Flashman y la montaña de la luz (56 page)

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Authors: George MacDonald Fraser

Tags: #Humor, Novela histórica

BOOK: Flashman y la montaña de la luz
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Esta broma militar todavía funcionaba en la segunda guerra mundial. Sólo el Noveno de a pie (Royal Norfolk) podía tener a una dama en sus barracones, porque la «dama» era la figura de Britannia que figuraba en la insignia de su gorra.
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Porteador de agua.
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Bolsas de lona para transportar agua.
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Casa nativa.
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Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la conducta de la caballería
sij
. Uno describe sus avances como dudosos, Fortescue dice que eran estacionarios, pero un testigo presencial dijo que era «la visión más espléndida de la campaña, con los caballos caracoleando y saltando, y la brillante luz del sol relampagueando desde las armaduras de acero y las lanzas, llegaron a paso rápido desde cuatrocientos metros de las líneas británicas». El biógrafo de Gough apenas los menciona. Obviamente, depende del punto de vista, pero Flashman probablemente tiene razón al pensar que la intervención de White fue decisiva.
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Este incidente es cierto. Gough, «con mi valiente ayudante» (C. R. Sackville West; obviamente se había olvidado de Flashman) fue cabalgando en cabeza para atraer el fuego del khalsa, y tuvo éxito. Fue criticado por correr un peligro innecesario. Por otra parte, se adujo que el efecto en la moral de sus tropas fue considerable. El propio Gough probablemente nunca pensó en el peligro ni en la moral; al parecer, actuó de forma emocional, dejándose llevar por el entusiasmo del momento.
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El relato de Flashman de los dos días de Firozabad es tan completo y exacto que poco hay que añadir a lo dicho por él. Por ambas partes fue una batalla de oportunidades perdidas: los británicos podían haber ganado el primer día, pero se quedaron sin luz (gracias a Hardinge, de acuerdo con los que apoyaban a Gough) y en la confusión de la lucha nocturna perdieron la ventaja que tenían. Los
sijs
podían haber vencido a las fuerzas de Gough la tarde del segundo día, pero la traición de Tej les arrebató la victoria. Un punto que Flashman no menciona es que Tej, al parecer, esperó hasta que estuvo seguro de que la fuerza defensiva de Lal Singh había sido completamente desalojada (algunos habían desertado por la noche, incluyendo al propio Lal, cuyo cuartel general fue atacado y saqueado por los furiosos
akalis
).

Se ha sugerido que la primera noche de batalla los oficiales británicos habían decidido rendirse. Un historiador
sij
lo dice de forma bastante clara, citando el diario de Robert Cust, un joven oficial político que ni siquiera estuvo en Firozabad. De hecho, está claro por los documentos tanto de Gough como de Hardinge que nunca se contempló esa posibilidad. Hardinge dice claramente que se le acercaron varios oficiales «con tímidos consejos de retirada» y que él los rechazó de plano. Gough también fue interpelado por algunos oficiales («algunos de rango y en posiciones importantes») que le apremiaban para que se retirara, dos de ellos diciendo que hablaban de parte de Hardinge. Gough no les creyó, reafirmó sus intenciones de seguir luchando y consultó con Hardinge, que rechazó las excusas de los oficiales y estuvo de acuerdo con Gough en que «la retirada no debía ser considerada por el momento». Era evidente que algunos estaban a favor de la retirada (aparte del desgraciado Lumley); pero también está claro que Gough y Hardinge les dieron poca cancha.

Flashman se ha metido a fondo con Tej Singh, suscribiendo la opinión general de que fue sólo la traición lo que hizo cambiar el curso de la guerra. Que Tej era un traidor parece obvio, pero es posible que las razones que dio para no atacar a las exhaustas fuerzas de Gough tuvieran alguna justificación. Él probablemente no sabía, por ejemplo, que la artillería británica estaba falta de municiones, y dudaba en atacar su posición fortificada. Es también posible que alguno de sus comandantes estuviera de acuerdo con él, por lo que les parecieron justificadas las razones militares. En cualquier caso, es difícil creer que el ejército sij volviera la espalda contra la voluntad unida de sus mandos militares, simplemente por la palabra de Tej.

