—Ahora —indicó Maya—. Estamos listos para averiguar qué pensábamos hacer esta vez… —Volvió a hundirse en una profunda reflexión—. Yo… sabía que esto iba a pasar —dijo al fin—. Esto era parte de mi Visión del Nacimiento; debía dirigir el proceso de amplificación. Cuando tratamos de detener la guerra contra los americanos nativos, no sabíamos cómo hacerlo.
Mientras hablaba, noté un movimiento detrás de ella, en la pared de la cueva. Al principio pensé que era un reflejo de luz, pero luego detecté una sombra verde oscuro exactamente igual a la que había percibido antes, cuando observaba el grupo de almas de Maya. Al esforzarme por enfocar el globo de luz, de unos treinta centímetros, se agrandó hasta formar una escena holográfica que se calcó directamente en la pared, llena de formas humanoides difusas. Miré a los demás; nadie parecía ver la imagen, excepto yo.
Sabía que era el grupo de almas de Maya, y en cuanto tuve esa certeza empecé a recibir un torrente de información intuitiva. Volví a ver su Visión del Nacimiento, su intención superior de nacer en su familia particular, la enfermedad de su madre, el consiguiente interés en la medicina, en especial la conexión mente/cuerpo, y ahora este encuentro. Oí claramente que ningún grupo puede alcanzar su poder creativo total hasta no concientizar y luego amplificar su energía.
—Una vez libre de las emociones —decía ahora Maya—, un grupo puede superar con mayor facilidad las luchas y los dramas de poder y encontrar su creatividad plena. Pero tenemos que hacerlo de manera consciente, encontrando una expresión personal superior en cada cara.
La mirada interrogante de Curtis trajo aparejada una explicación más amplia.
—Tal como lo revela la Octava Revelación —continuó Maya—, si miramos bien la cara de otra persona, podemos derribar cualquier fachada o defensa del yo que pueda haber y encontrar la expresión auténtica del individuo, su yo real. En general, la mayoría de las personas no saben qué mirar cuando se hablan. ¿Los ojos? Cuesta concentrarse en los dos. ¿Cuál, entonces? ¿O sería mejor enfocar el rasgo más sobresaliente, como la nariz o la boca?
»En realidad, estamos llamados a enfocar toda la cara, que con su singularidad de luz y sombra y disposición de los rasgos es como una mancha de tinta. Pero dentro de esa colección de rasgos podemos encontrar una expresión auténtica, el alma que se adelanta. Cuando nos concentramos en el amor, la energía afectiva es enviada a este aspecto del yo superior de la persona, y la persona parecerá cambiar ante nuestros ojos al instalarse allí sus mayores capacidades.
»Todos los grandes maestros enviaron siempre este tipo de energía hacia sus estudiantes. Por eso fueron grandes maestros. Pero el efecto es aún mayor con grupos que interactúan de esta manera con cada integrante, porque cada persona envía energía a las demás, todos los miembros acceden a otro nivel de sabiduría que tiene más energía a su disposición, y esta energía más elevada es enviada de vuelta a todos los demás en lo que pasa a ser un efecto de amplificación.
Miré a Maya tratando de encontrar su expresión superior. Ya no parecía cansada ni renuente para nada. Sus rasgos revelaban, en cambio, una certeza y un talento que no había expresado antes. Miré a los otros y vi que se concentraban también en Maya. Cuando volví a mirarla, noté que parecía abrevar en el verde de su grupo de almas. Ya no sólo absorbía su conocimiento; daba la impresión de moverse en una suerte de armonía con ellas.
Maya había dejado de hablar y respiraba hondo. Sentí que la energía se apartaba de ella.
—Siempre supe que los grupos podían adquirir un nivel superior de funcionamiento —dijo de pronto Curtis—, sobre todo en los ambientes de trabajo. Pero no había podido vivenciarlo hasta ahora… Ahora entré en esta dimensión para participar en la transformación de la empresa y transmitir esta visión a la creatividad empresarial, para poder utilizar al fin las nuevas fuentes de energía de la manera correcta e implementar la automatización de la producción de la Novena Revelación.
Hizo una pausa, pensativo, y agregó: —Es decir, la empresa es acusada muchas veces de ser el malo ambicioso, sin control y sin conciencia. Y supongo que fue así en el pasado. Pero siento que también la empresa avanzó hacia una conciencia espiritual y que necesitábamos un nuevo tipo de ética empresarial.
En ese momento vi otro movimiento de luz, directamente detrás de Curtis. Lo observé durante varios segundos y después me di cuenta de que también estaba viendo la formación de su grupo de almas. Al igual que con el grupo de Maya, cuando enfoqué la imagen que aparecía logré captar su conocimiento colectivo.
