Paciente cero (26 page)

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Authors: Jonathan Maberry

Tags: #Terror

BOOK: Paciente cero
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Rudy se frotó los ojos.

—Hoy —dijo muy despacio—, he visto un vídeo que demuestra la indiferencia criminal ante la raza humana. Personas que son lo suficientemente inteligentes han creado un arma tan destructiva que podría acabar con toda la raza humana. Y, ¿por qué? Para apoyar una opinión política o religiosa. Si este fuese el acto de una sola persona diría que nos enfrentamos a una psicosis, a una mente fracturada… pero es un plan elaborado con sumo cuidado y de forma deliberada. Las personas implicadas han tenido tiempo para pensarlo detenidamente, para ver las implicaciones. Y aun así siguen con el programa. Hoy los has visto experimentar con niños. ¡Con niños! —dijo, suspirando—. Lo saben muy bien y aun así no les importa. Si existe una descripción mejor de la marca de Caín, pues no la he escuchado.

—Rudy, esos son ellos, no nosotros.

—No, no —dijo con voz cansada—. Lo sé. Es solo que no confío en que nuestro Gobierno sea más inteligente, ni ningún Gobierno. Después de todo, nosotros inventamos la bomba y hemos experimentado con armas biológicas y con la guerra bacteriológica. No, vaquero, todos llevamos algo de la marca de Caín. Todos nosotros, estemos directamente implicados o no políticamente.

—Algunos estamos intentando hacer algo con toda esta mierda, Rudy. No hay que cortar a todos por el mismo patrón.

Él suspiró.

—Estoy cansado, Joe… y no te estoy atacando. Es lo que siento sobre esto. —Me miró durante un buen rato—. Pero tú también estás marcado. No con la culpa, sino por ser consciente de la bestia que vive dentro de todos nosotros, en todos los corazones humanos. En tus ojos se ve que lo sabes. He jugado al póker contigo; sé que puedes ocultarlo mejor que yo, muchísimo mejor. Mejor que Grace Courtland, aunque no tan bien como Church. El hecho es que tú tienes la misma marca que todo el mundo aquí. Igual que yo. —Hizo una mueca que fue su mejor intento de sonrisa—. Es una experiencia que une. Siempre estaremos conectados por saber todo esto. Todos nosotros estaremos unidos por la más reciente demostración de la raza humana de su absoluta determinación de cometer suicidio.

—Como he dicho, no todo el mundo es parte del problema, Rude. Algunos de nosotros estamos haciendo todo lo posible para ser parte de la solución.

Me lanzó una débil sonrisa.

—Espero que no sea bravuconería, vaquero. De verdad que espero que pienses eso.

—Lo pienso. Tengo que pensarlo.

Rudy cerró los ojos y permaneció allí sentado durante un rato sin decir nada, pero cada pocos segundos soltaba un largo suspiro.

—Todavía no he tenido tiempo para procesar todo esto. Si quiero servir de ayuda voy a tener que aclararme las ideas. A ver… me han secuestrado, me han puesto una pistola en la cabeza, he averiguado que los terroristas tienen el arma del Juicio Final… te sorprendería lo mucho que no llegamos a estudiar en la escuela de medicina.

—¿Ni siquiera en la escuela de loqueros?

—Ni siquiera en la escuela de loqueros. Permanecimos allí sentados pensando en aquello durante un rato. —Church me dijo que has firmado con el DCM. ¿Por qué lo has hecho? Rudy me sonrió.

—Porque Church me lo pidió. Por lo que ocurrió en St. Michael. Por ti. Y porque lo sé. No solo los secretos, Joe… Sé la verdad de todo esto. Estoy marcado. Eso hace que a partir de ahora forme parte de todo esto. Si no hago algo para contribuir a encontrar una solución creo que me volvería loco.

—Sí —dije—, te entiendo. Pero ¿cómo te sientes al estar en el equipo?

