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Authors: Colleen McCullough

Tags: #Histórica

El primer hombre de Roma (68 page)

BOOK: El primer hombre de Roma
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Pero cuando el mayordomo fue a abrir la puerta, introduciendo el deslumbrante fulgor de la lámpara en el frío y fétido dormitorio, estaba sentada en el borde de la cama con los ojos secos y apaciguada. Se puso en pie y salió del cuarto delante de él, cruzando el vasto y lujoso atrium hasta el despacho de su hermano.

—¿Y bien? —inquirió Druso.

—Me desposaré con Quinto Servilio —contestó ella.

—Muy bien; pero te exijo algo más, Livia Drusa.

—Te complaceré en todo lo que quieras, Marco Livio —dijo ella, imperturbable.

—Bien —dijo él, dando un chasquido con los dedos, e inmediatamente acudió el mayordomo—. Que lleven vino con miel y pastelillos a la sala de estar del ama Livia Drusa y que su doncella le prepare el baño.

—Gracias —dijo ella, lacónica.

—Es un placer hacerte feliz, Livia Drusa, siempre que te comportes como una buena romana y hagas lo que debes. Espero que te muestres con Quinto Servilio como cualquier joven a quien alegra el matrimonio. Le dirás que te complace y le tratarás con absoluta deferencia, respeto, interés y dedicación. En ningún momento, ni siquiera en la intimidad del dormitorio cuando estéis casados, le darás el más minimo indicio de que no es el marido que deseas. ¿Comprendes? —inquirió con severidad.

—Comprendo, Marco Livio —respondió ella.

—Ven conmigo.

La condujo al atrium, en cuyo rectángulo cenital comenzaba a clarear la luz perlada, más pura que la de las lámparas y más débil pero más luminosa. En la pared había un pequeño altar a los dioses del hogar, los Lares y los Penates, flanqueados por unas preciosas miniaturas de templos que albergaban las imágenes de los hombres famosos de la familia, desde su difunto padre el censor hasta los primeros antepasados. Y allí, Marco Livio Druso le hizo prestar el terrible juramento a los terribles dioses romanos, carentes de imagen y mitología, de humanidad, simples personificaciones de cualidades mentales y no divinidades con figura de seres reales; y para no incurrir en su desagrado, Livia Drusa juró ser una amante esposa de Quinto Servilio Cepio hijo.

Después la dejó marchar a su sala de estar, en donde la esperaban el vino con miel y los pastelillos. Livia Drusa dio unos sorbos de vino e inmediatamente se sintió mejor, pero su garganta rechazaba la simple idea de deglutir un solo pastelillo; los dejó a un lado, sonriendo a la doncella, y se levantó.

—Voy a bañarme —dijo.

Aquella tarde, Quinto Servilio Cepio y su hermana, Servilia Cepionis, acudieron a cenar con Marco Livio Druso y su hermana Livia Drusa, en amigable cuarteto con planes matrimoniales. Livia Drusa actuó en conformidad con su juramento, dando gracias por no ser de familia muy risueña, por lo que a nadie extrañó que permaneciese en solemne actitud, pues fue lo que todos hicieron. Con voz queda y mostrando interés, conversó con Cepio, mientras su hermano se dedicaba a atender a Servilia Cepionis, por lo que poco a poco fueron cediendo los temores de Cepio hijo. ¿Por qué habría pensado él que no le gustaba a Livia Drusa? Estaría macilenta a causa de su enfermedad, pero no cabía duda del amable entusiasmo con que acogía los magistrales planes de su hermano para celebrar una doble boda a primeros de mayo, antes de que Cneo Malio Máximo iniciara el paso de los Alpes.

Antes de la época de mala suerte. Aunque para mí todas son épocas de mala suerte, pensó Livia Drusa. Pero no dijo nada.

