El secreto de los Assassini (12 page)

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Authors: Mario Escobar Golderos

Tags: #Aventuras, Histórico, #Aventuras, Histórico, Intriga

BOOK: El secreto de los Assassini
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—Un soldado romano no se deja comprar por nada o por nadie —dijo Claudio frunciendo el ceño.

—Eso mismo dijo Augusto cuando me reuní con él en la isla de Samos.

—¿Con Augusto, Octavio Augusto? —preguntó Claudio sorprendido.

—Sí. Un gran hombre, pero podía haberle convertido en un dios si no hubiera sido tan orgulloso.

—Pero eso fue hace más de setenta años. ¿Cuál es tu edad?

El hombre miró temeroso a la sacerdotisa. Ella apretó con fuerza el rubí entre sus manos y comenzó a reírse a carcajadas. Cientos de hombres le habían hecho la misma pregunta durante siglos.

26

El Cairo, 5 de enero de 1915

El camino de regreso fue mucho más rápido. En uno de los poblados consiguieron dos caballos. Lincoln y Alicia lograron llegar hasta Suakin en la costa del mar Rojo y tomar un barco en el puerto. Los asaltantes no se habían llevado el dinero ni la mayor parte de los víveres y, aunque habían matado a los camellos que no habían utilizado para llevarse a sus rehenes, no habían visto los asnos que había a las orillas del río.

A pesar de lo rápido de la marcha, Alicia y Lincoln se sintieron angustiados. No sabía cuál había sido la suerte de sus amigos. Sin duda, ellos habían regresado por el desierto hasta algún lugar por la costa y les sacaban por lo menos un día de ventaja. No era mucho, pero si aquellos hombres averiguaban lo que querían, la vida de Hércules, Yamile y Garstang no valdría nada.

La llegada a Suez y la partida a El Cairo la realizaron el mismo día. Una vez en la capital se inscribieron en el hotel Shepheard's. Después de meses de privaciones, en el hotel podían disfrutar de camas confortables, almohadas y agua caliente; pero mientras sus amigos permanecieran secuestrados, no se sentían con fuerzas para disfrutar de ninguna de sus comodidades.

Una vez en la habitación y sin haberse cambiado de ropa, Alicia y Lincoln se sentaron en la cama y comenzaron a trazar sus planes.

—¿Por dónde vamos a empezar? —preguntó Alicia, mientras se recostaba en la cama.

—Creo que deberíamos comenzar por la iglesia de San Sergio. Los secuestradores tienen que ir hasta allí para encontrar algo, no sé el qué, pero tiene relación con el Corazón de Amón. Posiblemente lleven con ellos al arqueólogo, si se trata de una inscripción o un objeto, él es el más indicado para reconocerlo. Tal vez, también se encuentre con ellos Yamile, no creo que se arriesguen a ir con Hércules.

—La iglesia de San Sergio está en el barrio copto. Ellos debieron de llegar ayer, estarán impacientes por encontrar lo que buscan y deshacerse de los rehenes. ¿No crees que irán hoy mismo a la iglesia?

—Casi con total seguridad. Aunque esperarán a la noche. No se pueden presentar allí a plena luz del día, con varios occidentales secuestrados —dijo Lincoln acercándose al espejo. El viaje le había envejecido, pero sin duda lo que más le sorprendió fueron sus ojos apagados.

—Deberíamos advertir al cónsul general británico de lo que está sucediendo.

—No estoy seguro de que sea lo más adecuado. Si avisamos al cónsul, no podremos buscar en la iglesia la clave que los secuestradores necesitan, pero si la tenemos en nuestro poder será más fácil negociar con ellos.

—Pero los dos solos no podemos enfrentarnos a esos asesinos profesionales —dijo Alicia.

Llevaba muchos días intentando encontrar una solución, pero no era fácil. Si perdían la oportunidad de liberar a sus amigos en la iglesia de San Sergio, posiblemente eso era lo mismo que firmar su condena a muerte. Además, un grupo de soldados asustaría a los secuestradores y se alejarían de la iglesia antes de que ellos les vieran.