—Es una pregunta demasiado complicada para que te dé una respuesta sencilla. En la superficie supongo que aprecio la oportunidad de hacer algo bueno por la gente que, a su vez, está intentando salvar el mundo.

—¿Y por debajo de la superficie?

—Sé cuáles son tus valores. Eres demasiado razonable para defender intereses conservadores o liberales. Tu personalidad se basa más en lo correcto y lo incorrecto, y a mí me parece bien. Creo que Church puede estar cortado por el mismo patrón. Así que supongo que uno de los mayores rayos de esperanza que veo en todo esto es el hecho de que entre nosotros y un mundo destruido hay tres personas (Church, tú y Grace Courtland) que verdaderamente ven hacia dónde va la tendencia y que están en posición de hacer algo.

—Estás poniendo mucho peso sobre nuestros hombros, hermano.

—Sí —dijo—, así es. —Se frotó los ojos—. Todos tenemos muchas cosas que hacer. Tú tienes que ser un héroe. Yo tengo que recomponerme para poder ayudar al resto a recomponerse. Y Church y Courtland tienen que hacer lo que hacen, sea lo que sea. —Rudy se levantó y me dio una palmadita en el hombro. Parecía un poco más viejo, pero yo sabía que todavía le quedaba mucha mecha—. Voy a intentar dormir al menos una hora. Tú también deberías hacerlo.

Dije que sí, pero sabía que no podría. Había demasiadas cosas que hacer y el reloj no se detiene. Me quedé en la puerta y lo observé caminar pesadamente hacia la cama. Estaba hecho polvo y estaba empezando a quedarme dormido cuando la puerta se abrió de repente al final del pasillo y el doctor Hu, con la cara pálida, gritó dos palabras que me provocaron un escalofrío de terror: «¡Sala 12!».

Detrás de ellos pude oír de repente el ritmo de los disparos de un arma automática.

52

Almacén del DCM, Baltimore / Martes, 30 de junio; 10.21 p. m.

Salí corriendo por el pasillo. Gus Dietrich salía de su habitación en calzoncillos y camiseta. Me vio corriendo y abrió la boca para decir algo, pero entonces agarré a Hu y lo aparté de mi camino. Hu chocó contra Dietrich y ambos cayeron atravesando la puerta de Dietrich. Entré en el vestíbulo y giré hacia la izquierda. Mi habitación estaba bastante cerca del muelle de carga y llegué a la puerta antes que cualquier guardia armado. Había un grupo de técnicos y personal confusos arremolinados en la puerta y les grité que se apartasen.

—Yo te cubro —oí decir a Bunny, que entraba en el muelle justo detrás de mí. Top Sims lo seguía. Me giré hacia la multitud.

—¡Todo el mundo fuera, ya! ¡Cierren la puerta y apaguen esa puta alarma!

Salieron de la sala mientras nosotros pasábamos junto a una hilera de tráileres. Cuando llegamos a la sala 12 lo que vimos nos hizo pararnos en seco. El lugar donde estaba la ametralladora estaba desierto; el arma todavía echaba humo y el suelo estaba lleno de casquillos. Solo pude ver a uno de los cuatro guardias… o lo que quedaba de él. Su cuerpo estaba inclinado contra el muro de sacos de arena que rodeaban la ametralladora, con la garganta completamente destrozada. Había pequeños charcos de sangre por todas partes y manchas que parecían causadas por chorros que hubiesen salido de una arteria. Fuese lo que fuese lo que había ocurrido, había sido rápido y malo.

Avanzamos rápido y en silencio. Bunny llevaba un MP5.

—Este día está resultando muy largo, joder —murmuró mientras comprobaba el cargador—. Está vacío. —Buscó en los bolsillos del guardia muerto y encontró uno lleno.

—¡A mis seis! —susurré, y sentí como se ponían detrás de mí. Top guardaba el flanco. Cogió el arma de un guardia muerto y con ella apuntó a todas las esquinas. Alguien debía tener algún tipo de autoridad, porque la alarma cesó, dejando su eco resonando en las paredes.

