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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

La Torre Prohibida (56 page)

BOOK: La Torre Prohibida
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Fue Lorill Hastur quien les llamó al orden, diciendo:

—Se han hecho serias acusaciones contra los cuatro. Damon, ¿estás dispuesto a responder a esas acusaciones?

Mirando hacia los asientos de los Hastur, y viendo allí el rostro implacable de Leonie, Damon supo que explicar y justificar, tal como había pretendido hasta entonces, sería una pérdida de tiempo. Su única oportunidad era tomar la iniciativa, y conservarla.

—¿Alguien me escucharía si lo hiciera?

—Para lo que has hecho —dijo Leonie— no hay ninguna explicación ni excusa. Pero estamos inclinados a ser generosos, si te sometes a nuestro juicio, tú y esos otros a quienes has conducido a rebelarse contra las más sagradas leyes del Comyn. —Miraba a Calista como si nunca la hubiera visto antes.

Durante el silencio que siguió, Andrew pensó:
Prisioneros del banquillo de acusados, ¿tienen algo que decir antes de que se dicte sentencia?

Sobre él recayó primero la mirada de Loríll

—Andrew Carr, tu delito es grave, pero actuaste ignorando nuestras leyes. Serás entregado a tu propia gente y si no has quebrantado ninguna de
sus
leyes, quedarás en libertad, pero pediremos que se te envíe fuera del planeta de manera inmediata.

»Calista Lanart, mereces una sentencia equivalente a la de Damon. Pero Leonie ha intercedido por ti. Tu supuesto matrimonio, al no estar consumado — ¿Cómo, se preguntó Damon, habría llegado Lorill a saberlo?—, no tiene fuerza legal. Lo declaramos nulo e inexistente. Regresarás a Arilinn, donde Leonie se hará personalmente responsable de tu comportamiento.

»Damon Ridenow, por tus delitos y por los delitos de aquellos a quienes indujiste a la desobediencia, mereces, según las antiguas leyes, la muerte o la mutilación. Ahora se te ofrece una opción. Puedes entregar de inmediato tu matriz, a una Celadora que proteja tu vida y tu cordura, de modo que podrás vivir para ser regente de Alton y guardián del heredero de Alton concebido por tu esposa. Si te niegas, la matriz se te quitará por la fuerza. Si sobrevives se te quemarán los centros cerebrales del
laran
, para prevenir cualquier futuro abuso.

Ellemir soltó un grito de dolor. Lorill la miró con algo parecido a la compasión y le dijo:

—Ellemir Lanart, en cuanto a ti, que fuiste desviada por tu esposo, no te impondremos sentencia más que ésta: que ceses de involucrarte en cuestiones ajenas a la esfera de las mujeres y que dediques tus pensamientos a la única obligación que tienes en este momento, que es proteger a tu hijo, heredero de Alton. Como tu padre yace enfermo y tu único hermano superviviente es un menor, y como tu esposo ha sido sentenciado, te ponemos bajo la custodia de Lord Serráis, y volverás a Serráis a dar a luz a tu hijo. Mientras tanto, he elegido a tres respetables matronas del Comyn para que te protejan hasta tanto se haya ejecutado la condena de tu esposo: Lady Rohana Ardáis, Jerana, princesa de Elhalyn, y la esposa de mi propio hijo, Lady Cassilda Hastur. Lo que ocurrirá puede resultar perturbador e incluso peligroso para una mujer en tu estado.

Lady Cassilda, una mujer bonita, de cabello oscuro, más o menos de la edad de Ellemir y con un embarazo muy adelantado, tendió la mano a Ellemir.

—Ven conmigo, querida.

Ellemir miró primero a Cassilda Hastur y luego a Damon.

—¿Puedo hablar, Lord Hastur?

Lorill asintió.

La voz de Ellemir sonó tan leve e infantil como siempre, pero con gran determinación.

—Agradezco a las matronas su amabilidad y su preocupación, pero declino sus buenos servicios. Me quedaré con mi esposo.

