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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Herejes de Dune (68 page)

BOOK: Herejes de Dune
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Waff también estaba mirando a Odrade.

Odrade sonrió y se dirigió al Maestro tleilaxu:

—No entra en nuestros propósitos el que el Sumo Sacerdocio pase a otras manos en estos momentos —dijo.

Waff vio inmediatamente la ventaja de su lado. Aquello era una cuña entre los sacerdotes y la Bene Gesserit. Aquello extirpaba uno de los más peligrosos asideros que tenía la Hermandad sobre los tleilaxu.

—Tampoco entra en nuestros propósitos —dijo.

Cuando los sacerdotes empezaron a alzar de nuevo sus irritadas voces, Taraza remachó el clavo final:

—¿Quién de vosotros va a romper nuestro acuerdo? —preguntó.

Tuek llamó a un lado a dos de sus consejeros y caminó a grandes zancadas cruzando la habitación hasta la Madre Superiora. Se detuvo a un paso tan sólo de ella.

—¿Qué juego es éste? —preguntó.

—Os apoyaremos contra aquellos que pretendan reemplazaros —dijo Taraza—. La Bene Tleilax está a nuestro lado en esto. Es nuestra forma de demostrar que nosotros poseemos también un voto a la hora de seleccionar al Sumo Sacerdote.

Varias voces sacerdotales se alzaron al unísono:

—¿Es o no es un Danzarín Rostro?

Taraza miró benévolamente al hombre frente a ella.

—¿Sois un Danzarín Rostro?

—¡Por supuesto que no!

Taraza miró a Odrade. Odrade dijo:

—Parece que se ha producido un error.

Odrade aisló a Albertus de entre los sacerdotes y clavó sus ojos en él.

—Sheeana —dijo—, ¿qué va a hacer ahora la Iglesia del Dios Dividido?

Como se le había indicado que debía hacer, Sheeana se salió del círculo de sus guardianas y habló con toda la arrogancia que se le había enseñado:

—¡Deben continuar sirviendo a Dios!

—Los asuntos que motivaron este encuentro parecen haber concluido —dijo Taraza—. Si necesitáis protección, Sumo Sacerdote Tuek, una escuadra de nuestras guardianas os aguarda en el vestíbulo. Está a vuestras órdenes.

Todos pudieron ver aceptación y comprensión en él. Se había convertido en una criatura de la Bene Gesserit. No recordaba nada de sus orígenes de Danzarín Rostro.

Cuando los sacerdotes y Tuek se hubieron marchado, Waff lanzó una sola palabra a Taraza, hablando en el lenguaje del Islamiyat:

—¡Explicaos!

Taraza se apartó de sus guardianas, pareciendo situarse así en un punto de vulnerabilidad. Era un movimiento calculado que había discutido frente a Sheeana. En el mismo lenguaje, Taraza dijo:

—Os liberamos de nuestro dominio sobre la Bene Tleilax.

Todos aguardaron mientras él sopesaba aquellas palabras. Taraza se recordó a sí misma que el nombre que se daban a sí mismos los tleilaxu podía ser traducido como «los innombrables». Aquella era una etiqueta reservada frecuentemente a los dioses.

Obviamente aquel
dios
no había extendido su perspicacia a lo que podía ocurrir a los Danzarines Rostro introducidos entre Ixianos y Habladoras Pez. A Waff le esperaban más shocks aún. Sin embargo, pareció completamente desconcertado.

Waff se enfrentaba a varias preguntas sin respuesta. No estaba satisfecho con los informes de Gammu. Era un peligroso doble juego el que estaba jugando ahora. ¿Estaba jugando la Hermandad un juego similar? Pero los Perdidos tleilaxu no podían ser echados a un lado sin invitar a un ataque por parte de las Honoradas Matres. La propia Taraza le había advertido de esto. ¿Seguía representando el viejo Bashar en Gammu una fuerza digna de ser tenida en consideración?

Planteó aquella cuestión en voz alta.

