Axiomático (35 page)

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Authors: Greg Egan

BOOK: Axiomático
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Los accidentes se producen. Nadie es perfecto. Su muerte será rápida e indolora. Continuamente mueren niños en todo el mundo. ¿Veis? Hay muchas respuestas, muchos sonidos que puedo producir con mis labios mientras espero a que pase el ansia; el ansia de matarnos a los dos, ahora mismo; el ansia puramente egoísta de acabar con mi sufrimiento, No lo haré. Puede que los doctores y sus pruebas se equivoquen. Puede que un milagro la salve. Debo seguir viviendo, sin atreverme a tener esperanza. Y si muere, entonces la seguiré.

Pero hay una pregunta para la que jamás tendrá respuesta. Me persigue interminablemente, me horroriza más que mis pensamientos de muerte:

De no haber dicho jamás una palabra, ¿realmente me hubiese engañado a mí mismo haciéndome creer que su muerte no habría sido igualmente trágica?

Hacia la oscuridad

El sonido del zumbador se incrementa en tono y volumen con el paso del tiempo, así que salto de la cama sabiendo que me ha llevado menos de un segundo despertarme. Pero juraría que primero lo había soñado, soñando el sonido mucho antes de que fuese real. Me ha pasado unas cuantas veces. Quizá no sea más que un truco de la mente; quizá algunos sueños sólo adoptan forma cuando los recordamos. O quizá lo sueño todas las noches, siempre que estoy dormido, por si acaso.

La luz del zumbador es roja. No es una simulación.

Me visto mientras atravieso la habitación para golpear el interruptor de respuesta; tan pronto como se calla el zumbador puedo oír la sirena aproximándose. Me lleva tanto tiempo atarme los zapatos como todo lo demás combinado. Cojo la mochila de detrás de la cama y le doy al interruptor. Empieza a iluminar leds mientras ejecuta sus rutinas de comprobación.

Para cuando llego a la acera, el coche patrulla está frenando con estruendo, mientras las puertas traseras se abren. Conozco al conductor, Angelo, pero al otro policía no le he visto antes. Mientras aceleramos, en el terminal del coche aparece una imagen de satélite en falso color de infrarrojos —un círculo totalmente negro en medio de un paisaje de manchas policromas— de El Acceso. Un momento más tarde, queda reemplazada por un mapa de la región —uno de los nuevos suburbios más al norte, todo callejones sin salida y calles en forma de medialuna— con el perímetro de El Acceso y su centro bien indicados, y una línea discontinua que indica dónde debería estar El Núcleo. No aparecen las rutas óptimas; si representas demasiadas cosas, la mente se echa atrás. Miro el mapa, intentando memorizarlo. No es que, una vez dentro, no vaya a tener acceso a él, pero es siempre más rápido limitarse a
saber.
Cuando cierro los ojos para ver cómo voy, el patrón que tengo en la cabeza se parece más bien a un laberinto de un libro de acertijos.

Llegamos a la autopista, y Angelo se dispara. Es un buen conductor, pero en ocasiones me pregunto si no será ésta la parte más arriesgada de toda la operación. El policía que no conozco no opina lo mismo; se vuelve hacia mí y me dice:

—Debo decirte algo; respeto lo que haces, pero debes estar como una puta cabra. Yo no entraría en esa cosa ni por un millón de dólares —Angelo sonríe... lo veo por el retrovisor... y dice:

—Eh, ¿cuánto dan por el premio Nobel? ¿Más de un millón?

Lanzó un bufido.

—Lo dudo. Y no creo que concedan el premio Nobel por una carrera de obstáculos de ochocientos metros —la prensa parece que ha decidido representarme como una especie de experto; no sé por qué... a menos que sea porque en una ocasión empleé la expresión «radialmente anisotrópico» en una entrevista, Es verdad que llevé una de las primeras "cargas" científicas, pero cualquier otro Corredor hubiese podido hacer lo mismo, y hoy en día es pura rutina. El hecho es que, por acuerdo internacional, a cualquiera que tenga hasta la más microscópica posibilidad de contribuir a la teoría de El Acceso, se le permite arriesgar su vida yendo dentro. Si en algún aspecto soy atípico, en por mi
carencia
de requisitos; la mayor parte de los otros voluntarios tienen experiencia en los servicios de rescate convencionales.

