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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

Alien (28 page)

BOOK: Alien
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Cuando Ash y su carga habían desaparecido tras la primera curva, Ripley tendió la mano hacia abajo. Lambert se la tomó y echándose hacia atrás miró, preocupada, cómo Ripley se ponía vacilante sobre sus pies.

Ripley sonrió y soltó su mano.

—Me pondré bien.

Luego se limpió enérgicamente las manchas de los pantalones.

—¿Cuánto oxígeno nos costó ese episodio? Necesitaré el dato exacto.

Lambert no contestó, y sólo siguió mirándola, meditabunda.

—¿Hay algo malo en ello? ¿Por qué me miras así? ¿Los datos del oxígeno no son ya para el consumo público?

—No me estés provocando —replicó Lambert, pero sin rencor; su tono era de incredulidad—. Estuviste acusándolo; en realidad, lo acusaste de hacer sonar la alarma para salvar al enemigo.

Luego meneó la cabeza lentamente.

—¿Por qué?

—Porque creo que está mintiendo, y si puedo obtener las cintas grabadas, lo demostraré.

—¿Qué probarás? Aun si de alguna manera pudieras demostrar que él es el culpable de que sonara la alarma, no podrías demostrar que no había sido un accidente.

—¡Valiente momento para ese tipo de accidente! ¿No crees?

Ripley guardó silencio durante un momento y luego añadió, en voz baja.

—Aún crees que me equivoco, ¿verdad?

—No lo sé.

Lambert parecía más cansada que deseosa de discutir.

—Ya no sé nada. Sí, creo que podría decir que estás equivocada. Equivocada o loca. ¿Por qué querría Ash o alguien proteger al enemigo? Si lo atrapa, lo matará, como a Dallas o a Brett. Si es que ellos están muertos.

—Gracias. Siempre me gusta saber de quién puedo depender —dijo Ripley; luego se apartó de la navegante, y avanzó resueltamente por el corredor hacia la escalera.

Lambert la observó irse; luego se encogió de hombros y se puso a recoger los cilindros. Trataba al metano con tanto cuidado como al oxígeno; ambos eran igualmente preciosos para su supervivencia...

—¿Ash, estás ahí? ¿Parker?

Cuando no le llegó ninguna respuesta, Ripley entró cautelosamente en el anexo de la computadora central. Durante un tiempo indeterminado, tuvo al cerebro del
Nostromo
completamente a su merced.

Sentándose ante la cómoda central, activó el tablero e hizo correr el pulgar insistentemente sobre las placas de identificación. Las pantallas de datos volvieron a la vida.

Hasta entonces había sido fácil. Ahora, Ripley tenía que trabajar. Pensó durante un momento y luego marcó un código de cinco dígitos que pensó que podía generar la respuesta que necesitaba. Las pantallas permanecieron en blanco, aguardando la pregunta indicada. Probó entonces una segunda combinación, poco usual, con igual falta de éxito.

Furiosa, profirió una maldición. Si se veía reducida a probar combinaciones aleatorias, podía estar trabajando allí hasta el día de su muerte; la cual, a la velocidad con que el enemigo estaba reduciendo la tripulación, acaso no estuviese muy distante.

Probó entonces una combinación terciaria, en lugar de una primaria y se quedó asombrada cuando las pantallas pronto se aclararon, dispuestas a recibir y a informar. Pero no apareció ninguna petición de insumo. Eso significaba que el código había tenido éxito sólo a medias. ¿Qué hacer?

Ripley echó una mirada al tablero secundario; estaba al alcance de cualquier miembro de la tripulación, pero no disponía de información confidencial o de mando. Si pudiera recordar la combinación, usaría el segundo tablero para plantear preguntas al banco central. Rápidamente cambió de asiento, y probó otro código con la esperanza de que fuera el correcto, y mecanografió la primera pregunta. Sería la clave si el código era aceptado sin preguntas. La aceptabilidad se manifestaría por la aparición de su pregunta en la pantalla. Distintos colores parecieron perseguirse durante un momento. Luego, la pantalla se aclaró.

¿QUIEN ENCENDIÓ EL SISTEMA DOS DE ADVERTENCIA?

La respuesta apareció debajo:

ASH.

Ripley permaneció sentada, asimilando la respuesta; era la que había esperado, pero tenerla allí, fríamente impresa para que cualquiera la leyese, le hizo captar súbitamente su importancia. Así pues, había sido Ash. Ahora, la cuestión crítica era: ¿Todo el tiempo había sido Ash el culpable?

Imprimió rápidamente la pregunta siguiente:

¿ESTA PROTEGIENDO ASH AL ENEMIGO?

Aquel parecía ser el día de las respuestas breves:

SÍ.

También ella podría ser breve. Sus dedos corrieron por el teclado.

¿POR QUE?

Tensamente se inclinó hacia adelante. Si la computadora decidía no darle más información, ella no conocía ningún otro código que le diera las respuestas. También existía la posibilidad de que realmente la computadora no tuviese contestación a los extraños actos del científico. Sin embargo, la tuvo.

