—Creo que Maya es la mujer de la visión de Williams —agregué—. La mujer que trataba de impedir la guerra con los americanos nativos.
—Tal vez su idea de sanación contenga la clave del manejo del Miedo.
Asentí y le hice señas de que continuara.
»Es todo muy lógico —dijo—. Mira lo que ya pasó. Viniste aquí buscando a Charlene y encontraste a David, quien dijo que la Décima trata de una mayor comprensión del renacimiento espiritual que está produciéndose en el planeta, comprensión que se alcanza captando nuestra relación con la dimensión de la Otra Vida. Dijo que la revelación habla de aclarar la naturaleza de las intuiciones, de sostenerlas en nuestra mente, de ver nuestro camino sincrónico de una manera más plena.
»Más tarde, pensaste en cómo sostener tus intuiciones, me encontraste en las cascadas y yo te confirmé que sostener las intuiciones, las imágenes mentales de nosotros mismos, constituye el modo operativo también en la Otra Vida, y que los seres humanos nos movemos en armonía con esta otra dimensión. Poco después, los dos observamos la revisión de vida de William y lo vimos sufrir por no recordar algo que había querido hacer, que era reunirse con un grupo de gente para ayudar a manejar este Miedo que amenaza nuestro despertar espiritual.
»Él dice que debemos entender este Miedo y hacer algo al respecto, y después nos separamos y tú te encontraste con un periodista, Joel, que se explaya enunciando ¿qué? Una visión espantosa del futuro. De hecho, el miedo a la destrucción total de la Civilización.
»Luego de lo cual, obviamente, das con una mujer cuya vida tiene que ver con sanar y la forma en que ella facilita la sanación consiste en ayudar a la gente a superar los bloqueos del miedo estimulando su memoria, ayudándola a discernir por qué está en el planeta. La clave tiene que ser este recordar.
Un movimiento repentino en el ambiente desvió nuestra atención. A unos cien metros parecía estar formándose otro grupo de almas.
—Tal vez están aquí para ayudar a alguien con su sueño —dijo Wil.
Lo miré fijo.
—¿Nos ayudan a soñar?
—Sí, de alguna manera. Anoche, cuando soñaste, había algunas otras almas aquí.
—¿Cómo supiste lo de mi sueño?
—Cuando regresaste a lo físico, traté de encontrarte pero no pude. Entonces, mientras esperaba, empecé a ver tu cara y vine aquí. La última vez que vine a este lugar no podía entender qué pasaba, pero ahora creo comprender qué sucede cuando soñamos.
Sacudí la cabeza sin comprender. Wil hizo un gesto señalando las almas.
—Al parecer, todo sucede de manera sincronizada. Estos seres que ves quizás estaban aquí igual que yo antes, por coincidencia, y ahora es probable que estén esperando para ver quién aparece en su cuerpo onírico.
De pronto, el sonido inarticulado de fondo se volvió más intenso y no pude responder. Me sentía confundido, mareado. Wil se acercó a mí y volvió a tocarme la espalda.
—¡Quédate conmigo! —dijo—. Por alguna razón, tenemos que ver esto.
Luché para aclarar mi mente, luego noté que otra forma se manifestaba en el espacio, junto a las almas. Al principio pensé que aparecían más almas, pero después me di cuenta de que la formación era mucho más grande de lo que había visto hasta ese momento. Por último, vi que toda la escena se proyectaba ante nosotros, como un holograma, con personajes, escenografía, diálogos y todo. Un individuo solo parecía estar en el centro de la acción, un hombre, vagamente familiar. Después de un momento de concentración, me di cuenta de que la persona que se hallaba ante nosotros era Joel.
Mientras mirábamos, la escena empezó a desarrollarse como el argumento de una película. Me esforcé por seguirla, pero mi cabeza todavía estaba embotada; no lograba entender qué ocurría. A medida que el episodio avanzaba y el diálogo se volvía más intenso las almas y el periodista iban acercándose. Después de varios minutos, el drama terminó y todos desaparecieron.
—¿Qué era lo que pasaba? —pregunté.
—El individuo del centro de la escena estaba soñando —explicó Wil.
—Era Joel, el hombre del cual te hablé —aclaré. Wil se volvió hacia mí, asombrado.
—¿Estás seguro?
—Sí.
—¿Entendiste el sueño que acaba de tener?
—No, no pude. ¿Qué pasaba?
—El sueño era sobre una guerra. Huía de una ciudad arrasada por las bombas que explotaban a su alrededor, corriendo para salvar su vida sin pensar en otra cosa que la seguridad y la supervivencia. Cuando logró evadirse del horror y subió a una montaña para mirar la ciudad que había quedado atrás, recordó de pronto que le habían ordenado que se reuniera con otro grupo de soldados y proveyera una pieza secreta de un dispositivo nuevo que desactivaría las armas del enemigo. Horrorizado, se daba cuenta de que, por no presentarse, el grupo y la ciudad eran destruidos sistemáticamente frente a sus ojos.
