La hechicera de Darshiva (31 page)

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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

BOOK: La hechicera de Darshiva
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Garion recuperó su forma natural y corrió hacia la puerta de la verja con la resplandeciente espada de Puño de Hierro en alto.

En el último instante, el dragón extendió sus enormes alas y se posó sobre la granja sin dejar de arrojar fuego y humo por la boca. Después giró su sinuoso cuello y encendió con sus llamas los edificios de madera que rodeaban la granja. La madera comenzó a chamuscarse y humear, y pequeñas llamaradas azules se elevaron en los marcos de las puertas.

Garion corrió hacia el patio con la llameante espada en alto y arremetió contra Zandramas.

—Es probable que seas inmune a la hechicería, Zandramas —le gritó—, pero no a esto.

El dragón gimió y lo envolvió en fuego, pero él siguió fustigándola con la llama azul del Orbe y la espada. Por fin, incapaz de resistir por más tiempo sus persistentes azotes, Zandramas se elevó con furiosos aleteos. Agitó sus garras en el aire y logró derribar el techo de la segunda planta de la granja. Luego volvió a posarse en la tierra y continuó bañando en llamas el edificio.

Garion atravesó la puerta de la verja con la intención de volver a enfrentarse al dragón, pero entonces se percató de que no estaba solo y se detuvo. Rodeada con su extraña aura, la loba azul se enfrentaba a la hechicera de Darshiva. De repente, la loba comenzó a crecer, tal como lo había hecho Polgara en Sthiss Tor para enfrentarse a la diosa Issa o el propio Garion en la Ciudad de la Noche Eterna, durante su inevitable batalla contra Torak.

El encuentro entre aquellos dos seres era digno de una pesadilla. El dragón peleaba con sus llamas y la loba azul con sus temibles garras. Con excepción de sus dientes, la loba era un ser insustancial, y las llamas del dragón no surtían ningún efecto sobre ella. Sin embargo, aunque sus dientes eran muy filosos, no lograban penetrar la gruesa piel escamosa del dragón. Las dos bestias se enfrentaban en una batalla titánica pero inacabable. Entonces Garion creyó detectar algo extraño. La luz no era buena; el cielo seguía ensombrecido por las últimas nubes de la tormenta y los breves y tétricos relámpagos parecían ocultar más de lo que revelaban. No obstante, daba la impresión de que cada vez que la loba arremetía, el dragón retrocedía de forma notable. Por fin lo comprendió: aunque los dientes de la loba no podían dañar al dragón, su aura azul sí podía hacerlo. En cierto modo, aquella aura era similar al resplandor del Orbe y al fuego que arrojaba la espada de Puño de Hierro. Por alguna misteriosa razón, la luz que envolvía a Poledra cuando ésta adquiría la forma de lobo compartía el poder del Orbe y Garion descubrió que, incluso convertida en un dragón invencible, Zandramas temía al Orbe y a todo lo relacionado con él. Su temor se hizo más evidente y Poledra aprovechó su ventaja con salvajes acometidas. De pronto, ambas se detuvieron, como si hubieran llegado a un mudo acuerdo, y recuperaron su forma habitual. Convertidas en mujeres, Poledra y Zandramas se enfrentaron cara a cara con los ojos llenos de odio.

—Te lo advertí, Zandramas —dijo Poledra con firmeza—. Cada vez que intentes alterar el destino que nos controla a todos, yo me interpondré en tu camino.

—Y yo ya os he dicho que no os temo, Poledra —replicó la hechicera.

—Muy bien —respondió Poledra con un murmullo que pareció casi un ronroneo—. Entonces llamemos a la vidente de Kell y dejemos que haga la elección aquí y ahora. Que todo se decida en este encuentro.

—Vos no sois la Niña de la Luz, Poledra, y no podéis participar en el encuentro señalado.