 

* * *

 

Hemos tenido un invierno inquietante y una primavera en la que ha imperado el pánico, escribió Publio Rutilio Rufo a Cayo Mario, en junio, antes de que llegase a Roma la noticia de la captura de Yugurta y del fin de la guerra de Africa. Los germanos por fin se han puesto en movimiento y han penetrado al sur de nuestra provincia por el curso del río Rhodanus. Se han estado recibiendo cartas urgentes de nuestros aliados galos y eduos desde finales del año pasado diciendo que sus indeseados huéspedes, los germanos, iban a ponerse en marcha. Luego, en abril, llegó la primera delegación edua a decirnos que los germanos habían limpiado los graneros de eduos y ambarres para cargar sus carros. Sin embargo, habían dicho que se dirigían a Hispania, y los del Senado, que creen más prudente quitar importancia a la amenaza germana, difundieron en seguida la noticia.

Suerte que Escauro no es de éstos, ni tampoco Cneo Domicio Ahenobarbo. Así que, poco después de que Cneo Malí o y yo iniciásemos el consulado, hubo una numerosa facción que nos instó a reclutar un nuevo ejército para caso de urgencia y a Cneo Malio se le encomendó reunir seis legiones.

 

Rutilio Rufo se puso tenso, como para defenderse de una invectiva de Mario, y sonrió entristecido.

 

Sí, ya sé, ya sé. No te enfades, Cayo Mario, y déjame exponerte la situación antes de que empieces a pisotearme la cabeza, ¡y no me refiero a esa masa de hueso y carne de encima de los hombros! Sé que por derecho me habría correspondido reclutar y mandar ese ejército, lo sé muy bien. Soy el primer cónsul, tengo una larga y fructífera carrera militar y hasta cierto grado de fama porque por fin se ha publicado mi manual bélico. Mientras que mi colega Cneo Malio casi no tiene experiencia.

¡Pues todo es culpa tuya! Mi relación contigo es bien sabida y creo que tus enemigos en la cámara antes prefieren que Roma perezca en un aluvión de germanos que satisfacerte a ti y a los tuyos en modo alguno. Así que, Metelo el Meneítos, el Numídico, se puso en pie y efectuó un magnífico discurso diciendo que yo era demasiado viejo para mandar un ejército y que se sacaría mayor provecho de mis innegables talentos dejándome el gobierno de Roma. Le siguieron como borregos que van tras el que los lleva al matadero y aprobaron los decretos al efecto. ¿Por qué no me enfrenté a ellos?, te oigo decir. ¡Oh, Cayo Mario, yo no soy como tú! Yo no tengo ese arranque de odio destructor que tú sientes por ellos ni tu fenomenal energía. Así que me he contentado con insistir en que a Cneo Malio se le den unos legados veteranos aptos y con experiencia, y al menos esto se ha hecho. Tiene a Marco Aurelio Escauro de ayudante: sí, he dicho Aurelio, no Emilio, pues lo único que tiene en común con nuestro amigo de la cámara es el cognomen. No obstante, sospecho que su capacidad militar es mucho mayor que la del famoso Escauro. ¡Eso espero para bien de Roma y de Cneo Malio!

En definitiva, Cneo Malio lo ha hecho bastante bien. Optó por reclutar entre el censo por cabezas y puso como ejemplo tu ejército africano como prueba de la efectividad de los proletarios. A finales de abril, cuando llegaron las noticias de que los germanos se dirigirían hacia el sur, penetrando en nuestra provincia, Cneo Malio disponía ya de seis legiones, todas de romanos o de proletarios latinos. Pero luego llegó la delegación de los eduos, y por primera vez el Senado dispone de un cálculo seguro del número de germanos que componen esta migración. Hemos sabido, por cierto, que los germanos que mataron a Lucio Casio en Aquitania, y cuyo número creíamos que totalizaba un cuarto de millón, eran en realidad tres veces menos. Así que, según los eduos, unos ochocientos mil germanos, entre guerreros, mujeres y niños, se dirigen actualmente hacia la costa de la Galia y el mar Mediterráneo. Es increíble, ¿verdad?

