[Se encoge de hombros.]
Creamos una bestia, un monstruo nuclear que ninguna de las dos partes podía domar… Teherán, Islamabad, Qom, Lahore, Bandar Abbas, Ormara, Imam Jomeyni, Faisalabad. Nadie sabe cuántos murieron en las explosiones ni cuántos lo hicieron después, cuando las nubes de radiación empezaron a extenderse por nuestros países, sobre la India, sobre el sudeste asiático, el Pacífico y América.
Nadie pensaba que pudiera suceder, no entre nosotros. ¡Por amor de Dios, ellos nos ayudaron a construir nuestro programa nuclear desde cero! Nos suministraron los materiales, la tecnología, nos sirvieron de intermediarios con los renegados de Corea del Norte y Rusia… No habríamos sido una potencia nuclear de no ser por nuestros fraternales hermanos musulmanes. Nadie se lo esperaba, pero, bueno, tampoco esperaban que los muertos se levantasen, ¿no? Sólo alguien podría haberlo previsto, y ya no creo en él.
[Mi tren llega tarde, porque están probando el puente levadizo occidental. A Todd Wainio no parece importarle la espera en el andén. Nos damos la mano bajo el mural Victoria de la estación, probablemente la imagen más conocida de la experiencia estadounidense en la Guerra Mundial Z. Tomado originalmente de una fotografía, muestra a un pelotón de soldados de pie en Nueva Jersey, a orillas del río Hudson, de espaldas a nosotros, observando el amanecer sobre Manhattan. Mi anfitrión parece pequeño y frágil junto a esos enormes iconos en dos dimensiones. Como la mayor parte de los hombres de su generación, Todd Wainio ha envejecido antes de tiempo. Si se observa el vientre amplio, el escaso pelo grisáceo y las tres profundas cicatrices paralelas que le bajan por la mejilla derecha, resulta difícil imaginarse que este antiguo soldado de infantería del ejército estadounidense está, al menos cronológicamente, en la flor de la vida.]
Aquel día, el cielo era rojo. Todo el humo, la mierda que había llenado el aire durante el verano, bañaba las cosas de una luz roja ambarina, como si se mirase el mundo a través de unos cristales de color infernal. Así vi Yonkers por primera vez, un pequeño barrio deprimido y rodeado de herrumbre al norte de la ciudad de Nueva York. Creo que nadie había oído hablar de él; yo no lo había hecho, y ahora está a la par de Pearl Harbor… No, no Pearl…, eso fue un ataque por sorpresa. Esto fue más como Little Bighorn, donde nosotros…, bueno, al menos la gente al mando, sabían lo que pasaba, o deberían haberlo sabido. El caso es que no fue una sorpresa; la guerra, la emergencia…, como quiera llamarlo…, ya había empezado. Habían pasado unos tres meses desde que todos saltaran al tren del pánico.
¿Recuerda cómo era? La gente perdiendo los estribos, fortificando sus casas con tablones, robando comida, pistolas, todo lo que se moviera. Es probable que los Rambos, los fuegos descontrolados, los accidentes de tráfico y toda la… la mierda que ahora llamamos el Gran Pánico matase a más gente al principio que los mismos zombis.
Supongo que entiendo por qué los poderes fácticos pensaron que una gran batalla era buena idea. Querían demostrar a la gente que seguían al mando, calmarlos un poco para poder tratar con el problema real. Lo pillo; y, como necesitaban una victoria propagandística, yo acabé en Yonkers.
En realidad no era un mal lugar para resistir; parte de él estaba en un vallecito y justo al otro lado de las colinas occidentales estaba el río Hudson. La alameda de Saw Mill River pasaba justo a través del centro de nuestra línea principal de defensa y los refugiados que bajaban en masa por la autopista conducían a los muertos directamente hacia nosotros. Era un cuello de botella natural, y la idea era buena… La única buena idea del día.
[Todd coge otro Q, el cigarrillo estadounidense casero llamado así porque tiene un cuarto (
quarter
) de contenido de tabaco.]
¿Por qué no nos pusieron en los tejados? Tenían un centro comercial, un par de garajes, edificios grandes con unos bonitos tejados planos. Podían haber puesto una compañía entera encima del supermercado. Desde allí se veía todo el valle y habríamos estado completamente a salvo ante un ataque. Había un edificio de pisos de unas veinte plantas, creo… Cada planta tenía una vista perfecta de la autopista. ¿Por qué no había un fusil en cada ventana?
¿Sabe dónde nos pusieron? Justo en el suelo, escondidos detrás de sacos de arena o en trincheras. Perdimos un montón de tiempo y energía preparando aquellas elaboradas posiciones de disparo. Para tener una buena cobertura y ocultación, según nos dijeron. ¿Cobertura y ocultación? Cobertura significa protección física, protección convencional de armas de pequeño calibre y artillería, o de artillería aérea. ¿Suena eso como el enemigo al que nos enfrentábamos? ¿Es que los zetas habían decidido lanzar ataques aéreos y terrestres armados? ¿Y por qué coño nos preocupaba la ocultación, cuando la idea central de la batalla era hacer que los zombis viniesen directos a nosotros? ¡Qué gilipollez! ¡Todo el planteamiento!
