La Torre Prohibida (52 page)

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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

BOOK: La Torre Prohibida
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Damon vaciló, reticente a explicar su objetivo y acusar a Dezi, sin pruebas, de lo que sospechaba. Margwenn no había asistido al Concejo, a pesar de tener perfecto derecho a hacerlo. Muchos técnicos no estaban interesados en la política. El mismo Damon se había sentido alguna vez de esa manera, creyendo que su trabajo estaba por encima de consideraciones tan bajas. Ahora ya no estaba tan seguro.

—Se ha producido cierta confusión con respecto al paradero de ciertas matrices en poder del clan Alton, matrices legítimas —dijo por fin—, pero de paradero incierto. ¿Conoces a Dezi Leynier, que fue admitido en Arilinn hace algún tiempo, durante un año aproximadamente?

—¿Dezi? —Dijo ella sin interés—. Algún bastardo de Lord Alton, ¿verdad? Oí decir que le habían despedido porque era incapaz de respetar la disciplina. —Fue hasta la pantalla de monitores y se quedó inmóvil ante la brillante superficie. Al cabo de un minuto las luces empezaron a titilar dentro de la pantalla y Damon, que observaba el rostro de ella sin intentar leer sus pensamientos, supo que Margwenn estaba en contacto con el emisor de Arilinn.

Finalmente la mujer habló.

—Evidentemente, ha dejado su matriz. Está en posesión de una Celadora, no inactiva pero a nivel muy bajo.

En poder de una Celadora.
Damon, que había disminuido ese nivel de actividad y había guardado la matriz en una caja sellada, metálica y con cerrojo, comprendió perfectamente.

En poder de una Celadora.
Pero cualquier técnico competente podía hacer el trabajo de una Celadora. ¿Por qué había que rodearlo de tabúes, rituales y supersticiosa reverencia? Ocultando sus pensamientos a Margwenn, dijo:

—¿Ahora puedes comprobar qué ha ocurrido con la matriz de Domenic Lanart?

—Lo intentaré —respondió ella—, pero creí que había muerto. Probablemente, su matriz ha muerto con él.

—Yo también lo creí —dijo Damon—, pero no la encontraron en su cadáver. ¿Es posible que también esté en posesión de una Celadora?

Margwenn se encogió de hombros.

—No es muy probable, pero supongo que, si ella sabía que Domenic no usaría su
laran
, tal vez la haya reclamado y la haya modificado para que la usara otro, o para ella misma. Aunque la mayoría de las Celadoras prefieren empezar con un cristal vacío. ¿Dónde le hicieron la prueba? No en Arilinn, por cierto.

—Creo que en Neskaya.

Margwenn arqueó las cejas mientras se dirigía hacia la pantalla. No hacía falta ninguna sutileza telepática para seguir sus pensamientos:
De los de Neskaya se puede esperar cualquier cosa.

Finalmente, Margwenn se volvió y dijo:

—Tu suposición es correcta, está en manos de una Celadora, aunque no en Neskaya. No murió con Domenic, sino que está en pleno funcionamiento.

Y lo estaba, pensó Damon, mientras se le encogía el corazón.

Una cosa muy pequeña que servía como prueba irrefutable de un asesinato brutal, a sangre fría.

Pero no premeditado. Quedaba ese único consuelo. Nadie podía haber previsto que Cathal golpearía a Domenic, desmayándole, mientras practicaban. Pero una tentación repentina... y la matriz de Domenic le había sobrevivido, señalando infaliblemente a la única persona que pudo haberla tomado de su cuerpo sin que eso le matara.

¡Por los Dioses, qué desperdicio! Si
Dom
Esteban hubiera sido capaz de superar su orgullo, admitir las vergonzosas circunstancias de la concepción de Dezi, si hubiera estado dispuesto a reconocer a este habilidoso joven, Dezi nunca habría llegado a esto.

