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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

La Torre Prohibida (58 page)

BOOK: La Torre Prohibida
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Ahora redescubrirían el valor del antiguo rito...

No estaba mirando a Calista, pero
sintió
que el helado pudor de la joven se disolvía, sintió la disminución de su rigidez física y la tensión que se escapaba de ella como una corriente de agua. Se había dejado caer en una silla.

Damon se volvió y vio que Calista sonreía y se estiraba como un gato, tendiendo los brazos a Andrew. Andrew se acercó y se arrodilló a su lado, y Damon observó, pensando con nostalgia en la adorable niña de la Torre, en toda su exquisita espontaneidad, la que fue perdiendo día a día, la que se fue convirtiendo lentamente en un silencio tenso y rígido. Ahora, con el corazón dolorido, veía una vez más a esa dulce niña, que aparecía debajo de la dulce sonrisa de Calista, dedicada a Andrew. Andrew la besó, con vacilaciones, después con creciente pasión. A medida que los cuatro empezaron a envolverse en el cuádruple contacto telepático, todos ellos compartieron el beso por un momento. Pero Andrew, cuyas inhibiciones habían desaparecido por efecto del
kireseth
, avanzaba con demasiada rapidez. Sus brazos abarcaron a Calista, estrechándola contra sí, y la enorme demanda que había en sus besos la asustó. Sintiendo un súbito pánico, Calista se desasió de él, empujándole con todas las fuerzas de sus brazos, con los ojos desorbitados por el miedo.

Damon percibió la doble textura de su miedo: en parte temía que volviera a ocurrir lo que ya había ocurrido antes, que el reflejo que no podía controlar agrediera a Andrew, le hiriera, le matara; y en parte temía a su propia excitación, extraña, desconocida. Miró a Andrew con algo semejante al terror, y miró luego a Damon con una expresión angustiada que le dejó perplejo.

Los pensamientos de Ellemir se movieron rápidamente, a través del creciente vínculo telepático.

¿Te has olvidado de que ella es ahora muy joven?

Andrew la miró con expresión de incomprensión. ¡Después de todo, Calista era melliza de Ellemir!

Sí, y después de pasar tantos años como Celadora, en algunos aspectos es mayor, pero todo eso ha desaparecido ahora de su mente... Es, esencialmente, la niña de trece años que era cuando llegó a la Torre. Para ella, el sexo es todavía un recuerdo de dolor y terror, de cómo casi te mató. No tiene nada bueno que recordar, salvo unos pocos besos entre las flores. Déjamela un poco a mí, Andrew.

Con reticencia, Andrew se alejó de Calista, y Ellemir rodeó con su brazo los hombros temblorosos de su hermana. Ninguno de ellos sintió la necesidad de decir algo en voz alta, y ninguno se tomó la molestia de hacerlo.

Ven conmigo, querida, no les hará ningún daño esperar hasta que estés lista.

La condujo hasta el cuarto interior, diciéndole:
Esta es tu verdadera noche de bodas. Calista, y ahora no habrá ninguna broma de mal gusto.

Dócil como una niña, y a Ellemir realmente le parecía una niña. Causea permitió que su melliza la desvistiera, le quitara la pintura con la que había ocultado las rojas marcas de su rosero, le cepillara el largo pelo que le caía sobre los hombros y le pusiera un camisón. El roce las abrió completamente, la una a la otra, ya que las defensas de Ellemir también habían caído por efecto del
kireseth
. Sintió la ola de recuerdos que su melliza no había podido compartir con ella cuando ambas lo habían intentado, cuando la noche anterior a la boda ambas habían intentado intercambiar confidencias.

Ellemir sintió, y
experimentó
, junto con Calista, el condicionamiento que su hermana había sufrido, la dura disciplina para combatir incluso un roce casual de cualquier mano humana. Con sobrecogedor horror, miró las pequeñas cicatrices que Calista tenía en las muñecas y en las manos, padeciendo la angustia física y emocional de los primeros años pasados en la Torre.
¡Y Damon había formado parte de esto!
Por un momento, compartió el dolorido resentimiento de Calista, la furia que jamás había tenido salida sino que se había volcado en una tensión y una fuerza cuya única manifestación había sido usarla a través de la energía concentrada en las pantallas de matrices, y en los transmisores.

Volvió a experimentar con Calista la lenta e inexorable extinción de las respuestas físicas normales, la disminución de los reflejos corporales, el endurecimiento de las tensiones de mente y cuerpo, transformadas en una rígida armadura. Al tercer año de estancia en Arilinn, Calista ya no se había sentido solitaria, ya no había deseado desesperadamente ningún contacto humano, ninguna nutrición emocional.

Era una Celadora.

Era un milagro, advirtió Ellemir, que todavía le quedara compasión humana, algún sentimiento verdadero. En pocos años más, hubiera sido demasiado tarde; ni siquiera el
kireseth
hubiera podido disolver la dura armadura de los años, la marca mental de tantas tensiones.

