Lambert fue la primera que notó el movimiento de la aguja del rastreador. Transcurrió todo un angustioso minuto hasta que ciertas cifras completaron el dato con una cantidad legible.
—Empezamos a recibir noticias tuyas —informó al distante Dallas.
—Muy bien.
Dallas se sintió mejor sabiendo que los otros estaban enterados exactamente de dónde estaba.
—No se retiren.
El túnel inició otra curva. Dallas no recordaba que hubiese tantas curvas y descensos súbitos, pero estaba seguro de que aún se encontraba en la parte principal. No había pasado frente a ninguna boca lo bastante ancha para dar paso a nada más grande que Jones. Pese a la demostrada capacidad del ser extraño para penetrar por espacios pequeños, Dallas no pensó que pudiera comprimirse lo suficiente para entrar por el respiradero secundario, de sólo unos doce centímetros de diámetro.
La siguiente curva resultó especialmente difícil. El largo e inflexible cañón del lanzallamas complicaba más las cosas. Jadeando, Dallas se tendió, considerando cómo proceder.
—Ripley.
Ripley se sobresaltó ante lo agudo del llamado, y habló apresurada ante el micrófono.
—Aquí estoy. Te leemos claramente. ¿Pasa algo?
—Parece...
Ripley se interrumpió. Era inevitable que Dallas pareciera nervioso.
—Estoy bien... un poco cansado. Fuera de condición. Demasiadas semanas en el hipersueño... hacen que se pierda algo de músculo, por muy congelado que esté uno.
Haciendo contorsiones, adoptó una nueva posición donde podía ver mejor adelante.
—No creo que este túnel llegue mucho más lejos. Esto está calentándose.
"Era de esperar", se dijo a sí mismo. El efecto acumulado de muchas descargas estaba poniendo a difícil prueba la capacidad de enfriamiento de los termostatos del túnel.
—Sigo adelante. Estén listos.
Cualquier espectador habría notado fácilmente el alivio en el rostro de Dallas cuando finalmente salió del incómodo túnel. Daba a uno de los principales ductos de aire del
Nostromo,
un túnel dividido por una pequeña acera. Dallas salió arrastrándose del túnel y se detuvo en el pasillo, donde se estiró con placer.
Una inspección minuciosa del pasaje resultó inútil. El único sonido que oyó fue el paciente palpitar de la maquinaria de enfriamiento. A la mitad había un espacio mayor para hacer reparaciones, y hacia allá avanzó, para repetir su inspección. Por lo que podía ver, la enorme cámara estaba vacía.
Nada podría deslizarse hacia allá, no mientras él estuviese en el centro de la habitación. Tendría un buen lugar para pasar un par de minutos de descanso muy necesario. Se sentó sobre la acera, examinando distraídamente el nivel del piso, y habló hacia el micrófono de cuello.
—Lambert ¿qué datos están recibiendo? Estoy en una de las principales cámaras, en la estación de reparaciones del centro. Sólo yo estoy aquí.
La navegante echó un vistazo al rastreador y de pronto pareció desconcertada. Echó una mirada de preocupación a Parker, y puso el aparato ante sus ojos.
—¿Puedes entender esto?
Parker estudió la aguja y los datos.
—No. Esa no es mi especialidad, es la de Ash. Sin embargo, parece confuso.
—Lambert —sonó de nuevo la voz de Dallas.
—Aquí estoy. Pero no estoy segura...
Miró desconcertada el rastreador, que le pareció tan incomprensible como antes.
—Parece haber una especie de doble señal.
—Eso es imposible. ¿Estás recibiendo dos tipos de lectura distintas y separadas?
—No. Sólo una, pero incomprensible.
—Puede ser interferencia —dijo Dallas—. Por la forma en que el aire circula aquí, podría confundir a una máquina diseñada para leer la densidad del aire. Probablemente se aclare más allá.
Dallas se levantó, sin ver la enorme mano con garras que se levantaba lentamente sobre el pasillo que había bajo sus pies. La mano, a tientas, estuvo a punto de tocar su pie izquierdo mientras él avanzaba. Se retiró bajo la acera, tan silenciosamente como había aparecido.
Dallas había caminado la mitad del recorrido hasta el extremo de la cámara. Entonces se detuvo.
—¿Está mejor ahora, Lambert? He avanzado. ¿Es ahora más claro el registro?
—Es claro, sí —dijo ella, pero su voz fue tensa—. Sigo recibiendo una doble señal, y creo que es distinta. No sé cuál es cuál.
Dallas giró sobre sí mismo, abarcando con la mirada el techo, el piso, las paredes y la gran abertura de la que acababa de salir. Luego miró hacia atrás, hacia el lugar de las reparaciones. Su mirada se posó en el mismo sitio en que había estado sentado hacía pocos segundos.
Bajó el cañón del lanzallamas. Si él era la señal principal habiendo avanzado por la acera, entonces la causa de la doble señal debía ser... Sus dedos se pusieron tensos en el gatillo del incinerador. Una mano avanzó desde abajo y desde atrás, hacia su tobillo.