Damon pensó, con desgarradora empatia, que la tentación debía haber sido repentina e irresistible. Para un telépata entrenado, estar sin una matriz era como estar sordo, ciego, mutilado, y el espectáculo de Domenic, inconsciente, debía haberle inducido al asesinato. El asesinato del único hermano que había defendido su derecho a ser considerado hermano, su defensor y su amigo.

—¿Damon? ¿Qué ocurre? —Margwenn lo miraba atónita—. ¿Te encuentras mal, pariente?

Dio alguna excusa cortés, le agradeció la ayuda que le había ofrecido, y se marchó. Ella se enteraría muy pronto. ¡Por los infiernos de Zandru, no habría manera de ocultar esto! ¡Todo el Comyn lo sabría muy pronto, y todo el mundo en Thendara! ¡Qué escándalo para los Alton!

De regreso a sus habitaciones, su rostro compungido hizo que Ellemir adivinara la verdad de inmediato.

—Es cierto, entonces. Por piedad de Avarra, ¿qué le hará todo esto a nuestro padre? Él amaba a Dezi. Y también Domenic le amaba.

—Me gustaría poder ahorrarle esta noticia —dijo Damon con tristeza—. Pero tú sabes por qué no puedo hacerlo, Elli.

—¡Seguro que cuando papá sepa la verdad, habrá otro asesinato! —dijo Calista.

—Ama al muchacho, ya le ha protegido antes —protestó Andrew, y Calista apretó los labios.

—Es cierto. Pero cuando yo era una niña, papá tenía un sabueso favorito. Lo había criado personalmente desde que era cachorro y dormía con él por la noche, y se tendía siempre a sus pies en el Gran Salón. Sin embargo, cuando se convirtió en un perro adulto, cambió su carácter. Se acostumbró a matar animales de la casa, y una vez mordió a Dorian hasta hacerla sangrar. El
coridom
dijo que había que matarlo, pero sabía que papá quería mucho a ese perro, y se ofreció a hacerlo él. Pero papá dijo: «No, esto es asunto mío.» Se fue a los establos, llamó al animal y cuando éste se acercó le rompió el cuello con sus propias manos. —La joven quedó en silencio, recordando cómo había llorado después su padre, la única vez que ella le había visto llorar, salvo cuando Coryn murió.

Pero nunca había retrocedido, siempre había hecho lo que debía hacer.

Damon sabía que Calista estaba en lo cierto. El hubiera preferido ahorrarle esto a su suegro, pero Esteban Lanart era Lord Alton, y tenía derecho incluso de vida o muerte, sobre cada uno de los hombres, mujeres y niños del Dominio Alton. Nunca había hecho justicia de manera arbitraria, pero nunca había dejado de hacer justicia.

—Ven —dijo Damon a Andrew—, debemos exponerle el caso.

Pero cuando Calista se puso en pie para seguirlos, Damon negó con la cabeza.


Breda
, éste es un asunto de hombres.

Ella se volvió, pálida de furia.

—¿Tú te atreves a hablarme así, Damon? Domenic era mi hermano, y también lo es Dezi. ¡Soy una Alton!

—Y también yo —dijo Ellemir—, ¡y mi hijo es el heredero que sigue a Valdir!

Mientras se dirigían hacia la puerta, Damon descubrió que tenía en mente un fragmento de canción, incongruente, con un recuerdo dulce y doloroso. Al cabo de un momento la reconoció: era la canción que Calista había comenzado a cantar antes de que le reprocharan la elección:

De dónde vino esa sangre en tu mano derecha,

Hermano dime, dímelo...

Es la sangre de mis hermanos

Que conmigo vinieron a beber.

Ellemir había dicho la verdad, incluso más de lo que pensaba: era mala suerte que una hermana entonara esa canción con un hermano presente. Pero, mirando a las mujeres, Damon pensó que, al igual que la hermana de la antigua balada, que había condenado a su hermano, ellas dos no le evitarían la sentencia.