Taraza contraatacó con su propia pregunta:

—¿Cómo cambiasteis a nuestro ghola? ¿Qué esperáis conseguir con ello? —Estaba segura de saberlo ya. Pero era necesario aparentar ignorancia.

Waff sintió deseos de decir: «¡La muerte de todas las Bene Gesserit!». Eran demasiado peligrosas. Sin embargo, su valor era incalculable. Se hundió en un hosco silencio, mirando a las Reverendas Madres con una expresión pensativa que hacía que sus rasgos de elfo parecieran aun más infantiles.

Un niño quisquilloso,
pensó Taraza. Se advirtió entonces a sí misma que era peligroso subestimar a Waff. Rompías el huevo tleilaxu únicamente para encontrar dentro otro huevo… ¡y así hasta el infinito! Todo giraba en torno a las sospechas de Odrade acerca de las disputas que aún podían llevarlas a una sangrienta violencia en aquella habitación. ¿Habían revelado realmente los tleilaxu lo que habían aprendido de las rameras y de los demás Perdidos? ¿Era el ghola únicamente una potencial arma tleilaxu?

Taraza decidió aguijonearle una vez más, utilizando el enfoque del «Análisis Nueve» de su Consejo. Aún en el lenguaje del Islamiyat, dijo:

—¿Os deshonraréis vos mismo en las tierras del Profeta? No habéis compartido abiertamente de la forma en que dijisteis que lo haríais.

—Os contamos acerca de la sexual…

—¡No lo compartisteis todo! —interrumpió ella—. Es a causa del ghola, y todos lo sabemos.

Pudo ver sus reacciones. Era un animal acorralado. Tales animales eran en extremo peligrosos. En una ocasión había visto a un perro híbrido, un feroz y hambriento superviviente de los antiguos animales de compañía de Dan, acorralado por una pandilla de muchachos. El animal se revolvió contra sus perseguidores, abriéndose camino hacia la libertad con dientes y garras, con un salvajismo totalmente inesperado. Dos muchachos quedaron tullidos de por vida, ¡y sólo uno resultó sin heridas! Waff era en este preciso momento como aquel animal. Podía ver que sus manos ansiaban un arma, pero tleilaxu y Bene Gesserit se habían registrado mutuamente con exquisito cuidado antes de entrar allí. Estaba segura de que no llevaba ningún arma encima. Sin embargo…

Waff habló, provocando con sus modales:

—¡Creéis que no soy consciente de la forma en que pensáis gobernarnos!

—Y
esa
es la podredumbre que la gente de la Dispersión se llevó con ella —dijo Taraza—. Podredumbre en la raíz.

Los modales de Waff cambiaron. No ignoraba las profundas implicaciones del pensamiento Bene Gesserit. ¿Pero estaba ella mostrando desacuerdo?

—El Profeta colocó un localizador tictaqueando en la mente de cada ser humano, Disperso o no —dijo Taraza—. Los ha traído de vuelta a nosotros con toda la podredumbre intacta.

Waff rechinó los dientes. ¿Qué estaba haciendo aquella mujer? Alentaba el alocado pensamiento de que la Hermandad había embotado su mente con alguna droga secreta en el aire. ¡Ellas
sabían
cosas que negaban a los demás! Miró de Taraza a Odrade, luego de nuevo a Taraza. Sabía que él era viejo gracias a la serie de resurrecciones ghola, pero no viejo en la forma en que lo eran las Bene Gesserit. ¡Aquella gente era realmente vieja! Raras veces parecían viejas, pero lo eran, viejas más allá de cualquier cosa que él se atreviera a imaginar.

Taraza tenía similares pensamientos. Había visto el destellar de una profunda consciencia en los ojos de Waff. La necesidad abría nuevas puertas a la razón. ¿Cuán profundamente había ido el tleilaxu? ¡Sus ojos eran tan viejos! Había tenido la sensación de que cualquier cosa que hubiera sido un cerebro en aquellos Maestros tleilaxu era ahora algo distinto… una holograbadora de la cual habían sido borradas todas las debilitantes emociones. Ella compartía la misma desconfianza hacia las emociones que sospechaba en él. ¿Era eso un lazo que los unía?

