Alien (22 page)

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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

BOOK: Alien
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—Dices que tengo una razón para esta locura de la que me estás acusando. Nómbrame una.

—Mira, los dos trabajamos para la misma Compañía.

Luego Dallas cambió de enfoque. Como la acusación no había dado resultado, trataría de explotar el sentido de afinidad de Ash. Se le ocurrió a Dallas que estaba volviéndose paranoico allí mismo en la enfermería. Era fácil echarle el problema a alguien capaz de resolverlo, como Ash, y no al que le correspondía: al ser extraño.

Ash era un tipo raro, pero no estaba actuando como un asesino.

—Simplemente quiero saber —concluyó con voz implorante—, qué está pasando.

El científico descruzó sus brazos y miró momentáneamente su tablero antes de responder.

—No sé de qué estás hablando. Y no me importan esas insinuaciones. Ese ser extraño es una peligrosa forma de vida. Desde luego, es admirable en muchos aspectos. Eso no lo niego. Como científico, me parece fascinador. Pero después de lo que ha hecho deseo más que tú que no siga con vida.

—¿Estás seguro?

—Sí, estoy seguro —dijo Ash y su voz era de irritación—. Si no hubieses estado bajo tanta presión últimamente, tú también lo estarías. Olvídalo, yo lo olvidaré.

—Sí —dijo Dallas dándose vuelta rápidamente, y encaminándose hacia la puerta abierta.

Por el corredor subió hasta el puente. Ash lo observó irse, y luego volvió a sus propios pensamientos. Luego dirigió su atención a sus instrumentos, pacientes y más fáciles de comprender.

"Estás trabajando demasiado, demasiado", se dijo Dallas, sintiendo vibraciones en la cabeza.

Probablemente Ash tenía razón, él había estado trabajando bajo demasiada presión. Cierto que estaba preocupándose por cada uno, además del ser extraño. ¿Cuánto tiempo podría soportar aquella clase de carga mental? ¿Cuánto tiempo más debía intentarlo? Sólo era un piloto.

"Kane habría sido un mejor capitán", pensó Dallas. Kane llevaba más desenvueltamente ese tipo de preocupación, no dejaba que descendiera muy profundamente dentro de él. Pero Kane ya no estaba allí para ayudar.

Con el pulgar, Dallas operó un intercomunicador del corredor. Una voz respondió inmediatamente.

—Ingeniería.

—Habla Dallas. ¿Cómo van las cosas?

La voz de Parker fue como de quien no quiere comprometerse.

—Vamos avanzando...

—¡Maldita sea! ¡Habla más claro!

—¡Eh, tómalo con calma, Dallas! Estamos trabajando tan rápido como podemos. Brett sólo puede completar circuitos a esta velocidad. ¿Deseas acorralar esa cosa y tocarla con un tubo de metal con dos mil voltios?

—Lo siento —dijo Dallas, sinceramente—. Hagan lo que puedan.

—Lo estamos haciendo por todos. Ingeniería, corte.

El intercomunicador quedó en blanco.

Aquello había sido completamente innecesario, se dijo Dallas, airado. También había sido embarazoso. Si él ya no se dominaba, ¿cómo esperaba que lo hicieran los demás?

En aquel preciso momento no se sentía capaz de enfrentarse a nadie; no, después de aquel encuentro perturbador con Ash, que no le había llevado a nada. Aún tenía que decidir por sí solo si había tenido razón acerca del científico o si estaba en un gran error. Dada la falta de un motivo, suponía, irritado, lo último. Si Ash estaba mintiendo, lo hacía muy bien. Dallas nunca había visto a nadie dominar así sus emociones.

Había un lugar en el
Nostromo
donde Dallas ocasionalmente encontraba algunos momentos de completa intimidad y al mismo tiempo se sentía razonablemente seguro. Era como una matriz artificial. Tomó el corredor B, ya no tan preocupado por sus propios pensamientos que dejara de buscar constantemente alguna forma, algún movimiento, en los rincones oscuros. Pero nada se dejó ver.

Finalmente, Dallas llegó al lugar en que el casco se curvaba ligeramente hacia afuera. Allí una pequeña escotilla estaba abierta. Era demasiado pequeña para tener una cerradura. Dallas entró allí cuidadosamente, y se sentó.

Su mano cubrió otro botón rojo del panel de control de la navecilla auxiliar, y pasó sin tocarla. Activar la escotilla del corredor se notaría inmediatamente en el puente. Eso no alarmaría al que lo notara, pero si cerrase la escotilla eso alarmaría a cualquiera. Así pues, Dallas la dejó abierta hacia el corredor, sintiéndose ligera pero gratamente apartado del
Nostromo y
sus actuales horrores e incertidumbres.

10

Dallas estaba estudiando el oxígeno restante por última vez, con la esperanza de que algún milagro hubiese añadido otro cero al implacable número del marcador. Al observar al contador concluir su trabajo, el último dígito de la línea pasó de 9 a 8. Hubo un sonido grave en la entrada y Dallas se dio vuelta; se relajó al ver que eran Parker y Brett. Parker dejó caer toda una serie de tubos de metal al piso. Cada uno era aproximadamente del doble de diámetro del pulgar de un hombre. Resonaron huecamente. Su apariencia era de armas. Brett se desembarazó de varios metros de red; parecía satisfecho de sí mismo.

