Cuentos completos (125 page)

Read Cuentos completos Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
5.03Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Sí, no hay lugar para vosotros más cercano que las Nubes Magallánícas, si buscáis independencia. Las Nubes Magallánicas.

—Y no nos dejaríais ir. Tenéis buenas intenciones, lo sé.

—Sí, tenemos buenas intenciones…, pero no podríamos dejaros partir.

—Es una amabilidad errada.

—Tal vez, pero ¿no podríais resígnaros? Tenéis un mundo.

—Es algo que trasciende las explicaciones. Vuestra mentalidad es distinta. No podríamos resignarnos. Creo, administrador, que has pensado ya antes en todo esto. El concepto del callejón sin salida en que nos hallamos atrapados no es nuevo para ti.

Antyok se sobresaltó y detuvo el movimiento del fluoroglobo con una mano.

—¿Puedes leerme la mente?

—Es sólo una conjetura. Y creo que es válida.

—Sí…, pero ¿puedes leerme la mente? ¿Puedes leer las mentes humanas? Es interesante. Los científicos dicen que no podéis, pero a veces me pregunto si simplemente no queréis. ¿Podrías responderme? Tal vez te estoy retrasando más de la cuenta.

—No…, no. —Pero el menudo cefeida se arrebujó en su túnica y hundió el rostro en la almohadilla calefactora eléctrica del cuello—. Vosotros habláis de leer mentes. No es así en absoluto, pero sin duda es imposible de explicar.

Antyok murmuró el viejo proverbio:

—Es imposible explicar la visión a un ciego de nacimiento.

—En efecto. Este sentido que llamáis «lectura de mentes», muy erróneamente, no se aplica a nosotros. No es que no podamos recibir las sensaciones adecuadas, sino que vosotros no las transmitís, y no tenemos modo de explicaros cómo hacerlo.

—Ya.

—Hay ocasiones, por supuesto, de gran concentración o de tensión emocional por parte de uno de vosotros, en que algunos de los que somos más expertos en este sentido (más observadores por así decirlo) detectamos algo. Es impreciso. Pero a veces me he preguntado…

Antyok hizo girar nuevamente el fluoroglobo. Sumido en sus pensamientos, miraba fijamente al cefeida. Gustiv Bannerd estiró los dedos y releyó sus notas, moviendo los labios en silencio.

El fluoroglobo giraba, y poco a poco el cefeida se fue poniendo tenso, a medida que sus ojos escrutaban el brillo de gran colorido de la frágil superficie del globo.

—¿Qué es eso? —preguntó.

Antyok se sobresaltó y su rostro cobró una expresión plácida.

—¿Esto? Una moda de hace tres años, lo cual significa que este año es una reliquia anticuada. Se trata de un artilugio inservible, pero bonito. Bannerd, ¿podría ajustar las ventanas para no-transmisión?

Se oyó el suave chasquido de un contacto y las ventanas se transformaron en oscuras zonas curvadas, mientras en el centro de la habitación el fluoroglobo se transformaba en el centro de una irradiación rosada que parecía brincar en llamas ondulantes. Antyok, una figura escarlata en una habitación escarlata, lo apoyó en la mesa y lo hizo girar con una mano teñida de rojo. Al girar, los colores cambiaban con creciente celeridad, fusionándose y descomponiéndose en los contrastes más extraordinarios.

Antyok se hallaba envuelto en la turbadora atmósfera de un arco iris fúlgido y cambiante.

—La superficie es de un material que exhibe una fluorescencia variable. Casi no tiene peso y es muy frágil, pero está giroscópicamente equilibrado y rara vez se cae. Es bastane bonito, ¿no crees?

—Extremadamente bonito —asintió el cefeida.

—Pero su momento ha pasado. Ya no está de moda.

—Es muy bonito.

El cefeida parecía abstraído. Antyok hizo un gesto, Bannerd encendió la luz y los colores se disiparon.

—Eso es algo que agradaría a mí gente —comentó el cefeida, mirando el globo con fascinación.

Antyok se puso de pie.

