La décima revelación (29 page)

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Authors: James Redfield

Tags: #Autoayuda, Aventuras, Filosofía

BOOK: La décima revelación
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Curtis lo miró un instante; luego manifestó su acuerdo con un gesto y empezamos a elevar con rapidez nuestra energía. Como en los dos intentos anteriores, comencé a ver las expresiones del yo superior en cada cara; luego aparecieron nuestros grupos de almas, que enseguida se fusionaron a nuestro alrededor en un círculo que incluía por primera vez a las integrantes del grupo de David. Al retomar la imagen de la Visión Global, nos introdujimos en la intención general de transferir energía, conocimiento y conciencia a la dimensión física.

También como antes, vimos la terrible polarización que se producía en nuestro tiempo y la visión panorámica del futuro positivo que sobrevendría una vez que se formaran los grupos especiales y aprendieran a interceder y a sostener la Visión.

De repente, otro temblor sacudió violentamente el piso.

—No se aparten de la Visión —gritó Maya—. Mantengan la imagen de cómo puede ser el futuro.

Oí que se abría una fisura en la tierra, a mi derecha, pero mantuve mi concentración. En mi mente volví a ver la Visión Global como una fuerza de energía que emanaba hacia afuera de nuestro grupo en todas las direcciones y apartaba a Feyman de nosotros, venciendo a la energía de su Visión de Miedo. A mi derecha, un enorme árbol cayó al suelo.

—No surte efecto —gritó Curtis al tiempo que se incorporó de un salto.

—No, espera —dijo David. Había estado ensimismado en sus pensamientos y ahora tomó a Curtis del brazo y lo obligó a sentarse a su lado—. ¿No ven lo que pasa? Tratamos a Feyman y a los demás como si fueran enemigos, esforzándonos por rechazarlos. Hacer eso en realidad los fortalece, porque tienen algo contra qué luchar. En vez de combatirlos con la Visión, debemos incluir a Feyman y a los operativos en lo que visualizamos. En verdad, no hay enemigos; somos todas almas en crecimiento, despertando. Debemos proyectar la Visión Global hacia ellos como si fueran como nosotros.

De pronto recordé haber visto la Visión del Nacimiento de Feyman. Todo me pareció lógico entonces: la visión del Infierno, comprender los estados de trance obsesivos que los humanos utilizan para evitar el miedo, ver el anillo de almas cuando trataban de intervenir. Y luego observar la intención original de Feyman.

—¡Es uno de nosotros! —grité—. ¡Sé lo que tenía intención de hacer! Vino para superar su necesidad de poder; quería evitar la destrucción que podían causar los generadores y la otra nueva tecnología. Se veía a sí mismo encontrándose con nosotros en la oscuridad. El es el sexto miembro de este grupo.

Maya se inclinó hacia adelante.

—Esto funciona igual que en el proceso de sanación. Debemos imaginarlo recordando lo que vino a hacer realmente. —Me miró—. Eso ayuda a romper el bloqueo del miedo, el trance, en todos los niveles.

Cuando empezamos a concentramos para incluir a Feyman y sus hombres, de inmediato nuestra energía dio un salto. La noche se iluminó y pudimos ver con claridad a Feyman y dos hombres más en la colina. Los grupos de almas se acercaron y se definieron más, con un aspecto más humano, en tanto que, al mismo tiempo, nosotros nos volvíamos más luminiscentes, como ellas. Desde la izquierda parecían llegar más grupos de almas.

—¡Es el grupo de almas de Feyman! —exclamó Charlene—. Y los grupos de almas de los dos hombres que lo acompañan.

Al aumentar la energía, el enorme holograma de la Visión Global volvió a rodeamos.

—Enfoquen a Feyman y a los otros como nos enfocamos nosotros —gritó Maya—. Visualicen qué recuerdan.

