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Authors: Mario Vargas Llosa

Tags: #Erótico, Humor, Relato

Pantaleón y las visitadoras (5 page)

BOOK: Pantaleón y las visitadoras
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O
BSERVACIÓN
:
considerando el natural respeto de cada cual por el qué dirán, los prejuicios humanos y el temor lógico a ser objeto de burlas de quien reconociera hallarse dentro de esta excepción, se alerta al oficial responsable del test sobre lo arriesgado que sería, para realizar esta eliminación estadística, confiar únicamente en el testimonio de cada clase o soldado. Se recomienda, por eso, que para responder a este punto del test el oficial combine los datos del interrogatorio personal con los testimonios ajenos (confidencias de amigos y compañeros del sujeto), la propia observación o algún subterfugio inspirado y audaz.

3.
Hecha esta resta y fijado el número de clases y soldados
solteros con capacidad marital
a su mando, proceda, con malicia y discreción, a averiguar entre quienes componen este grupo, el número de prestaciones de tipo marital que cada sujeto calcula o sabe requeriría mensualmente para satisfacer las necesidades de su virilidad.

O
BSERVACIÓN
:
el
test
trata de establecer un cuadro de ambiciones maximalistas y otro minimalistas, según este ejemplo:

Sujeto X

Ambiciones máximas por mes: 30

Ambiciones mínimas por mes: 4

4.
Establecido el cuadro precedente, procure determinar entre el mismo grupo de
solteros con capacidad marital
a su mando, mediante la misma técnica de sondeos indirectos, preguntas de apariencia casual, etc., cuánto tiempo calcula o sabe positivamente el sujeto que debe durar en su caso la prestación marital (desde los preliminares hasta su total conclusión), según el mismo esquema maximalista/minimalista:

Sujeto X

Ambición máxima por prestación: 2 horas

Ambición mínima por prestación: 10 minutos

O
BSERVACIÓN
:
Tanto en el acápite
3
como en el
4
del
test
, saque
promedios
y envíe esa cifra, sin individualizar la información. El
test
quiere establecer la media normal mensual ambicionada del número de prestaciones necesarias a la virilidad de las clases y soldados a su mando, así como el tiempo medio normal ambicionado para cada prestación.

Que el suscrito quiere dejar constancia del entusiasmo, la celeridad y la eficacia con que los oficiales de las Guarniciones, Puestos y Campamentos han respondido al
test
en cuestión (solo una quincena de Puestos no pudieron ser consultados por obstáculos en la comunicación debidos a los desperfectos del equipo de transmisiones, mal tiempo, etc.), lo que ha permitido constituir el siguiente cuadro:

Número potencial de usuarios del Servicio de Visitadoras:
8.726 (ocho mil setecientos veintiséis).

Número de prestaciones mensuales (promedio ambicionado por usuario):
12 (doce).

Tiempo de prestación individual (promedio ambicionado):
30 minutos.

Lo que significa que el Servicio de Visitadoras, para cumplir a plenitud su función, debería estar en condiciones de asegurar a todas las Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines de la V Región (Amazonía) un promedio mensual de 104.712 (ciento cuatro mil setecientas doce) prestaciones, objetivo evidentemente lejano en las actuales circunstancias. Que el suscrito está consciente de la obligación de iniciar el Servicio fijándose metas modestas y alcanzables, teniendo en cuenta la realidad y la filosofía escondida en refranes como «despacio se va lejos» y «no por mucho madrugar amanece mas temprano».

5. Que necesita saber si entre los usuarios potenciales del servicio de Visitadoras deben incluirse a los grados intermedios (suboficiales). El suscrito solicita una aclaración rápida a este respecto, pues, de ser afirmativa la respuesta de la superioridad, las estimaciones obtenidas variarían considerablemente. Teniendo en cuenta el ya elevado número de usuarios potenciales y las crecidas ambiciones que manifiestan, el suscrito se permite sugerir que, por lo menos en la primera etapa de su funcionamiento, el Servicio de Visitadoras
no comprenda
a los grados intermedios.

