Read Las seis piedras sagradas Online
Authors: Matthew Reilly
Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción
Tuvieron que pasar otros ciento cincuenta años, alrededor de 2570 a. J.C, para que los espectaculares trilitos fueran alzados alrededor de las piedras azules. Pero esta fecha es importante: en 2570 a. J.C, el faraón egipcio Keops estaba completando su famosa obra en la llanura de Gizeh, en Egipto: la Gran Pirámide.
A lo largo de los años, como bien sabía Zoe, los cosmólogos y astrólogos habían intentado vincular Stonehenge con la Gran Pirámide, aunque sin éxito. El único vínculo confirmado eran las muy próximas fechas de su construcción.
Pero otras curiosidades de Stonehenge la intrigaban.
Como la rara cianobacteria verde que crecía en los grandes trilitos. Una variedad de liquen que era toda una rareza, un extraño híbrido de algas y hongos que sólo crecía en las costas. Sin embargo, Stonehenge estaba a ochenta kilómetros del mar más cercano, el canal de Bristol. La sustancia, parecida al musgo, confería a las piedras un aspecto manchado y desigual.
Después, por supuesto, estaban las inexplicadas teorías sobre la ubicación del monumento: la manera como el Sol y la Luna se elevaban por el paralelo 51, así como el inusual número de lugares neolíticos que se extendían por las islas Británicas en el mismo meridiano que Stonehenge.
En el análisis final sólo se podía decir una cosa con certeza: durante más de cuatro mil quinientos años, Stonehenge había soportado los azotes del viento, la lluvia, y el propio tiempo, ofreciendo una multitud de preguntas y muy pocas respuestas.
—A ver —dijo Zoe mientras conducía—. ¿Cómo vamos a enfocar esto? ¿Alguna idea?
—¿Ideas? —exclamó Lachlan—. Veamos qué te parece ésta: no hay ningún precedente de lo que vamos a hacer. A lo largo de los años, los eruditos y los locos han vinculado Stonehenge con el Sol, la Luna, las vírgenes, los druidas, los solsticios y los eclipses, pero nunca con Júpiter. Si la hipótesis del Mago es correcta y la Piedra de Fuego es lo que parece ser, vamos a presenciar algo que no se ha visto en más de cuatro mil quinientos años.
—Puedo añadir que la buena gente del patrimonio inglés —manifestó Julius— no verá con buenos ojos a unas personas que salten la cerca de Stonehenge y caminen entre las piedras, y mucho menos a unos lunáticos como nosotros que quieren realizar antiguos rituales secretos. Habrá guardias de seguridad.
—Déjame los guardias a mí —dijo Zoe—. Vosotros sólo ocupaos del ritual secreto.
Los gemelos sacaron de nuevo las notas del Mago y miraron el diagrama de Stonehenge.
—En sus notas, el Mago dice que la Piedra de Ramsés de Stonehenge es la Piedra del Altar —señaló Julius—. Pero ¿qué pasa con el Gran Trilito? Es el elemento característico de Stonehenge.
—No, yo también me inclino por la Piedra del Altar —repuso Lachlan—. Es el punto focal de la estructura, está hecha de piedra azul, colocada al mismo tiempo que el anillo de piedras azules originales, así que es más antigua que los trilitos. Por fortuna para nosotros, todavía está allí.
A lo largo de cuatro mil quinientos años, Stonehenge había sido expoliado por los lugareños en busca de piedras para utilizarlas para construir paredes o ruedas de molino. Casi todas las piedras azules habían desaparecido. Los enormes trilitos habían sobrevivido; todos de seis metros de altura (siete en el caso del Gran Trilito), porque sus grandes dimensiones habían hecho imposible que los campesinos pudieran moverlo.
Lachlan se volvió hacia Alby.
—¿Qué opinas, chico?
Alby lo miró, sorprendido de que le pidieran su opinión. Había creído que, al ser niños, sólo los habían llevado consigo para participar del viaje, y los habían asignado a Zoe para que los cuidara.
—¿Y bien? —dijo Lachlan, expectante—. Jack West cree que eres un chico listo, y Jack es un muy buen juez. En cuanto a Zoe, no es de las que pierden el tiempo con perdedores; me refiero a que basta con mirarnos a nosotros.
Lily enarcó una ceja al oírlo.
—¿No fuiste tú quien descubrió la vinculación entre el ascenso del Titanic y Stonehenge? —añadió Julius.
Alby tragó saliva. Lily le sonrió para infundirle confianza; llevaba mucho tiempo acostumbrada a que la trataran como a un adulto.
