La Torre Prohibida (53 page)

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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

BOOK: La Torre Prohibida
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¡Y Dezi
desapareció
! Por una fracción de segundo, Andrew se quedó mirando el lugar donde Dezi se había esfumado y había dejado el aire temblando detrás de él. Entonces un terrible y mortal grito de desesperación y furia resonó en las mentes de todos ellos. Y lo
vieron
, como si estuvieran presentes físicamente en esa habitación de Armida.

Cuando Calista destruyó la matriz robada a Domenic, Dezi no pudo soportar la idea de volver a quedarse sin ella. Con sus últimas fuerzas, se teletransportó a través del supramundo, para materializarse en el sitio en que Damon había guardado la propia matriz del muchacho... una reacción de pánico, irracional. Un solo momento de reflexión le hubiera dicho que su matriz estaba protegida y guardada dentro de una caja fuerte sólida, metálica. Dos objetos sólidos no podían ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, al menos no en el universo sólido. Y Dezi —todos ellos lo vieron y se estremecieron de horror— se había materializado a medias dentro y a medias fuera de la caja que contenía su matriz. Y antes de que ese desesperado alarido agónico se extinguiera, todos escucharon su eco en la mente de Damon. Dezi yacía en el suelo de la habitación de seguridad de Armida, total y absolutamente muerto. Aun dentro del horror que sentía, Damon sintió pena por quien tuviera que ocuparse de ese cadáver espantosamente materializado, a medias dentro y a medias fuera de la caja fuerte sólidamente sellada que le había partido el cráneo como si fuera una fruta podrida.

Ellemir había caído al suelo, gimiendo por el shock y por el miedo. El primer pensamiento de Andrew fue para ella. Se apresuró a su lado, sosteniéndola, tratando de infundirle fuerzas, como se las había infundido a Damon. Damon se recuperó lentamente, con la mirada perdida. Calista miraba fijamente su matriz, horrorizada.

—Ahora sí que he traicionado mi juramento... —susurró—. Había devuelto el juramento... y lo usé para matar... —Empezó a gritar salvajemente, golpeándose con sus propios puños, arañándose el rostro. Andrew dejó suavemente a Ellemir en una silla baja y corrió hacia Calista. Trató de sujetar los agitados brazos de la joven. Hubo una lluvia de chispas azules y él aterrizó, atontado, contra la pared opuesta. Calista, mirándole con ojos desorbitados y enloquecidos de terror, volvió a gritar y sus uñas volvieron a abrir surcos en sus mejillas, marcando en ellas líneas de color rojo, ensangrentadas.

Damon dio un salto hacia adelante. Le tomó ambas muñecas con una sola mano e inmovilizó a la mujer que gritaba y se debatía. La abofeteó duramente. Los gritos se transformaron en sollozos. Calista cayó y él la sostuvo, apoyándole la cabeza sobre su hombro.

Calista sollozaba.

—Había devuelto mi juramento —susurró—. No pude contenerme... lo ataqué
como una Celadora
. ¡Damon, todavía soy Celadora a pesar de mi juramento... de mi juramento!

—¡Al infierno con tu juramento! —dijo Damon, sacudiéndola—. ¡Calista! ¡Basta! ¿Ni siquiera sabes que nos has salvado la vida?

Ella dejó de llorar, pero su rostro, fantasmal por la sangre y las lágrimas, se transformó en una máscara de horror.

—¡He traicionado mi juramento. He traicionado mi juramento!

—Todos lo hemos hecho —dijo Damon—. ¡Ya es demasiado tarde para preocuparse por eso! ¡Maldición, Cal, contrólate! Tengo que ir a ver si ese bastardo ha logrado también matar a tu padre. Y Ellemir... —No pudo seguir hablando. Y Calista, súbitamente tranquilizada por el shock, fue hasta donde Ellemir se hallaba, inmóvil, sobre la silla.

Al cabo de un momento levantó la cabeza.