La espada de Napoleón, regalo de Wellington a Hardinge, fue devuelta a Firozabad, y el doctor Hoffrneister, del séquito del príncipe Waldemar, murió el primer día. (Véase Rait, Hardinge, Fortescue, Compton,
Autobiography of Sir Harry Smith
, ed. por G. C. Moore Smith, vol. II, 1901; y Cunningham, Broadfoot, M’Gregor y
History of the Bengal European Regiment
, por P. R. Innes, 1885.)
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Comandantes de artillería.
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Ésta fue, en efecto, la excusa que Lumley le dio a Hardinge por aparecer con traje informal. (Véase Hardinge.)
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Las actitudes de Flashman hacia sus superiores militares varían del afecto (Colin Campbell, Gough, Scarlett) al odio (Cardigan), con diferentes grados de respeto (Ulysses Grant, Hugh Rose, Hope Grant), desprecio (Raglan, Elphinstone) y divertida ansiedad (Custer), y la mayoría de ellas son comprensibles. Resulta menos obvio por qué le disgustaba tanto Hardinge, porque el gobernador general parecía ser un hombre bastante amigable y no era impopular. Su retrato no muestra ningún asomo de la pomposidad y frialdad que Flashman encontró en él. Es bastante probable que su antipatía mutua e instantánea fuera culpa de nuestro héroe. Disfrutando la euforia de haber hecho un buen servicio por una vez, es probable que mostrara descaradamente su desfachatez natural y se mostró menos inclinado de lo habitual al disimulo (como atestigua su insólito desplante con Littler). El alegre joven político sin duda hacía aflorar lo peor de Hardinge, y Flashman, hombre de odios rápidos, se lo devolvió con creces en un retrato que probablemente no hace justicia al gobernador general, especialmente en lo que concierne a Gough. Seguramente Hardinge fue sincero al escribir a Peel que Gough «no era el oficial a quien se debería confiar la dirección de la guerra», y no se le puede culpar por buscar el nombramiento de un comandante en jefe menos lanzado. El desastre se había evitado por puro milagro, y el gobernador general podía sentirse muy nervioso ante un general a quien oyeron decir una vez, cuando sus cañones se quedaron sin munición: «¡Gracias a Dios, así podremos ir a por ellos con la bayoneta!». Al mismo tiempo, Hardinge no supo reconocer que la mayoría de las dificultades de Gough las había creado el propio Hardinge, y podría ser cierto que, como sugiere el biógrafo de Gough, el gobernador general tuviera una cierta tendencia «a atribuirse a sí mismo todas las acciones nobles» y quedarse con todo el mérito por el éxito. Si tenía razón en pasar por encima de Gough en Firozabad, no podemos saberlo. Quizá pudiera haber prevenido una catástrofe o conseguido que Gough ganase una victoria con un coste menor en vidas humanas. Era una situación curiosa y difícil para ambos, y dice mucho a favor de ellos que quedasen en buenos términos y cooperasen eficientemente durante toda la campaña. Gough nunca supo nada de la carta a Peel, y aunque Flashman (irritado ante la sugerencia de que los políticos tenían poca utilidad) podía estar en desacuerdo, probablemente esto se debió al tacto de Hardinge. (Véase Rait.)
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Los árboles de Navidad fueron reintroducidos en Inglaterra por el príncipe Alberto después de su matrimonio con la reina Victoria en 1840.
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Gough y Hardinge repitieron, en Sobraon, su querella de Firozabad. Gough quería hacer un ataque frontal, pero Hardinge insistió en que debía esperar a la artillería pesada de Umballa (Gough, de hecho, había pedido aquellos cañones hacía semanas, y Hardinge se los había rehusado). El gobernador general propuso que se atacara cruzando el río y cayendo sobre la posición de reserva de los
sijs
, pero Gough vetó esa posibilidad.
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Oficial subalterno.
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Asunto.
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Esta escena está descrita con todo detalle por Gardner. Dice que la fuerza de la guardia de la Rani era de cuatro batallones.
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«La Rani solía preguntarse por qué no hacer una alianza matrimonial… con algún oficial, que pudiera tratar los asuntos de Estado con ella. Se hacía llevar retratos de todos los oficiales, y tomó un interés especialmente por uno de ellos, y dijo que seguramente sería un lord. No ha trascendido el nombre del afortunado individuo, y, para mortificación de la maharaní, el asunto no fue más allá. Consideraba que un matrimonio semejante habría asegurado su propio futuro y el de su hijo.» (Véase Gardner,
Memoirs
, p. 273.)
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Los planos de las fortificaciones del khalsa fueron obtenidos realmente por los británicos, pero al parecer no añadieron gran cosa a lo que ya sabían.