—Si fuera necesario, podría ocupar el lugar de Belgarion —respondió Poledra—, pues tu encuentro con él no decidirá el destino de la humanidad. En ese último encuentro, tú dejarás de ser la Niña de las Tinieblas y él dejará de ser el Niño de la Luz. Otros cargarán ese peso sobre sus espaldas, de modo que tú y yo podemos enfrentarnos aquí y ahora.

—Sumiríais todo en un caos, Poledra —gritó Zandramas.

—No todo —respondió Poledra—. Tú perderías más que yo. Belgarion es el Niño de la Luz y se presentará en el Lugar que ya no Existe, pero, si nosotras nos enfrentamos aquí y ahora y tú caes, ¿quién cumplirá tu cometido? ¿Urvon, quizás?, ¿Agachak?, ¿o tal vez algún otro? En cualquier caso, tú no serías la idolatrada, y creo que ni siquiera puedes tolerar esa idea. Piénsalo, Zandramas, y luego toma una decisión.

Las dos mujeres se miraron fijamente, con las caras bañadas por la luz espectral de los últimos relámpagos que danzaban al oeste del cielo.

—¿Y bien, Zandramas?

—Volveremos a encontrarnos Poledra, y nos enfrentaremos... pero no aquí, pues yo no he elegido este sitio.

Tras esas palabras, la figura de la Niña de las Tinieblas se desdibujó y la hechicera desapareció de allí. Garion pudo oír las fuertes vibraciones provocadas por su teleportación.

Capítulo 15

Poledra se acercó a Belgarion con paso lento e imponente y una mirada inexpresiva en sus ojos dorados.

—Guarda esa espada, Garion —le dijo—. Ya no la necesitas.

—Sí, abuela —respondió él mientras introducía la punta de la espada en la funda amarrada a su espalda y la dejaba caer por su propio peso.

—Supongo que habrás oído lo que dijimos.

—Sí, abuela.

—¿Y lo has comprendido?

—No del todo.

—Estoy segura de que con el tiempo lo entenderás. Ahora entremos en la casa. Necesito hablar con mi marido y mi hija.

—De acuerdo.

Garion no sabía cómo debía comportarse con ella, y, cuando se preguntaba si debía ayudarla, recordó que era una figura incorpórea. De todas formas, las buenas costumbres dictaban que un caballero debía ayudar a andar a una dama en un terreno irregular, de modo que apretó los dientes y la cogió del brazo. Su cuerpo era tan sólido como el de él y eso lo hizo sentir mejor.

—Gracias, Ganon —dijo Poledra con una sonrisa extraña—. ¿Creías que tu mano se iba a cerrar en el aire?

—Has leído mis pensamientos —observó él con las mejillas teñidas de rubor.

—Por supuesto —señaló ella con una risita cálida—, no es tan extraño, Garion. Al fin y al cabo también eres un lobo y los lobos son muy abiertos en sus pensamientos. Los revelan en centenares de pequeños movimientos de los que ni siquiera son conscientes.

—No lo sabía.

—Los cachorros lo hacen todo el tiempo. Es una costumbre encantadora.

—Gracias —dijo él con sequedad mientras atravesaban la puerta de la verja y entraban al patio de la granja.

Durnik y Toth extinguían las últimas llamas de un cobertizo de la primera planta, ayudados por Seda, Eriond y Sadi, que cargaban los cubos de agua. El dragón no había tenido tiempo de encender todo el edificio con su aliento y el fuego no había alcanzado a provocar grandes estragos.

Polgara cruzó el patio despacio, seguida por Ce'Nedra y Velvet.

—Madre —dijo con sencillez.

—Tienes buen aspecto, Polgara —afirmó la mujer de pelo leonado como si la hubiera visto la semana anterior—. La vida de casada te sienta bien.

—Me gusta mucho —sonrió Polgara.

—Lo suponía. ¿Él está por aquí? También necesito hablarle.

—Está en una habitación de la primera planta. Ya sabes cómo le afectan estos encuentros.

—¿Podrías ir a buscarlo, Garion? No tengo demasiado tiempo y debo comunicarle cierta información. Esta vez tendrá que dejar sus sentimientos a un lado.

