Cuentos completos (124 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
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2. El número otorgado al proyecto es 2910, y todos los gastos correspondientes se indicarán con el número de Asignación 18/78.

C. Morily, jefe, AgProvExt,

223/977 I.G.

3

Aunque el mal humor de Tomor Zammo disminuyó una vez en el interior de la estación experimental del grupo científico 10, no por ello su amabilidad había aumentado. Antyok se encontró a solas ante la ventana panorámica del principal laboratorio de campo.

El laboratorio era un ancho patio dispuesto según las condiciones ambientales de Cefeo 18, para incomodidad de los experimentadores y comodidad de los objetos de la experimentación. A través de la arena calcinada y del aire seco y rico en oxígeno, chispeaba el duro resplandor de un sol caluroso y blanco. Y debajo del resplandor los rojizos no-humanos, con su piel arrugada y su físico enclenque, adoptaban su posición de sosiego, en cuclillas y de uno en uno o de dos en dos.

Zammo salió del laboratorio. Se detuvo para beber agua y levantó el rostro, con el labio superior reluciente de humedad.

—¿Quiere entrar?

Antyok sacudió la cabeza.

—No, gracias. ¿Cuál es la temperatura actual?

—Más de cuarenta y ocho grados, a la sombra. Y se quejan de frío. Es hora de beber. ¿Quiere ver cómo lo hacen?

Un chorro de agua brotó de la fuente del centro del patio y las pequeñas figuras alienígenas se pusieron de pie y echaron a correr medio trotando de un modo extraño. Giraban alrededor del agua, empujándose unos a otros. Desde el centro del rostro proyectaban un largo y flexible tubo de carne que sorbía la espuma y se retiraba goteando.

Duró varios minutos. Los cuerpos se hincharon y las arrugas desaparecieron. Retrocedieron despacio, reculando, agitando el tubo de carne que al fin se redujo a una masa rosada y rugosa encima de una boca ancha y sin labios. Se durmieron en grupos en los lugares sombreados, rechonchos y saciados.

—¡Animales! —exclamó Zammo con desprecio.

—¿Con cuánta frecuencia beben? —se interesó Antyok.

—Con la frecuencia que desean. Pueden aguantar una semana si es preciso. Les damos agua todos los días. La almacenan bajo la piel. Comen de noche. Son vegetarianos.

Antyok sonrió afablemente.

—Es bueno tener información directa en ocasiones. No puedo estar leyendo informes todo el tiempo.

—¿No? ¿Y qué hay de nuevo? ¿Qué me cuenta de esos muchachos con pantalones de encaje, los de Trantor?

Antyok se encogió de hombros.

—Lamentablemente, es difícil conseguir que la Agencia se comprometa. Como el emperador simpatiza con los aurelionistas, el humanítarismo está de modo, como sabe. —Se mordió un labio, indeciso—. Pero ahora está este problema del índice de natalidad. A1 fin se lo han asignado a la Jefatura Administrativa, y con prioridad doble A.

Zammo masculló algo para sí.

—Tal vez usted no lo comprenda —le explicó Antyok—, pero ese proyecto ahora será prioritario sobre cualquier otro de Cefeo 18. Es importante. —Se volvió hacia la ventana panorámica y preguntó pensativamente, sin preámbulos—: ¿Cree que estás criaturas pueden ser infelices?

—¡Infelices! —escupió el otro.

—Bien, pues inadaptadas. ¿Comprende? Es difícil preparar un entorno para una raza que conocemos tan poco.

—¿Alguna vez ha visto el mundo del que las recogimos?

—Ha leído los informes…

—¡Informes! ¡Yo lo he visto! Esto le parecerá un desierto, pero es un vergel para esos demonios. Tienen toda la comida y el agua que puedan desear. Tienen un mundo con vegetación y agua natural, en vez de un montón de sílice y granito, donde cultivaban hongos en cavernas y extraían agua del yeso por evaporación. En diez años, hasta la última de esas bestias habría muerto y las hemos salvado. ¿Infelices? Pues si lo son no tienen la decencia de la mayoría de los animales.

—Bien, quizá. Pero a veces tengo una sospecha.

—¿Una sospecha? ¿Cuál es su sospecha?

Zammo sacó uno de sus puros.

—Es algo que podría ayudarle. ¿Por qué no estudiar a las criaturas de un modo más integrado? Que utilicen su iniciativa. A fin de cuentas, poseían una ciencia muy desarrollada. Los informes de usted lo mencionan continuamente. Deles problemas para resolver.

—¿Por ejemplo?

—Oh…, oh… —Antyok agitó las manos—. Lo que usted considere mejor. Naves espaciales, por ejemplo. Métalos en la sala de control y estudie sus reacciones.

—¿Por qué? —preguntó Zammo con sequedad.

—Porque la reacción de sus mentes ante herramientas y controles adaptados al temperamento humano puede enseñarnos mucho. Además, será un soborno más efectivo, a mi entender, que todo lo que ha intentado hasta ahora. Conseguirá más voluntarios si creen que es para algo interesante.