—Será mejor que te vayas. Si te quedas más tiempo, la atmósfera puede surtir malos efectos. Agradezco humildemente tu amabilidad.

—Yo agradezco humildemente la tuya.

El cefeida también se puso de pie.

—La mayoría de tu gente, por cierto —dijo Antyok—, ha aceptado el ofrecimiento de estudiar la configuración de nuestras naves modernas. Comprenderás, supongo, que el propósito era analizar sus reacciones ante nuestra tecnología. Confío en que eso no atente contra vuestro sentido del decoro.

—No es preciso que te disculpes. Yo tengo ahora los elementos necesarios para llegar a ser un piloto humano. Fue muy interesante. Evoca nuestros propios esfuerzos… y nos recuerda que andábamos por el camino correcto.

El cefeida se marchó, y Antyok frunció el ceño al sentarse.

—Bien —le dijo a Bannerd con brusquedad—. Espero que recuerde usted nuestro acuerdo. Esta entrevista no se puede publicar.

Bannerd se encogió de hombros.

—Muy bien.

Antyok acarició la estatuilla de metal que tenía sobre el escritorio.

—¿Qué piensa de todo esto, Bannerd?

—Lo lamento por ellos. Creo entender cómo se sienten. Deberíamos educarlos para que pensasen de otro modo, y la Filosofía puede hacerlo.

—¿Eso cree?

—Sí.

—Pero no podemos dejarles ir.

—Claro que no. Eso es impensable. Tenemos mucho que aprender de ellos. Ese sentimiento que experimentan es sólo una etapa pasajera. Ya pensarán de otro modo, especialmente cuando les concedamos la más plena independencia.

—Tal vez. ¿Qué piensa usted de los fluoroglobos, Bannerd? A él le han gustado. Quizá sea un gesto apropiado pedir varios miles. Es evidente que ahora se venden muy poco, así que están bastante baratos.

—Parece una buena idea.

—Pero la Agencia nunca lo aceptaría. Los conozco.

El reportero entornó los párpados.

—Pero podría ser apropiado. Necesitan interesarse en cosas nuevas.

—¿Sí? Bien, podríamos hacer algo. Si yo incluyera su transcripción de la entrevista como parte de un informe e hiciera hincapié en el asunto de los globos… A fin de cuentas, usted es un prosélito de la Filosofía y quizás ejerciera influencia sobre gente importante, cuya palabra tendría mucho más peso que la mía en la Agencia. ¿Entiende…?

—Sí —murmuró Bannerd—. Sí.

De: JefAdm-Cef 18 A: AgProvExt

Temas: Proyecto ProvExt 2910, Parte II: Tasa de natali
dad de los no-humanos de Cefeo 18, Investigación de la. Referencia:

(a) Carta de AgProvExt Cef-N-CM/car, 115097, fechada 223/977 I.G.

Anexo:

1. Transcripción de la conversación entre L. Antyok, de JefAdm-Cef 18, y Ni-San, sumo juez de los no-humanos de Cefeo 18.

1. Se adjunta en Anexo 1 para información de la Ag
ProvExt.

2. La investigación del proyecto emprendido en res
puesta a la autorización de referencia (a) se efectúa según las nuevas líneas indicadas en el Anexo 1. Aseguramos a la AgProvExt que utilizaremos todos los medios para com
batir la nociva actitud psicológica que prevalece actualmen
te entre los no-humanos.

3. Nótese que el sumo juez de los no-humanos de Ce
feo 18 manifestó interés en los fluoroglobos. Se ha iniciado una investigación preliminar sobre este dato de la psicolo
gía no-humana.

L. Antyok, superv., JefAdm-Cef 18, 272/977 I.G.

De: AgProvExt A: JefAdm-Cef 18

Tema: Proyecto ProvExt 2910: Tasa de natalidad de los no-humanos de Cefeo 18, Investigación de la.

Referencia:

(a) Carta JefAdm-Cef 18 AA-LA/mn, fechada 272/977 I.G. 1. Con referencia al Anexo 1 de referencia (a), el De
partamento de Comercio ha despachado una remesa de cinco mil fluoroglobos para Cefeo 18.