El tropismo de los pensamientos comunes.

—Decís que nos liberáis de vuestro dominio —gruñó Waff—. Pero siento vuestros dedos en torno a mi garganta.

—Entonces hay un dominio todavía sobre nuestras gargantas —dijo ella—. Algunos de vuestros Perdidos han regresado a vosotros. Ninguna Reverenda Madre ha vuelto a nosotras de la Dispersión.

—Pero vos decís que sabéis todas las…

—Tenemos otras formas de ganar conocimientos. ¿Qué suponéis que les ocurrió a las Reverendas Madres que enviamos a la Dispersión?

—¿Un desastre común? —Agitó la cabeza. Aquella era una información absolutamente nueva. Ninguno de los tleilaxu que habían regresado había dicho nada al respecto. La discrepancia alimentó sus sospechas. ¿A quién había que creer?

—Fueron subvertidas —dijo Taraza.

Odrade, oyendo la sospecha general expresada por primera vez en voz alta por la Madre Superiora, captó el enorme poder implícito en la simple afirmación de Taraza. Se sintió intimidada por ello. Sabía los recursos, los planes contingenciales, las improvisadas formas que una Reverenda Madre podía utilizar para superar barreras. ¿Algo ahí afuera podía detener eso?

Cuando Waff no respondió, Taraza dijo:

—Habéis venido a nosotras con las manos sucias.

—¿Os atrevéis a decir esto? —preguntó Waff—. ¿Vosotras que continuáis agotando nuestros recursos en las formas enseñadas por la madre del Bashar?

—Sabíamos que podíais soportar las pérdidas si teníais recursos de la Dispersión —dijo Taraza.

Waff inspiró temblorosamente. Así que la Bene Gesserit sabía incluso esto. Vio en parte cómo lo habían averiguado. Bien, habría que encontrar una forma de devolver al falso Tuek bajo control. Rakis era el premio que buscaban realmente los Dispersos, y aún podía ser exigido a los tleilaxu.

Taraza se acercó aún más a Waff, sola y vulnerable. Vio a sus guardianas tensarse. Sheeana dio un corto paso hacia la Madre Superiora, y fue echada hacia atrás por Odrade.

Odrade mantenía su atención fija en la Madre Superiora y no en los potenciales atacantes. ¿Estaban realmente convencidos los atacantes de que la Bene Gesserit iba a servirles? Taraza había sondeado los límites de aquello, no había ninguna duda al respecto. Y en el lenguaje del Islamiyat. Pero ella parecía muy solitaria allí, apartada de sus guardianas y tan cerca de Waff y su gente. ¿Dónde estaban conduciendo a Waff sus obvias sospechas?

Taraza se estremeció.

Odrade se dio cuenta de ello. Taraza había sido anormalmente delgada cuando niña, y nunca había acumulado un gramo extra de grasa en ella. Aquello la hacía exquisitamente sensitiva a los cambios de temperatura, intolerante al frío, pero Odrade no captó ninguno de aquellos cambios en la habitación. Así pues, Taraza había tomado una peligrosa decisión, tan peligrosa que su cuerpo la había traicionado. No peligrosa para ella misma, por supuesto, sino peligrosa para la Hermandad.
Aquel
era el más horrible crimen Bene Gesserit: la deslealtad hacia su propia orden.

—Os serviremos en todos los aspectos excepto en uno —dijo Taraza—. ¡Nunca nos convertiremos en receptáculo para gholas!

Waff palideció.

Taraza prosiguió:

—Ninguna de nosotras, ni ahora ni nunca, se convertirá… —hizo una pausa—… en un tanque axlotl.

Waff alzó su mano derecha en el inicio de un gesto que todas las Reverendas Madres conocían: la señal de ataque para sus Danzarines Rostro.

Taraza señaló hacia su mano alzada.

