—Sienta totalmente el dolor —me recordó.
—Está bien —dije—. Estoy ahí.
—¿Qué está pasando con el dolor? —preguntó:
—Sigue allí, pero cambió de carácter o algo semejante. Se volvió más cálido, menos molesto, más parecido a un hormigueo. —Mientras hablaba, el dolor empezó a adquirir otra vez su sensación normal.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Creo que el dolor cumple otra función además de decimos que algo anda mal. Es posible que también señale con exactitud dónde está la dificultad para que podamos seguirla en nuestro cuerpo como una baliza y concentremos nuestra atención y energía en el lugar correcto. Es casi como si el dolor y nuestra atención concentrada no pudieran ocupar el mismo espacio. Es obvio que, en casos de dolor muy fuerte, cuando la concentración resulta imposible, podemos usar anestésicos para aliviar la intensidad, aunque creo que es mejor dejar un poco de dolor para poder utilizar el efecto de baliza.
Hizo una pausa y me miró.
—¿Y ahora? —pregunté.
—Ahora —respondió— hay que enviar conscientemente una energía divina superior al lugar exacto identificado por el dolor, con el propósito de que el amor lleve a las células que hay allí a un estado de funcionamiento perfecto.
Me limité a mirarla.
—Adelante —me alentó—. Vuelva a conectarse totalmente. Yo lo guiaré.
Asentí cuando percibí que estaba listo.
—Sienta el dolor con todo su ser —indicó—, y ahora empiece a imaginar cómo su energía de amor va directamente al centro del dolor y eleva el punto exacto de su cuerpo, los átomos mismos, a una vibración superior.
Vea cómo las partículas dan un salto cuántico hacia el esquema de energía pura que es su estado óptimo.
Sienta literalmente una sensación de hormigueo en ese lugar a medida que la vibración se acelera.
Después de hacer una pausa de un minuto, continuó:
—Ahora, sin dejar de concentrarse en el punto del dolor, empiece a sentir cómo su energía, el hormigueo, sube por las piernas… pasa por las caderas… el abdomen y el pecho… y al fin llega al cuello y la cabeza.
Sienta cómo todo su cuerpo hormiguea con una vibración superior. Vea cómo funciona cada órgano con una eficiencia óptima.
Seguí exactamente sus instrucciones y al cabo de unos instantes todo mi cuerpo parecía más liviano y energizado. Mantuve ese estado durante unos diez minutos; luego abrí los ojos y miré a Maya.
Con una linterna, en la oscuridad. Maya apuntaba hacia mi carpa en una zona llana entre dos pinos. Me miró y dijo:
—¿Se siente mejor? Asentí.
—¿Entiende el proceso hasta aquí?
—Creo que sí. Envié energía al dolor.
—Sí, pero lo que hicimos antes era igualmente importante. Usted empieza por buscar el significado de la herida o la enfermedad, qué indica el hecho de que se produzca respecto de algún miedo en su vida que está frenándolo y se manifiesta en su cuerpo. Esto es lo que abre el bloqueo del miedo de tal manera que la visualización pueda penetrar.
»Una vez abierto el bloqueo, usted puede usar el dolor como una baliza, elevando la vibración en esa zona y luego en todo su cuerpo. Pero encontrar el origen del miedo es esencial. Cuando el origen de la enfermedad o el accidente es muy profundo, a menudo requiere hipnosis o una terapia exhaustiva.
Le hablé de la imagen medieval que había visto, en la que derribaban una puerta y me arrastraban. Me miró pensativa.
—A veces la raíz del bloqueo se remonta muy lejos. Pero al explorar más a fondo y empezar a elaborar el miedo que nos retiene, en general hallamos una comprensión más plena de quiénes somos y cómo es nuestra vida actual en la Tierra. Y esto sienta las bases de la última y en mi opinión más importante etapa en el proceso de sanación. Lo fundamental es mirar con suficiente profundidad como para recordar lo que queremos hacer con nuestra vida. La verdadera sanación se produce cuando vislumbramos un nuevo tipo de futuro para nosotros que nos entusiasma. La inspiración es lo que nos mantiene bien. Los individuos no son sanados para mirar más televisión.
La miré un instante y dije:
—Usted dijo que la oración funciona. ¿Cuál es la mejor manera de rezar por alguien que no está bien?
—Todavía estamos tratando de dilucidarlo. Tiene que ver con el proceso de la Octava Revelación de enviar a esa persona la energía y el amor que fluyen a través de nosotros desde la fuente divina, y al mismo tiempo visualizar que el individuo recuerde qué quiere hacer realmente con su vida. Es evidente que a veces lo que la persona recuerda es que es hora de hacer una transición a la otra dimensión. En ese caso, tenemos que aceptarlo.
Maya estaba terminando con la carpa. Agregó:
—También tenga presente que los procedimientos que le recomendé deben llevarse a cabo en conjunción con lo mejor de la medicina tradicional. Si estuviéramos cerca de mi clínica lo examinaría a fondo, pero en este caso, a menos que usted no esté de acuerdo, le sugiero que pase aquí la noche. Es mejor que no se mueva mucho.