ORDEN ESPECIAL 937.

PERSONAL DE CIENCIA VE TAN SOLO INFORMACIÓN LIMITADA.

Bueno, hasta allí había llegado. Podría evitar aquellas limitaciones. Estaba empezando, cuando una mano cayó junto a ella, hundiéndose hasta el codo en el terminal de la computadora.

Girando en su silla, después de que su corazón dio un vuelvo. Ripley vio no a la criatura, sino una forma y un rostro que ahora eran igualmente hostiles a ella.

Ash sonrió ligeramente. Pero en sus labios no había alegría.

—El mando parece un poco excesivo para ti. Pero, de todos modos una buena guía siempre es difícil en estas circunstancias. Creo que no se te puede culpar.

Ripley lentamente se echó atrás en su silla, manteniéndola cuidadosamente entre ambos. Las palabras de Ash podían ser conciliadoras. Pero sus actos no lo eran.

—El problema no es la buena guía, es la lealtad.

Manteniéndose de espaldas a la pared, empezó a avanzar hacia la puerta. Siempre sonriente, Ash se dio vuelta para quedar frente a ella.

—¿Lealtad? No veo dónde ha faltado.

"Ahora se muestra conciliador", pensó ella.

—Creo que todos hemos estado haciendo lo que hemos podido, Lambert se ha vuelto un poco pesimista, pero siempre supimos que ella era demasiado emotiva. Es muy competente para trazar el curso de una nave, pero no es tan buena planeando su propio curso.

Ripley seguía girando a su alrededor, y obligándose a sonreír a su vez.

—En este momento no me preocupa Lambert, me preocupas tú.

Empezó a girar para quedar frente a la puerta abierta, sintiendo que los músculos de su estómago se habían puesto tensos.

—¿Otra vez toda esa paranoia? —dijo Ash, tristemente—. Necesitas un poco de descanso.

Dio entonces un paso hacia ella, como para ayudarla.

Ella dio un salto, luego se agachó bajo los dedos abiertos de él. De pronto estuvo en el corredor, corriendo con todas sus fuerzas hacia el puente. Estaba demasiado concentrada para solicitar ayuda, y necesitaba el aliento.

En el puente no había nadie. De alguna manera volvió a rodearlo, moviendo interruptores de emergencia mientras corría. Las puertas de los mamparos respondieron, cerrándose cada una, siempre un segundo demasiado tarde para librarla de Ash.

Finalmente Ash la atrapó en el comedor. Parker y Lambert llegaron segundos después. Las señales enviadas por las puertas al cerrarse les habían dado la alerta, avisándoles que algo andaba mal en las proximidades del puente, y ya iban hacia allá cuando encontraron a perseguidor y perseguida.

Aunque no era aquel el tipo de experiencia que habían esperado encontrar, ambos reaccionaron bien. Lambert fue la primera. Se lanzó sobre la espalda de Ash. Sorprendido, éste soltó a Ripley, asió a la navegante, y la lanzó al otro lado de la habitación. Luego volvió hacia su tarea anterior: tratar de quitar la vida a Ripley. La reacción de Parker fue menos inmediata, pero mejor pensada. Ash habría sabido apreciar el razonamiento del ingeniero. Parker levantó uno de los pesados rastreadores y lo colocó detrás de Ash que estaba concentrado tratando de asfixiar a Ripley. El ingeniero blandió el rastreador con todas sus fuerzas.

Se oyó un ruido sordo. El rastreador continuó su arco mientras la cabeza de Ash salía en una dirección diferente. No hubo sangre. Tan sólo aparecieron cables y circuitos, que brotaban de las terminales que podían verse en el cuello cercenado del científico. Ash soltó a Ripley; ella se desplomó en el suelo, ahogándose y llevándose las manos a la garganta. Las manos de Ash representaron una pantomima macabra sobre sus hombros, buscando el cráneo faltante. Luego, se echó hacia atrás, recuperó el equilibrio y comenzó a buscar en el puente la cabeza separada...

13

—¡Un robot...! ¡Un maldito robot! —murmuró Parker. El rastreador colgaba, limpio, de una de sus manos.

Al parecer, había unos audio-sensores localizados en el torso así como en el cráneo, porque la poderosa forma se dio vuelta inmediatamente al sonido de la voz de Parker y empezó a avanzar hacia él. Levantando el rastreador, el ingeniero lo dejó caer sobre el hombro de Ash una y otra vez... sin ningún efecto. Unos brazos poderosos avanzaron, fueron cerrándose y tomaron a Parker en un abrazo no precisamente muy afectuoso; las manos fueron subiendo, buscaron su garganta y se contrajeron con fuerza sobrehumana.

Ripley se había recobrado y buscó algo, frenéticamente, hasta que descubrió uno de los viejos tubos con que habían planeado cazar al enemigo. Lo puso en posición, y notó que aún tenía una carga completa.

Lambert tiró de las piernas de Ash, tratando de voltear su motor. Del cuello de su enemigo brotaban alambres y contactos, Ripley trató de tirar de ellos. Los ojos de Parker parecían querer salirse de sus órbitas, y unos tenues jadeos salían de su garganta oprimida.

