Alien

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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

BOOK: Alien
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¿Donde estaba la Tierra? Esta o era su galaxia. Un sol extraño iluminaba el cielo con rayos anaranjados. En su sueño frio, los siete viajeros del espacio habían dejado atrás su propio universo y ahora su radio receptor les decía que sobre el planeta u giraba debajo de ellos, alguien transmitía señales pidiendo auxilio. Las leyes del espacio ordenaban que debían descender, explorar y prestar ayuda. Pero llevarian armas, pues no sabian porque o que era lo que los llamaba. Todo lo que sabían era que era un
Alien
.. Un ser extraño.

Alan Dean Foster

Alien

El octavo pasajero

ePUB v1.2

Alias
30.03.12

Título original en inglés: Alien

Historia original de Dan O'Bannon y Ronald Shusett

Novelización a cargo de Alan Dean Foster

Traducción de Juan Jose Utrilla Trejo

Primera edición en español: Agosto de 1979

Primera edición para iPad (ePub): Marzo de 2012

A Jim McQuade...

Un buen amigo y compañero

cexplorador de extremas posibilidades...

1

Siete soñadores.

Entiéndase que no eran soñadores profesionales. Los soñadores profesionales reciben buena paga, respeto, son talentos muy bien cotizados. Como casi todos nosotros, estos siete soñaban sin esfuerzo ni disciplina. Soñar profesionalmente, de modo que los propios sueños puedan ser registrados y repetidos para entretener a otros es algo mucho más difícil: requiere la capacidad de regular los impulsos creadores semi-conscientes y de estratificar la imaginación, combinación extraordinariamente difícil de lograr. Un soñador profesional es, simultáneamente, el más organizado de todos los artistas y el más espontáneo. Trama sutil de espectaculación no directa y torpe como la de usted o la mía. O la de estos siete soñadores.

Entre todos, Ripley fue la que llegó más cerca de alcanzar ese potencial especial. Tenía cierto innato talento para el sueño y más flexibilidad de imaginación que sus compañeros. Pero carecía de verdadera imaginación y de esa poderosa madurez de pensamiento característica del pro-soñador.

Ripley era excelente para organizar almacenes y carga, para perforar tarjetas A en una cámara de almacenamiento B, o para organizar convoyes. Era en el almacén de la mente donde su sistema de archivo se confundía. Esperanzas y temores, especulaciones y creaciones a medias pasaban libremente de un compartimiento a otro.

La oficial de cédulas Ripley necesitaba más dominio de sí misma. Pensamientos en bruto, exuberantes y confusos yacían esperando ser llamados, apenas bajo la superficie de la realización. Un poco más de esfuerzo, una mayor intensidad de auto-reconocimiento y Ripley sería una excelente pro-soñadora. Al menos, así pensaba ella ocasionalmente.

En cambio, el capitán Dallas parecía perezoso y era, por contraste, el mejor organizado de todos. Y tampoco le faltaba imaginación. De ello daba prueba su barba. Nadie llevaba barba en los congeladores. Nadie más que Dallas. Era parte de su personalidad, como había explicado a más de un curioso compañero de vuelo. Y no se separaría del anticuado vello facial como no se separaría de ninguna otra parte de su anatomía. Dallas era capitán de dos naves: el remolcador interestelar
Nostromo
, y su propio cuerpo. Y ambos permanecerían intactos en el sueño, así como en la vigilia.

Así pues, Dallas tenía la capacidad reguladora con un mínimo deseable de imaginación. Pero un soñador profesional requiere bastante más que un mínimo y esa es una deficiencia que sólo puede compensarse mediante una cantidad desproporcionada de aquella. Dallas no era un prosoñador más realista que Ripley.

Kane controlaba menos su pensamiento y su acción que Dallas, y tenía mucho menos imaginación. Era un buen funcionario ejecutivo, pero nunca sería capitán. Eso requiere cierto impulso, aunado a la capacidad de mandar a otros, y Kane no tenía ninguno de estos dones. Sus sueños eran sombras amorfas, translúcidas en comparación con las de Dallas, así como el propio Kane era como un eco más tenue, menos vibrante, del capitán. Esto no le impedía ser agradable. Pero pro-soñar requiere cierta energía extra, y Kane apenas tenía suficiente para la vida diaria.

Los sueños de Parker no eran ofensivos, pero eran menos pastorales que los de Kane. En ellos había poca imaginación. Eran demasiado especializados, y rara vez se relacionaban con seres humanos. No podía esperarse otra cosa del ingeniero de la nave.

Sus sueños eran directos y de vez en cuando desagradables. Estando despierto, este sedimento profundamente enterrado se mostraba algunas veces cuando el ingeniero estaba de mal humor o irritado. La mayor parte del limo y el desprecio que fermentaban en lo más hondo de la cisterna de su alma se mantenían bien ocultos. Sus compañeros de la nave nunca veían más allá del Parker destilado que flotaba en la superficie, nunca tenían un atisbo de lo que en sus profundidades fermentaba burbujeante.

Lambert era más inspiración de soñadores que soñadora en sí. En el hipersueño, sus inquietas meditaciones estaban llenas de conspiraciones intersistemáticas y factores de carga que se cancelaban al tomar nota del combustible. Ocasionalmente, había imaginación en aquellas estructuras oníricas, pero nunca en la manera apropiada para hacer latir el corazón de otros.

Parker y Brett a menudo imaginaban sus propios sistemas, mezclando sus tramas con las de ella. Ambos consideraban la cuestión de los factores de carga y las yuxtaposiciones espaciales de una manera que habría enfurecido a Lambert si ella lo hubiese sabido. Se guardaban para ellos tales meditaciones no autorizadas, en la seguridad de su sueño, diurno y nocturno, para no enfurecerla. No habría convenido perturbar a Lambert; como navegante del
Nostromo
, era la principal responsable de llevarlos a todos sanos y salvos, y esa era la tarea más emocionante y deseable que cualquiera pudiese imaginar.

