La escena holográfica volvió a avanzar y pude ver cómo la onda de contagio penetraba en todos los aspectos de la cultura. Tal como lo había visto antes Charlene, cada grupo ocupacional empezaba a modificar de manera consciente su práctica habitual, llevándola a un nivel de funcionamiento más intuitivo e ideal, gracias a lo cual encontraba su papel espiritual, su visión del servicio verdadero.
La medicina, dirigida por profesionales individuales concentrados en la génesis espiritual/psicológica de la enfermedad, pasaba del tratamiento mecánico de los síntomas a la prevención. Vimos que la profesión legal pasaba de los métodos egoístas de crear conflicto y ocultar la verdad para ganar, a su verdadero papel de resolver conflictos de manera que todos ganaran. Y, como había visto Curtis, todos los que trabajaban en el mundo de los negocios, industria por industria, transitaban hacia un capitalismo ilustrado, un capitalismo orientado no sólo a los beneficios, sino a satisfacer las necesidades evolutivas de los seres espirituales y a hacer que los productos se hallaran disponibles a los precios más bajos posible. Esta nueva ética empresarial producía una deflación popular, que iniciaba una evolución sistemática hacia una automatización final plena y, a la larga, la disponibilidad gratuita de las necesidades básicas de la vida, lo cual liberaba a los humanos para embarcarse en la economía espiritual «del diezmo» que mencionaba la Novena Revelación.
Seguimos observando mientras las escenas se aceleraban y vimos que los individuos recordaban sus misiones espirituales a edades cada vez más tempranas. Aquí vimos la comprensión precisa que pronto adquiriría la nueva visión espiritual del mundo. Los individuos crecían y se recordaban a sí mismos como almas nacidas en una dimensión de existencia y trasladadas a otra. Si bien se producía una pérdida de memoria durante la transición, recapturar la memoria previa a la vida pasaba a ser un objetivo importante de la primera educación.
De jóvenes, nuestros profesores nos guiaban a través de la experiencia temprana de la sincronicidad; nos exhortaban a identificar nuestras intuiciones para estudiar ciertas materias, a visitar lugares particulares buscando siempre respuestas más elevadas respecto de la manera de recorrer esos caminos singulares. Al emerger la memoria plena de las revelaciones, nos veíamos involucrados en ciertos grupos, trabajando en proyectos especiales y alcanzando la visión total de lo que queríamos hacer. Y por último recuperábamos la intención subyacente detrás de nuestras vidas. Descubríamos que veníamos aquí para elevar el nivel vibratorio del planeta, para admirar y proteger la belleza y la energía de sus lugares naturales y garantizar que todos los seres humanos tuvieran acceso a esos sitios especiales para poder seguir aumentando nuestra energía, implantando a la larga la cultura de la Otra Vida aquí, en la dimensión física.
Esa visión del mundo cambiaba en particular nuestra forma de considerar a las demás personas. Ya no veíamos a los seres humanos meramente por su tinte racial o su origen nacional en un tiempo de vida determinado. Los veíamos, en cambio, como almas hermanas, embarcadas, al igual que nosotros, en el proceso de despertar y espiritualizar el planeta. Descubríamos que la presencia de ciertas almas en distintos lugares geográficos del planeta se había producido con una fuerte carga de significado. De hecho, cada nación constituía un enclave de información espiritual específica, compartida y modelada por sus ciudadanos, información que esperaba ser aprendida e integrada.
Al desplegarse el futuro, vi que por fin se alcanzaba el mundo de unidad política imaginado por muchos: no forzando a todas las naciones a someterse a un cuerpo político, sino más bien mediante el conocimiento popular de nuestras similitudes espirituales y la conservación, a la vez, de nuestra autonomía local y nuestras diferencias culturales. Lo mismo que ocurría con los individuos que interactuaban en un grupo, cada integrante de la familia de las naciones era reconocido por la verdad cultural que representaba para el mundo en general.
Ante nosotros, veíamos que las luchas políticas de la Tierra, violentas en tantos casos, pasaban a ser guerras de palabras. A medida que la marea de recuerdo iba inundando el planeta, todos los seres humanos empezaban a comprender que nuestro destino era debatir y comparar los puntos de vista de nuestras religiones relativas y, sin dejar de honrar lo mejor de sus doctrinas individuales en el nivel personal, ver a la larga que todas las religiones se complementaban e integrarlas en una espiritual sola, global y sintetizada. Vimos con claridad que estos diálogos derivaban en la reconstrucción de un gran templo en Jerusalén, ocupado en forma conjunta por todas las grandes religiones: judía, cristiana, islámica, oriental, incluso la religión de facto del idealismo secular, representada por los enclaves económicos de China y Europa, que pensaban primordialmente en términos de una utopía económica panteísta. Allí se debatía y discutía la perspectiva espiritual definitiva. Y en esta guerra de palabras y energía, al principio las perspectivas islámica y judía ocupaban la escena central y luego se comparaba e integraba el punto de vista cristiano junto con la visión interior de las religiones orientales.