Estoy seguro de que estaba al mando uno de los últimos Fulda Capullos, ya sabe, los generales que se pasaron los años de novato entrenándose para defender Alemania Occidental de Iván el malvado. Tipos duros y estrechos de miras… seguramente cabreados después de muchos años de guerras menores. Tenía que ser uno de ellos, porque todo lo que hicimos apestaba a defensa estática de la Guerra Fría. ¿Sabe que incluso intentaron excavar trincheras para los tanques? Los ingenieros las abrieron con explosivos en el aparcamiento del supermercado.
¿
Tenían tanques
?
Tío, teníamos de todo: Bradleys, Humvees armados con todo, desde calibres cincuenta a los nuevos morteros pesados Vasilek. Al menos esos podrían haber servido de algo. Teníamos misiles tierra-aire Stinger montados en Humvees Avenger; teníamos un sistema de colocación de puente portátil AVLB perfecto para el arroyo de siete centímetros de profundidad que corría junto a la autopista; teníamos un puñado de vehículos bélicos electrónicos XM5, todos a reventar de equipos de radar e interferencias; y… y…, oh, sí, incluso teníamos un grupo de letrinas completo, allí puesto, en medio de todo. ¿Por qué, si la presión del agua seguía fuerte y las cisternas de los inodoros todavía funcionaban en todos los edificios y casas del barrio? ¡Tantas cosas que no necesitábamos! Un montón de mierda que sólo servía para bloquear el tráfico y que quedase bonito, y creo que precisamente por eso estaban allí, para que quedase bonito.
Para la prensa
.
Joder, sí, ¡tenía que haber al menos un periodista por cada dos o tres uniformes!
[21]
A pie y en furgonetas, no sé cuántos helicópteros de la tele estarían volando por allí… Lo lógico sería pensar que, con tantos vehículos de transporte, habrían utilizado algunos para intentar rescatar a la gente de Manhattan… Sí, claro, creo que todo se hizo para la prensa, para demostrarles la gran potencia bélica de nuestra marea verde… o marrón, porque algunos de los carros acababan de llegar del desierto y todavía no les habían cambiado la pintura. Mucho era sólo para aparentar, no sólo los vehículos, sino también nosotros. Nos tenían con MOPP 4, tío, «postura protectora aplicada a la misión», unos trajes y máscaras voluminosos que, en teoría, te protegían en entornos radiactivos o bioquímicos.
¿
Es posible que sus superiores pensaran que el virus de los muertos vivientes se transmitía por el aire
?
Si es así, ¿por qué no protegieron a los periodistas? ¿Por qué nuestros «superiores» no los llevaban, ni nadie más justo detrás de las líneas? Estaban bien fresquitos y cómodos con sus uniformes de batalla, mientras nosotros sudábamos bajo varias capas de goma, carbón vegetal, y gruesos trajes blindados. ¿Y a qué genio se le ocurriría ponernos trajes blindados? ¿Porque la prensa los crucificó por no tener suficientes en la última guerra? ¿Para qué coño necesitas un casco cuando te enfrentas a un muerto viviente? Ellos eran los que los necesitaban, ¡no nosotros! Y después estaban los circuitos en red… el sistema de integración Land Warrior. Era un equipo electrónico personal completo que nos permitía estar conectados entre nosotros y con los jefes. En el visor podían descargarse mapas, datos de GPS y reconocimientos por satélite en tiempo real. Podías saber tu posición exacta en un campo de batalla, las posiciones de tus compañeros, las de los malos… Incluso podías mirar por la cámara de vídeo de tu arma, o la de cualquiera, para averiguar qué había detrás de un seto o a la vuelta de la esquina. Land Warrior permitía que cada soldado tuviese la información de todo un puesto de mando, y que el puesto de mando controlase a los soldados como a una sola unidad. Red conectada es lo que repetían una y otra vez los oficiales delante de las cámaras. Red conectada e hiperguerra. Unos términos muy chulos, pero que no significaban una mierda cuando intentabas excavar una trinchera con un MOPP y un traje blindado, más la carga del Land Warrior y el equipo de combate estándar, y, encima, en el día más caluroso del verano más caluroso del que se tenía noticia. No sé cómo seguía todavía en pie cuando los zetas empezaron a aparecer.