Brett sólo aparecía como técnico en ingeniería; tal es una curiosa manera de decir que era tan inteligente y enterado como Parker, pero que le faltaba antigüedad. Y los dos formaban una pareja extraña, pues eran totalmente distintos a los ojos de los demás; sin embargo, coexistían y trabajaban juntos a la perfección. En gran parte, su triunfo como amigos y colaboradores se debía a que Brett nunca se metía en los terrenos mentales de Parker. El técnico era tan solemne y flemático en su aspecto y habla, como Parker voluble y caprichoso. Parker podía hablar durante horas acerca de la falla de un circuito de micronave, maldiciendo a sus antepasados hasta llegar a la madre tierra, de la que originalmente habían salido sus constituyentes; y Brett comentaría pacientemente: "correcto".

Para Brett, esa sola palabra era mucho más que una expresión de su parecer; era una expresión de sí mismo, y el silencio era la forma más limpia de comunicación. En la locuacidad estaba la demencia.

Y Ash, por otra parte, que era el oficial de ciencias; pero no era esto lo que hacía tan curiosos sus sueños. Curiosos, no cómicos. Sus sueños eran los más profesionalmente organizados de todos los de la tripulación; entre todos era él quien estaba más cerca de alcanzar a su yo despierto. En los sueños de Ash no había absolutamente ningún engaño.

Eso no resultaba sorprendente para los que en realidad conocían a Ash. Sin embargo, ninguno de sus seis compañeros de tripulación lo conocía. Ash sí se conocía bien. De haber sido interrogado, habría podido contestar por qué nunca podría llegar a ser un pro-soñador. Nadie pensó jamás en preguntárselo, pese al hecho de que el oficial en ciencias claramente encontraba el pro-sueño más fascinador que cualquiera de ellos.

¡Ah! Y también estaba el gato. Su nombre era Jones; era un gato corriente de casa, o mejor dicho, gato de nave. Jones era un gran macho amarillento, de padres desconocidos y hábitos independientes, acostumbrado a los avatares de los viajes de la nave y la idiosincrasia de los humanos que viajaban por el espacio. También su dormir era frío, y soñaba simples sueños de lugares cálidos y oscuros y ratones sujetos a la gravedad.

De todos los soñadores que había a bordo, Jones era el único contento, aunque no habría podido llamársele inocente.

Era una vergüenza que ninguno de ellos hubiera calificado como pro-soñador, pues cada uno tenía más tiempo para soñar en el curso de sus labores que una docena de profesionales, pese a lo lento del ritmo de sus sueños por obra del dormir frío. La necesidad había hecho que el sueño fuese su principal vocación. Una tripulación del espacio sideral no puede hacer en los congeladores
nada más
que dormir y soñar. Acaso siguieran siendo para siempre simples aficionados, pero desde hacía tiempo eran aficionados competentes.

Eran siete. Siete apasibles soñadores en busca de una pesadilla.

Aunque tenía una especie de conciencia propia, el
Nostromo
no soñaba. No lo necesitaba, así como no necesitaba el efecto de conservación de los congeladores. Si soñaba, tales reflexiones sin duda eran breves y pasajeras, ya que nunca dormía. Trabajaba y se mantenía, y lograba que su complemento humano en hibernación siempre estuviese un paso adelante de la muerte acechante que seguía al dormir frío, como un tiburón gris sigue a un barco en el mar.

Pruebas de la incesante vigilancia mecánica del
Nostromo
se hallaban por doquier en la tranquila nave, en los tenues zumbidos y las luces que eran como su aliento, la prueba de su sensibilidad instrumental. Aquello imbuía la textura misma de la nave, extendía sensores para revisar cada circuito y cada pieza de compresión. También afuera había sensores, palpando el pulso del cosmos. Y aquellos sensores habían descubierto una anomalía electromagnética.

Una parte del cerebro del
Nostromo
era peculiarmente capaz de descubrir el sentido de toda anomalía. Y diríase que ya había masticado esta anomalía. Su sabor le había resultado tan extraño que había examinado los resultados del análisis y llegado a una conclusión. Activó instrumentos que antes dormían; circuitos que poco antes habían estado en reposo volvieron a regular el flujo de los electrones. Como para celebrar aquella decisión, bancos enteros de luces brillantes parpadearon, señales de vida de un aliento mecánico e inquieto.

Sonó un "bip-bip" característico, como si hasta entonces sólo hubiese estado presente un tímpano artificial para oír y reconocer. Era un sonido que no se había oído en el
Nostromo
durante algún tiempo y eso indicaba un acontecimiento extraño.

Dentro de esta inquieta botella que despertaba, ola de sonidos tenues y de luces, de aparatos que conversaban entre sí, había un compartimiento especial. Y en aquella habitación de metal blanco había siete capullos de metal y plástico, color de nieve.

Un nuevo ruido llenó esta cámara, una exhalación explosiva que creó una atmósfera nueva, fresca, respirable. La humanidad se había colocado voluntariamente en esta posición, confiando en pequeños dioses de metal, como el
Nostromo,
para que le dieran aliento vital cuando no podía obtenerlo por sí mismo.

Las ramificaciones de ese ser electrónico semi-consciente probaron entonces el aire recién exudado y lo declararon satisfactorio para sostener la vida de organismos tan frágiles como los de los hombres. Brillaron nuevas luces, se cerraron más circuitos. Sin ruido se abrieron las capas de las siete crisálidas y las formas que había dentro, semejantes a gusanos, empezaron a salir, una vez más, a la luz.

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