Read Flashman y la montaña de la luz Online
Authors: George MacDonald Fraser
Tags: #Humor, Novela histórica
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Terraplén.
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Llanura.
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Cuando Flashman habla del khalsa quiere decir simplemente el ejército del Punjab, pero el término tiene un significado mucho más profundo. Los
sijs
(«discípulos»), fundados por Nanak en el siglo XV como una secta religiosa pacífica, fueron transformados doscientos años después por su décimo y último guru, Gobind Singh, en un poder militar para resistir a la persecución musulmana. Gobind fundó el khalsa, los puros, rula hermandad religiosa que ha sido comparada con los templarios y la guardia pretoriana, y rápidamente se convirtió en la orden dirigente del
sijismo
y la encarnación de la nacionalidad
sij
. Entre las instrucciones de Gobind estaban la abolición de las castas, la adopción de los apellidos Singh y Kaur (león y leona) y las famosas cinco «k» (pulseras, pantalón corto, peine, daga y pelo sin cortar). Era una orden guerrera, que pronto contó con ochenta mil miembros, y bajo Runjeet Singh alcanzó la cumbre de su poder. El contacto con los británicos pareció haberles inspirado para formar un ejército de tipo europeo, con la asistencia de instructores franceses, italianos, británicos, americanos, alemanes y rusos. El resultado fue una fuerza soberbia, tan disciplinada y formidable como la describe Flashman, bien entrenada y equipada, y (un punto que no debe ser pasado por alto al examinar los orígenes de la guerra
sij
) decidida a la conquista. Una vez la mano de acero de Runjeet hubo desaparecido, el khalsa era el poder real en el Punjab, cuyos gobernantes tenían que ponerse en buenas relaciones con él. Los
panehes
que lo controlaban eran elegidos por hombres de acuerdo con la tradición del pueblo.
A la muerte de Runjeet, la fuerza numérica del khalsa se estimaba en unos veintinueve mil hombres, con mil novecientos ochenta y dos cañones. Hacia 1845 había alcanzado los cuarenta y cinco mil soldados de infantería regular, cuatro mil de caballería y veintidós mil hombres de la caballería irregular (
gorracharra
), con doscientos setenta y seis cañones. Parece seguro que ese número fue aún superior durante aquel año; Flashman y sus contemporáneos mencionan ochenta mil y cien mil hombres, pero cuántos de éstos serían efectivos es imposible decirlo. También usa los términos khalsa,
sijs
y punjabíes libremente cuando se refiere al ejército del Punjab; debería observarse que el khalsa tal como él lo conoció no estaba compuesto exclusivamente de
sijs
. (Para la derrota de la fuerza del khalsa en 1845, ver Carmichael Smyth,
Reigning Family
, apéndice; para notas sobre los mercenarios extranjeros empleados por Runjeet Singh, ver las
Memorias
de Gardner. También trabajos ya citados en la nota 8.)
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Mosquete afgano.
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Europeos.
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Dirigente.
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Los
akalis
eran los comandos del khalsa, una secta estricta conocida también como los Sin Tiempo, los Niños de Dios el Inmortal y los Cocodrilos; una nota al pie en la biografía de George Broadfoot los describe como «dedicados a causar desórdenes y saquear».
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Sargento mayor de caballería.
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Requerimiento.
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El Palacio de los Sueños.
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Proxenetas.
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Bravo.
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Bailarina.
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Turbante.
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Punkah
: abanico colgante, manejado por un sirviente desde el exterior. (N. de la T.)
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«Durbar», tal como lo usa Flashman, significa audiencia con la realeza, la habitación en la que se celebra esta audiencia o el gobierno del Punjab por ejemplo: «el
durbar
de Lahore».
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Como Flashman se refiere después en el manuscrito a una pistola Cooper, es probable que la pistola que entregó a Dalip Singh fuera también una Cooper. Estas pistolas se fabricaban hacia 1840 por J. R. Cooper, un armador británico, y disparaban seis tiros. (Véase
El revólver
, 1818-1865, por A. W. F. Taylerson, R. A. N. Andrews y J. Frith, 1968.)
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Literalmente, «Señor de la tierra», es decir, sir Henry Hardinge.