Paso el reloj al modo cronógrafo, y lo sincronizo con el recuento que muestra ahora el terminal, y luego hago lo mismo con el temporizador de la mochila. Seis minutos y doce segundos. Las manifestaciones de El Acceso obedecen exactamente a las mismas estadísticas que un núcleo radioactivo con una vida media de dieciocho minutos; un setenta y nueve por ciento dura seis minutos o más, pero multiplica cualquier cosa por 0,962 durante cada minuto y no creerías lo rápido que puede decaer. He memorizado las probabilidades hasta una hora (diez por ciento), lo que podría haber sido un acto inteligente o no. Contraintuitivamente, El Acceso
no
se vuelve más peligroso con el paso del tiempo, de la misma forma que un único núcleo radioactivo no se vuelve "más inestable". En un momento dado —dando por supuesto que no haya desaparecido— tiene igual probabilidad de quedarse por ahí durante otros dieciocho minutos. Un simple diez por ciento de las manifestaciones duran una hora o más, pero
de ese diez por ciento
, la mitad seguirá allí dieciocho minutos más tarde. El peligro no ha aumentado.

Para que un Corredor, en el interior, pueda preguntarse cuáles son las probabilidades
ahora
, debe estar vivo para poder plantear la pregunta, y por tanto la curva de probabilidad debe comenzar de nuevo en cada momento. La historia no puede hacerte daño; la "probabilidad" de
haber sobrevivido
a los últimos
x
minutos es de un cien por cien, una vez que lo has hecho. A medida que el futuro incognoscible se va transformando en el pasado inmutable, el riesgo debe transformarse en certidumbre, de una forma u otra.

Que alguno de nosotros realmente piense de esa forma es otra cuestión. No pueden evitar tener la sensación de que el tiempo se está acabando, de que las posibilidades van desapareciendo. Todo el mundo se guía por el tiempo desde la materialización de El Acceso, por teóricamente irrelevante que sea, La verdad es que esas abstracciones al final no importan nada. Independientemente de lo que digan, haces lo que puedes tan rápido como puedes.

Son las dos de la mañana, la autopista está desierta, pero aun así me sorprendo cuando llegamos demasiado pronto a la salida. Tengo el estómago contraído. Me gustaría sentirme
preparado
, pero jamás es así. Después de diez llamadas reales, después de casi doscientos ensayos, nunca me siento preparado. Siempre deseo tener más tiempo para hacerme a la situación, aunque no tengo ni idea de en qué estado mental intentaría situarme, y menos aún cómo lo lograría. Una parte lunática de mi personalidad siempre espera un
retraso.
Si lo que realmente espero es que El Acceso haya desaparecido antes de que yo llegue, no debería estar haciendo este trabajo.

Los coordinadores nos repiten continuamente: "podéis echaros atrás en cualquier momento, cuando queráis. Nadie os lo tendrá en cuenta". Es cierto, claro (hasta el punto en que retroceder se convierte en físicamente imposible), pero es una libertad de la que me gustaría prescindir. Retirarse sería una cosa, pero una vez que he aceptado una llamada no quiero tener que estar malgastando energías en pensármelo dos veces, no tener que estar continuamente reafirmando mi decisión. He conseguido medio convencerme de que no podría vivir conmigo mismo, por comprensiva que pueda ser la gente, y eso me ayuda un poco. El problema es que esa mentira podría cumplirse a sí misma, y realmente no quiero ser ese tipo de persona.