La cámara autorizó a Cneo Malio a reclutar otras cuatro legiones para que su ejército tenga un total de diez legiones y cinco mil soldados de caballería. Por entonces ya se había difundido por toda Italia la noticia de la llegada de los germanos, pese a los esfuerzos del Senado por calmar los ánimos. Estamos muy preocupados, sobre todo porque hasta la fecha no los hemos vencido en ningún combate. Desde tiempos de Carbo todo han sido derrotas. Y hay quienes dicen ahora, sobre todo entre la gente ordinaria, que nuestro famoso refrán de que seis buenas legiones romanas vencen a un cuarto de millón de bárbaros indisciplinados es pura merda. Ya te digo, Cayo Mario, toda Italia está atemorizada. Y yo no se lo reprocho.

Supongo que, debido al temor generalizado, varios aliados itálicos han cambiado su política de los últimos años y han aportado voluntariamente tropas al ejército de Cneo Malio. Los samnitas han enviado una legión de infantería con armamento ligero y los marsos han aportado una magnífica legión de infantería al estilo romano. Contamos con una legión mixta de Umbría, Etruria y Piceno. Así que, como podrás imaginarte, nuestros padres conscriptos están como el gato que ha cazado un ratón, pagados de si mismos y muy satisfechos. De las cuatro legiones suplementarias, tres las pagan y mantienen los aliados itálicos.

Todo eso es positivo, pero hay un aspecto negativo, claro. Tenemos una escasez abrumadora de centuriones, lo cual quiere decir que ninguna de las nuevas tropas de proletarios alistadas han recibido instrucción adecuada y la única legión de este tipo de las cuatro últimas va casi sin preparación. Su legado Aurelio sugirió que Cneo Malio repartiese a los centuriones veteranos uniformemente entre las siete legiones de proletarios, teniendo en cuenta que no más del cuarenta por ciento de todos ellos han tomado parte en combate real. Los tribunos militares son buenos y hay bastantes, pero no necesito decirte que son los centuriones quienes mantienen la coherencia de centurias y cohortes.

Con toda sinceridad, temo lo que pueda pasar. Cneo Malio no es mala persona, pero no le veo capaz de guerrear contra los germanos. Es una opinión que el propio Cneo Malio me corroboró cuando se puso en pie en la cámara a finales de mayo y dijo que no podía asegurar que toda su tropa supiera lo que se debe hacer en el campo de batalla. ¡Siempre hay quienes no saben qué hacer en el campo de batalla, pero uno no se pone en pie en el Senado a decirlo!

¿Y qué hizo el Senado? Enviar órdenes a Quinto Cepio en Narbo para que se trasladase inmediatamente con su ejército al Rhodanus y se uniese al de Cneo Malio en cuanto éste llegue allí. Por una vez el Senado no aplazó una decisión y el mensaje salió por correo a caballo y en menos de dos semanas de Roma a Narbo. Ayer recibimos su respuesta. ¡Y vaya respuesta!

Naturalmente, las órdenes senatoriales decían que Quinto Cepio se subordinase con sus tropas al imperium del cónsul del año. Todo perfectamente normal y legal. El cónsul del año pasado tiene imperium proconsular, pero en cualquier empresa conjunta es el cónsul del año el que asume el mando.

¡Ah, Cayo Mario, pero eso no le apetecía a Quinto Cepio! ¿Pensaba sinceramente la cámara que él, un Servilio patricio descendiente directo de Cayo Servilio Ahala, iba a avenirse a ser subordinado de un advenedizo y hombre nuevo que no tiene efigies de antepasados en sagrarios ancestrales, que un hombre ha llegado al consulado sólo porque nadie de mejor linaje se ha presentado a la elección? Hay cónsules y cónsules, decía Quinto Cepio. ¡Te juro que eso es lo que alegaba! En su año hubo bastantes candidatos, pero este año lo más que pudo presentar Roma fue un noble menor arruinado (yo) y un presuntuoso nuevo rico con más dinero que gusto (Cneo Malio). Así que, Quinto Cepio concluía su carta diciendo que desde luego marcharía inmediatamente hacia el Rhodanus, pero que cuando llegase esperaba encontrar un correo senatorial que le aguardase con la noticia de que se le nombraba comandante supremo de ese ejército mixto. Y añadía que con Cneo Malio a sus órdenes todo iría estupendamente.

