Alien (24 page)

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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

BOOK: Alien
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—¡Cristo! —murmuró Parker.

—Creció —dijo Ripley, mirando su tubo y considerándolo en relación con la enorme masa que acababa de desaparecer allá arriba.

—Creció pronto. Todo el tiempo que estuvimos buscándolo del tamaño de Jones, ya se había convertido en eso...

De pronto, se dio cuenta del espacio limitado, de las tinieblas y de los embalajes que parecían oprimirlos, de los incontables pasajes que había entre las latas y los gruesos soportes de metal.

—¿Qué hacemos parados aquí? Puede regresar.

Levantó el tubo, que ahora le pareció un juguete, pensando en el poco efecto que podría tener sobre una criatura de aquel tamaño.

Apresuradamente salieron de la crujía. Por mucho que lo intentaran, el recuerdo de aquel último grito no los abandonaría, quedaría pegado a sus cerebros. Parker era amigo de Brett desde hacía largo tiempo, pero aquel último grito le hizo correr tan rápidamente como Ripley...

11

Había menos confianza que la última vez en los rostros de quienes se reunieron alrededor de la mesa. Ninguno trató de disimularlo; menos que nadie Parker y Ripley. Habiendo visto a lo que ahora tenían que enfrentarse, les quedaba muy poca confianza.

Dallas estaba examinando un esquema recién impreso del
Nostromo.
Parker se hallaba junto a la puerta, echando ocasionales miradas por la puerta, al pasillo.

—Sea lo que fuere —dijo el ingeniero en medio del silencio—, era grande. Se lanzó sobre él como un murciélago gigantesco.

Dallas levantó de los planos su mirada.

—¿Estás absolutamente seguro de que arrastró a Brett por un respiradero?

—Desapareció por uno de los ductos de enfriamiento —dijo Ripley, rascándose el dorso de una mano con la otra—. Estoy segura de lo que vi. De todos modos, no tiene dónde más ir.

—No hay duda de eso —añadió Parker—. Está utilizando los respiraderos para desplazarse. Por eso nunca lo encontramos con el rastreador.

—Los respiraderos —dijo Dallas, convencido—. Puede ser. Lo mismo hace Jones.

Lambert removió su café agitando el líquido negro con un dedo ocioso.

—Brett aún podría estar vivo —dijo.

—No hay ninguna posibilidad —respondió Ripley, no por fatalismo sino por lógica—. Lo tomó como a un muñeco de trapo.

—De todos modos, ¿para qué lo quiere? —dijo Lambert pensativa—. ¿Por qué llevárselo en lugar de matarlo allí mismo?

—Quizás lo necesite como una especie de incubadora, por el modo tan extraño como utilizó a Kane —sugirió Ash.

—O quizás lo use para alimentarse —dijo Ripley secamente. Luego se estremeció.

Lambert dejó en la mesa su café.

—De un modo u otro, lleva dos y aún le faltan cinco, desde el punto de vista del enemigo.

Parker había estado dando vueltas a su tubo en la mano. Entonces se volvió y lo arrojó violentamente contra la pared. Se dobló, cayó al suelo y resonó un par de veces antes de quedar inmóvil.

—¡Ataquemos al maldito canalla con un rayo laser y corramos los riesgos!

Dallas trató de parecer comprensivo.

—Bien sé cómo te sientes. Todos éramos amigos de Brett. Pero debemos conservar la sangre fría. Si la criatura es ahora tan grande como dices, ya tiene ácido suficiente para hacer en la nave un agujero tan grande como esta habitación. No quiero ni pensar en lo que haría a los ductos y controles que pasan por el puente. No podemos hacer esto; aún no.

—¿Aún no?

El sentido de impotencia de Parker anuló gran parte de su furia.

—¿Cuántos más tienen que morir aparte de Brett antes de que veas que ésta es la forma de enfrentarse a tal ser?

—De todos modos, no serviría, Parker.

El ingeniero se dio vuelta para enfrentarse a Ash y lo miró con el ceño fruncido:

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que tendrías que atinarle a un órgano vital con el láser a la primera descarga. Por tu propia descripción de la criatura, sé que ahora es extremadamente rápida, así como grande y poderosa. Considero razonable suponer que conserva la misma capacidad de regeneración rápida que en su anterior forma de "mano". Eso significa que tendrías que matarla instantáneamente o se lanzaría sobre ti. Eso no sólo sería difícil si tu enemigo fuese hombre; es algo virtualmente imposible de hacer con este extraño ser, y no tenemos la menor idea de dónde están sus puntos vitales. Ni sabemos aun si tiene un punto vital. ¿Comprendes?

Parker estaba tratando de comprender, como lo había hecho antes Dallas. Todos sabían que los dos ingenieros habían sido amigos íntimos.

