¿Tení­an Ombligo Adan y Eva? (16 page)

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Authors: Martin Gardner

Tags: #Ciencia, Ensayo

BOOK: ¿Tení­an Ombligo Adan y Eva?
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En 1995, la Biblioteca del Congreso aplazó una exposición sobre Freud que tenía planeada, después de recibir enérgicas protestas de Gloria Steinem, Oliver Sacks, la nieta de Freud, Sophie, y otros 39 intelectuales que firmaban la petición. Peter Swaies encabezó la protesta, asegurando que la comisión asesora de la exposición estaba plagada de freudianos y que se estaban utilizando fondos federales para montar una campaña de relaciones públicas.

La revista
Time
comentó el incidente en su número del 18 de diciembre de 1995 y citó al escritor científico Frank Sulloway: «Su modelo [el de Freud] de la mente y su concepto de los sueños están en completa contradicción con la ciencia moderna. Su principal edificio está construido sobre arenas movedizas».

En cuanto a la ética de Freud, esto es lo que decía
Time
:

Una floreciente literatura revisionista pinta a Freud como un mal terapeuta (en sus cartas reconoce que se quedaba dormido). Siempre arrojarán algo de luz sobre la naturaleza humana; pero confieso que él [Freud] me dio personalmente la impresión de ser un hombre obsesionado por ideas fijas. A mí sus teorías sobre los sueños no me sirven de nada y, evidentemente, el «simbolismo» es un método sumamente peligroso.

Hay toda una serie de libros recientes que atacan a Freud presentándolo como un maniático. Éstos son algunos:
Maelzel's Chess Player: Sigmund Freud and the Rethoric of Deceit
, de Robert Wilcocks (1994);
The Freudian Fallacy
, de E. M. Thornton (1984);
Unauthorized Freud: Doubters Confront a Legend
, de Frederick Crews (1988);
Madness on the Couch
, de Edward Dolnick (1998);
The Assault on Truth
, de Jeffrey Masson (1984); y
The Failure of Psychoanalysis
(1984) y
Validation of the Clinical Theory of Psychoanalysis
(1993), ambos de Adolf Grünbaum.

Una nueva traducción de
La interpretación de los sueños
a cargo de Joyce Crick (Oxford, 1999) fue reseñada a fondo por el antifreudiano G. William Domhoff en
American Scientist
(vol. 88, marzo/abril de 2000, pp. 175-178). Domhoff, psicólogo de la Universidad de California en Santa Cruz, es el autor de
The Mystique of Dreams
(1985) y
Finding Meaning in Dreams
(1996). En su informativa reseña recomienda dos estudios de las pruebas experimentales contrarias a Freud. Los dos están escritos por Seymour Fisher y Roger Greenberg:
The Scientific Credibility of Freud's Theories and Therapy
(1977) y
Freud Scientifically Appraised
(1996).

11. La teoría posfreudiana de los sueños

Los sueños poseen un ingenio y una energía infernales para buscar lo inadecuado; ni el artista más omnisciente y hábil se tomó nunca tantas molestias ni logró tanto éxito en su búsqueda de la palabra correcta, o de la acción exacta que resultara significativa, como este señor nocturno de la confusión, que siempre encuentra exactamente la palabra más inadecuada o la acción más insensata.

G. K. CHESTERTON
The Coloured Lands

Las teorías sobre los sueños de Sigmund Freud y Carl Jung eran especulaciones subjetivas, casi sin ningún apoyo empírico. Hasta 1952 no se produjo ningún avance significativo en la investigación de los sueños en el laboratorio. Aquél fue el año en que Eugene Aserinsky, estudiante posgraduado de psicología en la Universidad de Chicago, descubrió por casualidad el REM, el movimiento rápido de los ojos que acompaña al sueño profundo con ensoñaciones.

Aserinsky había aplicado electrodos cerca de los ojos de su hijo Armond, de 10 años, mientras éste dormía. Le sorprendió observar que el electroencefalógrafo trazaba rayas muy amplias en el papel de gráficos. Mediante posteriores estudios, Aserinsky y el difunto Nathaniel Kleitman, director del programa de investigación del sueño de la universidad, hicieron el gran descubrimiento de que los períodos de movimientos REM eran señales de sueños vividos, en contraste con los sueños inconsistentes de los períodos NREM (sin movimientos rápidos de los ojos). Kleitman falleció en 1999, a los 104 años de edad.

Pronto se hizo evidente que el sueño REM se da a intervalos a lo largo de toda la noche, generalmente de cuatro a seis veces, cada una de las cuales dura entre diez minutos y una hora. Los sujetos que creían que nunca o casi nunca soñaban se sorprendieron al comprobar que tenían vivos recuerdos de sus sueños cuando se les despertaba durante un período REM. Salieron a la luz nuevos hechos. Las pesadillas y el sonambulismo sólo se dan durante el sueño NREM. La creencia en que un sueño «largo» podía durar sólo unos pocos segundos resultó ser un mito. La clase de alimentos que se han comido durante el día no influye en los sueños REM. Las grabaciones que se hacen sonar durante el sueño no influyen en el aprendizaje, aunque todavía se asegura falsamente que sí en los anuncios de cintas de audio e incluso en algunas revistas populares de divulgación científica.

