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Authors: Mario Vargas Llosa

Tags: #Erótico, Humor, Relato

Pantaleón y las visitadoras (8 page)

BOOK: Pantaleón y las visitadoras
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Por partes claro que me tranquiliza que Panta se haya vuelto tan cargoso en lo de las cositas, quiere decir que su mujer le gusta (ejem, ejem) y que no necesita buscar aventuras en la calle. Aunque hasta por ahí nomás, Chichi, porque aquí en Iquitos las mujeres son cosa muy, muy seria. ¿Sabes cuál es el gran pretexto que se ha inventado tu cuñadito para hacer cositas cuando se le antoja? ¡Pantita Junior! Sí, Chichi, como lo oyes, por fin se animó a que tengamos el bebé. Me había prometido apenas estrene el tercer galón y está cumpliendo, pero ahora, con el cambio de temperamento, ya no sé si es por darme gusto a mí o de puro sabido, para estar haciendo cositas mañana y tarde. Te digo que es para morirse de risa, entra de la calle un ratoncito eléctrico, y me da vueltas y más vueltas hasta que se atreve, ¿esta noche podemos encargar al cadetito, Pocha?, jajá, ¿no es lindo?, lo adoro, Chichi (oye, no se cómo te cuento estas cochinadas a ti que eres soltera). Hasta ahora ni chus ni mus, flaca, a pesar de tanto encargo, ayer mismo me vino la regla normal, qué colerón, yo decía este mes sí. ¿Vendrás a cuidar a tu hermanita cuando esté barrigona, Chichi? Uy, que sea mañana, que ya hayas venido, qué ganas de tenerte aquí para chismear a gusto. Eso sí, te llevarás una prendida con los loretanos, para encontrar un churro hay que buscarlo como aguja, ya le iré echando el ojo a alguno que valga la pena para que no te aburras mucho cuando vengas. (¿Te fijas que esta carta me está saliendo kilométrica? Tienes que contestarme con igualito de páginas, ¿okey?) ¿No será que no puedo tener bebes, Chichi? Me da un terror que todos los días le pido a Dios cualquier castigo menos ese, me moriría de pena si no tuviera al menos el hombrecito y la mujercita. El médico dice que soy perfectamente normal, así que espero que el otro mes ya ¿Sabías que cada vez que el hombre hace cositas le salen
MILLONES
de espermatozoides y que sólo uno entra en el óvulo de la mujer y ahí se forma el bebito? Estuve leyendo un folleto que me dió el doctor, muy bien explicado, te quedas bizca con el milagro de la vida. Si quieres te lo mando, así te vas instruyendo para cuando sientes cabeza, te cases, pierdas la virginidad y sepas lo que es manjar blanco, flaca bandida. Espero no ponerme muy fea, Chichi, algunas se quedan horribles con el embarazo, se hinchan como sapos, les salen varices, uy qué asco. Ya no le voy a gustar a tu cuñadito el fogoso y a lo mejor se busca un entretenimiento en la calle, te digo que no sé qué le hago. Me imagino que con el calor y la humedad de aquí el embarazo debe ser atroz, sobre todo no viviendo en la Villa Militar, sino donde nosotros, los suertudos. Te digo que ésa es otra preocupación que me saca canas: yo feliz de tener el bebé, pero ¿y si con el pretexto de que me puse gorda el desgraciado de Panta se enreda con alguna loretana, sobre todo ahora que le ha dado la ventolera de hacer cositas hasta de dormido? Me muero de hambre, Chichi, hace horas que te escribo, ya doña Leonor está sirviendo el almuerzo, te imaginarás cómo estará de contenta mi suegra con la idea del nieto, voy, almuerzo y después sigo, así que no te suicides, todavía no me despido, chaucito hermana.