Pero el
kireseth
había disuelto la rigidez de Calista, convirtiéndola en una niña temblorosa. Su mente estaba libre, y su cuerpo ya no estaba condicionado por los inexorables reflejos incorporados por el entrenamiento, sino que habían desaparecido junto con toda la aceptación intelectual y la madurez con que Calista había cubierto su inexperiencia, y ahora era tan sólo una niña asustada. Esencialmente, pensó Ellemir con profunda compasión, Calista era más joven que ella misma cuando había aceptado a su primer amante.

Después de liberarse, Calista necesitaría uno o dos años para alcanzar la madurez normal, para adquirir primero conciencia emocional y luego física del amor. Pero no tenía tanto tiempo. Sólo tenía esta noche para franquear un abismo de años.

Con angustiada empatia, acunando en sus brazos a la temblorosa muchacha, Ellemir deseó poder darle a Calista algo de su propia aceptación. Calista no carecía de coraje... nadie que hubiera podido soportar ese entrenamiento podía carecer de coraje. Se haría fuerte, pasaría por la consumación y podría enfrentarse mañana al Concejo y jurar que su matrimonio estaba consumado, pero Ellemir temía que fuera una odisea, una prueba de coraje, no el momento gozoso que debería ser.

Era una crueldad, decidió Ellemir. ¡Estaban pidiendo a una niña que consintiera su propia violación... pues en esencia, eso es lo que sería!

No sería la primera. Había tantas mujeres del Comyn que eran casadas, casi niñas todavía, con hombres a quienes apenas conocían, y a los que no amaban. Calista tenía coraje, así que no se rebelaría. Y verdaderamente amaba a Andrew. Pero aún así, pensó Ellemir, sería una desdichada noche de bodas para ella, pobre niña.

Lo único que necesitaba era tiempo, y tiempo era lo único que Ellemir no podía darle.

Sintió el contacto tentativo de Calista en su mente, buscando confirmación, y de repente advirtió que

había una manera de compartir con su melliza su propia experiencia. Las
dos
eran telepatas. Ellemir nunca había creído, siempre había dudado de su propio
laran
, pero con el
kireseth
también ella estaba descubriendo un nuevo potencial, un nuevo crecimiento.

Confiadamente, sosteniendo en su mano la mano de su hermana, dejó que su mente retrocediera hasta sus quince años, la época del embarazo de Dorian, de su creciente intimidad con el esposo de Dorian, del acuerdo entre ambas hermanas acerca de que Ellemir reemplazara a Dorian en la cama. Ellemir había sentido un poco de miedo, no de la experiencia en sí misma, sino de que Mikhail la encontrara ignorante o infantil, demasiado joven, demasiado inexperta, que creyera que no era una sustituta adecuada de Dorian. La primera vez que él la tomó, y Ellemir no recordaba eso desde hacía años, ella se había sentido paralizada por el miedo, casi tan asustada como Calista ahora. ¿Mikhail la encontraría torpe, fea?

Y sin embargo, qué fácil había sido, qué simple y agradable, después de todo, y qué tonto había parecido luego todo su temor. Cuando nació el hijo de Dorian, y Ellemir tuvo que irse, casi lo había lamentado.

Lentamente, se desplazó hacia adelante en el tiempo, fundiendo su conciencia con la de Calista, compartiendo la aparición de su amor por Damon. La primera vez habían bailado juntos en Thendara, en el festival del Solsticio de Verano, y él le había parecido un hombre maduro, tan sólo uno de los oficiales de su padre, silencioso, concentrado, que sólo por cortesía prestaba atención a su prima. Sólo cuando Calista estaba prisionera de los hombres-gato y ella, aterrorizada, lo había hecho llamar, sólo entonces se le había ocurrido que tal vez Damon fuera otra cosa además del pariente mayor, el amigo de su hermano mayor, muerto hacía mucho tiempo. Y entonces había advertido lo que Damon significaba para ella. Compartió con Calista, de una manera que nunca hubiera sido posible a través de las palabras, la enorme frustración de la espera, la insatisfacción con los besos y los castos abrazos, el éxtasis de la primera reunión amorosa.
¡Ojalá hubiera sabido cómo compartir esto contigo entonces, Cal!

Volvió a experimentar, con una mezcla de alegría y miedo, su primera sospecha del embarazo: felicidad, el miedo y la indisposición, el torbellino de su cuerpo que se había convertido en una cosa extraña y hostil, pero a pesar de todo, dichosa. Sintió que una vez más sollozaba incontrolablemente mientras revivía el día que el frágil vínculo había cedido y la hija de Damon había muerto, antes de nacer. Y después, de manera vacilante —
¿Eres capaz de aceptar esto? ¿Te duele?
—, sintió una vez más la creciente necesidad de Andrew, recibiéndole en su cama, al principio temiendo un poco que eso pudiera disminuir su intimidad con Damon, pero sintiendo más tarde deleite, pues la intimidad con Damon aumentaba, porque ahora era una cuestión de elección y no meramente de costumbre, y su relación con Damon se había hecho aún más profunda a partir de lo que ella había aprendido de sí misma y de sus propios deseos, al acostarse con Andrew,

Sabía que tú deseabas que lo hiciera, Calista, pero no podía evitar preguntarme si no era porque en realidad tú no sabías lo que significaba para mí.