2. Se recomienda que JefAdm-Cef 18 utilice todos los métodos para mitigar la insatisfacción de los no-humanos, en conformidad con la necesidad de obediencia a las pro
clamas imperiales.

C. Morily, jefe, AgProvExt, 283/977 I.G.

5

La cena había concluido, se había servido vino y se habían encendido los puros. La gente conversaba en grupos y el capitán de la flota mercante ocupaba el centro del grupo más numeroso. Su brillante uniforme blanco deslumbraba a sus interlocutores.

—El viaje fue cosa de nada —manifestó con jactancia—. He estado al mando de más de trescientas naves, pero nunca transporté semejante cargamento. ¡Santa Galaxia! ¿Para qué quieren ustedes cinco mil fluoroglobos en este desierto?

Loodun Antyok rió suavemente.

—Para los no-humanos. Espero que no haya sido un cargamento difícil.

—Difícil no, pero sí voluminoso. Son frágiles, y no podía llevar más de veinte por nave, con tantas regulaciones gubernamentales concernientes al embalado y a las precauciones contra las rupturas. Pero supongo que es dinero del Gobierno.

Zammo sonrió torvamente.

—¿Es su primera experiencia con los métodos del Gobierno, capitán?

—¡Santa Galaxia, no! Procuro evitarlo, desde luego; pero a veces es imposible no verse enredado. Y es engorroso, a decir verdad. ¡Tantos trámites! ¡El papeleo! Es suficiente para atrofiarte el crecimiento y helarte la sangre en las venas. Es un tumor, un engendro canceroso en la galaxia. Yo lo borraría todo de un plumazo.

—Es usted injusto, capitán. No lo entiende.

—¿No? Bien, ya que es usted uno de esos burócratas —replicó, pronunciando la palabra con una sonrisa—, ¿por qué no explica su perspectiva de la situación?

—Pues bien —contestó Antyok, con cierta agitación—, el Gobierno es un asunto grave y complejo. Tenemos miles de planetas de que preocuparnos en este Imperio, y miles de millones de personas. Supervisar el arte de gobernar, sin una organización muy rigurosa, casi escapa a la capacidad humana. Creo que hay cuatrocientos millones de hombres tan sólo en el Servicio Administrativo Imperial y, para coordinar sus esfuerzos y amalgamar sus conocimientos, necesitamos esos trámites y ese papeleo. Cada elemento, aunque parezca insensato, tiene su utilidad. Cada papel es una hebra que enlaza la labor de cuatrocientos millones de humanos. Si aboliéramos el Servicio Administrativo, aboliríamos el Imperio, y con él la paz interestelar, el orden y la civilización.

—Vamos… —dijo el capitán.

—No, lo digo en serio. Las reglas y el sistema de la organización administrativa deben ser abarcadoras y rígidas para que los funcionarios incompetentes, que los hay… Pueden reírse, pero también hay científicos incompetentes, y reporteros, y capitanes… Para que los funcionarios incompetentes, decía, puedan causar poco daño. Porque, en el peor de los casos, el sistema no puede funcionar solo.

—Sí —gruñó el capitán—. ¿Y si nombran un administrador capaz? Entonces queda atrapado por esa rígida telaraña y se ve obligado a ser mediocre.

—En absoluto —replicó afablemente Antyok—. Un hombre capaz puede trabajar dentro de los límites de las reglas y lograr lo que se propone.

—¿Cómo? —preguntó Bannerd.

—Bueno… Bien… —Antyok se sentía repentinamente incómodo—. Un método consiste en obtener un proyecto con prioridad A o, si es posible, doble A.

El capitán echó la cabeza hacia atrás, para echarse a reír, pero no llegó a hacerlo, pues se abrió la puerta y entraron unos hombres asustados. Al principio, los gritos eran ininteligibles. Luego:

—¡Señor, las naves se han ido! ¡Esos no-humanos las tomaron por la fuerza!

—¿Qué? ¿Todos?

—¡Todos! ¡Naves y criaturas…!

A las dos horas, los cuatro volvieron a reunirse en el despacho de Antyok.