Ya volví, Chichi, me demoré horrores, son cerca de las seis, tuve que dormir una siesta porque comí como una boa. Fíjate que Alicia nos trajo de regalo una fuente de tacacho, un plato, típico de aquí, qué amable, ¿no?, menos mal que me he encontrado una amiga en Iquitos. Había oído hablar tanto del famoso tacacho, es plátano verde machacado con carne de chancho, que había que ir a comerlo al Mercado de Belén, al restaurante «La lámpara de Aladino Panduro», donde hay un gran cocinero, así que lo estuve cargoseando a Panta hasta que el otro día nos llevó. Tempranito, el Mercado funciona desde el amanecer y lo cierran pronto. Belén es lo más pintoresco de aquí, ya verás, un barrio entero de casitas de madera flotando sobre el río, la gente va en botecitos de un lado a otro, de lo más original te digo, la llaman la Venecia de la Amazonía, aunque se ve una pobreza tremenda. El Mercado está muy bien para ir a conocerlo y a comprar frutas, pescados o los collares y pulseras que hacen en las tribus, muy bonitos, pero no para ir a comer, Chichi. Casi nos morimos cuando entramos donde Aladino Panduro, no te puedes imaginar la suciedad y las nubes de los bichos. Los platos que nos trajeron estaban negros y eran las moscas, las espantabas y ahí mismo volvían y se te metían por los ojos y por la boca. Total, ni yo ni doña Leonor probamos bocado, estábamos con náuseas, el bárbaro de Panta se comió los tres platos y también la cecina que el señor Aladino insistió había que comer con el tacacho. Le conté a Alicia nuestro chasco y ella me dijo un día de éstos te hago yo tacacho para que veas lo que es bueno y esta mañana nos trajo una fuente. Riquísimo, hermana, se parece a los chifles del Norte, aunque no tanto, el plátano tiene aquí otro gusto. Sólo que es un plomo de pesado, tuve que echarme a hacer la digestión, y mi suegra está torcida del dolor de estómago y con cólico de gases, verde de vergüenza porque no puede aguantarse y se le salen los peditos delante de mí, de repente de ésta revienta y se va al cielo de una vez. No, qué mala soy, pobre señora Leonor, en el fondo es buena, lo único que me fastidia es que trate a su hijito como si todavía fuera un bebé y un santito, qué vieja cojuda ¿no?

