—Ten cuidado —gritó Gurney a su espalda.
Miró a Kim y Kyle. Parecían cansados, nerviosos y asustados.
—¿Cómo lo sabía? —preguntó Kim, que parecía tener clara la respuesta.
—¿Te refieres a cómo sabía el Buen Pastor que podía enviarte algo a la dirección de Kyle?
Ella asintió.
—Detesto la idea de que nos estuviera siguiendo, vigilándonos. Es espeluznante. —Empezó a frotarse los brazos como si tratara de entrar en calor.
—No más espeluznante que esa pequeña grabación, las gotas de sangre en tu cocina o el cuchillo en tu sótano.
—Pero todo eso lo hizo el capullo de Robby. Pero esto… Esto es cosa del asesino…, el que mató a Ruthie… y a Eric… con los picahielos. Oh, Dios mío…, ¿va a matar a todos los que hablaron conmigo?
—Espero que no… —contestó, y decidió que era mejor cambiar de tema—. Deberíamos encender la estufa. Cuando el sol se pone, baja mucho la temperatura.
—Yo me ocupo —dijo Kyle, que parecía desesperado, ansiosos por hacer algo útil.
—Gracias. Kim, ¿por qué no te sientas en el sillón al lado de la estufa? Necesitas relajarte. Hay una manta de lana en el asiento. Yo prepararé café.
• • •
Diez minutos después, los tres estaban sentados en los sillones, en torno al fuego. El olor tranquilizador de madera de cerezo, las llamas rojizas que parpadeaban en el vientre de la estufa de hierro y las tazas de café humeante en las manos les proporcionaron una pequeña dosis de tranquilidad, un oasis de paz en medio del caos.
—Estoy casi seguro de que nadie nos siguió a la ciudad —dijo Kyle—. Y estoy seguro de que hoy nadie nos ha seguido hasta aquí.
—¿Cómo puedes decir eso? —La pregunta de Kim era más una súplica para que la tranquilizaran que un reto.
—He ido detrás de ti todo el tiempo, a veces muy cerca, a ratos más lejos. No he dejado de mirar. Si alguien nos hubiera seguido, lo habría visto. Y cuando salimos de la carretera 17, en Roscoe, no había nada de tráfico.
Aquello sirvió para que Kim se tranquilizara un poco.
Gurney decidió reservarse, al menos por el momento, las preguntas que aquello le sugería, pues no quería preocupar a Kim.
—Has mencionado a Robby Meese hace un momento —dijo Gurney—. Me estaba preguntando… ¿tenía mucho contacto con Jimi Brewster?
—No, no mucho.
—¿No era el cámara del vídeo que me enviaste?
—Lo era, pero no había mucha química entre los dos. Robby se mostraba muy inseguro.
—¿Cómo?
—Cuanto más se exponía Robby a la gente implicada en mi proyecto, más parecía necesitar su aprobación. Fue entonces cuando empecé a ver un lado de él que no había visto antes, un auténtico adulador que solo pensaba en el dinero. Creo que Jimi también lo vio. Y Jimi reacciona violentamente contra este tipo de actitud.
—¿A quién adulaba?
—A casi todos. A Eric Stone, hasta que descubrió que todo lo que poseía estaba hipotecado por más de lo que valía. Luego a Ruthie, que era vulnerable y tenía dinero suficiente para interesarle. —Kim negó con la cabeza—. Menudo cabrón perverso. Y lo supo esconder muy bien durante los primeros meses de nuestra relación.
Gurney esperó en silencio a que ella continuara.
—Por supuesto, estaba Roberta, que tenía toneladas de dinero de la empresa de sanitarios de su padre —dijo la chica tras respirar hondo—. No era vulnerable. De hecho, parecía intimidar a la gente. Sin embargo, Robby nunca dejó de llamarla. Y estaba Larry, también con montones de dinero de su gran negocio de cosmética dental. Pero creo que Larry lo caló. Se dio cuenta de que necesitaba, desesperadamente, que le prestaran atención; puede, incluso, que sintiera compasión por él… Pero ¿por qué estamos hablando de esto? Robby no mató ni a Ruthie ni a Eric. No es capaz de eso. Es siniestro, pero no tanto. ¿Qué importancia tiene?
Gurney no tenía respuesta para esa pregunta. Por suerte, en ese instante sonó el teléfono. Supuso que sería, por fin, la teniente Bullard, para contarle qué le había parecido el vídeo de Brewster. Que no le llamara implicaba que estaba poniendo distancia entre ambos, probablemente por razones que tenían que ver con el procedimiento policial y con lo políticamente correcto. Miró la pantalla de identificación. No era Bullard.
Era Hardwick.
—Davey, no sé si eres consciente de esto, pero has conseguido convertirte en un pedo en el ascensor.
—¿Alguien se ha quejado?
—¿Quejarse? Si colgarte del cuello un delito grave y tirarte en el triturador de madera del sistema de justicia es una forma de quejarse, entonces sí, diría que alguien se ha quejado.
—¿Trout insiste con la cuestión del granero?