—Yo también me siento confundida. Si le sucediera algo a Hércules, no sé qué haría —dijo Alicia, con los ojos inundados de lágrimas.

Lincoln se acercó a ella y le puso una mano en el hombro. Durante el viaje, la soledad y el desasosiego les había unido, pero Lincoln siempre evitaba el contacto físico. No quería aprovecharse de la situación de vulnerabilidad de Alicia para conseguir su afecto. No dudaba que ella sentía algo por él, pero no estaba seguro de que se tratara de algo más que simple aprecio y amistad.

—No se preocupe, los encontraremos. Eso si Hércules no ha logrado escaparse, ya sabe que es capaz de hacerlo —dijo Lincoln suavemente.

Alicia apoyó su cara en el hombro de Lincoln y durante unos segundos no hablaron. Después, levantó la cabeza y miró a los ojos del hombre. Sin mediar palabra acercó sus labios y lo besó. Lincoln apenas reaccionó. Abrió mucho los ojos e intentó pensar en algo, pero tenía la mente en blanco. Entonces Alicia lo volvió a besar, el corazón de Lincoln comenzó a bombear con fuerza. Ahora estaba seguro de que ella también lo amaba.

27

El Cairo, 6 de enero de 1915

Llevaban semanas con los ojos vendados y amordazados. Primero por el desierto, después en el barco y ahora en un viejo almacén en el Gran Zoco de El Cairo. El olor a especias era muy fuerte. Sin duda se encontraban en los sótanos de una de las tiendas en la zona de las especias. Hércules había logrado desatarse en parte, pero por ahora prefería mantenerse quieto y esperar. Un hombre les guardaba de día y de noche. No podía verlo, pero escuchaba sus pasos por la sala, sentía su presencia y en ocasiones le oía rezar o cantar en voz baja. El único momento de descuido era cuando los secuestradores cambiaban la guardia. Apenas unos segundos, pero suficientes para terminar de desatarse, liberar a Yamile y Garstang e intentar abatir a sus secuestradores.

Hércules desconocía la suerte de Lincoln y Alicia, pero confiaba en que hubieran escapado y estuvieran a salvo. Con casi total seguridad les esperarían en la iglesia. Por eso dudaba si posponer su plan hasta que estuvieran allí, con el apoyo de sus amigos la huida sería más fácil.

La puerta comenzó a abrirse y Hércules temió que fuera el momento. La poca luz que entraba por una rejilla en el techo y le daba directamente sobre la venda de los ojos le indicaba que aún seguía siendo de día. Sus secuestradores no podían arriesgarse a sacarles de allí a plena luz del día.

Se escucharon unos pasos. Parecían de varios hombres. Una voz suave y delicada dijo algo en árabe que Hércules no logró entender. Después se dirigió hacia ellos.

—En nombre de Alá el misericordioso, paz a vosotros. Mi nombre es Al-Mundhir, soy su anfitrión, sé que no se encuentran cómodos, pero lo hacemos por su seguridad. En unos momentos les quitaremos la venda de los ojos y podrán comer algo arriba en el salón. No quiero que piensen que somos unos salvajes —dijo la voz.

El hombre comenzó a dar órdenes y varios de sus esbirros levantaron a los prisioneros y los arrastraron al piso superior; mientras ascendían a trompicones por la escalera, Al-Mundhir les advirtió:

—Cuando estén arriba será mejor que no intenten gritar o escaparse. No querría matarles antes de tiempo.

Llegaron a una sala amplia y perfumada. Los hombres les quitaron rudamente las vendas y el impacto de la luz los cegó por unos instantes.

28

El Cairo, 7 de enero de 1915

—Por favor, acomódense —dijo Al-Mundhir señalando los confortables cojines de la alfombra—. No quiero que vayan hablando mal de los nazaríes a nadie.