¿Te conté que la pobre se ha buscado el entretenimiento de la superstición? Me tiene la casa hecha un muladar. Figúrate que a los pocos días de estar nosotros aquí, hubo gran alboroto en Iquitos con la llegada del Hermano Francisco, a lo mejor has oído hablar de él, yo no había hasta que vine aquí. En la Amazonía es más famoso que Marlon Brando, ha fundado una religión que se llama los Hermanos del Arca, va por todas partes a patita y donde llega coloca una enorme cruz e inaugura arcas, que son sus iglesias. Tiene muchos devotos, sobre todo en el pueblo, y parece que los curas andan furias con la competencia que les hace, pero hasta ahora no dicen ni pío. Bueno, mi suegra y yo fuimos a oírlo en Moronacocha. Había muchísima gente, lo impresionante era que hablaba crucificado como Cristo, ni más ni menos. Anunciaba el fin del mundo, pedía a la gente que hiciera ofrendas y sacrificios para el juicio Final. No se le entendía mucho, habla un español dificilísimo. Pero la gente oía hipnotizada, las mujeres lloraban y se ponían de rodillas. Yo misma me contagié de la emoción y hasta solté mis lágrimas, y mi suegra no te imaginas, a sollozo vivo y no la podíamos calmar, el brujo la flechó, Chichi. Después en la casa decía maravillas del Hermano Francisco y al día siguiente volvió al arca de Moronacocha para hablar con los «hermanos» y ahora resulta que la vieja también se ha hecho «hermana». Mira por dónde le vino a salir el tiro: ella que nunca le hizo mucho caso a la religión verdadera, termina beata de herejías. Figúrate que su cuarto está lleno de crucesitas de madera, y si fuera sólo eso tanto mejor que se distraiga, pero lo cochino del asunto es que la manía de esta religión es crucificar animales y eso ya no me gusta, porque en sus crucesitas cada mañana me encuentro pegadas cucarachas, mariposas, arañas y el otro día hasta un ratón, qué asco espantoso. Vez que le pesco una de esas porquerías se la echo a la basura y ya nos hemos agarrado buenas peleas. Es un plato porque apenas estalla una tormenta, y aquí es a cada momento, la vieja se pone a temblar creyendo que es el fin del mundo y todos los días le ruega a Panta que mande hacer una gran cruz para la entrada. Mira cuántos cambios en tan poco tiempo. ¿Qué te estaba contando enantes, cuando paré para ir a almorzar? Ah sí, de las loretanas. Uy, Chichi, todo lo que dicen había sido cierto y todavía mucho más, cada día descubro algo nuevo, me quedo mareada y digo qué es esto. Iquitos debe ser la ciudad más corrompida del Perú, incluso peor que Lima. A lo mejor es verdad y el clima tiene que ver mucho, quiero decir en eso de que las mujeres sean tan terribles, ya ves cómo Panta pisó la selva y se volvió un volcán. Lo peor es que las bandidas son guapísimas, los charapas tan feos y sin gracia y ellas tan regias. No te exagero, Chichita, creo que las mujeres más bonitas que hay en el Perú (con la excepción de la que habla y su hermana, claro) son las de Iquitos. Todas, las que se las nota decentes y las de pueblo y hasta te digo que quizá las mejores sean las huachafitas. Unas curvilíneas, hija, con una manerita de caminar coquetísima y desvergonzada, moviendo el pompis con gran desparpajo y echando los hombros atrás para que el busto se vea paradito. Unas frescas, se ponen unos pantaloncitos como guantes, ¿y tú crees que se chupan cuando los hombres les dicen cosas? Qué ocurrencia, les siguen la cuerda y los miran a los ojos con una frescura que a algunas provoca jalonearlas de las mechas. Ah, tengo que contarte una cosa que oí ayer, al entrar al «Almacén Record» (donde tienen el sistema del 3 x 4, tú compras tres artículos y el cuarto te lo regalan, ¿bestial, no?), entre dos muchachas jovencitas. Una le decía a la otra: «¿Ya te has besado con militar?». «No, ¿por qué me lo preguntas?». «
Besan rrrrico
». Me dio una risa, lo decía con el cantito loretano y en voz alta, sin importarle que todo el mundo la oyera. Son así, Chichi, unas frescas como no hay. ¿Y tú crees que se quedan en los besos? Qué esperanza, según Alicia estas diablitas comienzan con travesuras mayores desde el Colegio y aprenden a cuidarse y todo y cuando se casan las muy sapas hacen el gran teatro para que sus maridos las crean sin estrenar. Algunas van donde las ayahuasqueras (esas brujas que preparan la ayahuasca, ¿has oído, no?, un cocimiento que hace soñar cosas rarísimas) para que las pongan nuevecitas otra vez. Figúrate, figúrate. Te juro que cada vez que salgo de compras o al cine con Alicia vuelvo colorada de las historias que me cuenta. Saluda a una amiga, le pregunto quién es y me dice una terrible, figúrate que, y la que menos ha tenido varios amantes, todas las casas se han metido alguna vez con militar, aviador o marino, pero sobre todo militar, tienen un gran prestigio con las charapas, hijita menos mal que a Panta no me lo dejan usar uniforme. Estas locas aprovechan el menor descuido del marido y, sás, cuernos. De temblarles, flaca. ¿Y tú crees que hacen las cosas bien hechas, en su camita y sábanas? Alicia me dijo si quieres nos vamos a dar una vuelta a Moronacocha y verás la cantidad de autos donde las parejas están haciendo cositas (pero de verdad, ah), una al lado de la otra como si tal cosa. Figúrate que a una mujer la encontraron haciendo cositas con un teniente de la Guardia Civil en la última fila del cine Bolognesi. Dicen que se malogró la película, encendieron la luz y los chaparon. Pobres, ¿te imaginas el susto que se llevarían al ver que se prendía la luz, sobre todo ella? Se habían echado aprovechando que hay bancas en lugar de asientos y que la última fila estaba vacía. Un escándalo tremendo, parece que la esposa del teniente casi mata a la mujer, porque un locutor de Radio Amazonas que es terrible y suelta todas las verdades contó la historia con pelos y señales y al teniente acabaron sacándolo de Iquitos. Yo no quería creer semejante aventura, pero Alicia me enseñó a la tipa en la calle, una morena muy fachosa, con una carita de no mato una mosca. La miraba y le decía Alicia tú me estás mintiendo, ¿hacían
cositas cositas
en plena película, en esa incomodidad y con el susto de que los pescaran? Parece que sí, a la chica la chaparon sin calzón y al teniente con el pajarito al aire. Después de París, Iquitos la corrompida, flaca. No vayas a creer que Alicia es una habladora, yo le sonsaco, por curiosidad y también por prevenida, hijita, aquí hay que estar con cuatro ojos y ocho manos defendiéndote de estas loretanas, te volteas y te desaparecen al marido. Alicia, aunque charapa, es muy seriecita, aunque a veces me saca también uno de esos pantalones de calzador. Pero no anda provocando a los hombres, no los mira con la desfachatez de sus paisanas.