Observamos que la conciencia de la humanidad ingresaba en otro nivel y que la cultura humana colectiva avanzaba de la comunicación primaria de información económica al intercambio sincrónico de verdades espirituales. Al ocurrir esto, ciertos individuos y grupos empezaban a alcanzar niveles que se acercaban al de la dimensión de la Otra Vida y desaparecían para la gran mayoría de los que quedaban en la Tierra. Estos grupos selectos pasaban intencionalmente a la otra dimensión, pero no obstante aprendían a entrar y salir, como lo predice la Novena Revelación y lo vieron los profetas de las Escrituras. Sin embargo, una vez iniciado este Rapto, los que quedaban en la Tierra entendían lo que sucedía y aceptaban su papel de permanecer en la dimensión física, sabiendo que pronto los seguirían.
Ahora llegaba el momento de que los idealistas seculares proclamaran sus verdades en las escaleras del templo. Al principio, su impulso energético para Jerusalén llegaba de Europa, con su visión primordialmente secular y con un gran líder que proclamaba la importancia espiritual de las cuestiones seculares. Este punto de vista se enfrentaba abiertamente al espiritualismo determinado «del otro mundo» de los musulmanes y los cristianos. Pero más tarde el conflicto de energía se resolvía y sintetizaba en uno solo gracias al énfasis espiritual interior de la perspectiva oriental. Para entonces, los últimos intentos de los controladores, que en algún momento habían conspirado para crear una sociedad tirana de chips y robots, tratando de imponer complacencia, ya habían sido vencidos por el contagio del despertar. Y esta última síntesis abría a todos a la infusión final del Espíritu Santo. Vimos que a través de este diálogo de integración de la energía de Medio Oriente, la historia cumplía con las profecías de las escrituras de una manera simbólica y verbal, evitando el apocalipsis físico esperado por los literalistas.
De pronto nuestro foco pasó a la dimensión de la Otra Vida, y aquí pudimos ver con suma nitidez que nuestra intención constante no era sólo crear una Nueva Tierra sino también un Nuevo Cielo. Vimos cómo el efecto de la remembranza de la Visión Global no sólo transformaba la dimensión física, sino también la Otra Vida.
Durante los raptos en la Tierra, los grupos de almas también habían pasado a la dimensión física, completando así la transferencia de energía a la dimensión física expandida.
Aquí se hizo visible la realidad total de lo que estaba pasando en el proceso histórico. Al abrirse nuestra memoria, desde el comienzo del tiempo, la energía y el conocimiento habían pasado en forma sistemática de la dimensión de la Otra Vida a la física. Al principio, los grupos de almas de la Otra Vida habían tenido la responsabilidad absoluta de mantener la intención e imaginar el futuro, ayudándonos a recordar qué queríamos hacer y dándonos energía.
Luego, a medida que había ido avanzando la conciencia en la Tierra y aumentando la población, el equilibrio de energía y responsabilidad había pasado lentamente hacia la dimensión física, hasta que, en ese punto de la historia, cuando ya había llegado energía suficiente y la Visión Global comenzaba a ser recordada —y más almas que nunca vivían en el planeta—, el poder y la responsabilidad de creer y crear el futuro determinado pasaban de la Otra Vida a las almas de la Tierra, a los grupos que habían empezado a formarse, ¡a nosotros! A esa altura, somos nosotros los que debemos llevar a cabo la intención. Y por eso recayó en nosotros resolver la polarización y ayudar a cambiar a los individuos particulares que, aquí mismo, en este valle, todavía se hallaban cautivos en el Miedo y sentían que tenían derecho a manipular la economía para su propios fines, que podían apoderarse del control del futuro.
Exactamente en el mismo momento, los cuatro nos miramos en la oscuridad, mientras el holograma todavía nos rodeaba y los grupos de almas se fusionaban en el fondo, con un brillo resplandeciente. Entonces noté que un enorme halcón llegaba volando, se posaba en una rama que estaba unos tres metros por sobre el grupo y nos miraba. Debajo de él, a menos de un metro y medio, un conejo brincó de pronto a unos centímetros de mi codo derecho y se detuvo, seguido a los pocos segundos por un gato montés que se sentó justo a su lado. ¿Qué pasaba?
Bruscamente, una vibración silenciosa sacudió mi plexo solar; ¡habían reactivado el experimento!
—¡Miren eso! —gritó de pronto Curtis. A cincuenta metros, apenas distinguible bajo la luz de la luna, se abrió una fisura estrecha que sacudía los arbustos y los árboles pequeños y se extendía con lentitud en nuestra dirección. Miré a los otros.
—Ahora depende de nosotros —gritó Maya—. Nuestra visión ya es suficiente; podemos detenerlos.