—La Unidad de Incendios del DIC tiene control nominal, pero la oficina regional del FBI se está mostrando muy interesada. Se están ofreciendo para lo que haga falta, cualquier ayuda que se pueda necesitar para investigar tu vida financiera, para descubrir si, por alguna razón, necesitas el dinero del seguro de incendios, problemas de juego, de hipotecas, de salud, de novias.
—Hijo de puta —murmuró Gurney. Empezó a pasear en torno a la mesa del comedor.
—¿Qué coño esperabas? Si amenazas con bajarle los pantalones en público, tiene que reaccionar de algún modo.
—No me sorprende su reacción, solo lo rápidamente que me estoy quedando sin tiempo.
—Hablando de lo que…, aparte de cabrear a todo el mundo, ¿hay algún progreso con tu gran revelación de la verdad oculta?
—Lo dices como si estuviera buscando algo que no está ahí.
—No he dicho eso. Solo me preguntaba si estás más cerca de lo que coño esté ahí.
—No lo sabré hasta que lo descubra. Entre tanto, ¿qué sabes del Estrangulador de las Montañas Blancas?
Hubo un breve silencio.
—Historia antigua, ¿eh? ¿Hace quince años? ¿New Hampshire?
—Más bien veinte años. En Hanover y alrededores.
—Exacto. Ya lo voy recordando. Cinco o seis mujeres estranguladas con pañuelos de seda en un periodo relativamente corto. ¿Por qué?
—Una de las víctimas del estrangulador era la novia del hijo de una de las víctimas del Buen Pastor. Era alumno de último año en Dartmouth. Y resulta que el hijo de otra víctima del Buen Pastor estaba allí al mismo tiempo, en primer año.
—¿Eh? La novia del… hijo de la… víctima… de último año…, de primer año. ¿De qué demonios estás hablando?
—Una alumna de último año de Dartmouth, que resultó ser novia de Larry Sterne, fue asesinada por el estrangulador mientras Jimi Brewster estaba en Dartmouth como alumno de Medicina.
Hubo otro silencio. Gurney casi podía ver lucecitas destellando en la calculadora mental de Hardwick. Finalmente, el hombre se aclaró la garganta:
—¿Se supone que eso significa algo? O sea, ¿qué coño…? Tenemos dos familias del noreste, cada una de las cuales perdió a un familiar a manos de un asesino en serie en el año 2000. Y resulta que diez años antes, en 1990, el hijo de una de esas víctimas era alumno de una gran universidad privada cuando la novia del hijo de otra víctima fue asesinada por un estrangulador, un asesino en serie. Es llamativo, pero creo que hay un montón de coincidencias simples que llaman la atención. ¿Piensas que Jimi Brewster era el Estrangulador de las Montañas Blancas?
—No tengo por qué, pero, solo para quitármelo de la cabeza, ¿puedes buscar en tus bases de datos, quizás entre los viejos informes del CJIS, si es que se puede acceder, los hechos básicos?
—¿Como qué?
—Para empezar, más detalles del
modus operandi
, perfiles de las víctimas, pistas, cualquier cosa que pueda sugerir una relación con Brewster.
—¿Para empezar?
—Bueno, finalmente podríamos intentar hablar con el detective que estuvo al mando de la investigación, meternos un poco más a fondo, para descubrir si el nombre de Brewster surgió en algún momento de la investigación.
Se hizo un largo silencio.
—¿Estás ahí, Jack?
—Sí, estoy pensando en el puto incordio que suponen todas estas pequeñas peticiones tuyas.
—Lo sé.
—¿Hay algún final a la vista?
—Como te he dicho antes, es obvio que me estoy quedando sin tiempo. Así que el final está cerca, de un modo o de otro. A lo mejor me queda un día más.
—¿Para hacer qué?
—Para entenderlo todo… o que quede enterrado para siempre.
Otro silencio, no tan largo.
Hardwick estornudó y se sonó la nariz.
—El caso del Buen Pastor lleva años abierto. ¿Piensas resolverlo en las próximas veinticuatro horas?
—No creo que queden más opciones. Por cierto, Jimi Brewster le dijo a Kim que tenía coartada para los asesinatos del Buen Pastor. ¿No sabrás cuál era?
Hardwick se sonó la nariz otra vez.
—Es difícil olvidarla. El asesinato de Brewster fue la última notificación que hizo el DIC al familiar más cercano. Al doctor le dispararon en Massachusetts, pero su hijo residía aquí, así que tuvimos que notificarlo nosotros, antes de que el FBI tomara el control de lo que se convirtió en una investigación interestatal.
—¿Qué lo hace difícil de olvidar?
—El hecho de que la coartada de Jimi parecía más un motivo para hacerlo, al menos en el caso de su padre. Cuando se produjeron los cuatro primeros asesinatos, Jimi estaba encerrado en el calabozo del condado, pues no pudo pagar la fianza. Estaba acusado de posesión de LSD. Su padre se negó a ayudarle y dejó que estuviera detenido durante un par de semanas. Finalmente, Jimi consiguió que una exnovia se presentara con el dinero de la fianza y lo soltaron (bullendo de rabia) unas tres horas antes de que mataran a su padre.