—¿Puedes figurarte lo que ocurriría? Supongamos que dos de nosotros lográramos enfrentarnos a la criatura en un lugar abierto, donde se pudiera disparar claramente contra él, lo que está lejos de ser una incertidumbre. Quizás podríamos atinarle con el láser, media docena de veces, antes de que nos hiciera pedazos, y antes de que derramara ácido suficiente para hacer incontables agujeros en la nave. Quizás parte de ello llegara a los circuitos de los que depende el abastecimiento de aire, o al abasto de la energía de la nave. No considero que eso fuera imposible, dado lo que sabemos de la criatura. ¿Y cuál sería el resultado? Perderíamos dos personas o más, y la nave estaría peor que antes de enfrentarnos al monstruo.

Parker no contestó, y permaneció con expresión sombría. Finalmente murmuró:

—Entonces ¿qué demonios vamos a hacer?

—El único plan que parece tener posibilidades de funcionar es el anterior —le dijo Dallas, dando golpecitos en el detector—. Descubrir dónde se encuentra, y luego arrojarlo de allí a una cámara de aire, y de allí lanzarlo al espacio.

—¿Llevarlo? —dijo Parker, sonriendo huecamente—. Te estoy diciendo que el maldito es enorme.

Escupió para mostrar su desprecio contra el tubo doblado.

—Con eso no llevaremos al maldito a ninguna parte.

—Por esta vez tiene razón —dijo Lambert—. Tenemos que llevarlo a una cámara. Pero ¿cómo lo llevamos?

La mirada de Ripley recorrió a todos sus compañeros.

—Creo que es tiempo de que el departamento de ciencia nos ponga al día en lo que concierne a nuestro visitante. ¿Tienes alguna idea nueva, Ash?

El científico pensó un momento:

—Bueno, parece haberse adaptado bien a una atmósfera rica en oxígeno. Eso quizás tenga algo que ver con su espectacular desarrollo en esta etapa.

—¿En esta etapa? —repitió Lambert, sorprendida—. ¿Quieres decir que puede convertirse nuevamente en otra cosa?

Ash extendió las manos, como a la defensiva:

—Sabemos muy poco acerca de él. Debemos estar preparados para lo que venga. Ya se ha metamorfoseado dos veces: de huevo a forma de mano, de mano a lo que salió del cuerpo de Kane, y ahora en esta forma bípeda mucho mayor. No hay ninguna razón para suponer que ésta es la etapa final de su cadena de desarrollo.

Hizo una pausa y luego añadió:

—La siguiente forma que concebiblemente puede adoptar quizás sea aún más grande y más poderosa.

—Muy alentador... —murmuró Ripley—. ¿Algo más?

—Además de la nueva atmósfera, ciertamente se ha adaptado a sus requerimientos nutricionales. Así pues, sabemos que puede mantenerse con muy poco en varias atmósferas y posiblemente en ninguna de ellas por un período no especificado. Lo único que desconocemos es su capacidad para enfrentarse a grandes cambios de temperatura. A bordo del
Nostromo
hace un calor confortable. Si consideramos la temperatura media del mundo en que lo descubrimos, creo que podremos excluir un gran frío como enemigo suyo, aunque su anterior forma de huevo acaso fuese más resistente que su forma actual; de ello hay precedentes.

—Muy bien —dijo Ripley—. ¿Qué me dices de la temperatura? ¿Qué ocurre si la elevamos mucho?

—Veamos —dijo Ash—. No podemos elevar la temperatura de toda la nave por la misma razón que no podemos sacar todo el aire. En nuestros trajes no hay suficiente aire, hay una movilidad limitada y estaríamos indefensos, confinados en los congeladores; y hay otras razones. Pero la mayoría de los seres vivos retroceden ante el fuego. No es necesario calentar toda la nave.

—Podríamos pasar un cable de alto voltaje por unos cuantos corredores y atraerlo hacia ellos. Eso lo dejaría frito —sugirió Lambert.

—No tenemos que vérnosla con un animal —le dijo Ash—. O, en caso de serlo, entonces es supremamente hábil. No va a cargar a ciegas contra un cordón, o contra algo que bloquee una vía de tránsito tan clara como un corredor. Ya lo ha demostrado escogiendo los ventiladores para trasladarse, en lugar de los pasillos. Además, ciertos organismos primitivos, como los tiburones, son sensibles a los campos eléctricos. En general, no es una buena idea.

—Quizás pueda detectar los campos eléctricos que generen nuestros propios cuerpos —dijo Ripley sombríamente—. Tal vez sea así como nos detecta.

Parker pareció dudoso.

—Yo no apostaría a que depende de sus ojos. Si eso son esas cosas.

—No lo son.

—Una criatura con tantos recursos probablemente utiliza muchos sentidos al detectar —intervino Ash.

—De todos modos, no me gusta la idea del cable —dijo Parker, cuyo rostro había enrojecido—. Estoy harto de esconderme; cuando salga de su lugar yo quiero estar allí, quiero verlo morir.

Guardó silencio durante un rato y luego añadió, con menos emoción:

—Quiero oírlo gritar como gritó Brett.

—¿Cuánto tiempo necesitarías para unir tres o cuatro unidades incineradoras? —Quiso saber Dallas.

—Dame veinte minutos. Las unidades básicas ya están allí almacenadas. Sólo es cuestión de modificarlas para hacerlas manuales.