Curtis había nacido en el punto culminante de la revolución industrial que se produjo justo después de la Segunda Guerra Mundial. El poderío nuclear había sido el triunfo final y el horror impactante de la visión materialista del mundo, y él había llegado con la visión de que el avance tecnológico ahora podía hacerse consciente, y moverse, con plena conciencia, hacia su propósito determinado.
—Recién ahora —dijo de pronto Curtis— estamos listos para comprender cómo hacer evolucionar a la empresa y la consiguiente nueva tecnología de una manera consciente; todas las medidas están en su lugar.
No es casual que una de las categorías estadísticas más importantes de la economía sea el índice de productividad: el registro de cuántos bienes y servicios produce cada individuo en nuestra sociedad. Los aumentos de productividad han crecido en forma constante debido a los descubrimientos tecnológicos y al uso más amplio de los recursos naturales y la energía. A lo largo de los años, el individuo ha ido encontrando cada vez más formas de crear.
Mientras hablaba, me vino una idea a la mente. Al principio decidí guardarla para mí, pero luego todos me miraron.
—¿El daño ambiental que está causando el crecimiento económico no constituye una limitación natural para la empresa? No podemos seguir como hasta ahora, porque el medio ambiente va a romperse, literalmente.
Muchos de los peces del océano ya están tan contaminados que no podemos comerlos. Las tasas de cáncer aumentan en forma exponencial. Hasta la Asociación Médica dice que las mujeres y los niños no deben comer verduras comerciales debido a los residuos de pesticidas. Si esto continúa, ¿se imaginan qué clase de mundo les dejaremos a nuestros hijos?
Apenas terminé de decir esto, recordé lo que Joel había dicho antes sobre el colapso del ambiente. Sentí cómo mi energía bajaba al experimentar el mismo Miedo. De pronto me golpeó un brote de energía cuando todos me miraron en un esfuerzo por volver a encontrar mi verdadera expresión. Enseguida restablecí mi conexión interna.
—Tiene razón —dijo Curtis—, pero nuestra respuesta a este problema ya está cambiando. Hemos avanzado en la tecnología como en un túnel inconsciente, olvidando que vivimos en un planeta orgánico, un planeta de energía. No obstante, una de las áreas empresariales más creativas es la del campo de control de la contaminación.
»Nuestro problema fue tratar de depender del Estado para controlar a los contaminadores. La contaminación es contraria a la ley desde hace tiempo, pero nunca bastarán las reglamentaciones estatales para evitar que se arrojen ilegalmente desechos químicos o que se ventilen las chimeneas a medianoche. Esta contaminación de la biosfera no terminará del todo hasta que una ciudadanía alarmada saque sus grabadoras de video y pesqué a esta gente in fraganti. En cierto modo, la empresa y los empleados de la empresa deben reglamentarse a sí mismos.
Maya se inclinó hacia adelante.
—Yo veo otro problema con la forma en que evoluciona la economía. ¿Qué pasa con todos los trabajadores desalojados que pierden sus trabajos debido a que la economía cada vez se automatiza más? ¿Cómo pueden sobrevivir? Antes teníamos una clase media grande, y ahora disminuye con rapidez.
Curtis sonrió y le brillaron los ojos. La imagen de su grupo de almas creció detrás de él.
—Estas personas desplazadas sobrevivirán aprendiendo a vivir de manera intuitiva y sincrónica —pronosticó—. Todos tenemos que entenderlo: no hay vuelta atrás. Ya estamos viviendo la era de la información. Cada uno tendrá que educarse lo mejor que pueda, ser experto en algo para poder estar en el lugar indicado para asesorar a otro, o prestar otro servicio. Cuanto más técnica sea la automatización y más rápido cambie el mundo, más información necesitaremos de la persona indicada que llegue a nuestras vidas en el momento justo. No hace falta una educación formal para eso; sólo un nicho que uno se cree para sí mismo a través de la autoformación.
»No obstante, para que este flujo se establezca de manera óptima en toda la economía, los propósitos declarados de las empresas deben alcanzar una conciencia superior. Nuestras intuiciones orientadoras se vuelven más claras cuando enfocamos la empresa desde una perspectiva evolucionista. Nuestros planteamientos deben cambiar. En vez de preguntamos qué producto o servicio podemos producir para ganar más dinero, empezamos a preguntamos qué podemos producir que libere e informe y haga que el mundo sea mejor y al mismo tiempo asegure un delicado equilibrio ambiental. A la ecuación de la libre empresa se suma un nuevo código de ética. Tenemos que despertar, estemos donde estemos, y preguntamos: «¿Qué estamos creando? ¿Responde en forma consciente al objetivo general para el cual fue inventada la tecnología en primer lugar, el de facilitar la subsistencia día a día, para que la orientación dominante de la vida pase de la mera supervivencia y la comodidad al intercambio de información espiritual pura?». Todos debemos ver que tenemos una participación en la evolución hacia costos de subsistencia cada vez menores hasta que los medios básicos de supervivencia resulten prácticamente gratis.