—Enseguida, abuela.

El joven rey se giró y subió la escalinata de madera en dirección a la habitación del segundo piso que le había indicado su tía.

Belgarath estaba sentado sobre las sábanas arrugadas de una cama, con los codos apoyados en las rodillas y la cara oculta entre las manos.

—Abuelo —llamó Garion con suavidad.

—¿Qué?

—Ella quiere hablar contigo. —Belgarath alzó la cara con expresión dolorida—. Lo siento, abuelo, pero dice que es muy importante.

Belgarath apretó los dientes y suspiró resignado.

—De acuerdo —anunció mientras se ponía en pie—. Entonces vamos.

Cuando comenzaban a bajar la escalera, vieron que Durnik saludaba a Poledra con una reverencia algo torpe.

—Señora —dijo.

Garion reparó en que aquélla era su presentación oficial.

—¿Por qué eres tan frío y formal, Durnik? —respondió ella. Después extendió los brazos, le acarició la cara y lo abrazó—. Has hecho muy feliz a mi hija, Durnik —le dijo—. Gracias. —Entonces se volvió a mirar a Belgarath—. ¿Y bien? —preguntó con voz desafiante.

—No has cambiado nada —declaró él con la voz ahogada por la emoción.

—Oh, sí que he cambiado —le aseguró ella—, en cosas que nunca adivinarías.

—Pero no se nota.

—Gracias por decirlo. ¿Has oído la pequeña conversación que mantuve con la bruja?

Él asintió con un gesto.

—Has corrido un gran riesgo, Poledra. ¿Qué habría pasado si ella hubiera aceptado tu desafío?

—A los lobos les gusta correr riesgos —respondió ella encogiéndose de hombros—, pero en realidad no era un riesgo tan grande. Zandramas es la Niña de las Tinieblas y el Espíritu de las Tinieblas se está apoderando de su cuerpo a la vez que de su alma; de modo que en este momento no le permitiría hacer ninguna jugada peligrosa. Entrenar a un sucesor le llevaría demasiado tiempo y no falta mucho para el encuentro final. Bueno, ahora vayamos al grano. Zandramas ya tiene a su rey angarak.

—Ya nos hemos enterado —asintió Belgarath.

—No me extraña, siempre has tenido una gran habilidad para descubrir secretos. La ceremonia de coronación fue bastante grotesca: Zandramas siguió el antiguo ritual angarak, y aunque se suponía que Torak debía estar presente, se las ingenió para saltarse esa regla. Tuvo que recurrir al fraude, pero la imagen de Torak que logró formar fue lo bastante convincente como para engañar a los crédulos —sonrió Poledra—. Sin duda convenció al archiduque de Otrath, que se desmayó en tres ocasiones durante el transcurso de la ceremonia. Estoy convencida de que el muy imbécil cree realmente que es el nuevo emperador de Angarak, una idea que los hombres de Zakath se encargarán de desterrar si tiene la desgracia de caer en sus manos. En cualquier caso, a Zandramas sólo le queda una tarea.

—¿Ah, sí? —preguntó Garion—. ¿Y cuál es?

—La misma que la tuya. Debe descubrir dónde se llevará a cabo el encuentro final. Date prisa en tu viaje hacia Kell, pues aún tienes un largo camino por delante. El tiempo apremia y debes cruzar el Magan antes de que Zakath llegue allí.

—¿Zakath? —preguntó Garion, sorprendido.

—¿Aún no os habéis enterado? Varias semanas atrás apostó sus tropas en los alrededores de Maga Renn. Hace pocos días envió fuerzas de vanguardia y ayer abandonó la ciudad con la mayor parte de sus tropas. Intenta rodear el río desde las montañas dalasianas hasta las junglas de Gandahar. Si lo consigue, tendréis dificultades para cruzarlo. —Se volvió hacia Beldin—. No has cambiado mucho, amigo mío —señaló.

—¿Acaso esperabas que lo hiciera, Poledra? —sonrió él.