Mientras la observaba, preparó mi calentador, lo encendió y puso el recipiente con sopa deshidratada sobre la llama.
—Ahora vuelvo al pueblo. Necesito conseguir elementos para entablillarle el tobillo y algunas otras provisiones, por si las necesitamos. Después volveré para verificar cómo sigue. Traeré también una radio por si hace falta que pidamos ayuda.
Asentí.
Vació el agua de su cantimplora en la mía y me miró.
Detrás de ella, el último rayo de luz se desvanecía hacia el oeste.
—¿Dijo que su clínica queda cerca de acá? —pregunté.
—En realidad, está a sólo unos siete kilómetros al sur —dijo—, sobre el cerro, pero no hay forma de llegar al valle desde ese lado. El único camino es la ruta principal que entra por el sur del pueblo.
—¿Cómo es que andaba por acá? Sonrió y pareció incomodarse un poco.
—Es gracioso. Anoche tuve un sueño en el que volvía a caminar por el valle y esta mañana decidí que lo haría. He estado trabajando mucho y supongo que necesitaba tiempo para reflexionar sobre lo que estoy haciendo en la clínica. Mi socio y yo tenemos una gran experiencia acerca de enfoques alternativos, medicina china, hierbas, y no obstante al mismo tiempo contamos con los recursos de la mejor medicina tradicional del mundo en la punta de los dedos a través de la informática. Durante años había soñado con un tipo de clínica así.
Hizo una pausa durante un instante y luego añadió:
—Antes de que usted apareciera estaba sentada precisamente allí y mi energía se disparó. Fue como ver toda la historia de mi vida, cada experiencia que he vivido, desde mi temprana infancia hasta este momento, extendida ante mi vista. Fue la experiencia de la Sexta Revelación más clara que he tenido.
»Todos esos hechos eran una preparación —continuó—. Me crié en una familia en la que mi madre luchó toda su vida con una enfermedad crónica, pero nunca participó en su propia sanación. En esa época los médicos no conocían otra cosa, pero a lo largo de toda mi infancia su negativa a analizar sus miedos me irritaba y registré hasta la última información sobre dieta, vitaminas, niveles de estrés, meditación y el papel que desempeñan en la salud, tratando de convencerla de que hiciera algo. Pasé la adolescencia tironeada entre hacerme religiosa o ser médica. No sé; era como verme impulsada a averiguar cómo utilizamos la percepción y la fe para cambiar el mundo y para sanar.
»Y mi padre —continuó—. Él era distinto. Trabajaba en ciencias biológicas, pero nunca explicaba los resultados a los cuales llegaba, excepto en sus trabajos académicos. «Investigación pura», decía. Sus socios lo trataban como un Dios. Era inalcanzable, la autoridad máxima. Crecí y él ya había muerto de cáncer cuando comprendí su verdadero interés: el sistema inmunológico, específicamente, de qué manera el compromiso y el entusiasmo por la vida aumentan el sistema inmunológico, o sea, justo aquello que en definitiva resultó ser mi propia inquietud.
»Él fue el primero en ver esa relación, si bien es lo que muestran todas las investigaciones actuales. No obstante, nunca llegué a hablarlo con él. Al principio, me preguntaba por qué era hija de un padre que se comportaba así. Pero a la larga acepté el hecho de que mis padres tenían la combinación perfecta de rasgos e intereses para inspirar mi evolución personal. Por eso quise estar con ellos al comienzo de mi vida. Viendo a mi madre, supe que cada uno de nosotros debe hacerse responsable de su sanación. No podemos adjudicársela a otros. La sanación tiene que ver, en esencia, con superar los miedos asociados a la vida, miedos que no queremos enfrentar, y encontrar nuestra propia inspiración, una visión del futuro, que tenemos conciencia de haber venido a contribuir a crear.
»A través de mi padre vi con claridad que la medicina debe ser más sensible, debe reconocer la intuición y la visión de las personas tratadas. Tenemos que salir de nuestra torre de marfil. La combinación de ambas cosas me impulsó a buscar un nuevo paradigma en medicina: basado en la capacidad del paciente de controlar su vida y volver a su camino. Supongo que ése es mi mensaje, la idea de que por dentro sabemos cómo participar en nuestra sanación física y emocional. Podemos inspiramos para dar forma a un futuro más elevado y más ideal, y cuando lo hacemos se producen los milagros.
Se puso de pie, miró mi tobillo y luego me miró a mí.
—Ahora me voy —dijo—. Trate de no apoyarse en ese pie. Lo que necesita es reposo absoluto. Regresaré por la mañana.
Supongo que adopté una expresión angustiada, porque volvió a arrodillarse y puso las dos manos sobre mi tobillo.
—No se preocupe —me tranquilizó—. Con energía suficiente no hay nada que no pueda sanarse: el odio… la guerra… Es sólo cuestión de dar con la visión correcta. —Me palmeó con suavidad el pie—. ¡Podemos sanar esto! ¡Podemos sanarlo!