»Podemos avanzar hacia un capitalismo de veras ilustrado si, en vez de recargar todo lo que el mercado puede soportar, seguimos una nueva ética empresarial basada en bajar nuestros precios a un porcentaje específico como declaración consciente del destino que queremos para la economía. Este sería el equivalente empresarial de sumamos a la fuerza de «pagar el diezmo» de la Novena Revelación.
Charlene se volvió para mirarlo con el rostro luminoso.
—Entiendo lo que dices. Quieres decir que si todas las empresas reducen los precios en un diez por ciento, el costo de vida de todos, incluidos la materia prima y las provisiones de las empresas mismas, también bajará.
—Eso es. Aunque algunos precios podrían subir temporariamente cuando cada uno tome en cuenta el verdadero costo de la eliminación de los residuos y otros efectos ambientales. En general, los precios disminuirán de manera sistemática de todos modos.
—¿No se produce ya ese proceso a veces, como consecuencia de las leyes del mercado? —pregunté.
—Sí —respondió Curtis—, por supuesto, pero puede acelerarse si lo hacemos en forma consciente, pese a que, tal como lo predice la Novena Revelación, este proceso se verá favorecido por el descubrimiento de una fuente de energía muy barata. Al parecer, Feyman la encontró. Pero la energía debe ponerse a disposición de todos, de la manera menos costosa posible, si se pretende que tenga el mayor impacto liberador.
A medida que hablaba, parecía inspirarse más. Se volvió y me miró fijo.
—Es la idea que quise aportar al venir aquí —dijo—. Nunca lo vi con tanta claridad. Por eso quise tener las experiencias de vida que tuve; quería estar preparado para transmitir este mensaje.
—¿De veras piensa que la cantidad de gente que baje los precios bastará para cambiar algo? —preguntó Maya—. ¿Sobre todo si les saca dinero del bolsillo? Parecería ir en contra de la naturaleza humana.
Curtis no respondió. Me miró en cambio a mí, al igual que los demás, como si fuera yo el encargado de responder. Durante un momento guardé silencio, hasta sentir que la energía se movía.
—Curtis tiene razón —dije al fin—. Lo haremos de todos modos aunque debamos renunciar a algún beneficio personal a corto plazo. Nada de esto resultará lógico hasta no comprender la Novena y la Décima Revelaciones. Si creemos que la vida es sólo una cuestión de supervivencia personal en un mundo esencialmente sin sentido y hostil, entonces es lógico centrar toda nuestra inteligencia en vivir con la mayor comodidad posible y cuidar que nuestros hijos tengan las mismas oportunidades. Pero si comprendemos las primeras nueve revelaciones y vemos la vida en términos espirituales como una evolución espiritual, con responsabilidades espirituales, nuestra visión cambia por completo.
»Y una vez que empecemos a entender la Décima, veremos el proceso del nacimiento desde la perspectiva de la Otra Vida, y nos daremos cuenta de que todos estamos aquí para poner la dimensión terrenal en armonía con la esfera celestial. Además, la oportunidad y él éxito constituyen un proceso muy misterioso, y si hacemos funcionar nuestra vida económica en el flujo del plan general, encontraremos de manera sincrónica a todas las demás personas que hagan lo mismo, y de pronto se abrirá para nosotros la prosperidad.
»Lo haremos —continué—, porque de manera individual es allí adonde nos llevarán la intuición y las coincidencias. Recordaremos más acerca de nuestras Visiones del Nacimiento y se tornará evidente la intención que teníamos de hacer determinada contribución al mundo. Y, lo que es más importante, sabremos que, si no seguimos esa intuición, no sólo terminarán las coincidencias mágicas y el sentido de inspiración, sino que tal vez debamos observar nuestras acciones en una Revisión de la Otra Vida. Tendremos que enfrentar nuestro fracaso.
Callé de pronto, al notar que Charlene y Maya miraban con ojos muy abiertos el espado detrás de mí. Por reflejo, me di vuelta; a mis espaldas se dibujaba el contorno borroso de mi grupo de almas, docenas de individuos que se desvanecían a lo lejos, una vez más, como si las paredes de la cueva no existieran.
—¿Qué están mirando? —preguntó Curtis.
—Es su grupo de almas —dijo Charlene—. Vi esos grupos cuando estuve en las cascadas.
—Yo vi un grupo detrás de Maya y de Curtis —comenté.
Maya se dio vuelta y miró el espacio que había detrás de ella. El grupo titiló una vez y después se definió plenamente.
—No veo nada —dijo Curtis—. ¿Dónde están? Maya siguió mirando. Veía todos los grupos.
—Están ayudándonos, ¿no? Pueden damos la visión que buscamos.
En cuanto hizo ese comentario, todos los grupos se alejaron y se volvieron menos claros.