La hechicera de Darshiva

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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

BOOK: La hechicera de Darshiva
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Lo problemas y vicisitudes siguen sumándose mientras Garion, Belgarath, Polgara y sus amigos persiguen a Zandramas por todo el mundo. Poseída por el Destino de las Tinieblas, la hechicera quiere utilizar al pequeño hijo de Garion en un ritual que destruiría toda la bondad y la belleza de la La búsqueda del niño los lleva a atravesar el continente malloreano, que había estado dominado por el diabólico dios Torak hasta que Garion lo matara. Durante el viaje, las tropas de Zakath intentan capturarlos, al mismo tiempo que Zandramas los provoca y los vigila volando sobre ellos bajo la forma de un dragón alado, mientras el Destino de las Tinieblas la metamorfosea y le roba hasta el último vestigio de humanidad. La vidente de Kell les advierte que, si quieren vencer los diabólicos planes de Zandramas, deben llegar al "lugar que ya no existe" al mismo tiempo que ella. Sin embargo, nadie sabe donde está ese lugar.

David Eddings

La hechicera de Darshiva

Crónicas de Mallorea IV

ePUB v1.0

Volao
08.03.12

Para Oscar William Patrick Janson-Smith: ¡Bienvenido a nuestro mundo!

Con mucho amor, Dave y Leigh

Mapas
Melcene
Peldane
Darshiva
Prólogo

Breve historia del Imperio Oriental, tomada de Los emperadores de Melcene y Mallorea.

Publicación de la Universidad de Melcena

Los verdaderos orígenes del imperio melcene permanecen en el misterio. Algunas leyendas sostienen que los antecesores de los melcenes llegaron en toscas canoas desde el mar situado al este de las islas, pero otros aseguran que el antiguo imperio melcene surgió de la curiosa cultura existente en Dalasia. Sin embargo, cualquiera que fuese su origen, sabemos que es la civilización más antigua del mundo.

Los melcenes mantuvieron siempre una estrecha relación con el mar y al principio ocuparon las islas del este del continente malloreano. Cuando Tol Honeth no era más que un pueblo primitivo y Mal Zeth un miserable campamento de tiendas de campaña, la capital del imperio ya era una ciudad ilustrada. Sólo Kell, construida para la contemplación del cielo, podía competir con el hogar ancestral de los melcenes.

No obstante, los melcenes se vieron obligados a abandonar su glorioso aislamiento a causa de una catástrofe sucedida en el oeste hace unos cinco mil años, que los angaraks y los alorns achacan a una disputa teológica entre dioses. Aunque esta explicación no tiene ningún asidero, es un testimonio fiel de la forma en que las mentes primitivas explicaban los fenómenos naturales.

Fuera cual fuese su causa, el cataclismo produjo grandes marejadas y una enorme grieta en el protocontinente. El nivel del mar descendió, luego creció y por fin se asentó para formar la costa tal como está en la actualidad. Esto significó un desastre para Melcene, pues la mitad del territorio quedó sumergido bajo el agua. Aunque las pérdidas materiales fueron enormes, la mayor parte de los habitantes lograron salvarse de la catástrofe, lo cual produjo una lastimosa concentración de población en el territorio incólume de las antiguas islas. En el pasado, la capital de Melcene había sido una agradable ciudad situada en las montañas, donde los asuntos de Estado podían resolverse lejos del debilitante efecto del clima en las tierras tropicales del sur. Sin embargo, después de la catástrofe, el imperio melcene quedó convertido en ruinas, semiderruido por los terremotos y las inundaciones y asentado a apenas cinco kilómetros de la nueva costa.

Después de un período de reconstrucción, se hizo evidente que el nuevo y reducido territorio no podría albergar a toda la población, y los melcenes comenzaron a trasladarse al continente. El destino más cercano de esta emigración fue el sur de Mallorea, una región poblada por gente de la misma raza y con un lenguaje similar. En aquella zona había cinco reinos primitivos —Gandahar, Darshiva, Celanta, Peldane y Rengel— que los melcenes, gracias a su superioridad tecnológica, lograron dominar en poco tiempo e incorporaron a su creciente imperio.

La burocracia constituía la fuerza dominante del imperio melcene. Pese a sus múltiples desventajas, el sistema burocrático ofrecía una estabilidad y un lúcido pragmatismo que permitían encontrar la forma adecuada de resolver los problemas al margen de los caprichos, los prejuicios o el egocentrismo que con tanta frecuencia influían en otras formas de gobierno. La burocracia melcene pecaba incluso de un exceso de sentido práctico. El concepto de una «aristocracia del talento» dominaba la filosofía melcene. Si un departamento administrativo no prestaba atención a un individuo con talento, sin duda alguna otro se aseguraría de aprovecharlo.

Los funcionarios de las diversas oficinas del gobierno melcene recorrían las nuevas provincias del continente en busca de personas con talento. De este modo, los habitantes de los territorios conquistados se integraron sin dificultad en la vida del imperio. Con el pragmatismo que los caracterizaba, los melcenes respetaron las casas reales de las cinco provincias del continente y prefirieron valerse de las estructuras jerárquicas ya establecidas que crear otras nuevas.

Durante los mil cuatrocientos años siguientes, el imperio melcene prosperó totalmente al margen de las disputas teológicas o políticas de occidente. La cultura melcene era laica, civilizada y extremadamente educada. Desconocían la esclavitud y el comercio con los angaraks y con sus súbditos de Karanda y Dalasia era muy fructífero. La antigua capital de Melcena se convirtió en un importante centro educativo, aunque por desgracia los eruditos melcenes comenzaron a interesarse por las ciencias ocultas. Sus invocaciones a espíritus demoníacos fueron más allá de las prácticas pueriles de karands o morinds y llegaron a ahondar en asuntos más serios y misteriosos. Aunque la alquimia constituía su preocupación fundamental, también hicieron grandes progresos en el campo de la brujería y la magia negra.

El primer enfrentamiento con los angaraks sucedió en aquel período; y, aunque los melcenes resultaron victoriosos, comprendieron que tarde o temprano los angaraks los vencerían porque los superaban ampliamente en número.

Mientras los angaraks concentraban todos sus esfuerzos en la formación de los protectorados dalasianos, ambos pueblos vivieron un período de recelosa tregua. Los contactos comerciales contribuyeron a una mayor comprensión entre las dos naciones, aunque los melcenes se reían de la obsesión religiosa de los angaraks, que parecía afectar incluso a los más mundanos. Durante los mil ochocientos años siguientes, las relaciones entre los dos pueblos se deterioraron y estallaron varias guerras, aunque rara vez duraron más de un año o dos. Sin embargo, era evidente que ninguno de los dos bandos pretendía un enfrentamiento radical y ambos evitaron hacer uso de la totalidad de sus fuerzas.

Con el fin de obtener mayor información sobre sus rivales, las dos naciones instauraron la costumbre de realizar intercambios periódicos entre los hijos de los dirigentes políticos. Los hijos de importantes burócratas melcenes eran enviados a Mal Zeth para convivir con las familias de los generales angaraks, mientras los hijos de éstos acudían a estudiar a la capital del imperio. Como consecuencia de esta tradición, surgió un grupo de jóvenes cosmopolitas que más tarde se convertiría en la clase dirigente del imperio malloreano.

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