Cierro los ojos, y el mapa aparece frente a mí. Soy un desastre, no se puede negar, pero todavía puedo hacer el trabajo, todavía puedo obtener resultados. Eso es lo que cuenta.

Sé cuándo nos estamos acercando, sin tener que mirar al cielo; todas las casas están iluminadas, y las familias están de pie en los patios delanteros. Mucha gente nos saluda y nos vitorea al pasar, una imagen que siempre me deprime. Cuando un grupo de adolescentes, de pie en una esquina, bebiendo cerveza, nos insulta y nos hace gestos obscenos, no puedo evitar sentirme perversamente animado.

—Gilipollas —murmura el poli que no conozco. Yo mantengo el silencio.

Giramos una esquina y veo un trío de helicópteros, allá a la derecha, ascendiendo mientras toan una gigantesca pantalla de proyección. De pronto, una esquina de la pantalla queda a oscuras, y mis ojos extienden la curva de ese objeto superpuesto a partir de ese pequeño arco para formarlo completo.

Desde el exterior, de día, El Acceso es una visión impresionante: una gigantesca bóveda negra, absolutamente no reflectante, que oculta un enorme trozo de cielo. Es imposible no creer que te enfrentas a un objeto sólido y pesado. Pero de noche, la cosa es diferente. La forma sigue siendo inconfundible, recortada en un negro de terciopelo que hace que la noche más oscura parezca gris, pero no hay ilusión de solidez; simplemente la consciencia de diversos tipos de vacío.

Hace ya casi diez años que aparece El Acceso. Siempre se trata de una esfera perfecta, de poco más que un kilómetro de radio, y normalmente centrada a nivel del suelo. En alguna ocasión ha aparecido en el mar, y algo más a menudo, en territorio deshabitado, pero la gran mayoría de sus encarnaciones se han dado en regiones pobladas.

La hipótesis actual más creíble es que una civilización futura intentó construir un agujero de gusano que le permitiese analizar el pasado lejano, trayendo muestras de vida antigua a su tiempo para estudiarlas. Les salió mal. Los dos extremos del agujero de gusano se soltaron. La cosa se ha contraído y deformado a partir —presumiblemente— de una especie de grandiosa autopista temporal, que unía épocas geológicas, para formar un portal que abarca menos tiempo del que sería necesario para atravesar un núcleo atómico a la velocidad de la luz. Un extremo —El Acceso— tiene un kilómetro de radio; el otro extremo tiene una quinta parte del tamaño, espacialmente concéntrico dentro del primero, pero desplazado un tiempo casi inmensurablemente pequeño en el futuro. A la esfera interior —el destino del agujero de gusano, que parece estar en su interior, pero no lo está— lo llamamos El Núcleo.

Nadie sabe por qué esta muestra fallida de ingeniería temporal del futuro acabó en el presente; quizá resulta que estábamos a medio camino entre los puntos originales, y se limitó a contraerse simétricamente. Pura mala suerte. El problema es que no se ha detenido del todo. Se materializa en algún lugar del planeta, permanece fijo durante varios minutos, para luego soltarse y desaparecer, para aparecer en un punto nuevo una fracción de segundo más tarde. Diez años de análisis de datos no ha ofrecido ningún método para predecir sus posiciones sucesivas, pero deben estar actuando los restos de algún sistema de navegación; ¿por qué si no iba el agujero de gusano a ceñirse a la superficie de la Tierra (con una clara preferencia por la tierra y las zonas habitadas) en lugar de vagar siguiendo una ruta aleatoria hacia el espacio interplanetario? Es como si algún ordenador fiel y demente intentase valientemente anclar El Acceso a una región que podría ser de interés para sus amos; no hay forma de encontrar vida paleozoica, pero valen las ciudades del siglo veintiuno, ya que no hay mucho más por aquí, Y cada vez que fracasa en realizar una conexión permanente y vaga al hiperespacio, y con infinita dedicación, y estupidez absoluta, lo intenta de nuevo.