—Verificad vuestros objetivos —dije en voz baja—. No sabemos quién está infectado y cuántos hostiles tenemos.

Nos detuvimos, nos juntamos y escuchamos. Oímos ruido procedente de dos direcciones: detrás del tráiler y desde su interior.

—Yo entraré —susurré—. Vosotros dos id por los lados.

—Esto es un desastre —dijo Bunny.

—Déjate de mierdas, granjerito —le soltó Top—. Vamos.

Desaparecieron por mi izquierda recorriendo el lateral del tráiler mientras yo subía por la escalera del remolque de doble ancho. La puerta de la sala 12 estaba abierta y podía ver figuras moviéndose en su interior. Vi otra arma en la cubierta, una Glock de nueve milímetros; pero estaba vacía, así que la ignoré y subí el último escalón. Tenía prisa, mas el poli que llevaba dentro siempre estaba observando así que eché un vistazo a la puerta. No había signos visibles de que la hubiesen forzado para entrar ni para salir. Aunque no tenía tiempo para preocuparme por aquello, todavía me seguía jodiendo.

Subí al tráiler. Dentro había un osario y dos médicos con batas de laboratorio y las extremidades rotas. Un poco más allá tres personas vestidas con camisones de hospital yacían sobre charcos rojos. El prisionero que habíamos cogido en la planta de empaquetado de carne estaba en una zona quirúrgica situada en una sección del tráiler con pantallas, pero las pantallas habían sido arrancadas de cuajo y la garganta del prisionero estaba totalmente destrozada. Los médicos que habían estado trabajando para salvarle la vida estaban muertos. El aire olía a cordita y al tufo cobrizo de la sangre. Todos los cadáveres habían recibido varias balas en la cabeza. En la parte posterior del tráiler había un cuarto paciente encima de uno de los guardias, al que estaba destrozando con los dientes. El soldado gritaba y agitaba los brazos para zafarse del ataque y todavía no podía ver si le habían mordido o hasta qué punto.

Fui directo al caminante.

No había tiempo para gritar órdenes ni para retirarse y esperar refuerzos. Quizá viniese más ayuda, pero no lo sabía y tenía que confiar en que allí fuera se estuviesen ocupando de todo. Me concentré en el caminante, que estaba intentado matar a aquel joven aterrorizado.

El tráiler tenía unos veinte metros de largo y despejé toda la zona en un par de segundos. Se oyeron disparos en el exterior y el caminante se quedó helado en su sitio, levantó la cabeza y buscó con sus ojos muertos la procedencia del ruido. Todavía a unos seis metros de él, cogí un pesado sujetapapeles de una mesa y lo lancé a modo de frisbee. Pesaba muchísimo, pero utilicé toda mi fuerza. Voló por el aire y le dio al caminante en un lado de la cabeza, lanzándolo hacia la pared. Soltó al soldado, que se desplomó gimiendo. Sin embargo, el golpe no le hizo daño y la criatura giró la cabeza de inmediato enseñando los dientes, mostrando sus brillantes ojos muertos. Vino a por mí, pero yo ya estaba en movimiento, adecuando la velocidad y la fuerza con su ángulo de ataque. Cuando quiso agarrarme utilicé las manos para bajarle ambos brazos y luego le agarré la garganta con la mano izquierda y utilicé la derecha para golpearlo con la palma en las sienes. Sabía que no podía herirlo, pero el peso de mi cuerpo lo aplastó contra la pared y yo me incliné para agarrarle la garganta, sintiendo cómo crujía el hueso hioides. Un hombre normal habría muerto allí mismo, intentando inspirar aire por una garganta destrozada; pero aquella cosa seguía gruñendo. Volví a golpearlo para separarme de su boca y luego le golpeé por tercera vez en el lateral de la cabeza, pero esta vez mantuve la mano contra su sien con fuerza para que el caminante se quedase pegado a la pared con esa boca sangrienta lejos de mí. Fui subiendo los dedos por su sien y los enredé en su pelo sucio y aplastado.

