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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

La Torre Prohibida (57 page)

BOOK: La Torre Prohibida
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—La batalla será en el supramundo —les advirtió—, como la última batalla con el Gran Gato. Todos debernos estar muy seguros de nosotros mismos, porque sólo nuestros propios pensamientos pueden derrotarnos.

Ellemir hizo traer comida y vino y cenaron juntos, intentando que la ocasión fuera festiva, olvidando que estaban fortaleciéndose para la mayor odisea de sus vidas. Calista se veía pálida, pero Damon sintió alivio al ver que comía con apetito.

Dos de ellos tenían entrenamiento de Celadores, pensó, y fuerza de Celadores. Pero eso despertó también una idea desagradable. Si perdían, daba lo mismo, pero si ganaban, había un asunto que todavía no habían establecido.

—Si vencemos —dijo—, habré ganado el derecho a trabajar con mi círculo elegido, entonces Ellemir, como mi esposa, y Andrew, como mi hombre juramentado, estarán fuera del alcance de cualquier impedimento que ponga el Comyn. Pero tú, Calista, estás cerca del cargo hereditario del Comyn, sólo hay dos niños antes que tú, y uno de ellos todavía no ha nacido. El Concejo argumentará que mi deber, como regente de Alton, es casarte con algún hombre adecuado, con alguien de sangre Comyn. Una mujer de tu edad, Calista, si no está trabajando en una Torre, suele estar casada.

—Yo estoy casada —le espetó ella.


Breda
, tu matrimonio no se sostendrá si alguien lo cuestiona. ¿Crees que el Concejo no lo cuestionará? El viejo
Dom
Gabriel de Ardáis ya me ha hablado de la posibilidad de casarte con su hijo Kyril...

—¿Kyril Ardáis? —preguntó ella, y resopló en señal de desdén—. ¡Preferiría casarme con un bandido de los Hellers y acabar con la cuestión! No he hablado con él desde que era un matón que intimidaba a todos los niños en las fiestas infantiles... ¡pero no creo que haya mejorado con la edad!

—Sin embargo, es un matrimonio que el Concejo aprobaría. O tal vez se adhieran al deseo de tu padre y quieran entregarte, como él pretendía hacerlo con Ellemir, a Cathal. Pero sin duda querrán casarte. Conoces tan bien como yo la ley de los casamientos de compañeros libres, Calista.

Ella la conocía. E! matrimonio de compañeros libres era legal a partir de la consumación, y podía ser anulado por decreto del Concejo, mientras no hubiera hijos.

—Por piedad de Avarra —dijo ella, paseando la mirada en torno a la mesa, de un rostro a otro—, esto es peor que ser metida en la cama ante la vista de medio Dominio de Alton... ¡y yo que creí que
eso
era incómodo!

Se rió, pero no hubo en ella alegría.

—¿Por qué crees que llevan a una mujer a la cama de manera tan pública? —Le preguntó Ellemir con suavidad—. Para que todos vean y sepan que el matrimonio es un hecho legal. Pero en tu caso, se ha planteado la cuestión. ¡No tengo dudas de que Dezi habló libremente del asunto, maldito sea!

—Yo no dudo de que ya está maldito —dijo Damon—, pero el mal está hecho.

—¿Estás diciéndonos —dijo Andrew, posando su mano sobre la de Calista, y advirtiendo con temor que ella la retiraba con el viejo reflejo automático— que la pulla de Dezi era cierta después de todo, y que nuestro matrimonio no es legal? Damon asintió con reticencia.

—Mientras Domenic vivía y
Dom
Esteban estaba sano, a nadie se le hubiera ocurrido cuestionar lo que hacían sus hijas, allá en las Kilghard Huís. Pero la situación ha cambiado. El Dominio está en manos de un niño y de un hombre agonizante. Aunque Calista fuera todavía Celadora, legalmente ellos no podrían obligarla a casarse, pero se utilizaría cualquier tipo de persuasión, salvo la fuerza, para lograrlo. Y como ella ya ha devuelto su juramento, y se ha negado públicamente a regresar a Arilinn, su matrimonio se ha convertido así en una preocupación legítima del Concejo.