El ser extraño era la señal principal.
Ripley se hallaba sola frente al ducto, observándolo y pensando en el respiradero abierto que se hallaba cerca. Hubo un lejano sonido, como un repique. Al principio, pensó que era sobre su cabeza, donde a menudo se originaban sonidos curiosos. Luego se repitió, más alto, y esta vez fue seguido por un eco. Parecía venir de lo profundo del túnel. Sus manos se pusieron tensas sobre el lanzallamas.
El sonido cesó. Contra su propio criterio, se acercó ella un poco más a la abertura, manteniendo el cañón del lanzallamas hacia adentro. Desde allí llegó un sonido reconocible: un grito. Ripley reconoció la voz.
Olvidando todos los planes tan cuidadosamente establecidos, todo procedimiento sensato, Ripley corrió todo lo que la separaba de la abertura.
—¡Dallas... Dallas!
Después del primer grito, nada. Tan sólo un lejano sonido grave que rápidamente se desvaneció. Ripley revisó el rastreador. Mostraba una sola señal, y el color rojo también se desvaneció pronto. Como el grito.
—¡Oh, Dios mío! ¡Parker! ¡Lambert!
Corrió hacia el micrófono y gritó junto a la reja.
—Aquí, Ripley —respondió Lambert—. ¿Qué ocurre? Acabo de perder la señal.
Ripley empezó a decir algo, pero murió en su garganta. De pronto recordó sus nuevas responsabilidades. Afirmó su voz, y se puso rígida aunque a su alrededor no había nadie para verla.
—Acabamos de perder a Dallas...
Los cuatro miembros sobrevivientes de la tripulación del
Nostromo
se reunieron ante la mesa. Ya no parecía un lugar limitado, sofocante. Había adquirido un espacio que los cuatro aborrecían. Y les daba recuerdos que luchaban por disipar.
Parker llevaba dos lanzallamas y dejó caer uno sobre la mesa.
Ripley le dirigió una mirada triste:
—¿Donde estaba?
—Lo encontramos tirado allí, en el suelo de la cámara de mezclado, debajo de la acera —dijo el ingeniero con voz cansada—. Ninguna señal, nada de sangre, nada.
—¿Y el enemigo?
—Lo mismo. Nada. Tan sólo un agujero abierto en el complejo central de refrigeración. A través del metal; no creí que fuera tan fuerte.
—Nosotros tampoco. Ni Dallas. Pero hemos estado demasiado confiados desde que trajimos aquella mano a bordo. Eso tiene que cambiar. En adelante supondremos que es capaz de todo, incluso de invisibilidad.
—Ninguna criatura conocida es invisible —contestó Ash.
Ripley lo miró con rudeza.
—Ninguna criatura conocida puede arrancar tampoco una coraza de tres centímetros de espesor.
Ash no respondió.
—Ya es tiempo de que nos demos cuenta de contra qué estamos enfrentándonos.
Hubo un silencio alrededor de la mesa.
—Ripley, esto te deja al mando —dijo Parker mirándola a los ojos—. Por mí, está bien.
—De acuerdo —dijo Ripley como estudiándolo, pero ni en sus palabras ni en su actitud notó el menor sarcasmo. Por una vez había dejado su eterna amargura.
"¿Y ahora qué?", se preguntó Ripley. Tres rostros la miraban expectantes, aguardando sus instrucciones. Ella se escudriñó el cerebro, buscando frenéticamente algo claro, brillante; sólo encontró incertidumbre, temor y confusión: precisamente las mismas sensaciones que sin duda estaban experimentando sus compañeros. Ella empezó a comprender un poco mejor a Dallas; pero ya era inútil.
—Eso está decidido, entonces. A menos que alguien tenga una idea mejor de cómo enfrentarse al enemigo, seguiremos con el mismo plan de antes.
—Y terminaremos del mismo modo —dijo Lambert meneando la cabeza—. No, gracias.
—Entonces, ¿tienes una idea mejor?
—Sí, abandonar la nave. Podemos tomar la navecilla de emergencia, e irnos de aquí. Correr nuestros riesgos de llegar a la órbita de la tierra y de que alguien nos recoja. Una vez de vuelta en el espacio por el que pasan naves, alguien tiene que oír un S.O.S.
Ash habló entonces en voz baja, con palabras que más habría valido callar. Lambert se las había sacado por la fuerza.
—Estás olvidando algo: Dallas y Brett quizás no estén muertos, es una posibilidad horrible, lo reconozco, pero no es una seguridad. No podemos abandonar la nave hasta que estemos seguros, de un modo u otro.
—Ash tiene razón —convino Ripley—; tenemos que darles una oportunidad. Sabemos que el enemigo está utilizando los respiraderos. Busquémoslo nivel por nivel. Esta vez sellaremos con el láser todo mamparo y ventila tras de nosotros, hasta que lo hayamos acorralado.
—De acuerdo con eso —dijo Parker, echando una mirada a Lambert. Ella no respondió y pareció desalentada.
—¿Cómo están nuestras armas? —le preguntó Ripley.
