Read Las seis piedras sagradas Online
Authors: Matthew Reilly
Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción
Movía los brazos y las piernas como una máquina corriendo por las altas piedras, a dos metros por encima del lago de mercurio mientras los puntiagudos misiles —¡bum!, ¡bum!, ¡bum!— llovían casi pegados a sus talones, algunos golpeando las piedras, otros hundiéndose en el lago a su alrededor. Pero fue más veloz que la lluvia de afiladas piedras.
La descarga de estalactitas también provocaba distracción, como parte de la trampa, pues pretendía forzar un error por parte del intruso, pero Jack mantuvo la concentración mientras corría, conteniendo los nervios para la carrera de doscientos metros.
Llegó a la escalera en la base de la torre a toda velocidad, subió los escalones de dos en dos y alcanzó el portal ojival… en el momento que una minicascada de un ácido color ámbar aparecía por el umbral.
Jack se lanzó por debajo y, con un salto mortal, entró en la torre una fracción de segundo antes del ácido hirviente.
Se volvió para mirar atrás y vio que la larga fila de piedras comenzaban a hundirse lentamente en el lago.
—Eso es jugar sucio…
A su velocidad de descenso, comprendió que disponía de unos cuatro minutos antes de que acabaran sumergidas por completo en el lago de mercurio y le cortaran su única vía de escape.
—Jack —gritó el Mago con un tono urgente.
—¡Las veo! —contestó él.
Miró hacia arriba y, con la luz de la linterna del casco, vio que la torre era hueca: un pozo cilíndrico que se elevaba de forma amenazadora en la oscuridad por encima de su cabeza, con agarraderos y huecos para los pies cortados a un lado.
Comenzó a subir, casi sin tiempo para recuperar el aliento, y advirtió unos pequeños nichos del tamaño de un hombre a lo largo del camino. Tallado encima de cada uno aparecía el símbolo chino correspondiente a «santuario».
Un sonido chirriante le hizo mirar hacia arriba.
El claro sonido chirriante de una piedra que rodaba; después, un leve silbido…
Jack se metió en el nicho más próximo en el mismo momento en que —¡fuuush!— una piedra de dos toneladas caía por el hueco y lo llenaba por completo de pared a pared. Pasó junto a él en el pequeño nicho, a unos milímetros de su nariz.
Jack no perdió ni un segundo en continuar subiendo, y en otras dos ocasiones se metió en los santuarios justo antes de que más piedras pasaran casi rozándolo, sólo precedidas por el revelador chirrido.
—¿Por qué esos tipos han protegido tanto sus tesoros?… —musitó.
Pero entonces, un minuto después de iniciar la subida, llegó a lo alto de la torre, al punto donde se fundía con el techo de la caverna, y se encontró entrando en un espacio por encima del mismo.
Era una hermosa habitación cuadrada, bastante parecida a la otra de entrada cerca de la superficie.
Unos intrincados relieves cubrían las paredes: tallas del Misterio de los Círculos y el símbolo que representaba la Máquina y, en una pared por encima de una cámara baja y oscura, una imagen de la Piedra Filosofal.
Había más tallas, incluida una de los cuatro reyes sentados en sus tronos codo con codo y flanqueados por cinco guerreros de pie, pero Jack no les prestó atención.
Se acercó a la cámara y contempló el pequeño altar de piedra donde estaba uno de los más hermosos y exquisitos artefactos que había visto en su vida.
La Piedra Filosofal.
No era muy grande, pero la simple pureza de su diseño imponía respeto.
Los costados estaban lacados a la manera de la antigua China; los brillantes flancos eran de un negro muy profundo y mostraban líneas rojas. El polvo de oro salpicaba el forro rojo.
Hecha de dos piezas, la sección del cuerpo de la piedra tenía una forma trapezoidal, con un rectángulo vacío abierto en la superficie superior. La segunda pieza, la tapa, era un trozo de piedra cuadrado más pequeño y pulido, y —observó Jack— del mismo tamaño que la base de la Piedra de Fuego.
Al mirar al interior de la cámara, Jack vio que el techo era hueco, como una chimenea encima de un hogar, así que, con un rápido salto, cogió la piedra de Lao-Tsé y salió…
…sólo un segundo antes de que la cámara —aunque no el altar de la piedra— quedara bañada por una cascada de ácido sulfúrico que se vertió a través de una rejilla en el suelo.
Se alejó a paso rápido, guardó la venerable piedra en su mochila y comenzó el terrible viaje de regreso.
Mientras descendía por el interior hueco de la torre buscando refugio en los nichos a medida que caían más piedras, ahora más que antes, era como si el sistema de trampas supiera que habían cogido la piedra y hacía todo lo posible por detener al ladrón prófugo.