Calista se sentó en la cama, rodeó a Ellemir con sus brazos y la besó, dándole seguridad. Tenía los ojos muy abiertos por la perplejidad del descubrimiento. Ellemir se sintió impresionada por su belleza. Sabía que también Damon amaba a Calista, que compartía con ella algo que Ellemir nunca compartiría. Sin embargo, podía aceptarlo, tal como sabía que Calista aceptaba que sería Ellemir y no ella quien daría el primer hijo a Andrew. De manera independiente, llegó a la misma conclusión a la que había llegado Andrew: no eran dos parejas que intercambiaban sus componentes de tanto en tanto, como si se tratara de alguna complicada figura de danza. Eran algo diferente, y cada uno de ellos tenía algo único para darles a los demás.

Sabía que el miedo de Calista había desaparecido, que la joven estaba ansiosa por formar parte de esta unión que eran todos, y no le hizo falta alzar la vista para saber que Damon y Andrew estaban allí con ellas. Por un momento se preguntó si Damon y ella se retirarían, dejando a Andrew a solas con Calista, pero después casi se rió de su propia ocurrencia. Todos ellos formaban parte de esto.

Por un momento, el contacto se estableció sólo a través de sus mentes, mientras Damon tejía entre todos el cuádruple contacto telepático, íntimo, entrelazado, completo como nunca. Ellemir pensaba en imágenes musicales, y para ella el contacto era como voces fusionadas: la de Calista, clara y áurea como cuando cantaba con el arpa; la de Andrew, un bajo intenso; la de Damon, una curiosa armonía de muchas voces; y la de ella, la que las entrelazaba a todas, mezclándose con cada una. Mientras visualizaba como música el contacto telepático, como armonía, compartía no obstante las imágenes de los otros: un estallido de colores fusionados en la mente de Calista; la sensación casi táctil de las imágenes privadas de Andrew, que por un momento hizo pensar que todos ellos se arrebujaban, juntos y desnudos, en una oscuridad extraña; las centelleantes hebras, como de telaraña, que era la conciencia de Damon, uniéndoles a todos.

Durante mucho rato, no pareció que necesitaran nada más. Calista, flotando entre esos centelleantes colores, se sentía levemente divertida al percibir el contacto de Damon, sabiendo que había mantenido un poco de conciencia separada para monitorearle los canales. Después, cuando él la tocó, el contacto emocional se hizo más profundo, se transformó en una conciencia más fuerte que su cuerpo, algo nuevo y extraño, pero no atemorizador.

Vagamente, con los bordes de su mente, recordó las historias que les había contado su padre. El
kireseth
se daba a las novias reticentes. Bien, ella ya no era reticente. ¿El efecto de la resina se ejercía sobre la mente o sobre el cuerpo? ¿Había sido la apertura de su mente lo que la había hecho tan consciente de su propio cuerpo, de la proximidad de Ellemir, que estaba muy excitada y era consciente de todos ellos? ¿O era en realidad la necesidad del cuerpo la que abría la mente a la más profunda comunión con las otras mentes? ¿Tenía acaso alguna importancia? Sabía que Andrew todavía tenía miedo de tocarla. Pobre Andrew, ella le había herido tanto. Le buscó, abrazándole sintió que él la cubría de besos. Esta vez se abandonó a ellos, sintiendo como si se ahogara en el extático centelleo de luces, entrelazada al mismo tiempo en una temblorosa oscuridad.

Sintiendo ese súbito descubrimiento de la sensualidad, de pronto no era suficiente tan sólo sentirse en brazos de Andrew. No se alejó de él, pero buscó a Damon, sintió su contacto, le besó y, repentinamente, en un destello, recordó que había deseado hacer esto durante su primer año pasado en la Torre, y después había ahogado ese recuerdo, frenética y avergonzada. Tocando ambos cuerpos masculinos, sintió que sus dedos también seguían la curva del pecho de su hermana, bajaban por el cuerpo embarazado, y dejó que su conciencia se hundiera más profundamente, llegando a rozar apenas ese ligero temblor que era el sueño sin sueños del niño que no había nacido. De algún modo se sentía envuelta, protegida, segura, rodeada de amor, y supo entonces que también estaba preparada para el resto.

Andrew, que compartía todo con ella, supo que para Calista la aceptación sexual de Ellemir siempre sería la clave, que eso era lo que había franqueado el abismo, casi igual que durante el primer intento catastrófico. Supo que si él no se hubiera resistido entonces al contacto telepático, Ellemir tal vez hubiera logrado que todos salieran indemnes, incluso en ese momento. Pero él había querido estar a solas con Calista, aparte.

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