Antes de que pudiéramos actuar, la tierra se sacudió con violencia y la fisura se acercó más a nosotros. Al mismo tiempo, varios vehículos se detuvieron entre la maleza y sus luces se filtraron entre las siluetas borrosas dibujadas por los árboles y el polvo. Sin miedo, mantuve mi energía y volví a enfocar el holograma.
—La Visión los detendrá —gritó otra vez Maya—. ¡No dejen ir la Visión! ¡Manténganla! —Sin perder de vista la imagen del futuro que teníamos por delante, sentí de nuevo que la energía del grupo se dirigía a Feyman manteniendo así nuestra intención a la manera de una muralla gigante contra su intrusión, visualizando a su grupo empujado por la energía y obligado a huir, aterrado.
Miré la hendidura que seguía su marcha hacia nosotros, confiado en que se detendría. Por el contrario, se aceleró. Cayó un árbol. Luego otro. Mientras se abalanzaba hacia el grupo, perdí mi concentración, rodé hacia atrás y tragué polvo.
—¡No da resultado! —oí que gritaba Curtis. Sentí que todo volvía a ocurrir.
—Por acá —indiqué, al tiempo que me esforzaba por ver en la repentina oscuridad. Al correr apenas pude distinguir los débiles contornos de los demás; se apartaban de mí hacia el este.
Trepé por el reborde de piedra que formaba la pared izquierda del cañón y no paré hasta que estuve a cien metros. Arrodillado en las rocas, miré en la oscuridad. No se movía nada, pero oía que los hombres de Feyman hablaban en la entrada del cañón. Despacio, subí un poco más la pendiente en dirección al noroeste, tratando de ver si había indicios de los demás. Por fin, encontré un camino para volver a la base del cañón. Aún no había movimiento.
De pronto, cuando empecé a caminar otra vez hacia el norte, alguien me sorprendió de atrás.
—¡Qué…! —grité.
—¡Shhhhhhh! —murmuró una voz—. Despacio. Soy David.
Me di vuelta y lo vi bajo la luz de la luna, con su pelo largo y la cara marcada.
—¿Dónde están los otros? —susurró.
—Nos separaron —respondí—. ¿Vio lo que pasó? Acercó más su cara.
—Sí, estaba observando desde la colina. ¿Adónde cree que irán?
Pensé un instante.
—Irán a las cascadas.
Me hizo señas de que lo siguiera y nos pusimos a caminar en esa dirección. Al cabo de varios minutos se volvió y dijo:
—Cuando estaban sentados juntos allí en la entrada, su energía se acumuló y después se expandió hasta muy lejos por el valle. ¿Qué estaban haciendo?
En un intento por explicarlo, resumí toda la historia: mi encuentro con Wil y nuestro ingreso en la otra dimensión; la visión de Williams y mis sucesivos encuentros con Joel y Maya; y en especial el haber encontrado a Curtis y haber intentado captar la Visión Global y derrotar a Feyman.
—¿Curtis estaba con ustedes en la boca del cañón? —preguntó David.
—Sí, y también Maya y Charlene, aunque creo que tendríamos que ser siete. …Me dirigió otra mirada rápida, casi divertida. Todo el enojo tenso y contenido que había exhibido en el pueblo parecía haber desaparecido por completo.
—De modo que encontró también a los ancestros, ¿no?
Me apuré para alcanzarlo.
—¿Llegó a la otra dimensión?
—Sí, vi mi grupo de almas y presencié mi Visión del Nacimiento, y, como usted, recordé qué pasaba antes, que todos hemos regresado para introducir la Visión Global. Y entonces, no sé cómo, cuando me hallaba mirando todo eso ahí bajo la luz de la luna, sentí que estaba con usted y era parte de su grupo. Vi la Visión Global a mi alrededor.
Se había detenido a la sombra de un árbol grande que tapaba la luna; su expresión era rígida y ensimismada.
—David —le dije—, cuando nuestro grupo estaba allá trajimos la Visión Global. ¿Por qué no frenó a Feyman?
Caminó hacia la luz y de inmediato lo reconocí como el jefe enfadado que había rechazado a Maya. Entonces su expresión dura cambió y se echó a reír.
—El aspecto clave de esta Visión no radica sólo en experimentarla, aunque eso ya es bastante difícil. La cuestión es cómo proyectamos dicha visión del futuro, cómo la sostenemos para el resto de la humanidad. De eso trata la Décima Revelación. Ustedes no sostuvieron la Visión para Feyman y los demás de una manera que pudiera ayudarlos a despertar. —Me miró largamente y luego dijo—: Vamos, debemos damos prisa.
Después de recorrer alrededor de un kilómetro, un pájaro gritó a nuestra derecha y David se detuvo bruscamente.
—¿Qué fue eso? —pregunté.
Inclinó la cabeza cuando el grito volvió a llenar la noche.