—Querida —dijo Cassilda Hastur—, tu lealtad te honra. Pero debes pensar en tu hijo.


Estoy
pensando en mi hijo —dijo Ellemir—, en todos nuestros hijos, Cassilda, en los tuyos y en los míos, y en la vida que queremos para ellos. ¿Alguno de vosotros se ha molestado en pensar, en
pensar
verdaderamente acerca de lo que está haciendo Damon?

Damon, que escuchaba con incredulidad —él había vaciado su corazón con ella la noche que había curado a los hombres congelados, pero no había creído que ella lo comprendiera realmente—, la oyó decir:

—Todos sabemos cuan difícil es hallar telépatas para las Torres, en esta época. Incluso los que tienen
laran
no siempre están dispuestos a abandonar sus vidas y a encerrarse detrás de los muros... ¿y quién podría acusarlos? Yo misma no querría hacerlo. Quiero vivir en Armída y tener hijos que vivan allí después que yo. Y no quiero ver sus vidas desgarradas por esa terrible elección, saber que deberán eludir una u otra obligación ante su Dominio. Pero hay muchas cosas que un telépata puede hacer, y nadie las está haciendo. Esas cosas no deben hacerse detrás de los muros de una Torre, sin duda muchas de ellas
no pueden
hacerse desde allí. Pero como hay tanta gente que cree que ésa es la única manera de usar el
laran
, ese trabajo no se hace en absoluto, y todas las personas de los Dominios padecen porque no se hace. Damon ha encontrado la manera de que llegue a todos. No es necesario que el
laran
sea una especie de... de brujería misteriosa, oculta dentro de las Torres. Si yo, que soy una mujer, sin educación y la inferior de dos mellizas, puedo aprender a usarlo, tal como me han enseñado, debe haber muchas personas que pueden hacerlo también. Y...

Margwenn Elhalyn se puso de pie. Estaba muy pálida.

—¿Tenemos que quedarnos aquí sentados, escuchando esta... esta blasfemia? Acaso nosotros, los que hemos entregado nuestra vida a las Torres, debemos quedarnos aquí sentados y escuchar las blasfemias con respecto a nuestra elección, en boca de esta... de esta mujer ignorante que mejor haría quedándose en su casa, junto a la chimenea, haciendo ropas de bebé, en vez de... de balbucear tonterías como una criatura... ¡hablando de cosas que no puede comprender!

—Espera —dijo Rohana Ardáis—, espera, Margwenn. Yo también fui entrenada en una Torre, y se me obligó a abandonar ese trabajo que amaba, para casarme y dar hijos al clan de mi esposo. Hay cierta sabiduría en lo que dice Lady Ellemir. Escuchemos lo que nos quiere decir, sin interrumpirla.

Pero Rohana fue silenciada por las exclamaciones. Lorill Hastur los llamó al orden, y Damon recordó, deprimido, que también Lorill había sido entrenado en la Torre de Dalereuth y también había sido obligado a renunciar cuando heredó el cargo de Regente del Concejo.

—No tienes voz en el Concejo, Lady Ellemir. Puedes retirarte con las matronas que hemos elegido para que te hagan compañía, o puedes permanecer aquí. No tienes otras opciones.

—Me quedo con mi esposo —dijo ella, aferrándose al brazo de Damon.

—Señor —dijo Cassilda Hastur, perturbada—, ¿tiene ella derecho a elegir, cuando su elección puede poner en peligro al niño que lleva? Ya ha tenido una pérdida, y este niño es heredero de Alton. ¿Acaso la seguridad del niño no es más importante que su sentimental deseo de permanecer con Damon?

—¡En nombre de todos los Dioses, Cassilda! —protestó Rohana—. ¡No es una niña! ¿Crees que es un animal lechero, y que simplemente por sacarla de la vista del padre de su hijo lograrás que ella se torne indiferente al destino de su esposo? ¡Siéntate y déjala en paz!