 

La mano comenzaba a dolerle; Rutilio Rufo dejó la pluma de junco con un suspiro y se masajeó los dedos, con el entrecejo fruncido y sin mirar a nada. Se le cerraban los párpados y cabeceaba; se despabiló con un respingo y, como sentía mejor la mano, siguió escribiendo.

 

¡Qué carta tan larga! Pero es que no habrá quien te esplique las cosas con tanta sinceridad, y debes saberlas. La carta de Quinto Cepio estaba dirigida a Escauro, príncipe del Senado, y no a mí, y, naturalmente, ya conoces a nuestro querido Marco Emilio Escauro. Leyó la horrenda carta ante el Senado con patentes muestras de sádica satisfacción. Realmente, babeaba. ¡Ah, y puso los perros en danza! Hubo rostros congestionados, puños alzados y una gresca entre Cneo Malio y Metelo el Meneitos, que yo interrumpí llamando a los lictores del vestíbulo de la Curia, iniciativa que a Escauro no le gustó. ¡Oh, qué día para Marte! Lástima no haber podido embotellar aquella ardiente atmósfera para haber arrojado contra los germanos el arma más ponzoñosa con que cuenta Roma.

El resultado es que, efectívamente, habrá un correo esperando a Quinto Cepio a orillas del Rhodanus, pero las nuevas órdenes serán exactamente iguales que las anteriores. Tiene que ponerse a las órdenes de Cneo Malio Máximo, cónsul del año legalmente elegido. Es una lástima que el necio se atribuyese un cognomen como Máximo, ¿no? Algo así como regalarse una corona de hierba cuando te han salvado tus hombres y no al revés. No sólo es el colmo ese autobombo, sino que, además, cuando no se es un Fabio, lo de Máximo es de una presunción insoportable. Claro, él sostiene que su abuela era una Fabia Máxima y que su abuelo lo usaba, pero yo sé que no es cierto. Y dudo mucho lo de Fabia Máxima.

Bien, aquí me tienes, como un corcel de guerra que ha vuelto al prado, deseando encontrarme en la piel de Cneo Malio y, por el contrario, agobiado por cruciales decisiones, como, por ejemplo, si podemos dar este año una nueva capa de pez a los silos estatales después de haber pagado el equipamiento de siete nuevas legiones de proletarios. ¿Querrás creer que con toda Roma no hablando más que de los germanos, la cámara estuvo discutiendo ese tema ocho días? ¡Es para volverse loco!

Pero tengo una idea y voy a ponerla en práctica. Venzamos o nos derroten en la Galia, la voy a poner en práctica. Como en toda Italia no queda un solo hombre que llegue a la altura del zapato a ningún centurión, voy a reclutar instructores militares en las escuelas de gladiadores. Capua está llena de escuelas de gladiadores, y de las mejores. Así que, ¿no es lo más acertado, dado que Capua es el campamento base de nuestras nuevas tropas? Si Lucio Tidlipus puede contratar suficientes gladiadores para dar un gran espectáculo en los junerales de su abuelo, más lo necesita Roma. Y al mismo tiempo, te digo que voy a seguir reclutando del censo por cabezas.

Ya te mantendré informado. ¿Qué tal van las cosas en la tierra de los comedores de lotos, las sirenas y las islas encantadas? ¿Aún no has conseguido ponerle los grilletes a Yugurta? Seguro que ya falta poco. Metelo el Meneitos está un poco nervioso estos días porque no acaba de decidirse en si arremeter contra ti o contra Cneo Malio. Naturalmente, pronunció un magnífico discurso a favor de que diesen el mando a Quinto Servilio y me procuró el inopinado placer de hundirle la argumentación con unas cuantas flechas.

¡Por los dioses, Cayo Mario, cómo me deprimen! ¡No hacen más que proclamar las proezas de sus malditos antepasados, cuando lo que Roma necesita ahora es un genio militar de carne y hueso! Date prisa y vuelve a Italia. Te necesitamos, porque yo no puedo enfrentarme a todo el Senado; no puedo.

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