—Bah, se le nota su formación psicológica. Suena mejor de lo que probablemente es. Lo meditaré. ¿Y cómo conseguiría el permiso, de todos modos, para permitirles manejar naves espaciales? No tengo ninguna a mi disposición y llevaría una eternidad realizar los trámites burocráticos para que nos asignaran una.

Antyoki reflexionó, arrugando la frente.

—No tienen que ser naves espaciales. Pero aun así… si usted redacta otro informe y presenta la propuesta, con cierta vehemencia, ya me entiende, tal vez yo encuentre un modo de vincularla con mi proyecto sobre el índice de natalidad. Una prioridad doble A puede obtener cualquier cosa, sin preguntas.

El entusiasmo de Zammo dejaba bastante que desear.

—Bien, quizás. Entre tanto, debo completar algunas pruebas de metabolismo basal y se hace tarde. Lo pensaré. Tiene sus puntos favorables.

De: JefAdm-Cef 18 A: AgProvExt

Tema: Proyecto Provincia Exterior 2910, Parte I - Tasa de natalidad de los no-humanos de Cefeo 18, Investigación de la. Referencia:

(a) Carta AgProvExt Cef-N-CM/car, 115097, 223/977 I.G. Anexos:

1. GruCient 10, informe de la División Física y Bio
química, Parte XV, fechado 220/977 I.G.

1. Se adjunta Anexo 1 para información de la AgProvExt.

2. Se dirige especial atención a la sección V, parágra
fo 3 del Anexo 1, donde se requiere que se asigne una nave espacial al GruCient 10 para utilizarla en acelerar las inves
tigaciones autorizadas por la AgProvExt. JefAdm-Cef 18 considera que dichas investigaciones pueden contribuir de
cisivamente al progreso en dicho proyecto, autorizado por referencia (a). Se sugiere, en vista de la alta prioridad asig
nada por la AgProvExt a dicho proyecto, que se dé curso inmediato al requerimiento del GruCient.

L. Antyok, superv., JefAdm-Cef 18, 240/977 I.G.

De: AgProvExt A: JefAdm-Cef 18

Tema: Proyecto Provincia Exterior 2910 - Tasa de natali
dad de los no-humanos de Cefeo 18, Investigación de la. Referencia:

(a) Carta JefAdm-Cef 18 AA-LA/mn, fechada 240/977 I.G. 1. La nave de entrenamiento AN-R-2055 quedará a disposición de JefAdm-Cef 18 para uso en la investigación de los no-humanos de Cefeo 18 respecto del proyecto men
cionado y otros proyectos ProvExt autorizados, tal como se requiere en el Anexo 1 de la referencia (a).

2. Se exhorta a que el tráóajo sobre el citado proyecto se acelere por todos los medios disponibles.

C. Morily, jefe, AgProvExt, 251/977 I.G.

4

La criaturilla roja debía de sentirse mucho más incómoda de lo que dejaba ver su prestancia, aunque la temperatura ya estaba regulada de tal modo que sus acompañantes humanos sudaban con sus camisas abiertas.

—Lo encuentro húmedo, pero soportable a esta baja temperatura —dijo, hablando con cuidado y en un tono de voz agudo.

Antyok sonrió.

—Fuiste amable al venir. Quería visitarte yo, pero un análisis de tu atmósfera…

La sonrisa se convirtió en un gesto de pesar.

—No importa. Vosotros habéis hecho más por nosotros de lo que jamás pudimos hacer nosotros mismos. Es una obligación retribuida con imperfección por mi parte al soportar una mínima incomodidad.

Hablaba siempre en forma indirecta, como si abordara sus pensamientos de una forma oblicua, como si hablar sin rodeos atentara contra los buenos modales.

Gustiv Bannerd, sentado en un rincón de la habitación, con una larga pierna cruzada sobre la otra, hizo unas anotaciones y preguntó:

—¿No te molesta que registre todo esto?

El no-humano cefeida miró de soslayo al periodista.

—No tengo objeción.

Antyok insistió en su tono de disculpa:

—No se trata sólo de una cuestión social. No te habría sometido a ninguna incomodidad por eso. Hay cuestiones importantes que consíderar y tú eres el dirigente de tu pueblo.

—Me satisface que tus propósitos sean cordiales. Continúa, por favor.

El administrador tenía grandes dificultades para volcar sus pensamientos en palabras.

—Es un tema delicado —dijo—, y nunca lo mencionaría si no fuera por la abrumadora importancia de la…, en fin, de la cuestión. Soy sólo el portavoz de mi Gobierno…

—Mi pueblo considera que el Gobierno de tu mundo es amable.

—Pues sí, lo es. Por esa razón, le preocupa que tu pueblo ya no se reproduzca.

Antyok hizo una pausa y aguardó una reacción que no se produjo. El rostro de cefeida permaneció inalterable, excepto por un suave temblor en la zona rugosa que era el tubo de beber desinflado.