—Una pesadilla —comenté.
—Sí, pero tiene un sentido. Cuando soñamos regresamos en forma inconsciente a este nivel de sueño y otras almas vienen a ayudarnos. No olvides qué hacen los sueños; esclarecen el manejo de las situaciones actuales de nuestra vida. La Séptima Revelación habla de interpretar los sueños superponiendo el argumento del sueño a la situación real que enfrentamos en la vida.
Me volví y miré a Wil.
—Pero ¿qué papel desempeñan las almas? Apenas terminé de hacer la pregunta, empezamos a movemos otra vez. Wil mantenía la mano en mi espalda. Al detenernos, la luz viraba hacia un verde intenso, pero se veían bellísimas olas de ámbar circulando a nuestro alrededor. Cuando las enfoqué con decisión, los haces ámbar se convirtieron en almas individuales.
Observé a Wil, que exhibía una amplia sonrisa. El lugar parecía invadido por un mayor clima de celebración y alegría. Mientras miraba las almas, varias se pusieron directamente frente a nosotros y se agolparon en un grupo. Sus caras eran muy sonrientes, aunque seguía resultando difícil enfocarlas durante mucho tiempo.
—Están tan llenas de amor —dije.
—Trata de captar su conocimiento —me aconsejó Wil. Al concentrarme en ellas con esta intención, me di cuenta de que esas almas estaban asociadas con Maya. De hecho, estaban extasiadas con sus recientes autorrevelaciones, en especial su comprensión de la preparación para la vida que le habían brindado la madre y el padre. Parecían saber que Maya había vivido una revisión completa de la Sexta Revelación y se hallaba a punto de recordar por qué había nacido.
Me volví para mirar a Wil, que reconoció que él también veía las imágenes.
En ese momento oí de nuevo el sonido inarticulado; mi estómago se puso tenso. Wil me sostuvo los hombros y la espalda con firmeza. Al cesar el sonido, mi vibración había bajado de manera considerable y miré en dirección al grupo de almas para tratar de abrirme y conectarme con su energía en un esfuerzo por impulsar la mía. Para mi gran sorpresa, se habían salido de foco y se habían alejado de mí hasta una nueva posición dos veces más alejada.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Trataste de conectarte con ellas para aumentar tu energía —respondió Wil—, en vez de ir hacia adentro y conectarte directamente con la energía de Dios que hay dentro de ti. Yo lo hice también en una oportunidad.
Estas almas no permiten que uno las confunda con la fuente divina. Saben que semejante identificación no contribuye a nuestro crecimiento.
Me concentré interiormente y al final mi energía volvió.
—¿Cómo podemos lograr que regresen? —pregunté.
En cuanto hablé, volvieron a su posición original. Wil y yo nos miramos; luego él empezó a contemplar al grupo con mirada intensa y sorprendida.
—¿Qué ves? —pregunté. Me hizo un gesto hacia ellas sin desviar su mirada y yo también me concentré en el grupo de almas, tratando de volver a conectarme con su conocimiento. Al cabo de varios instantes empecé a ver a Maya. Estaba inmersa en el medio verde. Sus rasgos parecían un poco distintos y brillaban con un gran resplandor, pero yo tenía la absoluta certeza de que era ella. Al enfocar su cara, una imagen holográfica se dibujó ante nosotros: una imagen de Maya que se encontraba de nuevo en la época de la guerra del siglo XIX, de pie, en una cabaña de troncos con varias personas, entusiasmada con la idea de frenar el conflicto.
Parecía percibir que para realizar semejante proeza la cuestión era simplemente recordar cómo alcanzar la energía. Pensaba que podía lograrse; sólo bastaba que se reunieran las personas indicadas con una intención común. Un hombre joven, vestido con ropa costosa, la escuchaba con suma atención. Reconocí en él al hombre robusto que luego fue asesinado con ella en la selva. La visión se adelantó velozmente hasta su intento fallido de hablar con los líderes del ejército y por último a la región salvaje donde ella y el muchacho fueron asesinados.
Mientras observábamos, ella se despertó después de su muerte en la Otra Vida, y revisó su vida, abrumada por la forma obsesiva y hasta ingenua en que había perseguido su objetivo de detener la guerra. Supo que muchos de los otros habían tenido razón; no era el momento correcto. No habíamos recordado suficiente conocimiento de la Otra Vida para realizar semejante proeza. Todavía no.
Pasada la revisión, vimos cómo entraba en el medio verde, rodeada por el mismo grupo de almas que estaban frente a nosotros. De manera sorprendente, parecía haber una expresión común en las caras de todo el grupo. En cierto nivel, debajo de sus rasgos, las almas en su totalidad se parecían a Maya.
Miré a Wil con aire inquisitivo.