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Hay un misterio aquí: el «robusto peso pesado de aspecto astuto» que visitó a Flashman con Bhai Ram Singh no parece el «bueno, amable y educado fakir Azizuden» que había sido ministro de exteriores de Runjeet Singh, y estaba todavía en el candelero por aquellos tiempos, aunque murió por causas naturales unas pocas semanas después. Tanto la descripción física como el estilo no cuadran demasiado; en realidad, lo único en que el compañero de Bhai Ram se parece a Azizudeen es en su absoluta honestidad. O bien el visitante de Flashman era otro, y él simplemente se equivoca de nombre, o su memoria descriptiva le está traicionando por una vez.
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Barrendero.
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Extranjeros.
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Kunwar
: el hijo de un maharajá, y
kunwari
es presumiblemente el honorífico femenino.
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«Señor de la guerra», es decir, Gough.
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Flashman ha captado el espíritu pero trastocando ligeramente la letra de «Upon Julia’s Clothes», de Robert Herrick: «Mas cuando alcé los ojos y vi, / de sus garbosos movimientos la libertad / ¡oh, cómo me cautivó aquella beldad!».
Cita a Herrick de nuevo (p. 277), pero es dudoso que tuviera especial predilección por el poeta, o que hubiera reconocido siquiera su nombre.
Los Diarios
de Flashman abundan en erráticas alusiones literarias: el presente volumen contiene ecos de Donne, Shakespeare, Macaulay, Coleridge, Voltaire, Dickens, Scott, Congreve, Byron, Pope, Lewis Carroll, mitología escandinava y oscuras alusiones al Viejo Testamento… pero sería precipitado concluir que Flashman tenía una estrecha familiaridad con los autores; es más probable que las alusiones fueran recogidas de segunda mano de conversaciones y lecturas casuales, con dos excepciones. Él conocía personalmente a Macaulay y ciertamente había leído sus
Lays
, y al parecer sentía una genuina predilección por Thomas Love Peacock, cuyo cáustico humor y críticas de los conservadores ingleses, la economía política y las humanidades probablemente le atraían. Para el resto, podemos juzgar que las frecuentes referencias de Flashman a
Punch
, el
Tom y Jerry
de Pierce Egan y la ficción sensacionalista como
Varney el vampiro
reflejan con más fidelidad sus gustos literarios; sabemos por un volumen de su juventud que la palabra Trollope significaba sólo una cosa para él, y no era el escritor. (
Trollop
: prostituta. N de la T.)
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‘Salud’ en gaélico. (N. de la T.)
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Alexander Haughton Cambpell Gardner, «Gurdana Khan», (1785-1877) es una figura extraordinaria incluso para una época y región que vio aventureros tales como «Sekundar» Barnes el conde Ignatieff, Yakub Beg, Pottinger, Connolly, Avitabile y John Nicholson. Nació a orillas del lago Superior, en lo que ahora es Wisconsin, hijo de un cirujano escocés y una mujer anglo-española; el doctor Gardner había servido del lado americano en la guerra de la Independencia y conocía a Washington y a Lafayette. El joven Alexander pasó algunos años en Irlanda, donde al parecer aprendió artillería militar, posiblemente en el ejército británico; fue a Egipto y viajó en caravana desde Jericó a Rusia, donde su hermano era ingeniero del gobierno. Desde allí pasó a Asia Central, donde durante algunos años su vida consistió en continuas luchas, incursiones, emboscadas, huidas y exploración entre las tribus salvajes; luchó como mercenario, y durante un tiempo, al parecer era poco menos que un bandido errante —«Obteníamos la comida recogiendo contribuciones de todos los que podíamos dominar», explica en sus
Memorias
, «pero no matábamos a nadie si no era en defensa propia». Al parecer, tuvo que defenderse con mucha frecuencia, como soldado y como saqueador, y también debió escapar de los traficantes de esclavos. Fue atacado por una manada de lobos, dirigió una expedición contra Peshawar bajo la bandera sagrada del califa («ardiendo de celo religioso y deseo de hacer su voluntad en la rica ciudad») y pasó nueve meses en un calabozo subterráneo. Llegó a comandante de una región montañosa con su propio fuerte privado bajo el rebelde Habibullah Khan, que se oponía al monarca afgano, Dost Mohammed, y durante un ataque para raptar a una princesa del harén de Dost Mohammed (con sus tesoros) conoció a su primera esposa, incidente descrito en su mejor estilo lacónico:
«En el curso de una batalla en nuestra fortaleza se me permitió ver la bella cara de una joven que acompañaba a la princesa. Cabalgué durante un tiempo considerable tras ella, pretendiendo que mi respeto por la dama mayor me hacía elegir aquel lado de su camello… A la mañana siguiente, Habibulla Khan recompensó ricamente a sus seguidores, pero yo rechacé mi parte del oro y rogué que me dieran a aquella joven en matrimonio…».