—Creo que la criatura no ha sufrido —dijo—. Damon, ve a ver si nuestro padre está bien.

Damon fue a las otras habitaciones de la suite. Pero sin moverse supo que Dom Esteban estaba tan cerca de la muerte que la naturaleza misma lo había protegido. Se le había ahorrado esa batalla a muerte. Sin embargo, Damon necesitó un momento de soledad para digerir este nuevo conocimiento.

Sin pensarlo, había actuado contra una Celadora, una Alton, había actuado automáticamente, para sacarla de la crisis de histeria, asumiendo toda la responsabilidad.

Yo soy el Celador de estos cuatro. Hagamos lo que hagamos, la responsabilidad es mía.

Sabía que, muy pronto, le llamarían para que rindiera cuentas de lo que había hecho. Cada uno de los telépatas que había entre Dalereuth y los Hellers debían haber sido testigos de esa muerte.

Y también los había alertado acerca de lo que ocurría entre ellos cuatro, aquella vez que, junto con Andrew y Dezi, había construido ese hito en el supramundo para curar a los hombres congelados. Volvió a invadirle la pena por ese muchacho, muerto tan trágica y terriblemente. Aldones, Señor de la Luz... Dezi, Dezi, qué desperdicio, qué trágico desperdicio de todos sus talentos...

Pero incluso la pena dejó paso al conocimiento de lo que había hecho, de aquello en que se había convertido.

Exiliado de Arilinn, había construido su propia Torre. Y Varzil lo había consagrado
tenerézu
. Celador. Era Celador, Celador de una Torre prohibida.

20

Damon sabía que la resolución no se postergaría demasiado, y en efecto, así ocurrió.

Ellemir se había calmado. Estaba sentada en la silla en la que Andrew la había dejado, y sólo temblaba un poco. Ferrika, cuando la llamaron, la miró con preocupación.

—No sé qué has estado haciendo, señora, pero sea lo que fuere, si no quieres perder también a este niño, será mejor que te vayas a la cama y te quedes allí.

Con suavidad, empezó a desplazar las manos por encima del cuerpo de Ellemir. Ante la sorpresa de Damon, no la tocó, manteniendo unos pocos centímetros de distancia entre la punta de sus dedos y el cuerpo de Ellemir, hasta que finalmente dijo, frunciendo un poco el ceño:

—El niño está bien. En realidad, tú estás peor que él. Pediré comida caliente para ti, comerás y te irás a... —Se interrumpió, mirándose las manos con asombro y temor.

—¡En nombre de la Diosa! ¿Qué estoy haciendo?

Calista, recordando su responsabilidad, dijo:

—No te preocupes, Ferrika, tu intuición es buena. Has estado tanto tiempo con nosotros que no es sorprendente. Si tenías algún indicio
laran
seguramente se ha despertado. Más tarde te enseñaré exactamente cómo se hace. Con las mujeres embarazadas, a veces es un poco engañoso.

Ferrika parpadeó, mirando fijamente a Calista. Su rostro redondo, de nariz respingona, estaba un poco perplejo, y advirtió extrañada los sangrientos rasguños en las pálidas mejillas de Calista.

—No soy ninguna
leronis
.

—Tampoco yo lo soy ahora —dijo Calista con amabilidad—, pero me enseñaron, y yo te lo enseñaré a ti. Es una capacidad utilísima para una comadrona. Estoy segura de que tienes más
laran
del que supones. —Agregó—: Vamos, llevemos a Ellemir a su habitación. Debe descansar y... —se llevó las manos al rostro ensangrentado— debo ocuparme también de esto. Y cuando envíes comida a Ellemir, Damon, envíame un poco a mí; estoy hambrienta.

Damon las vio marchar. Hacía tiempo que sospechaba que Ferrika tenía
laran
, pero agradecía que Calista hubiera decidido asumir la responsabilidad de entrenarla.