—Pensé que al menos te habrías cambiado esa vergonzosa túnica vieja o... que se habría caído de podrida.

—De vez en cuando la remiendo —dijo él encogiéndose de hombros—, y cuando los parches se gastan, le añado otros. Es una túnica cómoda y me sienta bien, aunque ya no quede nada de su material original. ¿Vas a comunicarnos alguna otra noticia? ¿O has venido hasta aquí sólo para discutir mi vestuario?

Poledra rió.

—Te he echado de menos —le dijo—. Ah, uno de los jerarcas de Cthol Murgos ha llegado a Finda, en la costa oeste de los Protectorados Dalasianos.

—¿Cuál de ellos?

—Agachak.

—¿Lo acompaña un rey angarak? —preguntó Seda con interés.

—Sí.

—¿Urgit, el rey de los murgos?

—No —dijo ella sacudiendo la cabeza—. Por lo visto, Urgit ha desafiado a Agachak y se ha negado a hacer el viaje.

—¿Urgit ha desafiado a Agachak? ¿Estás segura? Tiene miedo hasta de su propia sombra.

—Parece que ya no. Tu hermano ha cambiado bastante desde la última vez que lo viste, Kheldar. Es probable que su esposa haya tenido algo que ver en eso. Es una joven muy resuelta y lo está obligando a encajar en la imagen idealizada que tenía de él.

—Es deprimente —declaró Seda con voz quejumbrosa.

—En su lugar, Agachak ha traído al rey de los thulls, un estúpido llamado Nathel. —Poledra se volvió hacia su esposo—. Ten mucho cuidado en el viaje a Dalasia —le aconsejó—. Tendrás que enfrentarte a Zandramas, Urvon y Agachak. Ellos se odian entre sí, pero son conscientes de que vosotros sois el enemigo común, y podrían decidirse a olvidar sus rencores para unirse en contra vuestra.

—Si a eso le añades a Zakath con todo el ejército malloreano, el Lugar que ya no Existe estará atestado de gente cuando lleguemos allí —observó Seda con sarcasmo.

—Allí los números no significarán nada, Kheldar. Sólo tres personas tendrán importancia: el Niño de la Luz, la Niña de las Tinieblas y la vidente de Kell que se encargará de la elección. —Miró a Eriond—. ¿Sabes lo que tienes que hacer? —le preguntó.

—Sí —respondió él—. En realidad, no es tan difícil.

—Tal vez no lo sea —dijo Poledra—, pero eres el único que puede hacerlo.

—Cuando llegue el momento, estaré preparado, Poledra.

Entonces la mujer de cabello leonado se giró una vez más hacia Belgarath.

—Creo que ha llegado el momento de que tú y yo tengamos esa pequeña charla que hemos estado evitando desde que nacieron las niñas —dijo con firmeza. El anciano se sobresaltó—. En privado —añadió ella—. Ven conmigo.

—Sí, Poledra —respondió Belgarath con voz sumisa.

Ella caminó con resolución hacia el portalón de la granja, mientras Belgarath la seguía como un escolar que barrunta una regañina... o algo peor.

—Por fin —declaró Polgara con un suspiro de alivio.

—¿Qué ocurre, Polgara? —inquirió Ce'Nedra, perpleja.

—Mi padre y mi madre se reconciliarán —contestó Polgara dichosa—. Mi madre murió, o algo así, cuando nacimos mi hermana Beldaran y yo. Mi padre siempre se culpó porque no había estado allí para ayudarla. Él, Hombros de Oso y los demás se habían ido a Cthol Mishrak a recuperar el Orbe de manos de Torak. Mi madre nunca lo culpó porque conocía la importancia de aquella misión, pero mi padre no se perdona con tanta facilidad y ha estado castigándose durante siglos. Ahora ella se ha cansado de esta situación y tomará medidas para modificarla.

—Oh —dijo Ce'Nedra con un deje extraño en la voz—. ¡Es maravilloso! —añadió con los ojos llenos de lágrimas.

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