Al encontrar todo un nudo de cables y circuitos, Ripley metió allí la punta de su arma, y oprimió el gatillo. Los dedos de Ash en la garganta del ingeniero parecieron debilitarse un poco. Ripley sacó el arma, la colocó de otra manera y volvió a disparar.

Unas chispas azules brotaron del cuello. Ripley disparó de nuevo manteniendo continuamente oprimido el gatillo. Hubo una especie de relámpago, y pronto surgió un olor de aislantes quemados.

Ash se desplomó.

Mientras su pecho subía y bajaba, tratando de recuperar el aliento, Parker rodó sobre sí mismo, tosió un par de veces y luego expulsó flemas sobre el puente. Después parpadeó un par de veces, y contempló al robot.

—¡Maldito sea! ¡Maldita máquina de la Compañía!

Luego logró ponerse de pie, y pateó el metal. No reaccionó; permaneció inerte, inocuo sobre el puente.

La mirada de Lambert pasó, incrédula, de Parker a Ripley.

—¿Alguien puede decirme qué demonios está pasando?

—Sólo una manera de averiguarlo —dijo Ripley, dejando cuidadosamente el tubo a un lado, y asegurándose que quedara a su alcance por si lo necesitara con urgencia; luego se acercó al cuerpo.

—¿Qué es eso? —preguntó Lambert.

Ripley miró a Parker, que estaba frotándose el cuello.

—Conecta otra vez la cabeza. Creo que yo quemé el sistema locomotor del dorso, pero la cabeza y la memoria aún deben funcionar, si se les da energía. Ha estado protegiendo al enemigo desde el principio. Yo traté de decírtelo.

Con un ademán señaló al cuerpo. Era difícil empezar a pensar en un compañero de la tripulación como en otra pieza del equipo.

—Recuerda que les hizo entrar en la nave contra todas las regulaciones —dijo Ripley, y su expresión se contrajo ante el recuerdo—. Se valió de la vida de Kane como excusa, pero nunca le interesó Kane. Dejó que ese ser creciera dentro de su cuerpo, y todo el tiempo supo lo que estaba ocurriendo. Y después hizo sonar la bocina de emergencia para salvarlo.

—Pero ¿por qué? —dijo Lambert, aún luchando y tratando de entender las cosas.

—Sólo estoy haciendo suposiciones, pero la única razón que puedo imaginar de poner un robot como miembro de la tripulación a bordo, con los demás, sin informarnos desde el principio, es que alguien quiso tener un observador que le informara de todos los acontecimientos —dijo ella mirando fijamente a Lambert—. ¿Quién asigna el personal a las naves, hace cambios de último minuto con los científicos y sería la única capaz de poner secretamente un robot a bordo? ¿Y con qué propósito?

Lambert, esta vez, respondió al momento:

—La Compañía —dijo sin vacilar.

—Desde luego —dijo Ripley y sonrió sin alegría—. Los zánganos de la Compañía debieron de recibir la transmisión de la nave abandonada y como el
Nostromo
era la siguiente nave de la compañía que debía pasar por aquel cuadrante espacial, pusieron a Ash a bordo, para asegurarse de que seguiríamos algo que Madre llama la Orden Especial 937. Si los resultados de la transmisión resultaban sin importancia, Ash podía informar de eso, sin que nosotros supiéramos de qué se estaba tratando; si era algo importante, entonces la Compañía se enteraba de lo que quería saber sin tener que enviar a un costoso equipo de exploración. Sencilla cuestión de maximizar las ganancias, minimizar las pérdidas. Ganancias suyas y pérdidas nuestras.

—¡Es grande eso! —dijo Parker, airado—. Hasta ahí, te lo has figurado todo bien. Ahora, dime por qué hemos de volver a unir a este maldito.

Y escupió sobre el cuerpo de Ash.

Ripley había colocado la cabeza de Ash en una mesa y estaba tomando una línea de energía de una salida de la pared, cerca del autochef, para colocar la cabeza inmóvil.

—Tenemos que descubrir todo lo que haya estado ocultándonos. ¿De acuerdo?

Parker asintió, de mala gana.

—De acuerdo.

Luego avanzó.

—A ver. Déjame hacer eso.

El ingeniero maniobró con los cables y las conexiones localizadas en la parte trasera de la cabeza de Ash, debajo del cabello artificial. Cuando los párpados del científico empezaron a moverse, Parker gruñó, satisfecho, y se apartó.

Ripley se inclinó hacia adelante.

—Ash, ¿puedes oírme?

No hubo respuesta. Ripley miró a Parker.

—El circuito está limpio. El nivel de energía se ajusta por sí solo. A menos que algunos circuitos importantes se interrumpieran cuando la cabeza cayó contra el puente, debiera contestar. Y las células de la memoria y los componentes verbal-visuales se encuentran apretados en estos modelos complicadísimos; espero que hable.

Ripley probó de nuevo:

—¿Puedes oírme?

Una voz familiar, un poco distante, sonó en el lugar:

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