El ingeniero revisó durante un momento los niveles y el combustible de los lanzallamas.
—Las líneas y los cañones aún están llenos. Por lo que puedo ver, están trabajando bien.
Luego, con un gesto, señaló al incinerador de Dallas, que yacía sobre la mesa.
—Podríamos utilizar el combustible de ése —dijo sombríamente—, aunque él usó una buena cantidad.
—Entonces más vale que te dediques a reemplazarlo. Ash, tú irás con él.
Parker miró al científico. Su expresión era impenetrable.
—Yo puedo hacerlo.
Ash asintió con la cabeza; el ingeniero abrazó su propia arma, se dio vuelta y partió.
Los demás permanecieron sombríos alrededor de la mesa aguardando el regreso de Parker. Incapaz de soportar el silencio, Ripley se volvió hacia el científico.
—¿Alguna otra idea? Sugestiones, indicaciones, de ti o de Madre...
Ash se encogió de hombros y pareció disculparse.
—Nada nuevo; aún estoy recabando información.
Ella lo miró con dureza.
—No puedo creer eso. ¿Estás diciéndome que con todo lo que tenemos a bordo de esta nave, en materia de información registrada, no podemos sacar nada mejor que esto contra el enemigo?
—Así es como parece ¿verdad? Pero ten presente que no estamos enfrentándonos a un enemigo conocido y predecible. Tú misma dijiste que era capaz de cualquier cosa. Posee cierta cantidad de reservas mentales, al menos tantas como un perro y probablemente más que un chimpancé. También ha demostrado capacidad de aprender. Desconociendo por completo el
Nostromo,
pronto ha logrado aprender cómo desplazarse por la nave sin ser notado. Es silencioso, potente y astuto. Es un depredador como nunca habíamos encontrado. No me sorprende que hayan fracasado nuestros esfuerzos en su contra.
—Parece que estuvieras dispuesto a abandonarlo todo.
—Sólo estoy repitiendo lo obvio.
—Esta es una nave moderna bien equipada, capaz de viajar por el hiperespacio y desempeñar toda una variedad de funciones complejas. ¿Tú estás diciéndome que todos nuestros recursos son incapaces de enfrentarse a un solo animal de gran tamaño?
—Lo siento, capitana. Sólo he dado una evaluación de la situación tal como la veo. Por lo demás, no he querido alterar los hechos. Un hombre armado con un fusil puede perseguir a un tigre durante el día con ciertas probabilidades de éxito. Apágale la luz, pon al hombre en una selva, de noche, rodéalo de lo desconocido y todos sus temores primitivos volverán. La ventaja es para el tigre. Estamos operando en las tinieblas de la ignorancia.
—Muy poético, pero no útil.
—Lo siento —dijo Ash, pero no pareció sentirlo mucho—; ¿qué quieres que haga?
—Trata de alterar algunos de esos hechos de que estás tan seguro. Ve a ver a Madre —le ordenó—, y no dejes de hacerle preguntas hasta que obtengas algunas respuestas mejores.
—Muy bien, lo intentaré. Aunque no sé qué esperas. Madre no puede ocultar información.
—Prueba con distintas preguntas; si bien recuerdas, yo tuve buena suerte trabajando por medio de ECIU, con aquella llamada de auxilio que resultó falsa.
—Ya recuerdo —dijo Ash, mirándola con respeto—. Quizás tengas razón.
Y salió del lugar.
Lambert se había sentado. Ripley fue a colocarse junto a ella.
—Trata de no alejarte. Tú sabes que Dallas habría hecho lo mismo por nosotros. Nunca habría abandonado la nave sin asegurarse de que ya no estábamos con vida.
Lambert no pareció aplacada.
—Todo lo que yo sé es que nos estás pidiendo quedarnos hasta ir desapareciendo uno tras otro.
—Te prometo que si parece que nuestro sistema no funcionara, pronto saldremos de aquí. Yo seré la primera en la pequeña nave.
Había tenido una idea súbita. Era una idea peculiar, extrañamente fuera de lugar y, sin embargo, pertinente, de alguna manera inexplicable, a todas sus preocupaciones del momento. Echó una mirada a Lambert; su compañera tenía que responder con sinceridad, o la pregunta no tendría objeto. Ripley decidió que aunque Lambert podía ser quisquillosa en otras cuestiones, sobre este tema en particular, ella, Ripley, podía confiar en su respuesta.
Desde luego, una respuesta en un sentido o en otro, probablemente no significaría nada. Simplemente era como una maligna burbuja mental que empezaría a crecer y llegaría a dominar sus pensamientos hasta que explotara. No tenía verdadero sentido.
—Lambert ¿alguna vez has dormido con Ash?
—No.
La respuesta fue inmediata, sin ninguna vacilación ni ideas ocultas.
—¿Y qué me dices de ti?
—No.
Ambas guardaron silencio durante unos cuantos minutos antes de que Lambert hablara voluntariamente.
—Nunca tuve la impresión de que él sintiera algún interés —dijo con indiferencia.