—Es… es una cuestión que vacilábamos en mencionar —continuó Antyok— porque tiene aspectos muy personales. Mi Gobierno no desea entrometerse y hemos hecho lo posible para investigar el problema con discreción y sin molestar a tu gente. Pero, francamente, nosotros… —¿Habéis fracasado? —concluyó el cefeida, cuando la pausa se prolongó.

—Sí. Al menos no hemos descubierto una incapacidad concreta para imitar el ámbito de vuestro mundo original, a excepción de algunas modificaciones necesarias con el fin de hacerlo más habitable. Naturalmente, se piensa que existe algún problema químico. Y por eso pido tu ayuda voluntaria en el asunto. Tu gente está avanzada en el estudio de la bioquímica que os es propia. Si no quieres, o prefieres…

—No, no. Puedo ayudar. —Parecía de buen humor. Arrugó los tersos y chatos rasgos de su cráneo lampiño, en la manifestación alienígena de una emoción incierta—. No se nos hubiera ocurrido pensar que esto os turbara. Es un indicio más de vuestra bien intencionada amabilídad. Este mundo nos resulta satisfactorio, un paraíso en comparación con el viejo. Las condiciones que prevalecen son propias de nuestras leyendas de la Edad de Oro.

—Bien…

—Pero hay algo, algo que quizá vosotros no entendáis. No podemos esperar que otras inteligencias piensen del mismo modo.

—Intentaré entenderlo.

La voz del cefeida se hizo más suave; los límpidos tonos graves, más pronunciados:

—En nuestro mundo natal agonizábamos, pero estábamos luchando. Nuestra ciencia, desarrollada a lo largo de una historia más antigua que la vuestra, llevaba las de perder, pero aún no estaba derrotada. Tal vez fuese porque nuestra ciencia era fundamentalmente biológica, no física como la vuestra. Vuestro pueblo descubrió nuevas formas de energía y llegó a las estrellas; el nuestro descubrió nuevas verdades en psicología y en psiquiatría y construyó una sociedad funcional libre de enfermedades y de delitos.

»No es preciso preguntarse cuál de ambos enfoques era el más loable, pero no hay dudas en cuanto a cuál tuvo mayor éxito al final. En nuestro mundo agonizante, sin medios de vida ni fuentes de energía, nuestra ciencia biológica sólo podía facilitar la muerte.

»Y aun así luchamos. Durante siglos hemos buscado a tientas los elementos de la energía atómica y lentamente se encendió la chispa de la esperanza que nos permitiría romper los límites bidimensionales de nuestra superficie planetaria para alcanzar las estrellas. En nuestro sistema no había otros planetas que nos sirvieran como escalas en el camino. Nada, salvo veinte años luz hasta la estrella más próxima y sin el conocimiento de la posibilidad de la existencia de otros sistemas planetarios, sino más bien lo contrario.

»Pero en toda vida hay algo que insiste en luchar, aunque la lucha sea inútil. En los últimos días quedábamos sólo cinco mil. Sólo cinco mil. Y nuestra nave estaba preparada. Era experimental y tal vez hubiera sido un fracaso, pero ya teníamos correctamente elaborados todos los principios de propulsión y navegación.

Hubo una larga pausa y los ojillos negros del cefeida parecieron cubrirse de nostalgia.

—¿Y entonces llegamos nosotros? —intervino el periodista.

—Y entonces llegasteis vosotros —asintió—. Eso lo cambió todo. Disponíamos de energía. Disponíamos de un nuevo mundo no sólo satisfactorio, sino ideal. Si nosotros habíamos resuelto nuestros problemas sociales tiempo atrás, vosotros resolvisteis repentina y completamente nuestros aún más difíciles problemas de medio ambiente.

—¿Y? —preguntó Antyok.

—Pues… de algún modo eso no estaba bien. Durante siglos nuestros ancestros habían luchado por llegar a las estrellas y de pronto las estrellas resultaban ser de propiedad ajena. Habíamos luchado por la vida y de pronto ésta se transformaba en un obsequio que otros nos hacían. Ya no hay razones para luchar, ya no hay nada que alcanzar, todo el universo es propiedad de vuestra raza.

—Este mundo es vuestro —dijo afablemente Antyok.

—Por consentimiento. Es un obsequio. No es nuestro por derecho.

—En mi opinión os lo habéis ganado.

El cefeida fijó la vista en el semblante de su interlocutor.

—Tienes buenas intenciones, pero dudo que lo entiendas. No tenemos adónde ir, salvo este mundo con el que nos habéis obsequiado. Estamos en un callejón sin salida. La función de la vida es luchar y se nos ha arrebatado. La vida ya no puede interesarnos. No tenemos descendencia voluntariamente. Es nuestro modo de quitarnos del medio.

Distraídamente, Antyok había retirado el fluoroglobo de la repisa de la ventana y lo hizo girar sobre la base. La llamativa superficie reflejó la luz al girar y su mole de un metro de altura flotaba en el aire con incongruente gracia y ligereza.

—¿Es vuestra única solución? —insistió Antyok—. ¿La esterilidad?

—Podríamos escapar —susurró el cefeída—, pero ¿en qué parte de la galaxia hay sitio para nosotros? Es toda vuestra.

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