—¿Yo no tengo más derecho en esta cuestión que un caballo al que llevan al mercado? —preguntó Calista.

—Cal, yo no hice las leyes —dijo Damon, con ternura—. Si puedo, trataré de deshacer algunas de ellas, pero no puedo hacerlo en una sola noche. La ley es lo que es.

—El padre de Calista accedió a entregármela en matrimonio —dijo Andrew—. ¿Acaso esa decisión no tiene ningún peso legal?

—Pero es un hombre agonizante, Andrew. Puede morir esta noche, y yo sólo soy custodio de Alton, y estoy sometido al Concejo. —Parecía profundamente perturbado—. Sólo si pudiéramos ir ante el Concejo con un matrimonio establecido según la Ley de Valeron...

—¿Qué es eso? —preguntó Andrew, y Calista explicó con voz neutra:

—Una mujer del Dominio Aillard, de las llanuras de Valeron, ganó una decisión del Concejo que ha servido de precedente desde entonces. Sea o no de compañeros libres su matrimonio, una mujer no puede ser separada en contra de su voluntad del padre de su hijo. Damon quiere decir que si pudieras llevarme a la cama, y preferiblemente me dejaras embarazada de inmediato, tendríamos la posibilidad de responder a los deseos del Concejo. —Hizo un gesto—. No deseo un hijo todavía... y menos aún por imposición del Concejo, como si fuera una yegua reproductora, pero mejor eso que casarme con alguien que el Concejo elija por razones políticas, y tener que dar a luz
su
hijo. —Con aspecto desdichado, paseó la mirada de Damon a Andrew, y agregó—: Pero sabes que es imposible.

—No, Calista —dijo con suavidad Damon—. Este matrimonio, y tú lo sabes, se sostiene o se destruye según puedas o no presentarte mañana ante el Concejo y jurar que ha sido consumado.

Ella gritó, atrapada, aterrada.

—¿Quieres que le mate esta vez? —y sepultó el rostro entre las manos.

Damon dio toda la vuelta a la mesa, y con suavidad hizo girar a Calista hacia él.

—Hay otra manera, Calista. No, mírame. Andrew y yo somos
bredin
. Y yo soy más fuerte que tú. ¡Podrías golpearme con cualquier cosa que arrojaras a Andrew, y más aún, y no me harías daño!

Ella le dio la espalda, sollozando.

—Si no hay más remedio. Si no hay más remedio. ¡Pero, oh, piadosa Avarra, yo quería que ocurriera por amor, cuando estuviera lista, y no en una batalla a muerte!

Hubo un largo silencio, roto solamente por los sollozos ahogados de Cajista. El sonido desgarró el corazón de Andrew, pero sabía que debía confiar en que Damon hallaría una manera. Finalmente, Damon dijo rápidamente:

—Entonces hay tan sólo una manera, Calista. Varzil me dijo que la respuesta para ti era liberar tu mente de la marca dejada en tu cuerpo por tus años de Celadora. Puedo liberar tu mente, y tu cuerpo será libre, como ocurrió durante la floración invernal.

—Me dijiste que sólo había sido una ilusión... —dijo ella con voz quebrada.

—Me equivoqué —dijo Damon con suavidad—. Hace muy poco até todos los cabos. Ojalá, por tu bien, que tú y Andrew hubierais sido capaces de confiar en vuestro instinto. Pero ahora... tengo algunas flores de
kireseth
, Calista.

Calista se tapó la boca con las manos en un gesto de terror, aprensión, comprensión.

—¡Pero es tabú, algo prohibido para cualquiera con entrenamiento de Torre!