—¿Por qué nos han capturado? ¿Qué quieren de nosotros? —preguntó Garstang perdiendo los nervios.

—Cálmese, profesor Garstang. Lo conocemos todo de usted. Llevamos años vigilándolo. Sabíamos que la joya fue realizada en Meroe, que de allí partió al Bajo Nilo. Aquí tengo todo sobre su vida: «John Garstang nacido el 5 de mayo de 1876. Hijo del Dr. Walter Garstang, de Blackburn, y hermano menor de Walter Garstang, biólogo marino y zoólogo. Se educó en la Queen Elizabeth's, Blackburn y en el Jesus College de Oxford. Después de los estudios de matemáticas en Oxford, se centró en la arqueología. De 1897 a 1908 dirigió las excavaciones en sitios romanos en Gran Bretaña, Egipto, Nubia, Asia Menor y el norte de Siria. En los últimos cinco años ha estado investigando en el Sudán y Meroe». ¿Me he olvidado de algo?

—Sí —contestó el arqueólogo, molesto—. Soy profesor de arqueología en la Universidad de Liverpool desde 1907.

—Bueno, tendremos que actualizar la información —dijo Al-Mundhir.

—Pero eso no responde a mi pregunta —dijo Garstang.

El árabe lo miró con desprecio y, dirigiéndose a Hércules, le dijo:

—Usted es Hércules Guzmán Fox, ¿verdad? Nos costó encontrar algo sobre usted, pero en su embajada fueron muy amables. Ex oficial de la Armada española, suspendido por deshonor e insubordinación, heredó una gran fortuna y desde entonces se dedica a vagar por el mundo.

Después, dirigiéndose a la mujer, sonrió y le dijo:

—Yamile es una vieja conocida. Le prometimos la libertad a cambio de la joya, pero ella pensó que podía obtener las dos cosas al mismo tiempo.

Hércules observó la cara inmutable de la mujer. ¿Cómo había estado tan ciego? Ella lo había utilizado desde el principio. Su encuentro en la iglesia de San Sergio había sido casual, pero después ella comprendió que sería más fácil llegar a Meroe con su ayuda.

—Señor Garstang, su conocimiento sobre Meroe y el culto al dios Amón nos serán de gran ayuda. Hasta donde conocemos, la inscripción debe de encontrarse en la iglesia. Pero hay que saber qué se busca para encontrarla. Además, tendremos que descifrarla —dijo Al-Mundhir.

—No comprendo por qué nos retienen. Si querían la joya ya la tienen, también saben dónde está la inscripción. Hay decenas de hombres que pueden leer jeroglíficos —dijo Garstang.

—Perdimos el secreto una vez, hace mucho tiempo. La joya nos fue arrebatada, pero ahora está de nuevo en nuestro poder —dijo Al-Mundhir.

—Pero ¿quiénes son los nizaríes? —preguntó Hércules.

—¿No conoce nuestra historia? En otro tiempo fuimos muy famosos en Occidente. Aunque el nombre que utilizaban era el de
assassini,
nuestros enemigos también nos llamaron
hashshashín,
de la que procede el término «asesino» en su lengua.

—¿Asesinos? —preguntó Hércules.

—Los historiadores hablan de ellos en sus libros. Fueron una secta religiosa ismailí de Oriente Medio; para ser más exactos, comenzaron a actuar en Persia. Entre los siglos
viii
y
xiii
, aterrorizaron a musulmanes y cristianos, pero su fama comenzó a crecer después del siglo
xi
por su actividad estratégica de asesinatos selectivos contra dirigentes políticos o militares. En ese período, tuvieron su sede principal en la fortaleza de Alamut, en los montes Elburz, al norte del actual Irán —dijo Garstang.

—Veo que usted también ha aprendido la lección —dijo Al-Mundhir.