—Éste es el grupo de almas de Maya —dijo.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté.
—Es un grupo de almas con el cual resuena estrechamente —explicó con excitación—. La lógica es perfecta.
Uno de los viajes que emprendí, antes de encontrarte, fue a otro grupo que de alguna manera se parecía a ti.
Creo que era tu grupo de almas.
Antes de que pudiera decir algo, se produjo un movimiento en el grupo de almas situadas delante de nosotros. Estaba apareciendo otra vez una imagen de Maya. Rodeada aún por su grupo en el medio verde, parecía estar de pie, muy tranquila, frente a una luz blanca intensa, similar a la que habíamos visto en la Revisión de Vida de Williams. Ella era consciente de que ocurría algo muy profundo. Su capacidad para moverse en la Otra Vida había disminuido y su atención se desviaba de nuevo a la Tierra. Podía ver a su futura madre, recién casada, sentada en una galería, preguntándose si su salud resistiría el hecho de tener un hijo.
Maya empezaba a darse cuenta del gran progreso que podía lograr si nacía de esta madre. La mujer experimentaba grandes miedos en cuanto a su salud y por lo tanto generaría rápidamente en la mente de un niño una conciencia en temas relacionados con la salud. Sería el lugar ideal para desarrollar una inquietud por la medicina y la sanación, y no sería un conocimiento considerado sólo en términos intelectuales, en los que el yo aparece con alguna teoría extraña y sin pruebas frente a los desafíos de la vida real. Maya sabía que personalmente tenía tendencia a ser poco realista y fantasiosa y que ya había pagado caro dicho desatino. Eso no volvería a pasar si el recuerdo inconsciente de lo que había pasado en el siglo XIX le reiteraba que fuera muy prudente. No, actuaría con menos prisa, se aislaría más y el medio establecido por esa mujer sería perfecto.
Wil captó mi mirada.
—Estamos viendo lo que pasó cuando ella empezó a contemplar su vida actual —dijo.
De repente Maya vio cómo podía desarrollarse su relación con la madre. Crecería expuesta a la negatividad de su madre, a sus miedos, su tendencia a culpar a los médicos, lo cual inspiraría su interés por la conexión mente/cuerpo y la responsabilidad de los pacientes en la cura, y devolvería esa información a su madre, que entonces podría participar en su propia recuperación. Su madre pasaría a ser su primera paciente y luego una seguidora clave, un ejemplo excelente de los beneficios de la nueva medicina.
Su foco se trasladó al futuro padre, sentado en el columpio junto a la mujer. De vez en cuando la mujer hacía una pregunta y él emitía una breve respuesta. Quería, sobre todo, estar sentado y contemplar, no hablar. Su mente desbordaba de posibilidades de investigaciones e interrogantes biológicos exóticos que sabía no habían sido planteados nunca antes: la relación entre la inspiración y el sistema inmunológico. Maya vio las ventajas de este distanciamiento. Con él, ella podría superar su propia tendencia a ilusionarse; debería pensar por sí misma y ser realista, desde el principio. Al fin, ella y su padre podrían llegar a comunicarse en un nivel científico y él abriría y le brindaría un soporte técnico rico para fundamentar sus nuevos métodos.
Vio con claridad que ser hija de esos padres podría resultar igualmente ventajoso para ellos. Así como sus padres estimularían un interés precoz por la sanación, ella a su vez los orientaría en una dirección predestinada: a la madre, hacia una aceptación de su papel en la prevención de la enfermedad; a su padre, hacia la superación de su tendencia a ocultarse de los demás y a vivir sólo en su mente.
Mientras mirábamos, su visión fue más allá de su nacimiento anticipado e ingresó en lo que podía ocurrir en la infancia. Vio una multitud de personas específicas que llegaban a su vida en el momento exacto para estimular en ella el aprendizaje y la experiencia médica.
En la facultad de medicina, sólo se cruzaban en su camino los pacientes y los médicos indicados para estimular una orientación alternativa en su práctica.
Su visión se trasladó a su encuentro con el socio de su clínica y el establecimiento de un nuevo modelo de sanación. Y entonces su visión revelaba algo más: participaría en un despertar más global. Ante nosotros, vimos su descubrimiento de las Revelaciones y luego el descubrimiento de un grupo especial, uno de muchos grupos independientes con distintos fundamentos, que empezaban a gravitar juntos en todo el mundo. Estos grupos recordarían quiénes eran en un nivel superior y servirían para superar la polarización.
De pronto se vio participando en conversaciones importantes con un hombre en especial. Era robusto, atlético, capaz, y estaba vestido con uniforme de fajina. Sorprendido, me di cuenta de que ella sabía que era el hombre con el cual había sido asesinada en el siglo XIX. Me concentré en él con intensidad y experimenté otro shock. Era el mismo hombre que había visto en la revisión de vida de Williams, el compañero de trabajo al que no había logrado despertar.