Sentí cómo ponía en tensión todos sus músculos para atacarme, igual que hace un animal para intentar zafarse de un depredador, pero eso es lo que quería que hiciese.

Cuando el caminante se separó de la pared, yo di un paso atrás y tiré con todas mis fuerzas. El efecto hizo que el caminante viniese hacia mí más rápido de lo que pretendía y yo giré inmediatamente las caderas para darle aún más impulso a su cuerpo. La criatura llegó al punto central de mi giro y pasó volando a mi lado como si hubiese sido repelido por un campo de fuerza. Al tenerlo agarrado por la garganta y por el pelo se torció y mi giro lanzó el cuerpo del caminante por encima de mí; pero seguía sujetándolo. Hubo un punto crucial en que su cuerpo volaba más rápido y más lejos de lo que me alcanzaba la mano que agarraba su cabeza y en ese preciso momento lo sacudí como hace un ama de casa con una sábana. El cuello del zombi produjo un crujido fuerte y húmedo.

Lo solté y cayó sobre una mesa de examen y luego al suelo.

Fuera oí otra ráfaga de disparos.

Escuché un quejido detrás de mí y al girarme vi al soldado poniéndose de rodillas y cubriéndose la mejilla con una mano, de la que brotaba sangre. El mordisco no era grande, pero seguía siendo un mordisco. Pobre desgraciado. Entonces vi que se daba cuenta. Sabía que era hombre muerto y ambos sabíamos que no había nada que hacer.

Lo apunté y grité con fuerza:

—¡Quédese ahí, soldado!

Él asintió, pero tenía los ojos llenos de lágrimas. Me giré y corrí hacia la puerta del laboratorio, salté hacia la izquierda y fui corriendo hasta el final del tráiler. Dos soldados, ambos transformados en caminantes, estaban en el suelo, partidos por la mitad por el MP5 de Bunny. Una segunda pareja de caminantes que parecían personal médico estaban desplomados bajo la sombra de la pared, con heridas de bala en la cabeza. Top tenía el arma agarrada con ambas manos mientras pasaba por su lado.

—¡Cuidado! —gritó Bunny al ver una cara llena de sangre levantarse desde detrás de las cajas; pero yo ya lo había oído. Me giré y mientras venía hacia mí, me eché a un lado y le di un golpe en la garganta con el antebrazo en tensión. Su cabeza y sus hombros se pararon justo allí, pero los pies se levantaron en el aire igual que un extremo de fútbol americano cuando es bloqueado por un defensa. El caminante se desplomó sobre el hormigón y me giré para volver a golpearlo cuando Bunny me apartó, le puso un pie en el pecho para que no se moviese y le disparó dos tiros a la cabeza.

Ambos nos dimos la vuelta y vimos a Top esquivar a otro caminante y tirarlo al suelo con un fuerte golpe en la rodilla y, cuando las rótulas crujieron contra el suelo, le puso el cañón en la sien y disparó. La corredera de su pistola se abrió después del disparo, pero el caminante cayó como una muñeca de trapo.

De repente hubo un silencio sepulcral que solo rompían los ecos del tiroteo.

—¿Top?

—Despejado.

—¿Bunny?

—Despejado, jefe —me dijo casi al oído—. Los tenemos a todos.

Me giré y miré a Bunny, cuya cara había pasado de su gesto juvenil habitual a otro más duro y mucho más peligroso. Cerró los ojos, respiró hondo y luego asintió para corroborar su propia afirmación.

—Estoy bien, jefe —dijo después de un momento.

Top miraba de un lado a otro, comprobando cada sombra con ojos fríos como una serpiente de cascabel. Nuestras miradas se cruzaron y entonces él asintió con la cabeza.

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