Compungida, la joven Lady Hastur se sentó.

—Damon Ridenow, elige: ¿entregarás tu matriz sin protestas, o deberemos quitártela por la fuerza?

Damon miró a Ellemir, que se aferraba a su brazo; a Calista y su enjoyada actitud desafíame; a Andrew, un paso detrás de él. Les dijo a ellos, no a Lorill:

—¿Puedo hablar, entonces, en nombre de todos? Calista, ¿es tu voluntad regresar a Arilinn, bajo el cuidado de Leonie?

Leonie miraba a Calista con enorme ansiedad, y Damon comprendió repentinamente.

Leonie nunca se había permitido amar. Pero a Calista, que era como ella misma una virgen con votos de por vida, a Calista sí podía amarla sin riesgos, con el hambre de todas sus emociones reprimidas. No era raro que no quisiera soltar a Calista, que le hubiera hecho imposible marcharse de la Torre. Su amor por la muchacha no tenía el más leve rasgo sexual, pero no obstante era amor, un amor tan real como el desesperanzado sentimiento que el mismo Damon había concebido por Leonie.

Calista estaba silenciosa, y Damon se preguntó cuál sería su elección. ¿Acaso Arilinn le resultaba más atractiva que lo que ellos le ofrecían, menos perturbadora, menos penosa? Y entonces supo que el silencio de Calista era solamente compasión, reticencia a rechazar el amor y la protección que Leonie le ofrecía, a arrojárselos a la cara. No quería herir a la mujer que la había amado y protegido cuando ella era una niña solitaria en la Torre. Cuando habló, tenía lágrimas en los ojos.

—He devuelto mi juramento. No lo recibiré otra vez. También yo permaneceré junto a mi esposo.

¡Ahora, por fin, todos eran uno solo! La voz de Damon resonó, desafiante:

—¡Escuchadme todos, pues! —Dijo y estrechó a Ellemir, con feroz gesto protector—. En nombre de mi esposa, agradezco a las nobles damas del Comyn, pero nadie más que yo cuidaré de ella mientras viva. En cuanto á Andrew, es mi hombre juramentado, y tú mismo, Lorill Hastur, durante la construcción del espaciopuerto, estableciste que los terranos podían hacer acuerdos privados con los darkovanos, y a la inversa, y que estos acuerdos debían ser tratados de la misma manera que cualquier otro contrato según las leyes del Dominio. He hecho con Andrew el juramento de
bredin
, y seré tan responsable de su honor como del mío propio. Esto significa que como regente de Alton, sostengo que su matrimonio con Calista es tan válido como el mío. En cuanto a mí mismo —y entonces se enfrentó a Leonie y le lanzó deliberadamente cada una de las palabras en pleno rostro—, soy Celador, y sólo soy responsable ante mi propia conciencia.

—¿Tú? ¿Celador? —y la voz de Leonie estaba colmada de desprecio—. ¿Tú, Damon?

—Tú misma me guiaste en la Búsqueda Temporal, y fue Varzil el Bueno quien me nombró
tenerézu
. —Deliberadamente utilizó la arcaica forma masculina del término.

—No puedes llamar a dar testimonio a un hombre muerto hace cientos de años —dijo Lorill.

—Aquí me han sometido a juicio según leyes impuestas en esa época —dijo Damon—, y la estructura que he construido en el supramundo sirve de prueba para todos los que tienen acceso a ese nivel. Y ésa era la ley y la prueba que se imponía en esa época. Soy Celador. He establecido mi Torre. Responderé al desafío.

El rostro de Leonie palideció.

—Esa ley no tiene vigencia desde las Épocas de Caos.

Aquí viven según leyes muertas mucho tiempo atrás.
No pronunció esas palabras en voz alta, pero Leonie las escuchó, y también todos los que poseían
laran
y que se hallaban dentro de la Cámara de Cristal.

Leonie habló, pálida como una calavera.