Así fue, y durante dos años vivieron felizmente, hasta que Gardner volvió de una contienda en la que había perdido a cincuenta y un hombres de noventa para encontrar que su fuerte había sido atacado y su mujer se había apuñalado a sí misma antes que ser hecha prisionera; su hijito pequeño también había sido asesinado. Aunque continuó en Afganistán durante algunos años y se reconcilió con Dost Mohammed, finalmente se puso al servicio de Runjeet Singh en el Punjab, entrenando a la artillería del khalsa. Luchó en varias acciones y estaba en Lahore durante los seis años sangrientos de intrigas que siguieron a la muerte de Runjeet. Era comandante de la guardia del niño Dalip Singh y de Rani Jeendan durante la época de su encuentro con Flashman, pero era fuertemente pro-británico (entre sus amigos estaba Henry Lawrence) y creía que el futuro de la India estaría mejor servido por una comunión incluso más estrecha con el Reino Unido. En su carta «de John Bull de la India a John Bull de Inglaterra» contemplaba el desarrollo de la India como una gran nación industrial, con los indios jugando su parte en los puestos más importantes de la vida civil y militar, y siendo representados en ambas cámaras en Westminster. Físicamente, Gardner era tal como Flashman le describe: alto, orgulloso, encorvado y de constitución de acero. De resultas de una de sus numerosas heridas no podía tragar alimentos sólidos, y sólo podía beber con ayuda de un collar de acero, pero aun con ochenta años se decía que era tan activo, tan vital y divertido como un hombre de cincuenta. Hablaba un inglés que era «curioso, gráfico y maravillosamente bueno considerando sus cincuenta años entre asiáticos». La fotografía de sus
Memorias
muestra a un espléndido y viejo guerrero de nariz aguileña e hirsutas patillas, sentado con la espada en la mano y vestido completamente con tartán, incluso en el turbante emplumado. La tela procedía de un regimiento escocés de la India, pero de qué tartán se trataba no puede comprobarse por la foto en blanco y negro, y en ello subyace un pequeño misterio.
Flashman dice que era el tartán del 79 de Highlanders (Cameron), y lo describe como rojo o escarlata, lo cual es chocante, porque el kilt del 79 es en su mayoría azul oscuro, siendo un híbrido del de MacDonald con un elemento escarlata del Lochiel Cameron. Puede ser que Flashman, que conocía los tartanes militares, lo viera como «rojo» sólo por contraste con aquellos de los otros cuatro regimientos de Highlanders, que son predominantemente azul oscuro y verde. La única explicación posible es que estuviera completamente equivocado y que Gardner no llevase en realidad el tartán del 79, sino el rojo y resplandeciente Lochiel Cameron… en cuyo caso el coronel debía de ofrecer una imagen digna de ser contemplada. (Véase
Memoirs of Alexander Gardner
, ed. Hugh W. Pearce, 1890.)
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Teniente, venga aquí.
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Es posible que Kipling basase el personaje de Daniel Dravot, el héroe de
El hombre que quiso reinar
; en el doctor Harlan. Seguramente habría oído hablar del norteamericano, y hay un fuerte eco, en la aventura de ficción de Dravot en el Kafiristán (publicada en 1895), de las aspiraciones de Harlan primero al trono de Afganistán y después con éxito al reino de Ghor, tal como se describe en las
Memorias
de Gardner (publicadas en 1890). Si la historia de Harlan era verdadera es algo que no se puede comprobar. Como muchos pasajes de su asombrosa carrera, falta corroboración al respecto; por otra parte fue aceptada, junto con el resto, por autoridades como el mayor Pearse, que fue editor de Gardner, y el celebrado doctor Wolff.
