con la Piedra de Fuego cargada arriba y el pilar saudí en el interior.

Todos los presentes esperaron en silencio.

Nadie sabía cómo sería ese proceso de purificación.

Una cegadora descarga de luz los sorprendió a todos. Salió por la ranura entre la tapa de la Piedra Filosofal y su base trapezoidal y, no obstante, iluminó sin problemas todo el laboratorio.

Los observadores se apartaron al tiempo que se tapaban los ojos.

La resplandeciente luz blanca continuó brillando desde el interior de la Piedra Filosofal. Alguna increíble transformación estaba ocurriendo en su interior.

El cristal de la punta de la Piedra de Fuego resplandecía como una llama púrpura.

Tank, que se encontraba junto a West, comentó en voz baja:

—A lo largo de los siglos, la Piedra Filosofal siempre ha estado asociada con la transformación. Algunos dicen que puede realizar el acto de la alquimia. O, como dirían ahora los científicos, la transmutación de los elementos; Isaac Newton estaba obsesionado con esa propiedad. Otros han afirmado que podía transformar el agua en un elixir que prolongaba la vida. La clave siempre ha sido el cambio. Un cambio increíble y asombroso.

Entonces, con la misma rapidez con la que había aparecido, la resplandeciente luz de la Piedra Filosofal se apagó, como también lo hizo la luz roja en lo alto de la Piedra de Fuego.

De nuevo, silencio. La luz normal.

Todos parpadearon.

En el laboratorio, la Piedra Filosofal permanecía inanimada, y no obstante irradiaba energía, poder.

El Mago y Buitre utilizaron entonces unas tenazas para levantar suavemente la tapa. Ésta se levantó…

…para dejar a la vista el pilar todavía alojado dentro de la piedra.

El Mago sacó el pilar del agujero y profirió una exclamación.

Mientras que antes el diamante había sido traslúcido, ahora era transparente, como un vidrio o un cristal pulido. El líquido atrapado en su interior, que previamente había sido incoloro, ahora era de un resplandeciente color plata. El primer pilar había sido transformado. Había sido purificado.

—No tenemos tiempo que perder —dijo Jack mientras caminaba por los pasillos de la base—. Tenemos que llevar este pilar purificado al santuario de Abu Simbel.

Iolanthe, que se esforzaba por seguir sus pasos, dijo:

—¡Capitán! ¡Capitán, por favor! Hay otros temas referentes a los pilares que debo hablar con usted.

—Puede hablar de ellos mientras viajamos a Egipto —respondió Jack, que se dirigió a la puerta.

—¿Voy con usted?

—¿Viene con nosotros? —preguntó Zoe.

—Ahora sí.

Las cosas comenzaron a moverse rápidamente.

En un hangar cerca de la pista de la base, el
Halicarnaso
se mostraba en toda su gloria, negro y enorme, alumbrado por los focos.

Se abrieron las puertas del hangar y una helada tormenta atlántica penetró en el recinto, el viento y la lluvia azotando el morro del avión.

El equipo de Jack corrió a través del hangar hasta la escalerilla que llevaba al 747.

Los habituales: el Mago, Zoe, Osito Pooh y Elástico.

Los nuevos participantes: Buitre, Cimitarra, Astro y ahora Iolanthe.

También los chicos: Lily y Alby. Esta vez, decidió Jack, irían con él. En Egipto, la cuna de la Palabra de Thot, tenía el presentimiento que podría necesitar el conocimiento lingüístico de Lily.

Los que no iban con ellos eran Tank y los gemelos, Lachlan y Julius Adamson. Se quedarían allí, en la isla Mortimer, y continuarían con sus estudios, a la búsqueda de los emplazamientos de los otros santuarios.

En un despacho en algún otro lugar de la base, el coronel norteamericano conocido como Lobo miraba a los once integrantes del equipo de West que irían a Abu Simbel acercarse al
Halicarnaso
a través de un circuito cerrado de televisión.

A su lado, como siempre, estaban sus dos subalternos, Estoque y Navaja. Se abrió la puerta detrás de ellos y entró Paul Robertson.

—¿Qué opina, coronel? —preguntó.

Lobo no respondió de inmediato. Continuó observando a Jack en el monitor.

—Judah tenía razón —respondió por fin—. West es muy bueno. Sabe resolver enigmas muy bien; lo de Abu Simbel es una muestra. También es escurridizo. Huyó de Judah en Gizeh y escapó del ataque de Dragón Negro en Australia.

—¿Iolanthe? —preguntó Robertson.

—Hay que vigilarla como un halcón —dijo Lobo—. Ahora se muestran dispuestas a colaborar, pero las grandes casas de Europa siempre actúan en beneficio de sus propios intereses. Aquí tienen sus propios objetivos. No se engañe: la realeza nos abandonará en el momento en que les convenga.

—¿Quiere que transmita a Astro o a Buitre alguna instrucción especial? —preguntó Robertson.

—En lo que se refiere a Astro, no. En esta etapa, sus acciones deben estar del todo desvinculadas de nosotros. Astro no debe saber absolutamente nada de su papel en esto; de lo contrario, West sin duda acabará por descubrirlo. En cuanto al saudí, sabe que estamos vigilando.

—¿Qué hay de la misión en Abu Simbel para colocar el primer pilar? —quiso saber Robertson—. ¿Debemos intervenir?

Lobo lo pensó por un momento.

—No. Todavía no. No es la primera recompensa lo que buscamos. Es la segunda. Por tanto, nos interesa que el capitán West tenga éxito a la hora de colocar el primer pilar. También podremos aprender de su experiencia.

Lobo se volvió hacia Robertson, los ojos azules resplandecientes.

—Dejemos que el joven West ponga éste y, cuando acabe, detenga a ese desgraciado y a toda su gente y tráigamelos.

Azotado por la fuerte lluvia, el
Halicarnaso
despegó de la isla Mortimer en el canal de Bristol.

Mientras viraba para tomar el rumbo que lo llevaría a Egipto, otra señal cifrada fue emitida desde la base en la isla, pero no tenía relación con Jack, Lobo o Iolanthe. Para aquellos que tenían la clave que la descifraba, el mensaje decía lo siguiente:

EL PRIMER PILAR HA SIDO PURIFICADO CON ÉXITO.

WEST VIAJA A ABU SIMBEL, EN EL SUR DE EGIPTO, PARA COLOCARLO EN SU LUGAR.

HAGAN LO QUE CORRESPONDE.

LA CUARTA PRUEBA

El primer vértice

ABU SIMBEL, EGIPTO

10 de diciembre de 2007

El día de la primera fecha límite

BOOK: Las seis piedras sagradas
9.88Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Sideways on a Scooter by Miranda Kennedy
Suzi Love by Embracing Scandal
Currawalli Street by Christopher Morgan
Dodge the Bullet by Christy Hayes
The Wicked City by Megan Morgan
Lady Jane's Ribbons by Sandra Wilson
Witch Hunt by Ian Rankin
A Toast to Starry Nights by Serra, Mandi Rei