No había motivo para que una persona que tuviera talento fuera privada del entrenamiento, fuera o no Comyn. Por el hecho de que las cosas se hicieran de determinada manera desde las Épocas de Caos... ¡no significaba que debieran seguir siendo así hasta que Darkover se hundiera en su Noche Final! Andrew se había convertido en uno de ellos, y era terrano. Ferrika había nacido dentro de la propiedad de Alton, era plebeya y, peor aún, Amazona Libre. Pero tenía todo lo necesario para convertirse también en una de ellos: tenía
laran
.

¿Sangre Comyn? ¡Para lo que le había servido a Dezi!

Advirtiendo que también él estaba hambriento después de la terrible batalla de matrices, pidió un poco de comida, y cuando llegó comió sin reparar en lo que se llevaba a la boca, observando a Andrew hacer lo mismo. Ninguno de ellos mencionó a Dezi. Damon pensó que en algún momento
Dom
Esteban tendría que enterarse de que el hijo bastardo a quien había amado y al que había defendido, había muerto para purgar sus crímenes. Pero no era necesario explicarle las horribles circunstancias.

Andrew comió sin saborear los alimentos, consciente del terrible drenaje de energía que implicaba el contacto telepático a través de una matriz, pero sentía náuseas incluso mientras su cuerpo aceptaba la comida con mecánica intensidad. Sus pensamientos constituían un agudo contrapunto: veía nuevamente a Damon sacudiendo a Calista, impidiéndole la automutilación. Al recordar el rostro ensangrentado de Calista volvió a sentir náuseas.

Había dejado que Damon se ocupara de ella, porque no había pensado en nadie más que en Ellemir. Ellemir, que llevaba a su hijo en el vientre. Había tocado a Calista y ella le había lanzado a través de la habitación. Damon la había tratado como un cavernícola, y ella se había calmado. Se preguntó con desesperación si ambos no se habrían casado con la mujer equivocada.

Después de todo, pensó, mientras su mente recorría desdichadamente un camino demasiado familiar, los dos tenían entrenamiento de Torre, los dos eran telépatas del más alto nivel, y se comprendían. Elli y él estaban en un nivel diferente, eran tan sólo gente común que no comprendía esas cosas. Miró a Damon con una sensación de resentimiento e inferioridad.

Esta mañana había matado a un muchacho. De manera horrible, i Y allí estaba, sentado, comiendo su cena!

Damon advirtió el resentimiento de Andrew, pero no trató de seguir sus pensamientos. Sabía y aceptaba que había, ocasiones, que tal vez siempre las habría, en las que Andrew, por ningún motivo que Damon pudiera comprender, se distanciaba súbitamente de ellos y dejaba de ser un amado hermano para convertirse en un desesperante extraño, en un
ajeno
. Sabía que era parte del precio que ambos pagaban por e! intento de hacer valer su fraternidad en dos mundos conflictivos, en dos sociedades muy diferentes. Tal vez siempre sería así. Él había intentado franquear ese abismo, y siempre había empeorado las cosas. Ahora todo lo que podía hacer, y lo sabía y le entristecía, era dejar que las cosas siguieran su curso.

Cuando la puerta volvió a abrirse, Damon levantó la cabeza con una irritación prontamente controlada; después de todo, el criado tenía que hacer su trabajo.

—¿Quieres llevarte los platos? Un momento... Andrew, ¿has terminado?


Su serva, dom
—dijo el hombre—, la Dama de Arilinn y sus
leronis
de la Torre han solicitado el favor de poder tener una charla contigo, Lord Damon.

¿Han solicitado?
No era muy probable, pensó escépticamente Damon.

—Diles que las veré en la cámara exterior dentro de unos minutos.

En privado, agradeció a cualquier Dios que pudiera escucharle por el hecho de que Calista estuviera con Ellemir y no hubieran querido verla a ella. Si Leonie veía esos rasguños en su rostro...

—Vamos, Andrew —dijo—. Probablemente quieran vernos a los cuatro, pero todavía no lo saben.

