Axiomático (48 page)

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Authors: Greg Egan

BOOK: Axiomático
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Me distrae la visión de la profetisa cargando con sus posesiones y alejándose.

—Mírala: puede que sea una imitación perfecta... pero es un robot, es falsa. Finalmente han comprendido que sus panfletos y máquinas predicadoras no funcionarán, así que han enviado una máquina a mentirnos sobre nuestra libertad.

María dice:

—Demuéstralo.

—¿Qué?

—Tienes un cuchillo. Si es un robot, ve tras ella, detenía, ábrela en canal. Demuéstralo.

La mujer, el robot, atraviesa el parque, dirigiéndose al noroeste, alejándose de nosotros. Digo:

—Me conoces; nunca lo haría.

—Si es un robot, no sentirá nada.

—Pero parece humana. No podría hacerlo. No podría hundir un cuchillo en una imitación perfecta de la carne humana.

—Porque sabes que no es un robot. Sabes que está diciendo la verdad.

Una parte de mí se alegra de estar discutiendo con María, para poder demostrar que somos distintos, pero a otra parte de mí, todo lo que dice le resulta demasiado doloroso para dejarlo sin enfrentamiento.

Vacilo un momento, luego dejo la mochila y corro por el parque hacia la profetisa.

Se vuelve al oírme y deja de andar. No hay nadie más cerca. Me detengo a unos metros de ella y recupero el aliento. Me observa con curiosidad paciente. La miro, sintiéndome como un completo idiota. No puedo atacarla con un cuchillo: puede que después de todo no sea un robot... puede que sea una vagabunda con idea extrañas.

Dice:

—¿Querías preguntarme algo?

Casi sin pensar, le suelto:

—¿Cómo sabes que nadie ha abandonado la ciudad? ¿Cómo puedes estar tan segura de que no ha sucedido nunca?

Niega con la cabeza.

—No dije tal cosa. A mí el atractor me parece un bucle cerrado. Cualquiera capturado por el no podría dejarlo jamás. Pero puede que otra gente pudiese escapar.


¿Qué
otra gente
?

—Gente que no se encontraba en la cuenca del atractor.

Frunzo el ceño, confundido.

—¿Qué cuenca? No hablo de la gente en las cuencas, hablo de nosotros.

Ríe.

—Lo lamento. No me refiero a las cuencas que llevan a los atractores fijos. Nuestro atractor extraño también tiene una cuenca: todos los puntos que conducen hasta
él.
No conozco la forma de esa cuenca: como el atractor en sí, los detalles podrían ser infinitamente intrincados. No todos los puntos en los espacios entre hexágonos formarían parte de la cuenca: algunos puntos deben llevar a los atractores fijos... es por eso que han podido capturar a algunos vagabundos. Otros puntos pertenecerían a la cuenca del atractor extraño. Pero otros...

—¿Qué?

—Otros puntos podrían conducir al infinito. A la huida.

—¿Qué puntos?

Se encoge de hombros.

—¿Quién sabe? Podría haber dos puntos, uno al lado del otro, uno conduciendo al atractor extraño, y el otro llevando, con el tiempo, fuera de la ciudad. La única forma de descubrir cuál es cuál sería empezar en cada punto y ver qué pasa.

—Pero has dicho que todos ya hemos sido capturados...

Asiente.

—Después de tantas órbitas, las cuencas deben haberse vaciado en sus respectivos atractores. Los atractores son la parte estable: las cuencas llevan a los atractores, pero los atractores llevan a sí mismos. Cualquiera destinado a un atractor fijo ya estará allí... y cualquier destinado a abandonar la ciudad ya se habrá ido. Los que seguimos en órbita seguiremos así. Debemos comprenderlo, aceptarlo, aprender a vivir con esa realidad... y si eso significa inventar nuestra propia fe, nuestra propia religión...

Le agarro el brazo, saco el cuchillo y con rapidez le paso la punta por el antebrazo. Da un grito y se suelta, colocando la mano sobre la herida. Un momento más tarde la retira para inspeccionar el daño, y veo una delgada línea roja en el brazo, y una copia húmeda tosca en la palma.

—¡Lunático! —grita, alejándose.