Me sonrió, se dio vuelta y se marchó.
De pronto sentí ganas de llamarla para contarle todo lo que había experimentado en la otra dimensión y lo que sabía sobre el Miedo y el grupo que volvía, pero permanecí en silencio, abrumado por el cansancio, contento de verla desaparecer entre los árboles. «Puedo esperar hasta mañana», pensé… porque sabía con exactitud quién era.
A la mañana siguiente, me desperté sobresaltado por el chillido de un halcón que pasó volando muy alto y me trajo a la conciencia. Durante unos instantes escuché con atención imaginando sus orgullosas ondulaciones. Gritó una vez más y luego calló. Me senté y me asomé por la cortina de la carpa; el día estaba nublado pero caluroso y una leve brisa balanceaba las copas de los árboles. No había indicio alguno del sonido inarticulado. Me puse un par de pantalones cortos, tomé un rollo de cinta adhesiva de mi mochila y con cuidado envolví toda la articulación, rodeando el tobillo con cuidado. Sentí muy poco dolor. Luego me arrastré fuera de la carpa y me puse de pie. Después de unos instantes apoyé el peso sobre el pie y di un paso tentativo. Sentía débil el tobillo pero si bien renqueaba ligeramente, parecía soportarme. Me pregunté: ¿Habrá ayudado el procedimiento de Maya, o simplemente el tobillo no estaba tan mal herido? Imposible saberlo.
Revisé la mochila, saqué una muda de ropa y después tomé los platos sucios de la noche anterior. Con mucha prudencia, atento a cualquier sonido o movimiento extraño, caminé hasta el río. Cuando localicé un lugar que no estuviera a la vista, entré en el agua que encontré fría y refrescante. Permanecí en ella sin pensar, tratando de olvidar la ansiedad que empezaba a crecer en mis entrañas, observando los colores de las hojas que se movían encima de mi cabeza.
De repente empecé a recordar un sueño de la noche anterior. Estaba sentado en una roca… algo pasaba… Estaba Wil… y otros. Vagamente, recordaba un campo azul y ámbar. Me esforcé pero no logré recordar nada más.
Al abrir un frasco de jabón, noté que los árboles y los arbustos que me rodeaban de pronto parecían crecer. De alguna manera, el acto de recordar mi sueño había aumentado mi energía. Empecé a sentirme más liviano. Me bañé a toda prisa y lavé los platos. Al terminar, noté que una roca grande que había a mi derecha se parecía mucho a la roca en la que estaba sentado en mi sueño. Me detuve e inspeccioné de cerca el peñasco. Chato y de unos tres metros de diámetro, su color y su forma coincidían.
En unos minutos, desarmé la carpa, empaqué y oculté mis cosas debajo de unas ramas caídas. Luego volví a la roca, me senté y traté de recordar el campo azul y la posición exacta que Wil ocupaba en el sueño. Estaba a mi izquierda y un poquito más atrás. En ese momento me vino a la me nte una clara imagen de su cara, como en una foto en primer plano. Luché por mantener los detalles exactos para recrear su imagen y al hacerlo la rodeé con el campo azul.
A los pocos segundos experimenté una sensación de tironeo en el plexo solar y de repente estaba de nuevo caminando entre los colores. Cuando me detuvo, el lugar era azul claro y luminoso y Wil se hallaba a nú lado.
—¡Gracias a Dios volviste! —exclamó mientras se acercaba—. Te hiciste tan denso que no podía encontrarte.
—¿Qué pasó antes? —pregunté—. ¿Por qué se hizo tan fuerte el sonido inarticulado?
—No lo sé.
—¿Dónde estamos?
—Es un nivel particular en el cual parecen tener lugar los sueños.
Miré el campo azul. No se movía nada.
—¿Has estado aquí antes?
—Sí. Vine antes de encontrarte en las cascadas, aunque en ese momento no sabía por qué.
Durante un instante los dos inspeccionamos de nuevo los alrededores. Wil preguntó:
—¿Qué te pasó cuando volviste?
Con excitación, empecé a describir todo lo que había ocurrido, concentrándome primero en el pronóstico de colapso ambiental y civil de Joel. Wil me escuchaba con atención, asimilando cada aspecto del punto de vista de Joel.
—Expresaba el Miedo. Asentí.
—Eso es lo que creo. ¿Supones que en realidad está pasando todo lo que dijo? —pregunté.
—Creo que el peligro consiste en que mucha gente empieza a creer que eso es lo que está sucediendo. Recuerda lo que decía la Novena Revelación: al avanzar, el renacimiento espiritual debe superar la polarización del Miedo.
Miré fijamente a Wil.
—Me encontré con alguien más, una mujer. Wil escuchó la descripción de mi experiencia con Maya, en especial lo de la herida en mi tobillo y sus procedimientos de cura. Al terminar, miró a la distancia, pensando.