La décima revelación (20 page)

Read La décima revelación Online

Authors: James Redfield

Tags: #Autoayuda, Aventuras, Filosofía

BOOK: La décima revelación
8.39Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Ya lo vi —dijo.

Mientras vigilábamos el complejo, nuestra perspectiva se amplió de modo que ahora podíamos ver la planta desde arriba. Quedaron a la vista kilómetros de cables que salían de la planta en todas direcciones para alimentar enormes torres que contenían antenas láser de algún tipo que disparaban energía a las demás estaciones locales.

—¿Sabes qué es todo esto? —le pregunté a Wil.

Asintió.

—Es una planta centralizada generadora de energía.

Nos distrajo el movimiento en uno de los extremos del complejo. A uno de los edificios más grandes llegaban ambulancias y camiones de bomberos. De las ventanas del tercer piso salía un resplandor ominoso. En un momento, el resplandor se encendió y toda la base del edificio pareció quebrarse. En una explosión de polvo y escombros, el edificio se sacudió y con lentitud se derrumbó. A la derecha, otro edificio estalló de repente en llamas.

La escena pasó al centro de mandos, en cuyo interior los técnicos se movían frenéticamente. Luego, desde la derecha, una puerta se abrió y entró un hombre con el brazo lleno de mapas y planos. Los extendió sobre una mesa grande y se puso a trabajar, en apariencia con suma confianza. Caminó hasta un costado de la habitación y empezó a ajustar conmutadores y perillas. En forma gradual, el piso dejó de sacudirse y los ruegos fueron controlados. Siguió trabajando con prisa y dando instrucciones a los demás técnicos.

Miré al individuo con más detenimiento y me volví a Wil.

—¡Es Feyman!

Antes de que Wil pudiera responder, la escena se adelantó en cámara rápida. Ante nuestros ojos, la planta se hallaba a salvo y enseguida los obreros empezaron a desmantelarla, edificio por edificio.

Al mismo tiempo, en un sitio cercano, se construía otra instalación más pequeña para fabricar más generadores compactos. Al final, la mayor parte del complejo había vuelto a su estado natural boscoso y la nueva instalación producía unidades pequeñas que podíamos ver detrás de cada casa y empresa en todo el paisaje.

Bruscamente, nuestra perspectiva retrocedió hasta que pudimos ver a un solo individuo en primer plano mirando la misma escena que nosotros. Cuando logramos distinguir su perfil, me di cuenta de que era Feyman antes de su actual nacimiento, contemplando qué haría en la vida.

Wil y yo nos miramos.

—Esto forma parte de su Visión del Nacimiento, ¿no? —pregunté.

Wil asintió.

—Tiene que ser su grupo de almas. Veamos qué más podemos averiguar de él.

Los dos nos concentramos en el grupo y en forma instantánea se formó ante nosotros otra imagen. Era un campo de guerra del siglo XIX; otra vez la carpa del comando. Vimos a Feyman con su comandante de campo, el hombre que había visto antes en la ciudad ilusoria.

Al observar su interacción, empezamos a entender la historia de su asociación. Feyman, brillante estratega, se hallaba a cargo de proyectos estratégicos y tecnológicos. Antes del ataque, el comandante había ordenado que se vendieran en forma encubierta mantas contaminadas con viruela a los americanos nativos, táctica a la que Feyman se había opuesto de manera categórica, no tanto a causa de su efecto en el pueblo indígena sino porque la consideraba políticamente indefendible.

Más tarde, aunque el éxito de la batalla ya era celebrado en Washington, la prensa descubrió el uso de la viruela y se ordenó una investigación. El comandante y sus compinches de Washington usaron a Feyman como chivo expiatorio y su carrera quedó arruinada. Más adelante, el comandante se lanzó a una carrera política gloriosa de nivel nacional, antes de ser traicionado por los mismos que lo habían apoyado en Washington.

Feyman, por su parte, nunca se recuperó; sus ambiciones políticas habían quedado destruidas. Al cabo de los años fue volviéndose cada vez más amargado y resentido y emprendió una campaña para lograr que la opinión pública cuestionara el relato de la batalla que había hecho su comandante. Durante un tiempo varios periodistas siguieron la noticia, pero muy pronto el interés público se desvaneció y Feyman permaneció en su estado de desgracia. Más adelante, casi al término de su vida, lo consumió la plena conciencia de que nunca alcanzaría sus objetivos políticos y, culpando de su humillación a su ex comandante, trató de asesinar al político en una comida provincial; lo mataron unos guardaespaldas.

Como Feyman se había apartado de su seguridad y su amor interiores, no podía despertar por completo después de la muerte. Durante años creyó que había escapado de su intento fallido de matar a su ex comandante y vivió en construcciones ilusorias, aferrándose a su odio y condenado al horror reiterado de planear e intentar otro asesinato, sólo para que lo mataran una y otra vez.

Mientras observaba, me di cuenta de que Feyman podría haber quedado atrapado en las ilusiones durante un lapso mucho más prolongado si no hubiera sido por los esfuerzos decididos de otro hombre que había estado en el servicio militar con él. Vi una imagen de su cara y reconocí su expresión.