Leonie conducía el grupo. Con ella estaba Margwenn Elhalyn y un par de telépatas de Arilinn posteriores a la época de Damon y uno, llamado Rafael Aillard, que había estado allí con él, a pesar de que ahora estaba asignado a Neskaya. Era increíble, pensó Damon, que en alguna época este hombre formara parte de su círculo y que fuera cara Damon más íntimo que un pariente, que un. amigo querido. Leonie llevaba velo, y eso irritó a Damon. Sin duda era adecuado que una
comynara
y Celadora apareciera con velo ante extraños. Hubiera podido comprender que Margwenn lo hiciera. Pero ¿Leonie?

Pero habló como si fuera normal que esa cámara fuera invadida por cuatro telépatas desconocidos y la Celadora de Arilinn.

—Parienta, me honras. ¿En qué puedo servirte?

—Damon, fuiste despedido de Arilinn hace años —dijo Leonie bruscamente—. Tienes
laran
, y has sido entrenado en el uso de una matriz, de modo que no es posible prohibirte que la utilices para propósitos personales, siempre que sean legales. Pero la ley prohíbe que se lleve a cabo cualquier operación de matriz seria fuera de las protecciones que ofrece una Torre. Y ahora has usado tu matriz para matar.

En realidad, pensó, había sido Calista quien había matado a Dezi. Pero eso no tenía importancia. Era responsabilidad suya. Dijo:

—Soy regente de Alton. Maté legalmente a un asesino que había matado a una persona y que había intentado matar a otra del Dominio. Reclamo mis privilegios.

—Privilegios denegados —dijo Margwenn—. Deberías haberle matado en un duelo legal, con armas legítimas. No tienes poder, fuera de una Torre, para usar una matriz para una ejecución.

—Tanto el intento de asesinato corno el asesinato fueron cometidos por medio de una matriz. Al tener entrenamiento de Torre, estoy obligado a impedir esos malos usos.

—¿Y haces mal uso para impedir otro, Damon?

—No acepto haber hecho un mal uso.

—Esa decisión no te correspondía —dijo Rafael Aillard—. Si Dezi hubiera transgredido las leyes de Arilinn, y por lo que sé de él, creo que es algo fácil de creer, aunque eso nada tiene que ver ahora, tú deberías habernos expuesto el caso, para que nosotros tomáramos las medidas correspondientes.

La respuesta de Damon fue monosilábica y obscena. Andrew nunca hubiera creído que Damon podía decir semejante cosa en presencia de mujeres.

—El primer delito fue cometido en mi presencia. Trató de imponer su voluntad a mi hermano juramentado, instándole a salir en medio de una tormenta y sin ninguna protección; sólo la buena fortuna le salvó de la muerte. Y ahora ha asesinado al hermano de mi esposa, el heredero de Alton, ¡y casi todos estuvieron a punto de dejarlo pasar como si se tratara de un desafortunado accidente! ¿Quién otro que yo podía ocuparse del castigo? Durante toda la vida me han enseñado que es mi responsabilidad ocuparme de cualquier ofensa infligida a mis parientes. ¿O qué otra cosa es ser Comyn?

—Pero —dijo Leonie— recibiste un entrenamiento para que lo utilizaras dentro de una Torre. Cuando fuiste despedido...

—Cuando fui despedido, ¿acaso debía pasar el resto de mi vida prescindiendo de los conocimientos que me ofrecían mi capacidad y mi entrenamiento? Si no confiabais en mí para disfrutar de ese saber, ¿para qué me lo enseñasteis? ¿Debía haber vivido el resto de mi vida como una criatura en un andador, sin moverme a menos que mi niñera me lo permitiera? —Miró directamente a Leonie. No dijo nada en voz alta, pero todos los que se hallaban en la habitación pudieron captar sus palabras:
Nunca debí haber sido despedido de Arilinn. Me despidieron con un pretexto que ahora sé que es falso.

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