Al principio fue un goteo, grupos de uno y dos tambaleándose entre los coches abandonados que atascaban la autopista vacía. Al menos habían evacuado a los refugiados. Vale, eso también lo hicieron bien; escogieron un cuello de botella y se llevaron a los civiles, gran trabajo. Por lo demás…
Los zombis entraron en la primera zona de batalla, la designada para el sistema de lanzacohetes. No oí cómo salían los cohetes porque mi casco amortiguaba el ruido, pero los vi salir volando hacia el objetivo, trazar un arco en la bajada y deshacerse de su carcasa para dejar al descubierto todas aquellas bombitas en serpentinas de plástico. Son más o menos del tamaño de una granada de mano, bombas antipersona con una capacidad limitada para atravesar trajes blindados. Se repartieron entre los monstruos y detonaron cuando dieron con el suelo o un coche abandonado. Los depósitos de los coches estallaron como pequeños volcanes, géiseres de fuego y escombros que se sumaron a la «lluvia de acero». Para ser sincero, fue un subidón; la gente vitoreaba en los micros, y yo también, viendo que todos los zombis empezaban a tambalearse. Habría unos treinta, quizá cuarenta o cincuenta, repartidos por aquel tramo de unos ochocientos metros de autopista. El bombardeo inicial eliminó al menos a las tres cuartas partes.
Sólo tres cuartas partes
.
[Todd apura su cigarrillo de una calada larga y furiosa, e, inmediatamente, saca otro.]
Pues sí, y tendríamos que haber empezado a preocuparnos en aquel mismo instante. La lluvia de acero los golpeó a todos, los hizo trizas por dentro; había órganos y carne desparramados por todas partes…, joder, se les caían del cuerpo mientras avanzaban hacia nosotros… Pero disparos a la cabeza… Había que destruir el cerebro, no el cuerpo, y mientras les quedara una neurona funcionando y alguna movilidad… Algunos seguían andando, los que estaban demasiado destrozados para ponerse de pie, se arrastraban. Sí, nos habríamos preocupado, de haber tenido tiempo.
El goteo se convirtió en una oleada. Más criaturas, docenas, avanzando en masa entre los coches en llamas. Los zetas tienen una cosa curiosa: siempre crees que van a ir vestidos con el traje de los domingos, porque así aparecían en los medios, sobre todo al principio; monstruos con trajes y vestidos, como si fuesen una muestra representativa de la América cotidiana, sólo que muertos. En realidad, no eran así, en absoluto. La mayoría de los infectados, los primeros, los que llegaron en aquella primera ola, murieron estando en trátamiento o en casa, en la cama. Muchos llevaban batas de hospital, o pijamas y camisones. Algunos iban con sudaderas o en ropa interior… o, simplemente, desnudos; un montón iban con el culo al aire. Les veías las heridas, las marcas secas en los cuerpos, las rajas que te hacían estremecer aunque sudaras dentro de aquellos uniformes sofocantes.
La segunda lluvia de acero no tuvo ni la mitad de impacto que la primera, porque ya no quedaban depósitos que pudieran estallar y porque, al haber tantos emes y tan apretados, se protegían los unos a los otros de recibir una herida en la cabeza. Yo no tenía miedo, todavía no; ya no la tenía tan dura pero estaba seguro de que volvería a calentarme cuando los monstruos entrasen en la zona de combate del ejército.
Tampoco pude oír los Paladins, porque estaban demasiado lejos, en la colina, aunque vi y oí cómo aterrizaban sus proyectiles. Eran HE 155 estándar, un núcleo de alta carga explosiva con una carcasa de fragmentación. ¡Causaron menos daños que los cohetes!
¿
Y por qué
?
En primer lugar, porque no había efecto globo. Cuando una bomba explota cerca de ti, hace que el líquido de tu cuerpo estalle, literalmente, como si fuese un puto globo. Eso no les pasa a los zetas, puede que porque tienen menos fluidos corporales que nosotros, o porque ese fluido es más como un gel. No lo sé. El caso es que no sirvió para una mierda, ni tampoco hubo efecto SNT.
¿
Qué es SNT
?
Sudden Nerve Trauma
[22]
, creo que lo llaman así. Es otro efecto de los proyectiles de alta potencia explosiva a corta distancia; el trauma es tan grande que, a veces, los órganos, el cerebro, todo lo de dentro se apaga como si Dios le hubiese dado a tu interruptor. Tiene algo que ver con impulsos eléctricos o algo así. ¿Qué se yo? No soy un puto médico.
Pero no pasó
.
¡Ni una vez! Es decir…, no me entienda mal, no es que los zetas saliesen ilesos de la cortina de fuego; vimos cuerpos en pedazos, volando por los aires, destrozados, incluso cabezas enteras y vivas, con ojos y mandíbulas moviéndose, que salían disparadas como corchos de champán. Sí, funcionaba, ¡pero no estaban cayendo tantos ni tan deprisa como necesitábamos!
La ola se convirtió en marea, una inundación de cuerpos que se arrastraban y gemían, pasando por encima de sus hermanos mutilados, acercándose a nosotros a un ritmo lento y constante, como si fuese una ola a cámara lenta.
La siguiente zona de combate consistía en fuego directo del armamento pesado, los 120 del tanque y los Bradleys, con sus metralletas y misiles FOTT. Los Humvees también empezaron a abrirse: morteros, misiles y los Mark-19, que son como metralletas que disparan granadas. Los Comanches bajaron hasta darnos la impresión de estar a pocos centímetros de nuestras cabezas, disparando con metralletas, Hellfires y cohetes Hydra.