—¡Es otra vez Joel, el periodista que conocí! —le dije a Wil sin dejar de enfocar la imagen.

A guisa de respuesta, Wil hizo un gesto con la cabeza. Después de la muerte, Joel había pasado a ser miembro del anillo de almas extemo y estaba por entero dedicado a despertar a Feyman. Su intención durante el tiempo de vida compartido con Feyman había consistido en exponer cualquier crueldad o traición de los militares hacia los americanos nativos, pero pese a haber estado al tanto de la contaminación con viruela, lo habían convencido de guardar silencio con una combinación de sobornos y amenazas. Después de morir, la Revisión de su Vida lo había destruido; con todo, siguió consciente y se propuso ayudar a Feyman, pues consideraba que el hecho de no intervenir lo había arruinado.

Luego de un largo período, Feyman respondió al fin y soportó a su vez una larga y penosa Revisión de Vida.

En la vida del siglo XIX, su intención original había sido ser ingeniero civil y participar en el desarrollo pacífico de la tecnología. Pero lo había deslumbrado la perspectiva de convertirse en héroe de guerra, como el comandante, y desarrollar nuevas estrategias y dispositivos bélicos.

En los años transcurridos entre una vida y otra, participó en forma activa ayudando a otros de su grupo de almas con el uso adecuado de la tecnología, cuando poco a poco empezó a recibir una visión de otra vida que se acercaba. Muy despacio al principio y luego con gran convicción, se dio cuenta de que muy pronto se descubrirían mecanismos de la energía de masa con capacidad para liberar a la humanidad, pero que dichos mecanismos serían muy peligrosos.

Al sentir que nacía, supo que venía aquí para trabajar en favor del uso adecuado de esa tecnología, y tuvo plena conciencia de que, para lograrlo, tendría que luchar de nuevo con su tendencia a aspirar al poder, el reconocimiento y el status. No obstante, vio que contaría con ayuda; habría seis personas más. Visualizó el valle, se vio trabajando en algún lugar en la penumbra, con las cascadas al fondo y utilizando un proceso para generar la Visión Global.

Cuando empezó a desaparecer de la vista, lo único que me quedó fueron partes del proceso. El primer grupo de siete empezaría a recordar experiencias pasadas y a superar sentimientos residuales. Luego el grupo ampliaría de manera consciente su energía; utilizando las técnicas de la Octava Revelación, cada uno expresaría su Visión del Nacimiento personal y, por último, la vibración se aceleraría, unificando los grupos de almas de los siete individuos. A partir del conocimiento adquirido, surgiría entonces la memoria plena de la intención que había detrás de la historia humana, y entonces por último aparecería la imagen detallada de nuestro futuro determinado, la Visión Global, la visión del lugar al que vamos y qué debemos hacer para alcanzar nuestro destino.

De pronto toda la escena desapareció junto con el grupo de Feyman. Wil y yo nos quedamos solos.

Los ojos de Wil se animaron.

—¿Viste lo que pasaba? —preguntó—. Esto significa que la intención original de Feyman era en realidad la de perfeccionar y descentralizar la tecnología en la cual trabaja. Si toma conciencia de ese hecho, frenará el experimento.

—Tengo que encontrarlo —dije.

—No —replicó Wil, e hizo una pausa para reflexionar—. Eso no nos va ayudar por ahora. Tenemos que encontrar al resto de este grupo de siete; traer la memoria de la Visión Global exige la energía mancomunada de un grupo, un grupo que pueda llevar adelante el proceso de recordar y energizarse a sí mismo.

—No entiendo esa parte de eliminar sentimientos residuales.

Wil se acercó.

—¿Recuerdas las otras imágenes mentales que has tenido? ¿Los recuerdos de otros lugares, otros tiempos?

—Sí.

—El grupo que está formándose para enfrentar este experimento ya estuvo unido antes. ¡Hay sentimientos residuales que deben ser superados! Todos tendrán que manejarlos.

Wil miró para otro lado y luego dijo:

—Esto es algo más de la Décima Revelación. No viene un solo grupo; hay muchos otros. Tendremos que aprender a eliminar esos resentimientos.

Mientras hablaba, pensé en todas las situaciones grupales que había experimentado. Algunos miembros del grupo se agradaban de inmediato, mientras que otros parecían estar en constante discordia sin razón/ aparente. Me pregunté: ¿la cultura humana está lista para percibir el origen distante de esas reacciones inconscientes?

Luego, sin previo aviso, otro sonido chirriante retumbó en todo mi cuerpo. Wil me aferró y tiró de mí haciendo que nuestras caras casi se tocaran.

—Si te caes otra vez, no sé si podrás volver mientras el experimento opere en este nivel —gritó—. ¡Tienes que encontrar a los demás!