—No hay error —declaró fríamente Antyok—. No queda una sola nave, ni siquiera nuestra nave de entrenamiento, Zammo. Y no hay una sola nave del Gobierno disponible en esta mitad del sector. Para cuando organicemos una persecución estarán fuera de la galaxia, camino a las Nubes Magallánicas. Capitán, era responsabilidad suya mantener una guardia adecuada.

—¡Era nuestro primer día fuera del espacio! —exclamó el capitán—. ¿Quién iba a suponer…?

—Un momento, capitán —interrumpió Zammo—. Empiezo a entenderlo, Antyok. Usted tramó todo esto.

—¿Yo? —preguntó Antyok con aire de distante ingenuidad.

—Esta noche usted comentó que un administrador inteligente obtenía un proyecto de prioridad A para lograr lo que se proponía. Usted obtuvo ese proyecto con el propósito de ayudar a los no-humanos a escapar.

—¿Yo hice eso? Pero ¿cómo? Fue usted quien mencionó el problema de la decreciente tasa de natalidad en uno de sus informes. Fue Bannerd quien escribió esos artículos sensacionalistas que asustaron a la Agencia, convenciéndola de establecer un proyecto con prioridad doble A. Yo no tuve nada que ver.

—¡Usted sugirió que yo mencionara lo de la tasa de natalidad! —vociferó Zammo.

—¿De veras?

—¡Y fue usted quien sugirió que yo mencionara la tasa de natalidad en mis artículos! —rugió Bannerd.

Los tres lo cercaron. Antyok se reclinó en la silla.

—No sé adónde quieren ir a parar. Si me están acusando, les ruego que se atengan a las pruebas legales. Las leyes del Imperio se rigen por material escrito, filmado o transcrito, o por declaraciones con testigos. Todas mis cartas como administrador figuran en este archivo, en la Agencia y en otros lugares. Yo jamás he pedido un proyecto de prioridad A. La Agencia me lo asignó, y Zammo y Bannerd son responsables de ello. Según los papeles, al menos.

La voz de Zammo fue un gruñido casi ininteligible:

—Usted me embaucó para que enseñara a esas criaturas a manejar una nave espacial.

—Fue sugerencia de usted. Tengo en archivo el informe donde propone estudiar la reacción de los no-humanos ante las herramientas humanas. También lo tiene la Agencia. Las pruebas legales son claras. Yo no tuve nada que ver.

—¿Ni con los globos? —inquirió Bannerd.

—¡Hizo traer mis naves a propósito! —exclamó el capitán—. ¡Cinco mil globos! Usted sabía que necesitaría cientos de naves.

—Yo nunca pedí los globos. Fue idea de la Agencia, aunque creo que los amigos de Bannerd partidarios de la Filosofía ayudaron bastante.

Bannerd se atragantó.

—¡Usted le preguntó al dirigente cefeida que si podía leer la mente! —escupió—. ¡Le estaba diciendo que expresara interés en los globos!

—Vamos, usted mismo preparó la transcripción de la conversación, y eso también consta en los archivos. No puede probarlo. —Antyok se levantó—. Tendrán ustedes que excusarme. Debo preparar un informe para la Agencia. —En la puerta, dio media vuelta—. En cierto modo, el problema de los no-humanos está resuelto; al menos, para satisfacción de ellos. Ahora procrearán y tendrán un mundo que se han ganado. Es lo que querían. Otra cosa: no me acusen de tonterías; hace veintisiete años que estoy en el Servicio, y les aseguro que mi papeleo es prueba suficiente de que he actuado correctamente en todo. Capitán, me alegrará continuar nuestra conversación de hoy cuando usted desee, para explicarle cómo un administrador capaz puede utilizar la burocracia con el objetivo de obtener lo que se propone.

Other books

On Gentle Wings by Patricia McAllister
An Antarctic Mystery by Jules Verne
Small Town Trouble by Jean Erhardt
CARLOTA FAINBERG by Antonio Muñoz Molina
The Silver Siren by Chanda Hahn
Steampunked by Lansdale, Joe R.