—Pero —dijo Damon y su voz fue muy suave—,
nuestra
Torre no se rige por las leyes de Arilinn,
breda
, y yo no soy Celador según esas leyes. ¿Por qué crees que se convirtió en tabú, Calista? Porque, ante el impacto del
kireseth
, como ya has notado, ni siquiera una Celadora podía conservar su inmunidad a la pasión, al deseo, a la necesidad humana. Es una droga telepática catalizadora, pero es mucho, mucho más que eso. Después del entrenamiento que se les da a las Celadoras en las Torres, es aterrador, impensable, admitir que no existe
ninguna razón
para que una Celadora sea casta, salvo temporalmente, debido al trabajo agotador. Y por cierto, que no hay necesidad de esa soledad y de ese aislamiento de por vida. Las Torres han impuesto a sus Celadoras leyes crueles e innecesarias, Calista, desde las Épocas de Caos, cuando se perdió el ritual de Fin de Año. Creo que debe haber sido, entonces, en la época de nuestro festival del Solsticio de Verano. En nuestro festival, en todos los Dominios, las mujeres reciben flores y frutos en conmemoración del regalo que Cassilda le hizo a Hastur, pero ¿Cómo se representa siempre a la Dama de los Dominios? Con la campana de oro del
kireseth
en las manos. Ese era el ritual antiguo, para que una mujer pudiera trabajar en los círculos de matrices, con los canales limpios, y después recuperar su femineidad normal cuando quisiera.

Tomó entre las suyas las manos de la joven. De manera automática, ella trató de desasirse, pero Damon las retuvo con firmeza, controlándola.

—Calista, ¿tienes el coraje necesario para volverle la espalda a Arilinn y explorar con nosotros una tradición que ce permitirá ser Celadora y mujer al mismo tiempo?

Damon había pulsado la nota justa cuando apeló al coraje. Juntos, ya lo habían probado hasta sus límites más extremos. Ella agachó la cabeza, consintiendo. Pero cuando Damon trajo las flores de
kireseth
, envueltas en una tela, ella vaciló, con el ramillete en la mano.

—He transgredido todas las leyes de Arilinn salvo ésta. Ahora sí que soy una verdadera renegada —dijo, otra vez al borde del llanto.

—A los dos nos han llamado renegados —dijo Damon—. No te pediré que hagas nada que yo no haya hecho primero, Calista.

Tomó el ramo de las manos de la joven, lo desenvolvió y se lo llevó hasta el rostro, inhalando profundamente el perturbador perfume. El miedo lo invadió —la cosa prohibida, el tabú—, pero recordó las palabras de Varzil: «Por eso instituimos el viejo rito sacramental de Fin de Año... Tú eres su Celador; a ti te corresponde la responsabilidad.»

Calista estaba pálida y temblaba, pero tomó el
kireseth
de manos de Damon, y aspiró profundamente. Mientras tanto, Damon pensó en el círculo de Arilinn, que les atacaría a la salida del sol. ¿Estaría cometiendo un trágico error?

Durante los años que había pasado allí, cuando era inminente algún trabajo de importancia, se prohibía cualquier clase de tensión, y en especial cualquier cosa que se relacionara con el contacto sexual. Solían pasar la noche en solitaria concentración, preparándose para la tarea que les esperaba.

Pero Damon no trabajaba siguiendo esos condicionamientos. Sabía que no podría vencer a Arilinn si hacía lo mismo que ellos. Su Torre estaba construyendo algo totalmente nuevo, sobre la base del contacto telepático cuádruple. Lo que correspondía era que dedicaran la noche a hacer completo el vínculo, ayudando a Cajista a formar parte de él, a compartirlo plenamente.