Docenas de laboratorios en todo el mundo se lanzaron a la investigación intensiva del sueño REM. Se descubrió que casi todos los mamíferos sometidos a prueba hasta ahora tienen períodos de sueño REM (incluyendo a los murciélagos, los topos y las ballenas), con la curiosa excepción del equidna australiano. Los reptiles carecen de sueño REM, pero las aves parecen tener intervalos REM que duran unos cuantos segundos, cuando meten la cabeza bajo las alas. Los perros y gatos tienen sueños REM muy evidentes. Se pueden levantar los párpados de un gato dormido y ver cómo se mueven los globos oculares hacia adelante y hacia atrás.

Sin duda, el sueño REM cumple alguna función útil. De no ser así, ¿por qué lo habría inventado la evolución? Pero cuál es exactamente esa función sigue siendo un enigma. Un argumento plausible es que durante la noche, cuando es difícil cazar y buscar alimento, los mamíferos aprovechan para descansar el cuerpo y la mente hasta que salga el sol. Algunos mamíferos incluso hibernan durante los inviernos fríos. Sin embargo, esto arroja poca luz sobre la función de los sueños.

La revolución informática y la opinión compartida por muchos investigadores de IA (inteligencia artificial) de que el cerebro no es más que un ordenador orgánico, condujeron inevitablemente a teorías de los sueños inspiradas en los ordenadores. Uno de los primeros artículos en los que se proponía una de estas teorías fue «Dreaming: An Analogy from Computers» («Soñar: Analogía con las computadoras»), publicado en
New Scientist
(vol. 24, 1964, pp. 577-579). Sus autores eran dos científicos británicos: el psicólogo Christopher Riche Evans y el experto en ordenadores Edgar Arthur Newman. En 1993 se publicó la obra póstuma de Evans,
Landscapes of the Night: How and Why We Dream
. Su libro de 1973
Cults of Unreason
incluye un vigoroso ataque a la Cienciología.

La teoría de Evans-Newman es que el cerebro, igual que un ordenador, se va atiborrando de información inútil. Así como hay que limpiar de vez en cuando la memoria del ordenador para quitarle toda la basura inservible, nuestro cerebro necesita también fregados periódicos. Los sueños son los procesos que utiliza el cerebro durmiente para pasar a la memoria a largo plazo la información que vale la pena conservar, y borrar de la memoria a corto plazo las trivialidades que, de otro modo, obstruirían las rutas neurales.

¿Para qué recordar cosas como el color de los calcetines que nos pusimos ayer, o la comida que comimos, o todo lo que dijimos en conversaciones intrascendentes?

Mientras los impulsos eléctricos recorren el cerebro para eliminar esta basura, las pulsaciones activan neuronas adyacentes, conjurando patrones prácticamente al azar. Nuestro cerebro subconsciente hace lo que puede por colocar estas imágenes en algún contexto mínimamente coherente, pero como las imágenes surgen al azar, la historia soñada presenta extravagancias sin sentido y transiciones bruscas, como las escenas de los dos libros de Alicia de Lewis Carroll. Durante una hora o dos cada noche nos volvemos locos inofensivos.

Freud creía que los sueños son símbolos que expresan, en forma muy disfrazada, los deseos reprimidos del subconsciente, casi todos de tipo sexual y originados en la infancia. En su opinión, si estos deseos no estuvieran disfrazados, nuestro escandalizado superego, con sus imperativos morales, nos despertaría.

Carl Jung no estaba de acuerdo con la insistencia de Freud en los deseos sexuales reprimidos, que a él le parecía exagerada. En su opinión, los sueños reflejan «arquetipos»: huellas de memoria heredadas de nuestro pasado evolutivo. Los sueños de volar y de caer, por ejemplo, son recuerdos genéticos de antepasados que saltaban por las ramas de los árboles y de vez en cuando se caían al suelo.

Es maravilloso soñar
que caes aterrorizado
desde un alto acantilado donde chillan las águilas
y aterrizas suavemente en una roca plumosa.

Esto escribió el poeta Martín Tupper en unas coplas en ocho estrofas tituladas «Sueños». Los sueños terroríficos en los que somos perseguidos reflejan los tiempos en que nuestros antepasados huían de las fieras. Para Jung, los sueños no ocultan, sino que revelan estos antiguos recuerdos, enterrados en lo que él llamaba «el subconsciente colectivo» de la humanidad.