6. Que procedió asimismo a establecer los primeros contactos con miras al enganche. Gracias a la cooperación de un individuo que responde al nombre de Porfirio Wong, alias Chino, a quien conoció por obra de la casualidad en el centro nocturno denominado «Mao Mao» (calle Pebas 260), hizo una visita en horas de la noche al lugar de diversión concurrido por mujeres de vida airada que regenta doña Leonor Curinchila, alias Chuchupe, comúnmente conocido con el nombre de Casa Chuchupe y sito en la carretera al balneario de Nanay. Siendo la dicha Leonor Curinchila amiga de Porfirio Wong pudo éste presentarle al suscrito, quien, para el efecto, se hizo pasar por un negociante (importación/exportación) recién avecindado en Iquitos y en procura de esparcimiento. La nombrada Leonor Curinchila se mostró cooperativa y el suscrito consiguió —no teniendo otro remedio para ello que libar muchas copas de licor (recibo 8)— recoger interesantes datos relacionados con el sistema de trabajo y costumbres del personal del lugar. Es así que en Casa Chuchupe unas 16 mujeres forman lo que se puede llamar plantel estable, porque hay otras, de quince a veinte, que trabajan irregularmente, yendo unos días, faltando otros, por razones que abarcan desde enfermedades venéreas (v.g. gonorrea o chancro) contraídas en el ejercicio de las prestaciones hasta transitorios amancebamientos o contratos de temporada (v.g. maderero se hace acompañar en viaje de una semana al monte), que las alejan momentáneamente del centro de trabajo. En síntesis, el personal completo, entre estable y flotante, de Casa Chuchupe son unas treinta meretrices, aunque el plantel efectivo (pero renovable) de cada noche sea la mitad. El día que el suscrito efectuó la visita solo registró 8 presentes, pero había un motivo excepcional: la llegada a Iquitos del ya mentado Hermano Francisco. De las 8, la mayoría deben haber superado los veinticinco años, aunque este cálculo es incierto, pues en la Amazonía las mujeres envejecen prematuramente, no siendo raro toparse en la calle con damitas de apariencia muy seductora, caderas desarrolladas, bustos turgentes y caminar insinuante, a las que, según los standards costeños, se atribuirían veinte o veintidós años y resultan de trece o catorce, y, de otro lado, el suscrito realizaba sus observaciones medio a oscuras, pues Casa Chuchupe está pobremente iluminada, por falta de recursos técnicos o, tal vez, por picardía, pues la penumbra es más tentadora que la claridad, y, si se permite una chanza, por aquello de «en la sombra todos los gatos son pardos». La mayoría, pues, progresando hacia la treintena, con un buen lejos promedio casi todas, si se las evalúa con criterio funcional y sin exquisiteces, es decir, cuerpos atractivos y redondeados, sobre todo en caderas y senos, miembros que tienden a ser generosos en este rincón de la Patria, y caras presentables, aunque, en la inmediatez, aquí es dable comprobar más defectos, no en cuanto a fealdad de nacimiento, sino adquirida por acné, viruela y caída de dientes, accidente este último algo frecuente en la Amazonía, por el debilitante clima e insuficiencias dietéticas. Entre las ocho presentes dominaban las de piel blanca y rasgos indígenas selváticos, luego las mulatas y finalmente las de tipo oriental. La estatura promedio es más baja que alta, siendo común denominador personal la vitalidad y alegría característica de esta tierra. El suscrito vio, durante su permanencia en el local, que cuando no se hallaban brindando las prestaciones, las meretrices bailaban y cantaban con entusiasmo y bullicio, sin dar muestra de fatiga o desánimo, prorrumpiendo a menudo en las bromas y disfuerzos de carácter desvergonzado que es lógico esperar en este genero de establecimiento. Pero al mismo tiempo, sin espíritu bochinchero, aunque, a juzgar por anécdotas que escaparon de boca de Leonor Curinchila y Porfirio Wong, algunas veces se producen accidentes y hechos de sangre.

Otrosí, dice: Que pudo también averiguar, gracias a la mencionada Chuchupe, que las tarifas por las prestaciones son variables y que sólo 2/3 revierten a quien presta el servicio, pues el tercio restante es la comisión del local. Que la diferencia de tarifas tiene que ver con el mayor o menor atractivo físico de la meretriz, con el tiempo que dura la prestación (el cliente que desea efectuar varias o dormir junto a quien lo ha atendido desembolsa, naturalmente, más dinero que quien se contenta con una prestación expeditiva y fisiológica), y también y sobre todo con el grado de especialización y tolerancia de la meretriz. La señora Curinchila explicó al suscrito que, muy al contrario de lo que éste ingenuamente sospechaba, no es una mayoría sino una reducida minoría de clientes la que se contenta con una prestación simple y normal (tarifa: 50 soles; duración: 15 a 20 minutos), exigiendo los más una serie de variantes, elaboraciones, añadidos, distorsiones y complicaciones que encajan en lo que se ha dado en llamar aberraciones sexuales. Que entre la matizada gama de prestaciones que se brindan, figuran desde la sencilla masturbación efectuada por la meretriz (manual: 50 soles; bucal o «corneta»: 200), hasta el acto sodomita (en términos vulgares «polvo angosto» o «con caquita»: 250), el 69 (200 soles), espectáculo sáfico o «tortillas» (200 soles c/u), o casos más infrecuentes como los de clientes que exigen dar o recibir azotes, ponerse o ver disfraces y ser adorados, humillados y hasta defecados, extravagancias cuyas tarifas oscilan entre 300 y 600 soles. Que teniendo en cuenta la ética sexual imperante en el país y el reducido presupuesto del
SVGPFA
, el suscrito ha tomado la decisión de limitar los servicios que exigirá de sus colaboradoras y a los que por tanto podrán aspirar los usuarios, a la
prestación simple y normal
, excluyendo todas las deformaciones enumeradas y parientes en espíritu. Que en función de esta premisa establecerá el Servicio de Visitadoras el reclutamiento y fijará el tiempo y la tarifa de las prestaciones. Lo cual no impide que, cuando el Servicio haya llegado a cubrir plenamente la demanda en términos cuantitativos, si sus medios financieros se incrementan y los parámetros morales del país se anchan, se pueda considerar la conveniencia de introducir un principio de diversificación cualitativa en las prestaciones para atender casos, fantasías o necesidades particulares (si la superioridad así lo admite y autoriza).