María se nos acerca. La profetisa probablemente de carne y hueso le habla:

—¡Está loco! ¡Aléjalo de mí!

María me agarra el brazo, luego, inexplicablemente, se inclina hacia mí y me mete la lengua en la oreja. Me río. La mujer retrocede dubitativa, luego se gira y echa a correr.

María dice:

—No fue una buena disección... pero por lo demás, salió a mi favor. Yo gano.

Vacilo, y luego finjo rendirme.

—Tú ganas.

Al anochecer, volvemos a estar en la autopista; en esta ocasión, al este del centro de la ciudad. Miramos al cielo sobre las siluetas negras de torres de oficinas abandonadas, con nuestros cerebros ligeramente revueltos por los efectos residuales de un grupo cercano de astrólogos, y nos comemos la caza del día: una gigantesca pizza vegetariana.

Finalmente, María dice:

—Venus se ha puesto. Creo que ahora deberíamos dormir.

Asiento.

—Yo esperaré a Marte.

Rastros del aluvión del día pasan por mi mente, más o menos aleatoriamente, pero todavía puedo recordar gran parte de lo que me dijo la mujer del parque.

Después de tantas órbitas, las cuencas deben haberse vaciado en sus respectivos atractores.

Por tanto, a estas alturas, todos hemos acabado
capturados.
Pero... ¿cómo puede saberlo? ¿Cómo puede estar tan segura?

¿Y si se equivoca? ¿Y si no hemos llegado todos a nuestro lugar final de descanso?

Los astrólogos dicen: ninguna de sus sucias mentiras materialistas y reduccionistas puede ser cierta. Excepto las que se refieren al destino. Nos gusta el destino. El destino está bien.

Me levanto y camino una docena de metros al sur, neutralizando esa contribución. Luego me giro y observo como duerme María.

Podría haber dos puntos, uno al lado del otro, uno conduciendo al atractor extraño, y el otro llevando, con el tiempo, fuera de la ciudad. La única forma de descubrir cuál es cual sería empezar en cada punto y ver qué pasa.

Ahora mismo, todo lo que me dijo me suena como un modelo racionalista muy distorsionado y mal comprendido. Y aquí estoy, agarrándome a la esperanza, aferrándome a una mitad de su versión, y desechando el resto.
Metáforas mutando e hibridándose, una vez más...

Me acerco a María, me agacho y me inclino para besarla suavemente cabeza abajo, en la frente. Ni se mueve.

Luego levanto la mochila y me pongo en marcha por la autopista, creyendo durante un momento que puedo sentir que el vacío más allá de la ciudad me alcanza, salta sobre todos los obstáculos que hay por delante, y me reclama.

RECONOCIMIENTOS

"La ricura" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 29, mayo/junio 1989.

"La caricia" se publicó por primera vez en
Isaac Asimov's Science Fiction Magazine
, enero 1990.

"Eugene" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 36, junio 1990.

"Aprendiendo a ser yo" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 37, julio 1990

"La caja de seguridad" se publicó por primera vez en
Isaac Asimov's Science Fiction Magazine
,septiembre 1990.

"Axiomático" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 41, noviembre 1990.

"El virólogo virtuoso" se publicó por primera vez en
Pulphouse
n° 8, verano 1990

"Hermanas de sangre" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 44, febrero 1991.

"El foso" se publicó por primera vez en
Aurealis
n° 3, marzo 1991.

"El asesino infinito" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 48, junio 1991.

"Amor apropiado" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 50, agosto 1991.

"Hacia la oscuridad" se publicó por primera vez en
Isaac Asimov's Science Fiction Magazine
,enero 1992.

"El diario de Cien-años-luz" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 55, enero 1992.

"Cercanía" se publicó por primera vez en
Eidolon
n° 9, invierno 1992.

"Órbitas inestables en el espacio de las mentiras" se publicó por primera vez en
Interzone
n° 61, julio 1992.

"El paseo" se publicó por primera vez en
Isaac Asimov's Science Fiction Magazine
,diciembre 1992.

"Ver" no se había publicado anteriormente.

"Un secuestro" no se había publicado anteriormente.

Notas

[1]
En inglés, ambos nombres suenan de forma muy similar (Nota del Traductor)

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