Me volví ligeramente y vi a los tres hombres. Feyman seguía trabajando con furia en su computadora y los dos hombres miraban. El holograma los rodeó a ellos también, en especial la imagen de cada persona despertando a su verdadero propósito en este momento histórico. El bosque quedó envuelto en un campo perceptible de un torbellino de energía ámbar, que parecía pasar a través de Feyman y sus colaboradores. En forma simultánea vi que los mismos haces de luz blanca que habían protegido a Curtis, a Maya y a mí aspiraban a los hombres, luego de lo cual las estrías blancas de luz aumentaban de tamaño y empezaban a irradiarse en todas direcciones hasta desaparecer al fin en la distancia. Después de unos minutos, los temblores de la tierra y los sonidos extraños se aplacaron por completo. Una brisa arrastró lo que quedaba del polvo hacia el sur.

Uno de los hombres dejó de observar a Feyman y se alejó caminando hacia los árboles. Durante varios segundos Feyman siguió trabajando en su teclado, hasta que al final lo dejó, frustrado. Miró para abajo, hacia donde nos hallábamos nosotros, recogió la computadora y la balanceó suavemente con el brazo izquierdo.

Con la otra mano sacó un revólver y empezó a caminar en nuestra dirección. El otro hombre, con un arma automática, lo siguió.

—No dejen ir la imagen —advirtió Maya. Cuando estaban a unos seis metros, Feyman apoyó la computadora y volvió a golpear el teclado con la pistola lista. Varias rocas grandes, aflojadas con los temblores, se soltaron y cayeron en la laguna.

—Tú no viniste aquí a hacer esto —dijo con suavidad Charlene. El resto de nosotros enfocamos su cara.

El operativo, sin dejar de apuntamos con su arma, se acercó a Feyman y dijo:

—Ya no podemos hacer nada acá. Vámonos. Feyman le hizo señas de que se fuera y empezó a teclear con furia.

—Nada sale bien —nos gritó Feyman—. ¿Qué están haciendo? —Miró al operativo—. ¡Mátelos! —gritó.

¡Mátelos!

Por un momento el hombre nos miró con frialdad. Luego sacudió la cabeza, retrocedió y desapareció entre las rocas.

—Usted nació para evitar que se produjera esta destrucción —dije.

Bajó el arma al costado y me miró. Por un momento su cara se iluminó como cuando yo la había visto en su Visión del Nacimiento. Me di cuenta de que estaba recordando algo. A los pocos segundos, una mirada de espanto barrió su cara y se convirtió rápidamente en enojo. Hizo una mueca y se tocó el estómago, luego se volvió y vomitó sobre las rocas.

Se limpió la boca y volvió a levantar el arma.

—No sé qué tratan de hacerme, pero no va a dar resultado. —Dio varios pasos y luego pareció perder energía. El revólver cayó al suelo—. No importa, ¿saben? Hay otros bosques. Ustedes no pueden ser todos.

Voy a lograr que este generador funcione. ¿Lo entienden? ¡No me van a quitar esto!

Se tambaleó unos centímetros para atrás, luego se volvió y desapareció corriendo en la oscuridad.

Cuando llegamos a la colina situada por sobre el bunker, una gran ola de alivio invadió a todo el grupo. Al irse Feyman, habíamos decidido regresar al lugar del experimento sin saber qué encontraríamos. Al llegar descubrimos que la zona del búnker se hallaba iluminada por las luces de docenas de camionetas. La mayoría de los vehículos llevaban la insignia del Servicio Forestal, pero también estaban representados el FBI y la oficina del alguacil local.

Me arrastré varios metros hasta la cresta de la colina y miré con atención para ver si interrogaban o tenían a alguien en alguno de los autos. Todos parecían vacíos. La puerta del búnker estaba abierta y los oficiales entraban y salían como investigando la escena de un crimen.

—Se fueron todos —dijo Curtís, que se asomó, arrodillado, a un lado de un gran tronco de árbol—. Los detuvimos.