Un segundo estallido nos separó y me vi arrastrado otra vez en los turbulentos colores familiares, sabiendo que me dirigía, igual que antes, otra vez a la dimensión terrenal. Sin embargo, esta vez, en lugar de caer con rapidez en lo físico, me demoré un tiempo; algo me atraía a nivel de mi plexo solar y me movía lateralmente. Al esforzarme por ver qué era, el movimiento se serenó y empecé a sentir la presencia de otra persona, sin ver en realidad la forma individual. Casi podía recordar la naturaleza de la sensación. ¿Quién me hacía sentir así?

Por fin empecé a distinguir una figura borrosa, a unos nueve o diez metros, que se acercaba de modo gradual hasta que reconocí quién era. ¡Charlene! Cuando estuvo a tres metros, sentí un cambio en mi cuerpo como si de pronto me relajara por completo. Al mismo tiempo, vi el campo energético rosado-rojizo que envolvía a Charlene. A los pocos segundos, para mi gran asombro, noté un campo idéntico a mi alrededor.

Cuando nos hallábamos a un metro y medio de distancia, la relajación de mi cuerpo se convirtió en una sensualidad ampliada y por ultimo en una ola de amor orgásmico. De pronto no podía pensar. ¿Qué pasaba?

Justo cuando nuestros campos estaban a punto de tocarse, la disonancia chirriante volvió y fui despedido otra vez hacia atrás, sin control.

Perdonar

Cuando mi cabeza se despejó, tomé conciencia de algo frío y húmedo contra mi mejilla derecha. Abrí con lentitud los ojos. El resto de mi cuerpo estaba inmovilizado. Durante un instante, el lobo mediano me miró y me olfateó, con la cola erizada, y luego disparó hacia el bosque cuando me incorporé para sentarme.

Invadido por un estupor lánguido, recuperé mi mochila bajo la luz mortecina, me interné en la densa arboleda y armé la carpa, luego de lo cual casi me desplomé en la bolsa de dormir. Durante un momento me esforcé por permanecer despierto, intrigado por mi extraño encuentro con Charlene. ¿Por qué estaba en la otra dimensión? ¿Qué nos había unido?

A la mañana siguiente me desperté temprano y me preparé una comida con avena que engullí rápidamente, luego caminé otra vez con cuidado hacia la pequeña ensenada que había pasado de camino hacia el cerro, para lavarme la cara y llenar la cantimplora. Todavía me sentía cansado, pero también ansioso por encontrar a Curtis.

De pronto me sobresaltó el ruido de una explosión, hacia el este. «Tiene que ser Curtis», pensé mientras corría hasta la carpa. Una ola de miedo me invadió mientras empacaba; emprendí la marcha en dirección al sonido de la explosión.

Después de un kilómetro, los bosques terminaban de golpe en un sitio que parecía una pastura abandonada. Sobre el camino, varios hilos de alambre de púa oxidado colgaban sueltos entre los árboles. Oteé el campo abierto y la línea de los árboles y los matorrales densos, unos cien metros más adelante. En ese momento los arbustos se abrieron y apareció Curtis, que emprendió una carrera alocada directamente hacia donde me hallaba yo. Le hice señas, me reconoció enseguida y disminuyó la velocidad. Cuando me alcanzó, pasó con cuidado por el alambre de púas y se dejó caer contra un árbol, respirando agitado.

—¿Qué pasó? —pregunté—. ¿Qué hizo explotar? Movió la cabeza.

—No pude hacer demasiado. Están realizando el experimento bajo tierra. No tenía suficientes explosivos y… no quería lastimar a la gente que se encontraba adentro. Sólo pude volar una antena parabólica externa, lo que con suerte va a demorarlos un poco.

—¿Cómo logró llegar tan cerca?

—Puse las cargas anoche, después de que oscureció. Seguro que no esperan que haya alguien por acá, porque hay muy pocos guardias afuera.

Hizo una pausa mientras oíamos el ruido de camionetas a lo lejos.

—Tenemos que salir de este valle —continuó— y conseguir ayuda. Ahora no nos queda alternativa. Van a venir.

—Espere un momento —dije—. Creo que tenemos una posibilidad de detenerlos, pero debo encontrar a Maya y a Charlene.

Sus ojos se abrieron.

—¿Se refiere a Charlene Billings?

—Así es.

—La conozco. Hacía investigaciones por contrato para la empresa. No la veía desde hacía años, pero anoche la vi, entrando en el bunker subterráneo. Iba con varios hombres, todos fuertemente armados.

—¿La llevaban contra su voluntad?

—No sabría decirlo —respondió Curtis, distraído, concentrado en el ruido de las camionetas que ahora parecían avanzar en nuestra dirección—. Tenemos que irnos de acá. Conozco un lugar donde podemos refugiamos hasta que oscurezca, pero debemos damos prisa. —Volvió a mirar hacia el este—. Dejé una pista falsa, pero no va a engañarlos durante mucho tiempo.

—Tengo que contarle qué pasó —dije—. Encontré de nuevo a Wil.

Other books

Up in the Air by Walter Kirn
Growl by Eve Langlais
Dark Lover by J. R. Ward
The Diamond Bikini by Charles Williams
Missing Pieces by Heather Gudenkauf
Prayer-Cushions of the Flesh by Robert Irwin, Magnus Irvin
Blood and Salt by Kim Liggett