—Aquí están las cosas. Todo ya probado y dispuesto.

Dallas aprobó con la cabeza.

—Llamaré a los demás.

Hizo un llamado general al puente y mientras la tripulación llegaba se dedicó a inspeccionar, con aire de duda, la colección de tubos. Ash fue el último en llegar, pues era el que estaba más lejos.

—¿Vamos a tratar de atrapar al enemigo con eso? —dijo Lambert señalando los tubos; su voz no dejó dudas respecto a su opinión sobre su eficacia.

—Dales una oportunidad —dijo Dallas—. Que cada quien tome uno.

Todos se alinearon, y Brett les pasó las unidades. Cada una era de cerca de metro y medio de largo. En un extremo había una instrumentación compacta, y formaba un burdo mango. Dallas esgrimió el tubo como un sable para sentir su peso. No era demasiado pesado, lo que le hizo sentir mejor. Deseaba algo que pudiera poner entre él y su enemigo, por si hacía apresuradas emisiones de ácido, o por alguna otra forma inimaginable de defensa. Al sentir una macana, hay en ello algo ilógico y primitivo, pero reconfortante.

—Puse tres cargas portátiles en cada uno —dijo Brett—. Las baterías le darán una buena descarga. No hay que volver a cargarlas a menos que se mantenga oprimido el botón de descarga durante largo tiempo, y quiero decir realmente largo tiempo.

Indicó luego el mango de su propio tubo:

—No tengan miedo de usarlo. Está completamente aislado aquí el mango, y esta parte hasta el tubo. Si tocan el tubo cuando esté encendido, tendrán que tirarlo, pero hay otro tubo en el interior, que conduce el superfrío; es allí donde se da la mayor parte de la descarga. Casi el ciento por ciento de la energía descargada va al otro extremo. Así pues, tengan mucho cuidado de no poner la mano ahí.

—¿Nos haces una demostración? —preguntó Ripley.

—Sí, claro.

El técnico en ingeniería tocó con su tubo un conducto que corría a través de la pared más cercana. Una chispa azul brotó del tubo, hubo un ruido como de un latigazo y un ligero olor a ozono. Brett sonrió.

—Tendrán que probarlo todos ustedes. Todos funcionan bien. Tienen bastante jugo en esos tubos.

—¿Hay alguna manera de graduar el voltaje? —quiso saber Dallas.

Parker negó con la cabeza.

—Quisimos hacer, dentro de lo posible, algo que ataque, pero que no mate. No sabemos nada acerca de esta variedad de la criatura, ni teníamos tiempo para instalar cosas como reguladores de corriente. Cada tubo genera una sola carga invariable. No hacemos milagros, ¿sabes?

—Primera vez que te oigo reconocerlo —dijo Ripley.

Parker le echó una mirada dura.

—No le hará daño al pequeño monstruo a menos que su sistema nervioso sea bastante más sensible que el nuestro —les dijo Brett—. De eso podemos estar seguros. Su padre era más pequeño, y bastante duro.

Luego blandió el tubo como un antiguo gladiador que se preparaba a entrar en la arena.

—Esto sólo le dará un pequeño sobresalto. Desde luego, no lo sentiré si logra electrocutar al pequeño monstruo.

—Quizás resulte —reconoció Lambert—. Así pues, esa es nuestra posible solución al problema uno. ¿Qué me dicen del problema dos, encontrarlo?

—Me he encargado de eso.

Todo el mundo se volvió, con sorpresa, a ver a Ash que mantenía un pequeño aparato comunicatorizado. Sin embargo, Ash tan sólo se dirigía a Dallas. Incapaz de sostener la mirada del científico, Dallas mantuvo su atención enfocada exclusivamente en el pequeño aparato.

—Como es claramente necesario localizar la criatura en cuanto sea posible, he hecho algo por mi parte. Brett y Parker han logrado algo admirable, concibiendo un medio para manipular a la criatura. Bueno, aquí está mi medio de encontrarla.

—¿Un rastreador portátil? —dijo Ripley, admirando el compacto instrumento. Parecía haber sido ensamblado en una fábrica y no ser algo apresuradamente reunido en el laboratorio de un remolcador comercial.

Ash asintió con la cabeza.

—Se le pone en marcha para que busque un objeto móvil. Su alcance no es muy grande, pero cuando llega a cierta distancia empieza a sonar, y el volumen aumenta proporcionalmente a la distancia decreciente del blanco.

Ripley tomó el rastreador de manos del científico y le dio vuelta. Lo examinó con ojo profesional.

—¿Cómo se sintoniza? ¿Cómo distingue a los compañeros del enemigo?