Maya se volvió y se sentó.

—Bueno, por lo menos los detuvimos aquí. No van a hacer otra vez el experimento en este valle.

—Pero Feyman tenía razón —dijo David, mirándonos a todos—. Pueden ir a otro lugar y nadie lo sabrá. —Se puso de pie—. Tengo que ir ahí. Les contaré toda la historia.

—¿Estás loco? —dijo Curtis, y se aproximó a él—. ¿Y si el gobierno es parte de esto?

—El gobierno sólo son personas —respondió David—. No todos están involucrados. Curtis se acercó más.

—Tiene que haber otra manera. No pienso dejarte ir.

—Tiene que haber alguien que nos escuche en alguno de esos organismos —afirmó David—. Estoy seguro.

Curtis guardó silencio.

Charlene, apoyada sobre una roca a varios metros, dijo:

—Tiene razón. Debe de haber alguien en posición de ayudamos.

Curtis meneó la cabeza, tratando de aclarar sus pensamientos.

—Tal vez sea cierto, pero necesitarán que vaya con ustedes alguien que pueda describir bien la tecnología…

—Eso significa que tú también tendrás que ir —dijo David.

Curtis logró devolver una sonrisa.

—Está bien. Iré con ustedes, pero sólo porque tenemos una carta en la manga.

—¿Qué? —preguntó David.

—Un tipo que dejamos atado en una cueva. David le puso la mano en el hombro.

—Vamos, podrás contármelo en el camino. Veamos qué pasa.

Después de una despedida ansiosa al resto de nosotros, partieron hacia la derecha para acercarse al búnker desde otro lado.

De pronto Maya les pidió que esperaran.

—Yo también voy —dijo—. Soy médica; la gente de la zona me conoce. Podrían necesitar un tercer testigo.

Los tres nos miraron a Charlene y a mí, preguntándose si nos uniríamos a ellos.

—Yo no —dijo Charlene—. Creo que hago falta en otra parte.

Yo también dije que no, y les pedí que no nos mencionaran. Se mostraron de acuerdo y luego partieron hacia las luces.

Una vez solos, Charlene y yo nos miramos. Recordé el sentimiento fuerte que había experimentado hacia ella en la otra dimensión. Estaba dando un paso hacia mí, a punto de hablar, cuando los dos detectamos la luz de una linterna a unos quince metros.

Con mucho cuidado, nos adentramos más en los árboles. La luz cambió de posición y nos apuntó directamente. Permanecimos inmóviles y agachados. Cuando la luz se acercaba, empecé a oír una voz solitaria, en apariencia alguien que hablaba solo. Yo conocía a esa persona: era Joel.

Miré a Charlene.

—Sé quién es —susurré—. Creo que deberíamos hablar con él.

Asintió.

Cuando estaba a unos seis metros, grité su nombre.

Se detuvo y nos alumbró con la linterna. Me reconoció de inmediato, se acercó y se agachó donde nos hallábamos nosotros.

—¿Qué está haciendo acá? —pregunté.

—No queda mucho ahí —respondió, señalando el búnker—. El laboratorio subterráneo fue totalmente desmantelado. Se me ocurrió tratar de ir a las cascadas, pero cuando salí a la oscuridad cambié de idea.

—Creí que abandonaba la zona —dije—. Era tan escéptico…

—Lo sé, estaba por irme, pero… bueno, tuve un sueño que me inquietó. Pensé que era mejor quedarme y tratar de ayudar. Los del Servicio Forestal me creyeron loco, pero di con un asistente de la oficina de alguaciles del distrito. Alguien le había enviado un mensaje y vinimos aquí juntos. Fue entonces cuando encontramos ese laboratorio subterráneo.

Charlene y yo nos miramos y luego le contamos brevemente el enfrentamiento con Feyman y el desenlace final.

—¿Estaban causando semejante daño? —preguntó Joel—. ¿Hay alguien herido?