Sólo había pocos pasos hasta la otra parte de la suite, pero a Damon le pareció un largo viaje, como si hubiera cruzado un abismo de desdicha antes de llegar ante
Dom
Esteban, que les miró con perplejidad.

—¿Qué significa esto? ¿Por qué estáis todos tan solemnes? Calista, ¿qué te ocurre,
chiya
? Elli, ¿has estado llorando?

—Padre —dijo Calista, mortalmente pálida—, ¿dónde está Valdir? ¿Dezi está cerca?

—Están juntos, espero. Sé que tú estás resentido con él, Damon —dijo—, pero después de todo, tiene razón. Debí haber hecho hace años lo que me propongo hacer ahora. No es lo suficientemente adulto como para ser regente del Dominio, por supuesto, ni tampoco para ser el guardián de Valdir, la idea es ridícula, pero una vez que sea reconocido lo comprenderá. Y entonces será tan buen hermano para Valdir como lo fue para mi pobre Domenic.

—Padre —dijo Ellemir en voz baja—, eso es lo que tememos.

Furioso, el anciano se volvió contra ella.

—¡Pensé que tú, al menos, tendrías un gesto fraternal, Ellemir! —Entonces miró a Damon y Andrew a los ojos, quienes le observaban con fijeza. Volvió a pasear la vista de uno a otro, cada vez más irritado y angustiado.

—¡Cómo os atrevéis! —Impacientemente, estableció contacto telepático, leyendo directamente en las mentes de los otros lo que sabían. Damon sintió que la idea se hundía en la mente del anciano con un enorme ramalazo de dolor. Fue como la muerte, un cegador momento de agonía física. Percibió el último pensamiento del anciano:
Mi corazón, sin duda mi corazón se rompe. Creí que no era en serio, pero ahora lo siento allí
, antes de que cayera en una piadosa inconsciencia. Andrew, con rapidez, tomó el cuerpo exánime en sus brazos cuando caía de la silla de ruedas.

Demasiado consternado para pensar con claridad, lo depositó sobre la cama. Damon estaba todavía paralizado por el rebote del dolor del señor de Alton.

—Creo que está muerto —dijo Andrew, consternado, pero Calista se acercó a tomarle el pulso y apoyó durante un momento el oído contra el pecho del anciano.

—No, el corazón late todavía. ¡Rápido, Ellemir! Ve a buscar a Ferrika, que es la que está más cerca, pero uno de los hombres debe bajar hasta el vestíbulo de la Guardia y buscar a Maese Nicol.

Ella se quedó junto a su padre, recordando que Ferrika le había advertido acerca del debilitamiento de su corazón. Cuando la mujer llegó, confirmó los temores de la joven.

—Algo se ha estropeado en su corazón, Calista —dijo, olvidándose en el momento del formal «Lady», recordando tan sólo que ambas habían jugado juntas cuando eran niñas—. Ha tenido que soportar demasiados golpes. —Buscó drogas estimulantes y cuando llegó Maese Nicol, entre ambos lograron administrarle una dosis.

—No es muy útil —les advirtió el oficial médico—. Puede morir en cualquier momento, o estabilizarse en este estado hasta el Solsticio de Verano. ¿Ha sufrido un shock? Con todo respeto, Lord Damon, tendría que haber sido protegido de toda tensión, de las malas noticias.

Damon tenía ganas de preguntarle cómo se hacía para proteger a un telépata de las malas noticias. Pero Maese Nicol estaba haciendo todo lo que podía, y no hubiera tenido respuesta, así como tampoco la tenía Damon.

—Haremos todo lo posible, Lord Damon, pero por ahora... es una suerte que ya te hubiera elegido como regente.

Fue como un jarro de agua helada. El era regente de Alton, con custodia y soberanía sobre el Dominio, hasta que Valdir fuera declarado adulto.

Regente. Con poder sobre la vida y la muerte.

No, pensó, dolorido y rebelándose. Era demasiado. No lo deseaba.