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Ciertamente se refiere al curioso caso del capitán Battreau que, luchando como joven soldado del ejército francés, en la guerra franco-prusiana de 1870, llevaba un rifle Chassepot, número de serie 187017. En 1891, durante una escaramuza en la selva de Dahomey, Battreau, ya oficial de la Legión Extranjera, desarmó a un enemigo y descubrió que el arma que había capturado era el mismo Chassepot que él había manejado a finales de la campaña de 1870. La historia fue verificada por P. C. Wren, que era también ex legionario, y la incluyó en su obra
Flawed Blades
(1932). Flashman murió en 1915, y su propio servicio en la Legión precedió al de Battreau en muchos años, así que parece probable que leyera la historia en un periódico francés en 1891.
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Comandante de diez soldados de caballería.
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[133]
Shillelagh
: garrote de roble usado sobre todo por los irlandeses. (N. de la T.)
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El escondite privado que Tej Singh se había hecho construir en Sobraon era tal como lo describe Flashman. Fue construido de acuerdo con las especificaciones dadas por un astrólogo brahmin: la circunferencia interior era trece veces y media la medida de la cintura de Tej, y la propia pared tenía un espesor de 333 granos de arroz largo puestos en fila. Tej perdió más tiempo supervisando este edificio que con sus deberes como comandante en jefe, retirándose al interior de éste frecuentemente para rezar. La ayuda para las medidas fue prestada por un ingeniero europeo (probablemente Hurbon) sirviéndose de una regla. (Véase Carmichael Smyth.)
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El coronel Hurbon, de origen español, fue el único oficial europeo que sirvió contra los británicos en la guerra
sij
. Se dice que diseñó las fortificaciones de Sobraon, que el historiador Cunningham, que también era ingeniero, despreció como poco científicas. Quizá lo fueran, ya que la superioridad numérica no bastó para defenderlas. Gardner le describe simplemente como «un buen soldado» y hace hincapié en su valor.
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Casi con toda certeza se trataba de Sham Singh Attmiwala, un veterano con más de cuarenta años de servicio que condujo la última actuación del khalsa en Sobraon. (Véase Khushwant Singh, M’Gregor.)
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Sobraon fue la batalla decisiva de la guerra
sij…
quizás una de las batallas decisivas de la historia, porque aseguró a Gran Bretaña en la India durante otro siglo, con todo lo que eso implicaba para el futuro de Asia. Gough la describió como la Waterloo india (un apelativo que Flashman une a Firozabad) y hay poca controversia al respecto: por una vez, la traición jugó una pequeña parte en lo que fue una lucha noble entre el khalsa y la Compañía. La suerte se mostró esquiva con los
sijs
en cuanto la inusual crecida del Satley les negó cualquier posibilidad de retirada y de luchar otro día. Confinados allí, sólo pudieron luchar hasta la derrota, lo cual hicieron con tal disciplina y coraje que excitó la unánime admiración del enemigo, y en particular de Gough. «La política me ha impedido mostrar públicamente mis sentimientos sobre la espléndida valentía o los actos de heroísmo mostrados por el ejército
sij
—escribió—. Sentí ganas de llorar al presenciar la espantosa matanza de un ejército de hombres tan entregados.» Thackwell, que dirigía la caballería británica, dijo simplemente: «No salieron corriendo». Hardinge escribió: «Pocos escaparon; ninguno, según se dijo, se rindió». Hay diferentes opiniones entre los historiadores con respecto a un tema: el colapso del puente de barcas. Muchos creen que fue destruido deliberadamente por Tej Singh, que salió huyendo durante la batalla y supuestamente quitó una de las barcazas de la parte central. Por otra parte, Charles Hardinge lo vio hundirse, y su relato, como el de Flashman, sugiere que no se rompió hasta que el peso de los fugitivos hizo que se hundiera: «Vi el puente en aquel momento repleto de cañones, caballos y soldados de todas las armas, balanceándose a un lado y a o.tro, hasta que al final con un estruendo todo desapareció… El río se llenó con una masa forcejeante de hombres».

Las pérdidas
sijs
fueron de unos diez mil hombres frente a los trescientos veinte muertos y más de dos mil heridos del lado británico, pero hay que recordar que la mayoría de los del khalsa murieron en el río, y durante un tiempo la batalla tuvo que librarse a cuchillo. Después del rechazo de ese primer ataque, Gough lanzó un asalto a la derecha y al centro, y su comentario mientras contemplaba a los hombres de Gilbert atacando los baluartes, fue: «¡Buen Dios, van a ser aniquilados!». (Véase Hardinge, Innes, Rait, Khushwant Singh y otros.)
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El que más tarde fuera mariscal de campo lord Napier de Magdala (1810-1890), famoso por la campaña más afortunada quizá de toda la historia imperial británica, la marcha de Magdala, Abisinia (1868), en la cual se cree que Flashman tomó parte. Napier era un soldado brillante, ingeniero y gran organizador, pero su gran devoción era el arte, y todavía tomaba lecciones a la edad de setenta y ocho años.
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