Los hijos de los Jedi (63 page)

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Authors: Barbara Hambly

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Los hijos de los Jedi
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Algo enorme y oscuro surgió de la neblina por encima de ella, y Leia sintió la sacudida de algo cayendo sobre el lecho y oyó un estrepitoso movimiento de pies entre las lianas.

—No os mováis, princesa. No soy muy bueno con este trasto, pero a esta distancia no volveré a fallar.

El lecho de lianas de café salió de la neblina con un nuevo bamboleo. Ohran Keldor estaba inmóvil al otro extremo y la apuntaba con su desintegrador

La góndola redujo la velocidad, pero siguió moviéndose en un curso que la llevaría hasta el lecho de lianas sobre el que Irek se alzaba como un esbelto dios negro.

Otro jardín ascendió por debajo de ellos con un repentino rechinar de cables, escapando al choque por menos de un metro de distancia, y Han Solo saltó desde su borde y cayó sobre las lianas al lado de Keldor. En ese mismo instante ese lecho de cultivo y aquel en el que había viajado Han para llegar hasta ellos giraron en otra dirección, y empezaron a avanzar por los rieles hacia la estación de aprovisionamiento festoneada de lianas pegada a la cara del risco, donde Leia pudo ver a Jevax y Chewbacca detrás de los controles.

—¡No! —gritó Irek.

—¡Corre, Leia! ¡Ve a la estación! —gritó Han, que acababa de arrancar el desintegrador de la mano del asombrado Keldor.

Pero en vez de huir, Leia se abrió paso a través de las lianas y asestó un potente golpe de estaca sobre la nuca de Keldor mientras éste luchaba con Han al borde de la góndola.

Keldor se tambaleó. Han tiró de él apartándole del abismo y le empujó hacia el otro extremo de la góndola, que ya estaba aproximándose a la estación de aprovisionamiento. Jevax avanzó por entre la frondosa espesura de lianas y extendió una pértiga para acabar de guiar a la góndola. Irek volvió a gritar, pero Leia no pudo comprender sus palabras.

Y las poleas que unían la góndola a la red aérea se partieron con un chasquido metálico.

Leia saltó hacia la jungla colgante formada por las lianas de la estación de aprovisionamiento. Han saltó detrás de ella y Leia pensó que no lo conseguiría y desplegó la Fuerza hacia él, pero después nunca supo si había sido la agilidad de Han o alguna energía añadida por ella lo que le permitió agarrarse al final de la barba verdosa suspendida en el vacío.

Pero en cualquier caso Ohran Keldor, arquitecto de la Estrella de la Muerte y único técnico superviviente del Ojo de Palpatine, no poseía ni la Fuerza ni los músculos bien adiestrados de un contrabandista acostumbrado a los peligros y las aventuras para que le ayudaran.

Y si Irek era capaz de levitarle sacándole del lecho de lianas de seda que se precipitaba hacia su destrucción, o no reaccionó con la rapidez suficiente o ni siquiera lo intentó. El grito de terror del científico creó ecos en el fantasmagórico hervor de neblina que seguía descendiendo por la grieta de la cúpula, y cuando Leia y Han lograron llegar a la seguridad de la plataforma ya no quedaba ni rastro de Irek.

CAPÍTULO 24

El cierre de la compuerta de la lanzadera detrás del último contingente de la tribu de los gakfedds hizo que el hangar pareciese quedar sumido en un profundo silencio. Más allá del sello magnético, la curva blanco azulada de Belsavis devolvía un frío esplendor de luz, una radiación color hueso que robaba el color a las facciones de Cray llenándolas de sombras macilentas y convertía a Nichos en una silueta de mármol plateado.

—Ahí está —murmuró Callista—. Allí, donde las nubes suben formando columnas por encima del calor de la fisura térmica…

Incluso desde esa distancia, Luke ya podía ver el caos del lado nocturno tachonado de estrellas en el que se encontraba la Fisura de Plawal.

Se apoyó como un anciano cansado en su bastón y se acordó del joven Jedi que se había presentado ante él un año antes, trayendo consigo a una rubia alta y muy elegante. «La programadora de inteligencias artificiales más brillante de todo el Instituto Magrody…, y además tiene una gran capacidad para emplear la Fuerza.»

Luke se acordaba de que Cray había dado un paso hacia adelante para estrecharle la mano, asumiendo inmediatamente el control de la situación para que esta no pudiera controlarla a ella.

«Lo siento», quiso decirles sin saber muy bien por qué.

¿Que lamentaba?

La vida.

Aquello.

Todo.

—El transporte será lanzado primero en modalidad automática —dijo, obligando a su mente a concentrarse en lo que realmente importaba. Luke sabía que les quedaba muy poco tiempo—. En cuanto haya salido del campo magnético, la Lanzadera Azul irá a…

Movió una mano señalando el gigantesco bloque blanquecino de la Telgorn. La nave se bamboleó de manera casi imperceptible, y pudieron oír golpes ahogados que resonaban en su interior. Durante un momento Luke agradeció que la cabina de control estuviera totalmente separada del compartimento de pasajeros.