—Si completáis este gesto, los tleilaxu van a perderlo todo. La mensajera de Dios… —Taraza señaló con la cabeza a Sheeana por encima de su hombro—… os volverá la espalda, y las palabras del Profeta serán polvo en vuestras bocas.

En el lenguaje del Islamiyat, aquellas palabras eran demasiado para Waff. Bajó la mano, pero siguió mirando con ojos llameantes a Taraza.

—Mi embajadora dice que compartiremos todo lo que conocemos —dijo Taraza—. Vos decís que también compartiréis. ¡La mensajera de Dios escucha con los oídos del Profeta! ¿Qué es lo que brota del Abdl de los tleilaxu?

Los hombros de Waff se agitaron.

Taraza le volvió la espalda. Era un hábil movimiento, pero tanto ella como las otras Reverendas Madres sabían ahora que lo hacía en perfecta seguridad. Mirando al otro lado de la estancia a Odrade, Taraza se permitió una sonrisa que supo que Odrade iba a interpretar correctamente. ¡Era el momento de aplicar un poco de castigo Bene Gesserit!

—Los tleilaxu desean a una Atreides para procrear —dijo Taraza—. Os entregamos a Darwi Odrade. Os serán entregadas más.

Waff llegó a una decisión.

—Puede que sepáis mucho acerca de las Honoradas Matres —dijo—, pero vos…

—¡Rameras! —Taraza se volvió hacia él.

—Como queráis. Pero hay algo de ellas que vuestras palabras revelan que no sabéis. Sellaremos nuestro pacto diciéndooslo. Pueden magnificar las sensaciones de la plataforma orgásmica, transmitiéndolas enteramente a través de todo el cuerpo masculino. Extraen todas las implicaciones sexuales del macho. Crean múltiples oleadas orgásmicas, que pueden ser proseguidas por—… por la hembra durante un extenso periodo.

—¿Implicación total? —Taraza no intentó ocultar su sorpresa.

Odrade escuchó también, con una sensación de shock que supo era compartida por todas sus Hermanas presentes, incluso las acólitas. Solamente Sheeana pareció no comprender.

—Os digo, Madre Superiora Taraza —prosiguió Waff, con una sonrisa maliciosa en su rostro—, que hemos duplicado esto con nuestra propia gente. ¡Incluso yo! En mi ira, hice que el Danzarín Rostro que representaba la parte de… de hembra se destruyera a sí mismo. ¡Nadie… ¡y digo nadie!, puede tener tal poder sobre mi!

—¿Qué poder?

—Si él hubiera sido una de esas… esas rameras, como las llamáis vos, yo la hubiera obedecido sin la menor pregunta. —Se estremeció—. Apenas tuve la voluntad para… para destruir… —Agitó la cabeza ante el recuerdo—. La ira me salvó.

Taraza intentó tragar saliva.

—¿Cómo…?

—¿Cómo lo consiguen? ¡Muy bien! Pero antes de compartir este conocimiento os advierto: si una de vosotras intenta alguna vez utilizar este poder sobre uno de nosotros, ¡seguirá una sangrienta carnicería! ¡Hemos preparado a nuestros Domel y a toda nuestra gente para responder matando a todas las Reverendas Madres que puedan encontrar, al más ligero signo de que estáis aplicando este poder sobre nosotros!

—Ninguna de nosotras haría eso, pero no a causa de vuestra amenaza. Somos refrenadas por la convicción de que esto nos destruiría. Vuestra sangrienta carnicería no sería necesaria.

—¿Oh? Entonces, ¿por qué no destruye a esas… esas rameras?

—¡Lo hace! ¡Y destruye todo lo que toca!

—¡No me ha destruido a mí!

—Dios os protege, mi Abdl —dijo Taraza—. Del mismo modo que protege a todos los creyentes.

Convencido, Waff miró a su alrededor en la habitación, luego volvió de nuevo sus ojos hacia Taraza.

—Haced que todo el mundo sepa que formalizo mi vínculo en la tierra del Profeta. Así es como se produce, pues…

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