—Bueno, yo… —tartamudeó Alby—. La piedra que buscamos tiene que encajar de alguna manera con la Piedra de Fuego. No veo que la Piedra de Fuego pueda encajar en el Gran Trilito de una manera práctica. Pero la Piedra del Altar, si se levanta, podría estar en el mismo centro de la estructura. Otra cosa que debemos tener en cuenta es el ascenso de Titán por el noreste…
—Ah, sí, sí. Correcto —asintió Julius. Habían comentado eso antes.
Como Alby había explicado sin dar muchos detalles en la reunión en Dubai, el ascenso y el descenso del Titanic sólo se daba cuando la Tierra, Júpiter y Saturno estaban alineados, algo que ocurría más o menos una vez cada cuatrocientos años, y que —no por pura coincidencia— estaba ocurriendo en ese mismo momento.
El «ascenso» de la mayor luna de Saturno, Titán, en realidad precedía al paso del propio Saturno, y se elevaba por detrás de la enorme masa de Júpiter. Poco después de ese ascenso, Saturno volvería a ocultarse detrás de Júpiter. Debido al ángulo de la órbita de cada planeta alrededor del Sol, su eclíptica, ese movimiento de ascenso y descenso, ocurría ocho veces en el mes en que los planetas permanecían alineados.
Visto desde Stonehenge, Júpiter sería el primero en aparecer por el horizonte nororiental, seguido por Titán y luego por Saturno.
—¿Por qué es tan importante el ascenso del Titanic? —preguntó Zoe—. ¿Qué tienen que ver Titán, Júpiter o Saturno con el
Sa-Benbén
y el Sol Oscuro?
—La vinculación con el
Sa-Benbén
es muy clara —respondió Julius—. Es la vinculación entre Stonehenge y la Gran Pirámide que la gente ha estado buscando durante siglos. Nuestra teoría es sencilla: la pirámide es un templo a nuestro Sol. Stonehenge es un templo al Sol Oscuro.
—Ambos, desde luego, están vinculados geográficamente —añadió Lachlan—. ¿Sabes cómo trajeron las piedras azules a la llanura de Salisbury desde las colinas Preseli en Gales?
—Sí, Lachlan —dijo Zoe con un tono paciente—, tengo dos licenciaturas en arqueología. Sólo que no cursé la materia de la Loca Cosmología Neolítica Británica en la que tú pareces haberte especializado.
—Entonces, ¿sabes todo lo referente al rectángulo formado por las cuatro Piedras Estación originales que una vez rodearon Stonehenge?
—Sí.
—Yo no —dijo Lily.
Para ilustrar su explicación, Lachlan abrió un libro y le mostró a Lily la disposición de Stonehenge. Dispuestas alrededor de un círculo dentro de un rectángulo perfecto había cuatro piedras conocidas como las «Piedras Estación». Formaban un rectángulo de 5 x 12.
—Ahora —continuó Lachlan—, si dibujas una diagonal a través del rectángulo, la simple matemática pitagórica nos advierte que el triángulo rectángulo resultante es un triángulo de 5x 12 x 13.
Trazó un triángulo en la ilustración con un lápiz.
—¿Me sigues? —preguntó.
—Hasta ahora, sí —respondió Lily.
—Bonito triángulo, ¿verdad?
—Sí.
Lachlan sacó entonces un mapa del Reino Unido. Señaló Stonehenge en la parte inferior y luego dibujó el mismo triángulo de 5 x 12 x 13 en el mapa utilizando Stonehenge como la punta del triángulo y manteniendo la base del mismo paralela al ecuador.
—El triángulo 5x12x13 marca la ubicación original de las piedras azules en Gales. Las colinas Preseli —explicó Lachlan—. La geografía es muy excepcional para una tribu primitiva. Es tan excepcional que algunos creen que los antiguos recibieron ayuda exterior.
—Creía que ibas a demostrar la existencia de un vínculo entre Stonehenge y la Gran Pirámide —protestó Zoe.
Lachlan sonrió y le guiñó un ojo a Lily.
—¿Recuerdas que te he dicho que era un bonito triángulo?
—Sí.
—Si prolongas la hipotenusa de este maravilloso triángulo de esta manera…
—… mira por dónde pasa.
Lachlan buscó un mapamundi y prolongó la hipotenusa.
—No puede ser… —dijo Lily cuando vio el dibujo acabado.
La flecha pasaba directamente a través de Egipto, por el propio delta del Nilo…, hasta Gizeh.
—Stonehenge y la Gran Pirámide —manifestó Lachlan con un tono de orgullo—. Por fin unidos.
—Esto nos lleva a la segunda vinculación —declaró Julius—. La vinculación entre todo esto y Titán, Saturno y Júpiter. Verás, no son Titán, Saturno o Júpiter los que importan; lo verdaderamente importante es lo que está oculto detrás de ellos.