—Que así sea —dijo—. Has invocado la antigua prueba de la responsabilidad y el derecho de una Celadora. Tú y Calista sois renegados de Arilinn, de modo que a Arilinn le corresponderá responder al desafío. Será un duelo, Damon, y tú sabes cuál será el castigo si fracasas. No sólo tú y Calista, sino también los cónyuges... si es que alguno sobrevive, lo que no es probable, serán despojados de sus matrices y se les quemarán los centros cerebrales del
laran
, para que vivan como ejemplo y advertencia para todos aquellos que, siendo incapaces, pretendan arrogarse el lugar y el poder de Celadora.

—Veo que sabes cuáles son las consecuencias, Leonie —dijo Calista—. Ojalá las hubieras conocido igual de bien cuando yo me convertí en Celadora.

Leonie la ignoró, mirando a Damon fijamente a los ojos.

—Asumiré la batalla y sus castigos, Leonie —dijo Damon—, pero supongo que te das cuenta de que también te arriesgas a sufrirlos, tú y todos los de Arilinn, si no lográis vencernos.

—¡Creo que nos arriesgaríamos a mucho más que eso para castigar la insolencia de los que han construido una Torre prohibida en nuestro mismo umbral! —dijo ella con furia.

—¡Basta! —Lorill alzó las manos para silenciarlos—. Declaro desafío y duelo entre la Torre de Arilinn y su Celadora, Leonie Hastur y... —vaciló un momento— y la Torre prohibida, con aquel que se ha autoproclamado Celador, Damon Ridenow. Empezará mañana a la salida del sol.

Leonie tenía el rostro pétreo.

—Esperaré la batalla.

—Y yo —dijo Damon—. Hasta la salida del sol, Leonie. Dio una mano a Ellemir, la otra a Calista. Andrew los siguió a un paso de distancia. Sin mirar atrás, abandonaron la Cámara de Cristal.

Hasta la salida del sol. Había hablado valerosamente. Pero ¿podrían enfrentarse a Leonie, y a todas las fuerzas de Arilinn? Debían hacerlo, o morirían.

22

Lo primero que hizo Damon, cuando regresaron a la suite de Alton, fue buscar un apaciguador telepático y aislar la habitación de
Dom
Esteban. Con amabilidad, le explicó a Ferrika lo que estaba haciendo.

—A la salida del sol puede haber alguna... alguna perturbación telepática —le advirtió, pensando que las palabras eran ridículamente inadecuadas—. Este aparato asegurará que
Dom
Esteban no se vea involucrado, ya que está demasiado débil para esas cosas. Le dejo a tu cuidado, Ferrika; confío en ti.

Descubrió que también deseaba poder aislar tras una barrera semejante a Ellemir y al niño. Se lo dijo cuando regresó a las habitaciones que compartían con Calista y Andrew, y ella esbozó una leve sonrisa.

—Bien, no eres mejor que las damas del Concejo del Comyn, esposo mío, creyendo que debo ser protegida y excusada porque soy una mujer y estoy embarazada. ¿No crees que me doy cuenta de que todos debemos luchar juntos por el derecho a vivir juntos y a educar nuestros hijos para una vida mejor que la que ahora pueden tener la mayoría de los hijos e hijas del Comyn? ¿Crees que quiero que
él
—posó una mano, con gesto expresivo, sobre su vientre— tenga que enfrentarse con la misma castrante elección con la que tú o Calista o Leonie tuvisteis que enfrentaros? ¿Crees que no estoy dispuesta a luchar tanto como tú?

Él le dio un abrazo muy fuerte, advirtiendo que la intuición de ella era más sólida que la suya.

—Querida, que todos los Dioses no permitan que sea yo quien te niegue ese derecho.

Pero cuando se reunieron con Calista y Andrew, Damon advirtió que la batalla que se avecinaba era peor que a vida o muerte. Si perdían —y sobrevivían— estarían peor que si estuvieran muertos.

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