Josiah Harlan (1799-1871) nació en Newlin Township, Pensilvania, hijo de un comerciante cuya familia provenía del condado de Durhan. Estudió medicina, navegó como sobrecargo hacia China, y cuando su novia norteamericana le abandonó volvió a Oriente, sirviendo como cirujano en el ejército británico en Birmania. Luego deambuló hacia Afganistán, donde se embarcó en su carrera como diplomático, espía, soldado mercenario y doble (ya veces incluso triple) agente, que tanto enfurecía al coronel Gardner. Los detalles son confusos, pero parece que Harlan, después de intentar tomar el trono de Dost Mohammed y asaltar una fortaleza, cayó en las manos de Runjeet Singh. El maharajá
sij
, que reconocía a un granuja de genio cuando lo veía, lo mandó como enviado a Dost Mohammed; Harlan, viajando disfrazado de derviche, también trabajó para subvertir el trono de Dost a favor de Shah Sujah, el exilado rey afgano; no contento con esto, se congració también con Dost y se convirtió en agente suyo en el Punjab… En efecto, servía a tres amos, cada uno contra los otros dos. Sin embargo, como señala un contemporáneo suyo con magistral ironía, aunque la vida de Harlan se complicó bastante, supo satisfacer al menos a dos de sus amos: Shah Sujah le nombró Caballero del Estribo Real y Runjeet le dio el gobierno de tres provincias que él administró hasta que, se dijo, el maharajá descubrió que estaba acuñando moneda con el pretexto de estudiar química. Incluso entonces Runjeet continuó usándole como agente, y fue Harlan quien sobornó con éxito al gobernador de Peshawar para que traicionara su provincia a los
sijs
. Entonces entró al servicio de Dost Mohammed (a quien acababa de traicionar) y fue enviado con una expedición contra el príncipe de Kunduz; fue en esa campaña cuando el patriótico doctor, según relata él mismo: «Sobrepasé el Cáucaso indio y desplegué la bandera de mi país bajo un saludo de veintiséis cañones… la bandera de las barras y las estrellas ondeaba graciosamente entre los picos helados». Lo que supuso esto no está muy claro, pero poco después Harlan consiguió obtener el trono de Ghor de su príncipe hereditario. Esto fue en 1838; un año después estaba actuando como negociador de Dost con los invasores británicos en Kabul; Dost acabó huyendo y Harlan fue visto por última vez tomando el desayuno con «Sekundar» Burnes, el agente político británico.
Hasta aquí la historia de Harlan se conoce ampliamente por el relato biográfico del misionero doctor Joseph Wolff. Ambos se encontraron brevemente durante el gobierno de Harlan en Gujarat, pero Wolff (que por supuesto nunca tuvo la ventaja de leer la presente entrega de
Los Diarios
de Flashman) confiesa que no sabe nada del norteamericano después de 1839. De hecho, Harlan volvió a Estados Unidos en 1841, se casó en 1849, organizó la Caballería Ligera de Harlan de la Unión en la guerra civil, fue dado de baja por invalidez y acabó sus días practicando la medicina en San Francisco; obviamente, debió de haber visitado de nuevo el Punjab en la década de los cuarenta, cuando Flashman le conoció. En cuanto a su apariencia y carácter, otros contemporáneos nos dicen muy poco. El doctor Wolff le describe como «un caballero alto y elegante» dado a silbar
Yanqui Doodle
, y le encontró amable y agradable. Gardner menciona que se encontró con él en Gujarat en los años treinta, pero no dice nada malo de él.
Su biógrafo, el doctor Joseph Wolff, doctor en leyes y en teología (1795-1862) fue un erudito, viajero y lingüista cuyas aventuras fueron incluso más excéntricas aún que las de Harlan. Conocido como «el derviche cristiano», y «el protestante Xavier», nació en Alemania, hijo de un rabino judío. Durante su «carrera extraordinariamente nómada» se convirtió al cristianismo, fue expulsado del catolicismo por cuestionar la infalibilidad del papa, corrió por Oriente Medio y por el Extremo Oriente en busca de las tribus perdidas de Israel, predicó el cristianismo en Jerusalén, naufragó en Cefalonia, fue capturado por mercaderes de esclavos del Asia Central (que lo valoraron sólo en dos libras con cincuenta, para su disgusto), y caminó mil kilómetros a través de Afganistán «en estado de desnudez» de acuerdo con el
Diccionario Nacional de Biografías
. Protagonizó un arriesgado retorno a Afganistán en busca de agentes secretos británicos, Stoddart y Connolly, y escapó a la muerte a manos del verdugo por los pelos. En distintas ocasiones, el doctor Wolff habló en el Congreso de Estados Unidos, fue diácono en New Jersey, pastor anglicano en Irlanda, y finalmente se hizo vicario de una parroquia en Somerset. Como ha observado Flashman, había algunos tipos curiosos en aquella temprana época. (Véase Gardner,
The Travels and Adventures of Dr. Wolff
, 1860;
Dictionary of American Biography
, D.N.B.)
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