Ser interesante es muy mala noticia. Dentro del agujero de gusano, el tiempo se combina con una dimensión espacial, y —ya sea por diseño o necesidad física— cualquier movimiento que sea igual a viajar del futuro al pasado está prohibido. Traducido a la geometría actual del agujero de gusano, eso significa que cuando El Acceso se materializa a tu alrededor, el movimiento para alejarse del centro es imposible. Dispones de un tiempo indeterminado —quizá dieciocho minutos, quizá más, quizá menos— para llegar hasta la seguridad de El Núcleo, bajo esas estrafalarias condiciones. Lo que es más, la luz está sujeta al mismo efecto; sólo se propaga hacia dentro. Todo lo que esté más cerca del centro que tú se encuentra en el futuro invisible. Corres hacia la oscuridad.

He oído gente burlarse de la idea de que alguna parte de este proceso pueda ser difícil, No soy tan sádico como para desear que descubran la verdad, de primera mano.

En realidad, el movimiento hacia fuera no es del todo literalmente imposible, Si lo fuese, todos lo que quedasen atrapado en El Acceso morirían instantáneamente. El corazón debe hacer circular la sangre, los pulmones deben inhalar y exhalar, los impulsos nerviosos deben viajar en todas direcciones. Toda célula viva depende de mover productos químicos de un lado a otro, y no puedo ni imaginar los posibles efectos a nivel molecular si las nubes de electrones sólo pudiesen fluctuar en una dirección pero no a la inversa,

Hay cierta libertad. Debido al diámetro de ochocientos metros del agujero de gusano, cubre un intervalo temporal diminuto, la escala de distancia del cuerpo humano se corresponde con un periodo aún más corto, tan corto como para que intervengan los efectos cuánticos. La incertidumbre cuántica en la métrica del espacio-tiempo permite pequeñas violaciones localizadas de la ley clásica de la restricción absoluta.

Por tanto, en lugar de que todos mueran allí donde están, la presión sanguínea aumenta, el corazón se esfuerza, la respiración se vuelve pesada y el cerebro puede funcionar erráticamente. Las enzimas, hormonas y otras moléculas biológicas se deforman ligeramente, haciendo que se unan de forma menos eficiente a sus blancos, interfiriendo en cierto grado con todos los procesos bioquímicos; la hemoglobina, por ejemplo, pierde el oxígeno con mayor facilidad. El agua sale fuera del cuerpo por difusión —porque el movimiento térmico aleatorio de pronto ya no es tan aleatorio— llevando a una deshidratación gradual.

La gente que tiene mala salud puede morir por esos efectos. Otros simplemente sienten nauseas, debilidad y confusión, además del shock y el pánico inevitables. Toman malas decisiones. Quedan atrapados.

De una forma u otra, se pierden algunos cientos de vidas, cada vez que El Acceso se materializa. Los Corredores de Acceso pueden salvar a diez o veinte personas, lo que debo admitir que no es una tasa de éxito demasiado grande, pero hasta que algún genio no descubra cómo librarnos para siempre del agujero de gusano, será mejor que nada.

La pantalla está situada muy alta por encima de nosotros cuando alcanzamos el "Centro de Operaciones del Sur": un par de furgones, llenos de equipo electrónico, aparcados en el patio delantero de alguien. La sección ya familiar del mapa callejero aparece, la imagen se muestra firme y enfocada perfectamente, a pesar de que la están proyectando desde un cuarto helicóptero, y los cuatro se agitan debido al potente viento hacia dentro. La gente del interior puede ver afuera, claro; este mapa —y los otros, en los otros puntos de la brújula— salvarán docenas de vidas. En teoría, una vez dentro, debería ser muy simple dirigirse directamente a El Núcleo; después de todo, no había dirección más fácil de encontrar, ningún camino más fácil que seguir. El problema es que una línea recta hacia dentro probablemente te lleve hasta algún obstáculo, y cuando no puedes retroceder sobre tus pasos, incluso el más simple puede matarte.

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