Jack bajó a lo largo de la pared utilizando las mismas sujeciones y llegó al fondo en el mismo instante en que otro peñasco caía por el pozo.
Saltó al portal principal, cuya cortina de ácido había cesado por el momento, donde miró por un segundo los escalones cada vez más hundidos en el lago, cuando de pronto una piedra pasó por su lado, lo rozó en el hombro haciéndole perder el equilibrio y, para su horror, cayó, mientras buscaba desesperadamente dónde sujetarse sin encontrar nada, así que se precipitó en la oscuridad del pozo en la base de la torre…
Una mano buscó su muñeca y se la sujetó con fuerza.
Colgado de la mano, Jack miró hacia arriba y vio el rostro de Elástico bañado en sudor.
—Han llegado los refuerzos, capitán West —dijo Elástico en tono grave—. Vamos, sólo nos queda una carrera.
Salieron de la torre y vieron que las piedras ahora sólo estaban a treinta centímetros por encima de la superficie del lago de mercurio y bajaban de prisa.
—¡Adelante! —gritó Elástico.
Corrieron, moviéndose paso a paso casi al mismo tiempo para saltar de piedra en piedra, mientras los escalones seguían hundiéndose.
Cuando faltaban diez metros, las piedras llegaron al nivel del mercurio y Elástico gritó:
—¡Continúa! ¡Respira, Jack, respira!
Jack no podía más, agotado, los latidos de su corazón como truenos en la cabeza, la bilis en la garganta, respirando a través de la media máscara con un sonido rasposo.
Entonces, sus pies chapotearon en el mercurio y, con una terrible sensación de impotencia sintió que comenzaba a tropezar y supo que no había nada que pudiera hacer al respecto; caería de cabeza en el lago de mercurio cuando tan sólo le faltaban tres pasos para salvarse.
Tambaleante y sin aliento, cayó hacia adelante y, cuando ya se veía perdido, sintió cómo Elástico se situaba a su lado, le pasaba un brazo por debajo de la axila y lo arrastraba por las últimas tres piedras hasta que ambos tocaron tierra firme, deslizándose sobre sus vientres hasta acabar a los pies del Mago.
—¡Dios bendito! —exclamó Epper, que ayudó a Jack a levantarse.
Sudoroso, jadeante y sostenido por el Mago y Elástico, Jack respiró a grandes bocanadas.
Cuando por fin pudo hablar, pronunció sólo dos gloriosas palabras:
—La tengo.
Jack y su equipo estarían fuera de China para el final del día, tras haber dejado el sistema de trampas por la ruta inferior —evitando de esta manera a los hombres de Mao—, para encontrarse con el
Halicarnaso
en la frontera de Myanmar.
Una vez que estuvieron a salvo a bordo del avión, el Mago y Tank acudieron de inmediato a la enfermería para ser atendidos por Elástico.
—Cazador —le dijo Monstruo del Cielo a Jack—. Acabo de recibir una llamada de Zoe. Ha dicho que la misión en Stonehenge fue todo un éxito, que tiene una tonelada de datos que el Mago querrá ver.
—Excelente —manifestó Jack con la ropa salpicada de sangre, suciedad y gotas de mercurio—. Pon rumbo a Inglaterra y llama a Zoe. Dile que nos envíe cualquier imagen que crea que podamos necesitar ver de antemano.
—¿Punto de reunión?
—Dile que nos dirigimos a su encuentro. La hora y el lugar se los comunicaremos en su momento. Debemos tomar la ruta larga.
—Entendido.
—Astro, llama a tus jefes y diles que envíen la Piedra de los Sacrificios maya a Inglaterra. Si saben la ubicación de cualquiera de los pilares, cosa que estoy seguro de que saben, diles que también los traigan.
—Recibido.
—Ah, y dile a nuestro amigo de la CIA, Robertson, que necesitamos que mueva algunos hilos con los viejos amigos de América, la casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, y que ellos traigan su pilar.
—¿La casa de Sajo-qué? —Astro estaba confundido.
—Él lo comprenderá.
—De acuerdo —dijo Astro, y fue hasta una consola de comunicaciones.
Jack se volvió hacia Buitre, que estaba sentado muy cerca.
—También voy a necesitar el pilar de la casa de Saud, Buitre.
El aludido se levantó.
—Sabía que tenía fama de temerario, capitán, pero esto raya la insolencia.