—¿Lo consideraron sospechoso?
—La verdad es que no. El
modus operandi
en el caso del doctor Brewster era exactamente igual que en los otros. Y Jimi no podría haberlo copiado, porque en ese punto no se habían hecho públicos los detalles.
—Así que podemos olvidarnos de Jimi.
—Eso parece. Lástima, en cierto modo. Habría encajado perfectamente en una de las posibilidades de esa lista tuya.
—¿Qué quieres decir?
—Eso de que las víctimas del Buen Pastor no eran igual de importantes. Bueno, si Jimi los hubiera matado a todos, su padre habría sido la víctima principal; los otros, habrían sido una suerte de excedente emocional, gente que conducía el mismo coche que su padre, lo cual en su mente retorcida podría hacerlos igual de despreciables, igual de merecedores de una bala. Objetivos duplicados. Culpables por asociación. —Hizo una pausa—. Oh, que se jodan. ¿Qué estoy diciendo? Todo esto no es más que jerga de psicólogos.
Cuando llegó a casa de su reunión en la clínica, exhausta e indignada, Madeleine parecía estar en su propio mundo. Después de unos pocos comentarios sobre las miserias de la burocracia, se fue a la cama con
Guerra y paz
bajo el brazo.
Poco después, Kim dijo algo respecto a que quería estar fresca y descansada para la reunión del día siguiente con Rudy Getz, dio las buenas noches y subió.
Kyle la siguió enseguida.
Cuando Gurney oyó que Madeleine apagaba su lámpara de lectura, apagó el fuego de la estufa, comprobó que puertas y ventanas estuvieran cerradas, lavó unos pocos vasos que habían quedado en el fregadero, se descubrió bostezando y decidió que era hora de acostarse.
No obstante, por cansado y sobrecargado que estuviera, irse a la cama era muy diferente de dormir. Tumbado en la oscuridad, los diferentes aspectos del caso del Buen Pastor parecían girar sobre él, desligados del mundo real.
Tenía los pies fríos y sudorosos al mismo tiempo. Quería ponerse unos calcetines, pero no se decidía a levantarse de la cama. Miró por la ventana y le sorprendió ver que la luz plateada de la luna estaba cubriendo el prado alto como la fosforescencia de un pez muerto.
Se sentía tan agitado que, finalmente, se levantó y se vistió. Salió de la habitación y se sentó en uno de los sillones que había entre la chimenea y la estufa. Todavía quedaba alguna que otra brasa en la rejilla, así que mantenía cierto calor. Sentado en el sillón, consiguió aclarar un poco las ideas, para abordar el caos con más firmeza.
¿Qué sabía a ciencia cierta?
Sabía que el Buen Pastor era inteligente, que no le afectaba la presión y que evitaba cualquier tipo de riesgo. Concienzudo en su planificación, meticuloso en su ejecución. Era absolutamente indiferente a la vida humana. Estaba decidido a impedir a toda costa que
Los huérfanos del crimen
se continuara emitiendo. Se mostraba igual de eficaz con una pistola del tamaño de un cañón que con un minúsculo picahielos.
El asesino quería, por encima de todo, evitar cualquier tipo de riesgo. ¿Esa podía ser la clave? Parecía estar en la raíz de todo. Por ejemplo: había buscado lugares ideales para perpetrar sus ataques; había escogido solo curvas hacia la izquierda para que, después de disparar, no hubiera peligro de colisión con otro vehículo; se había deshecho de cada arma después de cada asesinato, a pesar de lo caras que eran; en el asesinato de Blum se había tomado muchas molestias buscando el sitio ideal donde aparcar; había dedicado mucho tiempo a elaborar pistas falsas, desde el primer manifiesto hasta lo que había escrito en la página de Facebook de Ruth.
Era un hombre decidido a permanecer oculto, a cualquier precio.
A cualquier precio en tiempo, dinero y vidas de otras personas.
Eso planteaba una cuestión interesante: aparte de las conocidas, ¿qué otras tácticas podría haber empleado para garantizar su seguridad? O, dicho de otra manera, ¿qué otros riesgos podría haber corrido en sus asesinatos y cómo había decidido tratar con ellos?
Necesitaba ponerse en el pellejo del Buen Pastor.
¿Qué le hubiera preocupado más si hubiera pretendido disparar a alguien en un coche, de noche, en una carretera solitaria? La primera preocupación era evidente: ¿y si fallaba? ¿Y si la víctima captaba un atisbo de su número de matrícula? Era improbable, pero podía pasar.
Muchos criminales solían usar coches robados; sin embargo, el peligro de seguir conduciendo un coche robado durante tres semanas, mucho después de que el robo fuera denunciado e introducido en las bases de datos policiales, no parecía la mejor estrategia para reducir riesgos. Y la alternativa de robar un coche para cada ataque habría creado otra clase de riesgo. No era un escenario en el que el Buen Pastor se hubiera sentido cómodo.