El arqueólogo arqueó la ceja y continuó con su explicación:

—El grupo era una comunidad de partidarios del ismailismo en Irán, es decir, una secta minoritaria del chiísmo. El gran centro de poder ismailí era el califato Fatimí con sede en El Cairo. En 1090, para ponerse a salvo de las persecuciones, y dirigidos por el carismático Hasan al-Sabbah, tomaron la fortaleza de Alamut, una posición inexpugnable en las montañas, al sur del mar Caspio.

—Pero lo que usted no sabe, es que Hasan descubrió el secreto del Corazón de Amón y lo llevo consigo a Alamut —dijo Al Mundhir.

—Ahora lo entiendo, por eso Hasan tenía la fama de ser inmortal y de haber escapado de la muerte mil veces —dijo Garstang.

—Alamut era el castillo más conocido de nuestro grupo, pero poseíamos muchas otras plazas fuertes en Persia y Siria, con las fortalezas formábamos una red cohesionada y bien comunicada, que aterrorizaba a los visires, califas y emires. Nuestros castillos eran inexpugnables. Desde nuestros refugios, enviábamos nuestros misioneros al resto de Persia, Siria e incluso a la India. Todos los sultanes nos temían —dijo con una sonrisa Al-Mundhir.

—Bueno, hubo quién se enfrentó a su poder —apuntó Garstang—. Los sultanes emprendieron varias acciones militares contra los ismailíes, que no tuvieron gran éxito. En revancha, los ismailíes aterrorizaron a sus enemigos con su estrategia del asesinato político y la amenaza. Una de sus primeras víctimas fue el visir Nizam al-Mulk en el año 1092.

—Todos creyeron que Hasan había muerto al poco tiempo de llegar a Egipto. Tuvo que recorrer muchos lugares antes de encontrar su hogar. Vivió en Persia, en Isfahan, después viajó a Egipto en el año 1076. Fue entonces cuando descubrió la iglesia de San Sergio y el secreto del Corazón de Amón —dijo Al-Mundhir.

—¿Quién le mostró la joya y su poder? —preguntó Hércules.

—El gran visir del califa, Bard al-Yamali. El visir había descubierto el Corazón de Amón por casualidad. Una mañana en el barrio copto se dirigió hasta las proximidades de la iglesia. La vio vacía y entró a curiosear. No es normal que un musulmán entre en un templo cristiano, pero allí se veneraba la estancia de Jesús en Egipto y los musulmanes consideramos a Jesús uno de los mayores profetas de la antigüedad. La iglesia estaba desierta, la recorrió con tranquilidad y después bajó a la cripta donde se guardaban restos de la Familia Sagrada en Egipto. Allí se encontraba un viejo. Nunca había visto a alguien tan anciano en su vida —dijo Al-Mundhir.

—Una historia increíble —dijo Garstang—. ¿Quién se la contó a usted?

—Está escrita en la Crónica de los Nizaríes —dijo el árabe.

—Nunca había escuchado nada sobre ese documento.

Al-Mundhir dio una orden y uno de sus hombres trajo un gran códice. Dejó el libro sobre un gran atril y con una guía de oro comenzó a leer.

29

El Cairo, año de gracia de 1075

«Mis ojos miraron el rostro de la muerte. Aquel anciano de ojos hundidos, barba larga y enmarañada, de pelo blanco y piel pálida, parecía venir de otro mundo. Del lugar donde los demonios descansan. Se dirigió a mí con gran familiaridad y sin temor, como si no supiera que yo era el gran visir Bard al-Yamali.

—He esperado mucho tiempo a que vinieras —dijo la voz cansada del anciano.

Me sobresaltó más su expresión seca y angustiada que las palabras que me había dedicado. Pensé que se trataba de uno de esos peregrinos locos que viajaban a los lugares sagrados para cumplir votos a Cristo.

—Venerable anciano. Ni yo sabía que esta mañana estaría aquí. ¿Cómo lo sabíais vos? ¿Sois acaso agorero?

—Hay cosas que los hombres saben y los dioses desconocen —contestó enigmático.

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