Andrew tomó las flores de las manos de Calista. Mientras aspiraba el perfume —seco, polvoriento, pero que aún evocaba el campo de flores doradas bajo la roja luz del sol—, le pareció ver a Calista otra vez atravesando el campo de flores, y el recuerdo le produjo una nostalgia enorme. Cuando le llegó el turno a Ellemir, Andrew estuvo a punto de protestar... ¿Era seguro para ella, en su estado? Pero ella tenía derecho a elegir. Compartiría cualquier cosa que la noche les deparara.

Damon sintió una súbita expansión de la conciencia, una agudización de la percepción. Le pareció que la matriz que tenía en el cuello centelleaba y pulsaba como una cosa viva. La tomó con la mano y la piedra pareció hablarle, y por un momento se preguntó si las matrices no serían, después de todo, una forma de vida extraña, que experimentaba el tiempo en un nivel fantásticamente diferente, una forma simbiótica con la humanidad.

Después, le pareció que se deslizaba hacia atrás, tal como le había ocurrido durante la Búsqueda Temporal, y que experimentaba, con curiosa clarividencia, todo lo que había escuchado acerca de la historia de las Torres, en Arilinn y en Nevarsin. Después de las Épocas de Caos, siglos de decadencia, corrupción y conflictos que habían diezmado los Dominios y habían devastado casi medio mundo, las Torres habían sido reconstruidas y se había establecido el Pacto, que prohibía todas las armas salvo aquellas que tuvieran el mismo alcance del brazo que las blandía, y que obligaban a cualquiera que matara a correr el mismo riesgo de muerte. El trabajo con matrices había sido confinado en las Torres y sólo podían realizarlo los de sangre Comyn, que habían hecho juramento a las Torres y las Celadoras. Las Celadoras, que hacían votos de castidad y que no estaban obligadas siquiera a la lealtad familiar, debían ser desinteresadas y carecer de interés político o dinástico en el gobierno de los Dominios. El entrenamiento de los operarios de Torre estaba basado en fuertes principios éticos, y en la ruptura de cualquier otro vínculo, creando así fuerza e integridad en un mundo corrupto y devastado.

Y las Celadoras juraban proteger los Dominios, impedir cualquier mal uso de las piedras matrices. Aunque carecían de poder político, poseían, no obstante, una tremenda fuerza personal, carismática, ya que eran sacerdotisas, hechiceras con una ascendencia espiritual y religiosa vital, y controlaban a todos los operarios de matrices que había en Darkover.

Pero este hecho mismo, ¿no se había convertido en un abuso?

A Damon le pareció que estaba en contacto telepático, a través de los siglos, con su remoto pariente Varzil... ¿O se trataría solamente de una vaga memoria racial? El ritual había permitido que una Celadora —célibe por pura necesidad, dada la dificultad de su tarea, que en esa época, en el punto más álgido de las Torres, había sido aún más difícil— se tornara periódicamente consciente de su humanidad común, compartiendo los instintos y los deseos de los otros hombres y mujeres.

¿Cuándo habían abandonado ese ritual? Y más aún, ¿
por qué
lo habían abandonado? ¿En algún momento de las Épocas de Caos se había convertido en un episodio corrupto? Pero por las razones que fueran, buenas o malas, el ritual había desaparecido, y con él el conocimiento de cómo desbloquear los canales congelados para el trabajo psi a un nivel tan alto. De modo que las Celadoras, que ya no eran neutralizadas, eran obligadas a confiar en una especie de entrenamiento básicamente inhumano, y el poder de las Celadoras estaba en manos de mujeres que eran capaces de aislarse completamente de sus instintos y sus deseos.

A medida que atravesaba los años, a Damon le pareció sentir dentro de sí todo el sufrimiento de esos hombres y mujeres alienados, desesperados, que fracasaban porque no podían separarse por completo del destino humano. Y los que tenían éxito debían adoptar para sí parámetros imposibles, entrenándose para lograr un rigor inhumano, para alienarse totalmente incluso de sus propios círculos. Pero ¿qué otra opción habían tenido?

BOOK: La Torre Prohibida
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