—No creo —respondí—. Tuvimos suerte.

—¿Y cuánto hace que se fueron sus amigos?

—Apenas unos minutos. Nos miró a ambos.

—¿Ustedes no van? Negué con la cabeza.

—Pensé que sería mejor observar cómo manejan esto las autoridades sin que lo sepan.

La expresión de Charlene confirmó que pensaba lo mismo.

—Buena idea —dijo Joel, y volvió a mirar en dirección al búnker—. Creo que es mejor que vuelva ahí para que sepan que la prensa está al tanto de esos tres testigos. ¿Cómo puedo ponerme en contacto con ustedes?

—Nosotros lo llamaremos —prometió Charlene. Me entregó su tarjeta, saludó a Charlene con la cabeza y se encaminó al bunker. Charlene me miró.

—Él era la séptima persona del grupo, ¿no? Durante un momento guardamos silencio, ensimismados en nuestros pensamientos. Luego Charlene dijo:

—Vamos, tratemos de regresar al pueblo. Caminamos durante casi una hora, cuando de pronto oímos el sonido de pájaros cantando, docenas de ellos, en algún lugar hacia la derecha. Amanecía y una niebla fresca se levantaba en el bosque.

—¿Y ahora qué? —preguntó Charlene.

—Mira esto —dije. A través de un blanco entre los árboles, hacia el norte, había un álamo viejo y enorme.

Con la media luz del alba, la zona que lo rodeaba parecía más brillante, como si el sol, todavía bajo en el horizonte, hubiera podido asomar por ahí para irradiar su luz en ese solo lugar.

Tuve una sensación de calidez que ya se había vuelto familiar.

—¿Qué ocurre? —preguntó Charlene.

—¡Es Wil! —exclamé—. Vamos por ahí. Cuando nos hallábamos a unos tres metros, Wil se asomó detrás del árbol, sonriendo. Había cambiado; ¿qué era? Seguí estudiando su cuerpo y me di cuenta de que su luminosidad era la misma pero ahora estaba más definida.

Nos abrazó a los dos.

—¿Pudiste ver lo que pasó? —pregunté.

—Sí —dijo—. Yo estaba con los grupos de almas; vi todo.

—Estás más en foco. ¿Qué hiciste?

—No fue lo que hice —respondió—. Fue lo que tú y tu grupo hicieron, en especial Charlene.

—¿A qué te refieres? —preguntó ella.

—Cuando los cinco aumentaron su energía y recordaron en forma consciente la mayor parte de la Visión Global, elevaron todo este valle a un esquema de vibración más alto. Se aproximó al nivel vibratorio de la Otra Vida; por eso ahora les parezco más definido y más claro, como ustedes me parecen más definidos y claros a mí. Hasta los grupos de almas van a ser más visibles ahora en este valle.

Lo miré fijo.

—Todo lo que vimos en este valle, todo lo que pasó, es la Décima Revelación, ¿no? Asintió.

—Estas mismas experiencias están ocurriéndoles a personas de todo el planeta. Después de entender las primeras Nueve Revelaciones, todos quedamos en el mismo lugar: tratando de vivir esta realidad día a día, frente a lo que parece ser creciente pesimismo y división a nuestro alrededor. Pero al mismo tiempo seguimos adquiriendo una perspectiva y una claridad mayores respecto de nuestra situación espiritual, respecto de quiénes somos en realidad. Sabemos que estamos despertando a un proyecto mucho más grande para el planeta Tierra.

»La Décima tiene que ver con mantener nuestro optimismo y permanecer despiertos. Aprendemos a identificar mejor y creer en nuestras intuiciones, sabiendo que estas imágenes mentales son recuerdos huidizos de nuestra intención original, de cómo queríamos que evolucionaran nuestras vidas. Queríamos seguir determinado camino en la vida, para poder recordar al fin la verdad que nuestras vivencias nos preparan para decir y traer ese conocimiento al mundo.

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