Que no pudo el suscrito establecer, con la precisión que aconsejan el cálculo de probabilidades y la estadística de mercado (mercadotécnia), cuál es el promedio diario de prestaciones que tabula o está en condiciones de tabular una meretriz, para tener una idea tentativa de, primero, sus ingresos mensuales, y, segundo, de su capacidad operacional, porque, aparentemente, reina en este dominio la más extraordinaria arbitrariedad. Es así que una meretriz puede ganar en una semana lo que luego no consigue reunir en dos meses, dependiendo esto de factores múltiples, entre los que, posiblemente, se hallen hasta el clima y aun los planetas (influencia astral sobre glándulas y pulsiones sexuales de los varones) que tampoco importa demasiado determinar. Que, al menos, el suscrito pudo dejar en claro, mediante bromas y preguntas capciosas, que las mas agraciadas y eficientes pueden, en una buena noche de trabajo (sábado o víspera de fiesta), efectuar unas veinte prestaciones sin quedar excesivamente exhaustas, lo que autoriza la siguiente formulación: un convoy de diez visitadoras, elegidas entre las de mayor rendimiento, estaría en condiciones de realizar 4.800 prestaciones simples y normales al mes (semana de seis días) trabajando
full time
y sin contratiempos. Es decir, que para cubrir el objetivo máximo ambicionado de 104.712 prestaciones mensuales haría falta un cuerpo permanente de 2.115 visitadoras de la máxima categoría que laboraran a tiempo completo y no tuvieran nunca percances. Posibilidad, naturalmente, quimérica a estas alturas.

Otrosí, dice: Que aparte de las meretrices que trabajan en establecimientos (además de Casa Chuchupe hay en la ciudad otros dos del mismo género, aunque, al parecer, de inferior jerarquía) existen en Iquitos gran número de mujeres, apodadas «lavanderas», que ejercen la vida airada de manera ambulante, ofreciendo sus servicios de casa en casa, de preferencia al oscurecer y al amanecer por ser horas de débil vigilancia policial, o apostándose en distintos lugares a la caza de clientes, como la Plaza 28 de Julio y alrededores del Cementerio. Que por esta razón parece obvio que el
SVGPFA
no tendrá dificultad alguna en reclutar personal, pues la mano de obra nativa es sobradamente suficiente para sus módicas posibilidades iniciales. Que tanto el personal femenino de Casa Chuchupe, como el de los sitios afines y las «lavanderas» que operan por su cuenta, tienen protectores masculinos (cafiches o macrós), por lo general individuos de malos antecedentes y algunos con deudas por saldar con la justicia, a quienes están obligadas (muchas lo hacen por motu propio) a entregar parte o la totalidad de sus haberes. Este aspecto del asunto —existencia del cafichazgo o macronería— deberá ser tenido en cuenta por el Servicio de Visitadoras a la hora del reclutamiento del personal, pues es indudable que estos sujetos podrían ser una fuente de problemas. Pero el suscrito sabe bien, desde sus inolvidables tiempos de cadete, que no hay misión que no ofrezca dificultades y que no hay dificultad que no pueda ser vencida con energía, voluntad y trabajo.

Que la regencia y mantenimiento de Casa Chuchupe parecen llevarse a cabo únicamente gracias al esfuerzo de dos personas, la propietaria, Leonor Curinchila, y, cumpliendo funciones que van desde cantinero hasta encargado de la limpieza, un hombrecillo de muy baja estatura, casi enano, edad indefinible y raza mestiza, Juan Rivera, de apodo Chupito, que bromea familiarmente con el personal y al que éste obedece con prontitud y respeto y que es, asimismo, popular entre los clientes. Lo cual hace pensar al suscrito que, según dicho ejemplo, el Servicio de Visitadoras, siempre y cuando sea debidamente estructurado, podría funcionar con un mínimo personal administrativo. Que este reconocimiento de un posible lugar de enganche ha servido al suscrito para formarse una idea general del medio en el que forzosamente ha de obrar y para concebir algunos planes inmediatos, que, apenas ultimados, someterá a la superioridad para su aprobación, perfeccionamiento o rechazo.

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