A Evans y Newman no les convencen ni Freud ni Jung. Los sueños, según ellos, carecen de sentido, aunque por supuesto están influidos por nuestras esperanzas y temores, y por circunstancias de la noche, como sonidos, olores, temperatura, corrientes de aire, molestias corporales, etc. Nuestro cerebro filtra y anula los ruidos a los que estamos acostumbrados, como la lluvia, el zumbido del aire acondicionado o el sonido de un televisor encendido; pero los sonidos bruscos e importantes, como el llanto de un bebé, un trueno o el timbre del teléfono, nos despiertan o se incorporan al sueño. Si tenemos sed, podemos soñar que bebemos; si tenemos hambre, que comemos. Si tenemos la vejiga llena, podemos soñar que orinamos. Si nos rocían la cara con agua, podemos soñar que nos estamos duchando.

Así como resulta difícil borrar datos no deseados de un ordenador mientras éste está trabajando en un problema, nos volveríamos locos si el borrado de basura de nuestra memoria ocurriera mientras estamos despiertos y ocupados en el procesamiento de nuevas entradas sensoriales. Según Evans y Newman, no es que los sueños abran espacio de almacenamiento, sino que despejan rutas para permitir un acceso más fácil y directo a los recuerdos importantes. Si no se eliminaran periódicamente los datos inútiles que llenan el ordenador, éste perdería rapidez y eficiencia, y hasta podrían estropearse los programas. De manera similar, si nos privaran del sueño REM, desarrollaríamos trastornos de conducta y problemas mentales hasta que se nos permitiera soñar de nuevo.

Los sueños no sirven para mantenernos dormidos, como creía Freud, sino al revés: dormimos para poder soñar.

A principios de los años ochenta, Francis Crick, ganador del premio Nobel por su participación en el descubrimiento de la estructura helicoidal del ADN, y el matemático Graeme Mitchison propusieron una teoría de los sueños similar en algunos aspectos a la conjetura de Evans-Newman. Sus especulaciones se presentaron bajo el título de «The Function of Deep Sleep» («La función del sueño profundo») en
Nature
(vol. 304, 14 de julio de 1983, pp. 111-114). En lugar de quedar atascado el cerebro por recuerdos inservibles, es su neocórtex el que queda obstruido por conexiones neurales accidentales.[El neocórtex es una parte muy evolucionada de la corteza —la capa exterior de la materia gris— que empezó a evolucionar con los mamíferos. Se cree que es en esta zona donde se almacenan definitivamente los recuerdos y donde tiene lugar el razonamiento].

Los miles de millones de neuronas del cerebro están interconectadas en una red inconcebiblemente compleja, la estructura más complicada que se conoce en el universo. Cuando se almacenan recuerdos normales, el proceso tiende a reforzar conexiones neurales inútiles. Crick y Mitchison las llaman «recuerdos parásitos». El propósito del sueño REM es amortiguar estas conexiones sinápticas accidentales y así borrar recuerdos espurios. Naturalmente, este proceso aleatorio fabrica escenas extravagantes y sin sentido.

Los bebés experimentan el doble de sueño REM que los adultos, e incluso los fetos manifiestan movimientos rápidos de los ojos en el vientre de la madre. Si verdaderamente están soñando, esto parece contradecir la teoría de Freud. Según Crick y Mitchison, los bebés sueñan para mantener sus cerebros lo más libres posible de conexiones neuronales indeseables, que podrían interferir con la formación eficiente de recuerdos. La falta de REM en el equidna se explica por el tamaño extraordinariamente grande de su neocórtex. Una red neural de ordenadores, si es muy grande, puede acomodar conexiones neurales espurias sin sobrecargarse; lo mismo le ocurre al hiperdesarrollado neocórtex del equidna.

A los freudianos les parece útil recordar y analizar los sueños.

Crick y Mitchison sugieren algo muy distinto: «Soñamos para poder olvidar», escribieron en
Nature
. Esforzarse por recordar los sueños puede llegar a ser dañino. «Tal vez no se debería animar a nadie a que intente recordar sus sueños, porque recordarlos puede ayudar a mantener patrones de pensamiento que sería mejor olvidar. Son precisamente esos patrones los que el organismo está intentando amortiguar». [Ver el artículo de Theodore Meinechuk sobre la teoría de Crick, «The Dream Machine» («La máquina de soñar»), en
Psychology Today
, noviembre de 1983.] En los últimos años se han propuesto otras muchas conjeturas sobre los sueños, pero el mejor y más influyente de los libros recientes sobre el tema es, con diferencia,
The Dreaming Brain
(1989) de J. Allan Hobson, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de Harvard. Sus opiniones, basadas en el sentido común, son, como las de la mayoría de los investigadores actuales del sueño, claramente antifreudianas.

Hobson coincide con las dos teorías que acabamos de comentar en que los sueños no tienen ningún significado oculto o «contenido latente», dicho en la terminología de Freud. Sólo tienen «contenido manifiesto». A Hobson le gusta decir, haciéndose eco de Jung, que son «transparentes». En lugar de borrar recuerdos triviales o de debilitar conexiones neurales accidentales e inservibles, el cerebro está simplemente utilizando su energía eléctrica para activar neuronas más o menos al azar mientras dormimos.

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