—De dos maneras —explicó Ash, orgulloso—. Como ya dije, su alcance es corto. Eso podría considerarse una desventaja, pero en este caso resulta a nuestro favor, ya que permite a dos grupos buscar sin que el rastreador delate al otro grupo; y, algo más importante, tiene incorporado un sensible monitor de densidad del aire. Todo objeto que se mueva lo afectará. En el aparato pueden ver en qué dirección está avanzando el objeto. Simplemente, manténganlo hacia adelante. No es un instrumento tan avanzado como yo hubiera querido, pero fue lo mejor que pude hacer en un tiempo limitado.

—Lo hiciste estupendamente, Ash —volvió a reconocer Dallas, y tomó el rastreador de manos de Ripley—. Esto debe ser más que suficiente. ¿Cuántos hiciste?

Por toda respuesta, Ash puso un duplicado en la palma de la mano del capitán.

—Eso significa que podemos dividirnos en dos equipos. Magnífico. Bueno, no tengo ningunas instrucciones complicadas que dar; ustedes saben tan bien como yo lo que hay que hacer. El que lo encuentre tratará de cogerlo con la red, luego llevarlo a la escotilla y enviarlo hasta Rigel tan rápidamente como pueda. No me importa si quieren utilizar los cerrojos explosivos de la escotilla exterior. Nosotros saldremos en nuestros trajes si tenemos que hacerlo.

Echó a andar por el corredor; hizo una pausa para mirar a su alrededor a la habitación llena de instrumentos. Parecía imposible que algo se hubiese deslizado allí sin ser notado, pero si ellos iban a emprender una búsqueda sistemática, mejor sería no hacer excepciones.

—Para empezar, asegurémonos de que no está en el puente.

Parker llevaba uno de los rastreadores. Lo encendió, y con él señaló todo el puente, manteniendo su atención en la aguja burdamente hecha que había enfrente de la unidad.

—Seis desplazamientos —anunció después de completar el registro en todas direcciones—. Todos ellos aproximadamente en la dirección en que está cada uno de nosotros.

—Aquí parece estar limpio... Si esta maldita cosa funciona.

Ash habló sin ofenderse.

—Sí funciona. Tú mismo acabas de demostrarlo.

Unos a otros se pasaron el equipo adicional. Dallas observaba a sus compañeros que esperaban.

—¿Todos listos?

Se oyó un par de murmullos "No", y todos sonrieron. La trágica muerte de Kane ya se había desvanecido, o casi, en sus memorias. Esta vez estaban prevenidos para enfrentarse al ser extraño y se consideraban provistos con armas apropiadas para la tarea.

—Los canales están abiertos en todos los puentes —dijo Dallas avanzando decidido por el corredor. Nos mantendremos en contacto constante. Ash y yo iremos con Lambert y un rastreador. Brett y Parker integrarán el segundo equipo. Ripley, tú serás su jefa con el otro rastreador. A la primera señal de la criatura, la prioridad es capturarla y luego echarla en la cámara. Notificar al otro equipo es una consideración secundaria. ¡Manos a la obra!

Desfilaron por el puente.

Los corredores del nivel A nunca les habían parecido tan largos ni tan oscuros. A Dallas le eran conocidos como la palma de su propia mano y, sin embargo, el saber que algo mortal podía hallarse oculto en los rincones o en las cámaras de almacenamiento, le hizo dar pasos precavidos donde de otra manera habría caminado con confianza aun con los ojos cerrados. Todas las luces fueron encendidas, pero eso no iluminó mucho el corredor. Eran luces de servicio, tan sólo para uso ocasional. ¿Para qué desperdiciar energía iluminando todos los rincones de una nave de trabajo como el
Nostromo,
cuando su tripulación pasaba poco tiempo despierta? La luz suficiente para ver durante la partida y la llegada y durante alguna ocasional emergencia de vuelo. Dallas podía estar agradecido por la luz que tenía, pero eso no le impedía lamentar que no hubiese allí unos reflectores.

Lambert sostenía el otro lado de la red, frente a Dallas. La red se extendía de un lado a otro del corredor. Dallas aferró su extremo un poco más fuertemente, y le dio un tirón. La cabeza de Lambert se volvió hacia él, sorprendida, con ojos muy abiertos. Luego Lambert se relajó, le hizo una señal con la cabeza y volvió su atención a los puntos oscuros del corredor. Había estado soñando, hundiéndose en una especie de auto-hipnosis; su mente estaba tan llena de posibilidades horribles que había olvidado por completo lo que traía entre manos. Debía estar buscando en los nichos y los rincones de la nave, no en su imaginación. La mirada de alerta volvió a su rostro y Dallas volvió su atención a la próxima curva del corredor.

Ash los seguía de cerca, con la mirada fija en la pantalla del rastreador. Se movía en sus manos de lado a lado, detectando de pared a pared. El instrumento era silencioso salvo cuando el científico lo movía demasiado hacia la izquierda o hacia la derecha; detectaba a Lambert o a Dallas, y emitía entonces un sonido "bip" quejumbroso, hasta que Ash tocaba un botón para acallarlo.

Se detuvieron ante una escalera que descendía en forma de caracol.

Lambert se inclinó y luego llamó en voz baja.

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