A propósito de lo bandidas que son las loretanas, qué tonta, me estaba olvidando de contarte lo más chistoso y lo mejor (o más bien lo peor). No te puedes imaginar el chasco que nos llevamos cuando estábamos a medio instalarnos en esta casita. ¿Tú habías oído hablar de las famosas «lavanderas» de Iquitos? Toda la gente me ha dicho pero dónde vivías, Pocha, de dónde bajas, el mundo entero sabe lo que son las famosas «lavanderas» de Iquitos. Pues yo seré tonta o caída del nido, hermana, pero ni en Chiclayo, ni en Ica ni en Lima había oído hablar jamás de las «lavanderas» de Iquitos. Fíjate que llevábamos unos pocos días en la casita, y nuestro dormitorio queda en los bajos, con una ventana a la calle. Todavía no teníamos muchacha —ahora tengo una que se le pasea el alma, pero bueniísima— y a las horas más raras de repente nos tocaban esa ventana y se oían voces de mujer: «¡lavandera!, ¿tienen ropa para lavar?». Y yo sin siquiera abrir la ventana decía no, muchas gracias. Nunca se me ocurrió pensar qué raro que en Iquitos haya tantas lavanderas por las calles y en cambio sea tan difícil conseguir muchacha, porque había puesto un cartelito «Necesito empleada» y sólo caían candidatas muy de cuando en cuando. Total que un día, era muy temprano y estábamos todavía acostados, oigo el toquecito en la ventana, «¡lavandera!, ¿tienen ropa?», y a mí se me había amontonado mucha ropa sucia, porque acá, te digo, con este calor es horrible, transpiras horrores, hay que cambiarse dos y hasta tres veces al día. Así que pense regio, que me lave la ropa siempre que no cobre muy caro. Le grité espérese un ratito, me levanté el camisón y salí a abrirle la puerta. Ahí mismo debí sospechar que pasaba algo raro porque la niña tenía pinta de todo menos lavandera, pero yo, una boba, en la luna. Una huachafita de lo más presentable, cinchada para resaltar las curvas por supuesto, con las uñas pintadas y muy arregladita. Me miró de arriba abajo, de lo más asombrada y yo pensé qué le pasa a ésta, qué tengo para que me mire así. Le dije entre, ella se metió a la casa y antes de que le dijese nada vio la puerta del dormitorio y a Panta en la cama y pum se lanzó derechita, y, sin más ni más, se plantó frente a tu cuñado en una pose que me dejó bizca, la mano en la cadera y las piernas abiertas como gallito que va a atacar. Panta se sentó en la cama de un salto, se le salían los ojos de asombro por la aparición de la mujer. ¿Y qué te crees que hizo la tipa antes de que yo o Panta atináramos a decirle espere afuera, que hace aquí en el dormitorio? Empezó a hablar de la tarifa, me tienen que pagar el doble, que ella no acostumbraba ocuparse con mujeres, señalándome a mí, flaca, cáete muerta, para darse esos gustos hay que chancar y no sé qué vulgaridades y de repente me di cuenta del enredo y me empezaron a temblar las piernas. Sí, Chichi, ¡era una pe, una pe!, las «lavanderas» de Iquitos son las pes de Iquitos y van de casa en casa ofreciendo sus servicios con el cuento de la ropa. Ahora dime, ¿es o no Iquitos la ciudad más inmoral del mundo, hermana? Panta también cayó en la cuenta y comenzó a gritar fuera de aquí, zamarra, que te has creído, vas presa. La tipa se pegó el susto de su vida, entendió la equivocación y salió disparada, tropezándose. ¿Te figuras qué chasco, flaca? Se creyó que éramos unos degenerados, que yo la había hecho entrar para que hiciéramos cositas los tres juntos.

BOOK: Pantaleón y las visitadoras
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