Pero mirando al anciano, supo que tenía la obligación. Al enfrentarse con la prueba de la traición de Dezi, el señor de Alton hubiera actuado sin vacilaciones para proteger a los niños, al muchacho y al niño que no había nacido, que eran los próximos herederos de Alton. Y Damon debía actuar de esa manera...

Cuando Dezi regresó con Valdir, los encontró a todos esperándolo.

—Valdir —dijo Ellemir con suavidad—, nuestro padre está muy enfermo. Ve a buscar a Ferrika, que te explicará su estado.

Para gran alivio de todos, Valdir salió de inmediato, y Dezi se quedó allí, desafiante.

—De modo que lo has logrado, Damon. Eres regente de Alton. ¿O no lo eres? Me lo pregunto.

A Damon le costó hablar.

—Estoy prevenido, Dezi. No puedes servirme a mí de la misma manera que serviste a Domenic. Como regente de Alton, te exijo que me entregues la matriz que robaste del cuerpo de Domenic.

Vio que la comprensión invadía el rostro de Dezi. Después, ante el horror de Damon, el joven se rió. Damon pensó que nunca había escuchado un sonido más espantoso que aquella risa.

—Ven y tómala tú, medio hombre Ridenow —le desafío—. ¡Esta vez no te resultará tan fácil! ¡Ahora no podrás quitármela como antes, ni siquiera rodeado de tu Nido! —Damon se estremeció al escuchar la antigua obscenidad, por la presencia de las mujeres—. ¡Ven, te reté a duelo en el Concejo, tengámoslo ahora! ¿Quién de los dos será regente de Alton? ¿Tienes fuerza suficiente? ¡Medio monje, medio eunuco, así te llaman!

Damon sabía que había captado la expresión de Lorenz... ¿o de él mismo? Logró hablar.

—Si me matas, demostrarás que eres aún menos apto para el cargo de regente. No sólo hace falta fuerza, sino también derecho y responsabilidad.

—¡Oh, termina con esa letanía! —Se burló Dezi—. ¿La misma
responsabilidad
, supongo, que mi amante padre asumió con respecto a mí?

Damon deseaba decir que en realidad el
dom
había amado tanto a Dezi como para que su traición casi le matara. Pero no desperdició palabras, y asió su propia matriz, concentrándose, decidido a alterar las resonancias de la que llevaba Dezi. De la que Dezi había robado.

Dezi sintió el contacto y lanzó un cegador golpe mental. Damon cayó físicamente de rodillas al recibir el impacto. Dezi tenía el don de Alton, la furia que podía matar. Combatiendo contra el pánico, Damon advirtió que Dezi había crecido, era más fuerte. Al igual que un lobo habituado a la sangre humana, debía ser destruido de inmediato, para que esta bestia salvaje no estuviera suelta en el Comyn...

El cuarto empezó a nublarse, a espesarse con las arremolinadas líneas de fuerza que se cruzaban entre ellos. Damon se sintió caer, sintió la fuerza de Andrew respaldándole, incluso físicamente. Dezi resplandecía a través de la niebla, lanzando rayos a ambos hombres. Damon sintió que el suelo se tornaba intangible bajo sus pies, sintió que caía al suelo.

Calista se interpuso entre ellos. Pareció crecer allí, encumbrada, alta e imponente, mientras su matriz resplandecía sobre su cuello. Damon vio que la matriz que Dezi tenía en la mano ardía como carbón encendido, sintió que quemaba la túnica y la carne del muchacho. Dezi aulló de dolor y de furia, y por un instante Damon vio a Calista tal como había sido en Arilinn, centelleando con el carmesí de la túnica de Celadora. Con la pequeña daga que llevaba en la cintura, la joven cortó el cordón que rodeaba el cuello de Dezi. La matriz cayó al suelo y ardió cuando Dezi intentó tomarla. Damon sintió junto con él el enorme dolor cuando la mano de Dezi empezó a arder en esa llama. La matriz rodó a un costado, una cosa muerta, negra, inútil.

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