—Sí, soy terriblemente temerario. —West fue hacia popa, donde estaban sus habitaciones—. Ahora, si a nadie le importa, iré a darme una ducha de forma temeraria y, después, me iré a la cama temerariamente. Que alguien me despierte cuando lleguemos al este de Europa.
Pocos minutos después, Jack había acabado de ducharse y estaba acostado en su cama, los ojos abiertos en la oscuridad cuando se le ocurrió una idea.
Pulsó la tecla del intercomunicador junto a la cama.
—¿Sí, Cazador? —respondió la voz de Monstruo del Cielo desde la cabina.
—¿Has hablado con Zoe?
—Acabo de hablar con ella hace un segundo.
—Llámala por mí de nuevo y dile que le transmita este mensaje a Lily: «Papá dice: te quiero y te echo de menos. Buenas noches.»
—Por supuesto, tío.
Jack soltó la tecla del intercomunicador y, en cuestión de segundos, dormía profundamente.
Soñó con muchas cosas —la mayoría recuerdos, algunos felices, otros horribles—, pero sobre todo soñó con Lily, con su hermoso rostro sonriente y el hogar que habían construido juntos en un remoto rincón del noroeste de Australia…
Parte III
AUSTRALIA
Marzo de 2006 - diciembre de 2007
Los meses después de Tártaro
GRAN DESIERTO DE ARENA
NOROESTE DE AUSTRALIA
Marzo de 2006 - diciembre de 2007
En los meses siguientes a la rotación de Tártaro de marzo de 2006, los distintos miembros del equipo de Jack West regresaron a sus respectivos países de origen, con la excepción de Elástico, porque su país natal, Israel, lo había declarado persona non grata después de sus acciones durante aquella misión. Se alojaba a veces con Jack, con el Mago o con Osito Pooh.
Había que escribir informes, reanudar carreras. Después de todo, no era algo muy común para un soldado profesional desaparecer en una misión de diez años, y dicha ausencia debía ser explicada a las diversas burocracias. Por ejemplo, a todos les habían dado ascensos con fechas anteriores.
Como era natural, la desbandada del equipo había tenido un efecto en Lily, porque aquel equipo de soldados era la cosa más parecida a una familia que había tenido nunca. Se sentía como Frodo al final de su libro preferido,
El señor de los anillos.
Tras haber completado una impresionante misión que cambiaba la Tierra, ahora todos debían volver a la vida normal, pero ¿cómo podía satisfacer la vida normal a alguien que había participado en semejante aventura? Más aún, ¿cómo tratar con las personas corrientes que no sabían —no podían saber— de las grandes hazañas que habías hecho en su beneficio?
Por fortuna, el equipo iba a visitarla a ella y a Jack a la granja bastante a menudo; y cuando tuvo su propio móvil —un gran día—, Lily se mantuvo en contacto con ellos vía SMS. Por supuesto, cada vez que se podía arreglar, la niña iba a visitarlos: veía a Osito Pooh en Dubai, a Velludo en Jamaica, al Mago en cualquier lugar, y a Zoe en Irlanda.
Zoe.
Los mejores momentos para Lily eran, por supuesto, las visitas de Zoe a Australia. Pero al principio eso había sido difícil, ya que un insensible teniente coronel del ejército irlandes —que nada sabía del heroico papel que había desempeñado en la misión de las Siete Pruebas— había insistido en que volviera a entrenarse y le dieran una nueva graduación en el ejército.
«Gente corriente. —Lily exhaló un suspiro—. Puf.»
Por supuesto, Jack era consciente de eso. Es más, en ocasiones se sentía de la misma manera.
La solución era sencilla: debía encontrar nuevos desafíos que los ocuparan.
Algo que estaba bien para West, pensó Lily, porque el Mago a menudo le enviaba peticiones y acertijos vía e-mail. Cosas como: ¿Jack, puedes buscar para mí la tribu neetha, en el Congo? ¿Puedes conseguirme una traducción correcta de los acertijos de Aristóteles? ¿Puedes averiguarme los nombres de todos los hombres pájaro de la isla de Pascua?
Pero entonces, cuando ya no sabía dónde encontrar desafíos interesantes, Jack le había dado a Lily uno sorprendentemente nuevo para el que ella no estaba preparada.
La escuela.
Dado que las escuelas eran difíciles de encontrar en los desiertos norteños de Australia, Lily fue enviada a un prestigioso internado para niños dotados en Perth.
Pero, prestigiosos o no, los chicos son chicos, y para una niña pequeña que había crecido como la única niña entre tropas de asalto en una aislada granja de Kenia, la escuela resultó ser una dura y confusa experiencia.
Desde luego, Jack sabía de antemano que sería así, pero también era consciente de que era necesario.