—¿Puedes darles suficiente potencia? No queremos encontrarnos en la clase de situación que describió Ash si vamos a usar láser. Necesitamos algo que lo detenga instantáneamente.

—No te preocupes —dijo Parker con voz fría, fría—. Yo los arreglaré de modo que cocinen todo con lo que se ponga en contacto.

—Entonces, esa parece nuestra mejor oportunidad —dijo el capitán mirando a todos alrededor de la mesa—. ¿Tiene alguien alguna idea mejor?

Nadie habló.

—Muy bien —dijo Dallas, apartándose de la mesa y levantándose—. Cuando Parker esté listo con sus lanzallamas, partiremos de aquí y volveremos al nivel C y a la cámara donde atacó a Brett. Le seguiremos el rastro desde allí.

Parker pareció dudar.

—Subió con él a través de la armazón del casco antes de entrar en la cámara de aire. Sería dificilísimo subir allí. No soy un simio.

Miró a Ripley como advirtiéndole, pero ella no hizo ningún comentario.

—¿Prefieres entonces quedarte sentado aquí y esperar a que él venga a buscarte? —preguntó Dallas—. Cuanto más tiempo podamos tenerlo a la defensiva, mejor será para nosotros.

—Salvo por una cosa —dijo Ripley.

—¿Cuál?

—Ni siquiera estamos seguros de que haya estado a la defensiva —dijo ella, mirándolo fijamente.

Los lanzallamas eran más voluminosos que los tubos, y parecían menos eficaces. Pero los tubos habían funcionado como de ellos se esperaba, y Parker les había asegurado a todos que también lo harían los incineradores. Esta vez se negó a dar una demostración, porque, según explicó, las llamas eran lo bastante poderosas para dañar el puente.

El hecho de que estuviera confiando su propia vida a sus aparatos fue prueba suficiente para todos los demás, salvo para Ripley. Ella empezaba a desconfiar de todo y de todos. Siempre había sido un poquito paranoide. Y los acontecimientos la estaban empeorando. Empezó a preocuparse tanto por lo que ocurría a su propio cerebro como a lo que pudiese pasar por el ser extraño.

Desde luego, en cuanto hubiesen descubierto y matado al enemigo, los problemas mentales se desvanecerían. Eso esperaba ella.

El apretado grupo de hombres nerviosos avanzó cautelosamente desde el comedor hasta el nivel B. Se encaminaban a la escalera cuando los dos detectores empezaron a silbar frenéticamente. Al punto, Ash y Ripley apagaron el sonido. Tuvieron que seguir las agujas vibrantes tan sólo unos doce metros antes de que llegara a sus oídos un sonido distinto y más alto: el de metal que se destroza.

—Calma —dijo Dallas colocándose el lanzallamas bajo el brazo y dando vuelta a la esquina del corredor. Los ruidos continuaban ahora más claros. Dallas supo dónde se originaban.

—El casillero de los alimentos —susurró a sus compañeros—. Está dentro.

—¡Escuchen eso! —murmuró Lambert atemorizada—. ¡Dios, debe de ser grande!

—Bastante grande —dijo Parker, suavemente—. Recuerda que yo lo vi y es fuerte. Se llevó a Brett...

Se interrumpió a media frase; los recuerdos de Brett le quitaron todo deseo de conversar.

Dallas levantó el cañón de su lanzallamas.

—Hay una abertura en la parte trasera del casillero. Por allí se metió —echó una mirada a Brett—. ¿Estás seguro de que estas cosas funcionarán?

—Yo las hice ¿no?

—Eso es lo que me preocupa —respondió Ripley.

Siguieron avanzando. Los sonidos de metal continuaban. Cuando se encontraron en sus puestos fuera del casillero, Dallas indicó a Parker, con la mirada, la perilla de la puerta. De mala gana, el ingeniero empuñó firmemente la pesada bola. Dallas retrocedió dos pasos y preparó el lanzallamas.

—¡Ahora!

Parker abrió violentamente la puerta, y de un salto se apartó del camino. Dallas oprimió el gatillo de la pesada arma. Un verdadero abanico, sorprendentemente extenso, de fuego de color anaranjado llenó la entrada del casillero de los alimentos, haciendo que todos retrocedieran precipitadamente por el intenso calor. Dallas avanzó, olvidándose del calor que le quemaba la garganta y envió otra descarga al interior, y luego una tercera. Se hallaba ahora sobre un base más elevada, y tuvo que agacharse para poder disparar a los lados.

Pasaron varios minutos en nerviosa espera, hasta que el interior del casillero se enfrió lo bastante para que pudiesen entrar. Pese a la espera, el calor que irradiaban los restos carbonizados de lo que había dentro era tan intenso que tuvieron que caminar cuidadosamente, para no tropezar contra las ardientes paredes del casillero o los estantes sobrecalentados.

El casillero mismo era un desastre. Lo que había comenzado el ser extraño lo había terminado el lanzallamas de Dallas. Las profundas grietas negras que se veían en las paredes eran prueba del poder concentrado del incinerador.

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