—Triv…

El anciano ex soldado surgió de las sombras entre las que había estado inmóvil al lado de Cetrespeó. Se había quitado su armadura blanca, y volvía a llevar las prendas descoloridas y adornadas con bordados de flores que vestía cuando subió a bordo. Su rostro moreno estaba tranquilo, pero había todo un infinito de pena en sus ojos.

—Tendrás que hacerte cargo de la Lanzadera Azul en el caso de que haya cualquier problema, pero los controles están sintonizados con la consola de la Lanzadera Roja y Nichos pilotará las dos naves desde allí.

Luke tragó una temblorosa bocanada de aire.

—Cray…

Era la primera vez que veía a Cray y Nichos tan cómodos y a gusto estando juntos, y tan cerca el uno del otro desde aquellos días en Yavin antes de que las manos de Nichos hubieran empezado a entumecerse y de que se le nublara la vista. Los pequeños camuflajes habían desaparecido y ya no quedaba ni rastro de las superficies ornamentales que habían recubierto las articulaciones de las muñecas y el cuello, y Nichos era más androide que nunca, pero algo en su postura y en su silencio parecía sugerir que los últimos ocho meses nunca habían existido.

—Hay una cápsula de escape al final del pasillo junto a la cubierta de artillería —dijo Luke en voz baja y suave—. Cuando haya llegado al final del pozo, te avisaré con un grito y te meterás en esa cápsula y saldrás de aquí lo más deprisa posible. Creo que tendrás tiempo.

—Creía que sería yo quien subiría por el pozo —murmuró Cray.

Luke meneó la cabeza.

—Nunca conseguiría llegar hasta la cápsula. He descansado… —Luke pensó que no era del todo mentira—. Puedo utilizar la Fuerza para interferir el funcionamiento de la parrilla, y creo que tendré las energías suficientes para levitar hasta el final del pozo. Cuando haya llegado al núcleo central…

Volvió a hacer otra profunda inspiración de aire.

—Cuando haya llegado al núcleo central intentaré inutilizar los cañones en vez de hacer estallar la nave. Según las lecturas que obtuviste del ordenador central, debería ser posible hacerlo desde allí.

—¿Y si no es posible? —preguntó Callista.

—Entonces… —Luke estuvo a punto de no poder pronunciar las palabras—. Entonces iniciaré la sobrecarga del reactor. Pero si en diez minutos no ha estallado, Cray, y para entonces estarás fuera de aquí y dentro de la cápsula, empieza a pensar en cómo vamos a conseguir la memoria suficiente en una unidad para sacar a Callista de la nave. Después de que eso haya sido hecho, la haremos estallar.

—No —dijo Callista.

—Callista, no puedo…

—No.

Luke casi pudo verla inmóvil delante de él, sus rasgos decididos y pálidos y sus ojos color humo muy sombríos, como habían estado en aquel otro hangar hacía treinta años.

—No podemos correr ese riesgo, Luke. No puedes correrlo. Supongamos que tienes razón y que encuentras una forma de inutilizar los cañones, y me refiero a dejarlos realmente inutilizados y no a que el
Ojo
te mienta y te diga que están inutilizados. Eso deja al
Ojo
en órbita hasta que puedas reunir el número suficiente de unidades de memoria, circuitos y sinapsis. Nunca conseguirás encontrar esa clase de equipo en Belsavis. Por lo que me has contado, no es más que una estación agrícola, y no precisamente de las más grandes. Así que pides que le envíen el equipo, y tardan uno o dos días en llegar… Y mientras tanto quienquiera que haya llamado al
Ojo de Palpatine
aparece, y todos los almirantes imperiales que se han enterado de lo que está ocurriendo aparecen también… ¿Crees que la República va a poder mantener a raya a toda esa jauría? ¿Con una instalación de combate como ésta siendo el premio para el vencedor?

Luke guardó silencio, incapaz de discutir sus argumentos y de decirse a sí mismo que la oscura flor del conocimiento y el miedo helado de su sueño habían sido ilusiones.

Algo había hecho venir al
Ojo
, y algo estaba esperando su llegada.

Y ese algo ya casi lo tenía a su alcance. —Haz estallar los reactores, Luke.

Callista habló en un tono de voz tan bajo que apenas pudo ser oído en el profundo silencio de la cubierta de las lanzaderas. Nadie más habló, pero Luke fue consciente de que los ojos de Cray estaban clavados en su rostro y que, de una manera que no se hallaba al alcance de ninguno de los otros, sabía lo que estaba pasando por su cabeza.

Cray sabía que su decisión de subir por el pozo estaba basada parcialmente en el conocimiento de que si destruía la nave —si destruía a Callista—, estaría en su corazón cuando llegara el fin.

—No permitas que la Voluntad te engañe —siguió diciendo Callista en voz baja y suave—. No lo permitas, Luke, porque… Bueno, la Voluntad sabe muy bien hasta qué punto deseas engañarte a ti mismo.

—Ya lo sé. —Dudaba de que alguno de los demás hubiera oído sus palabras, pero estaba seguro de que Callista las había oído—. Lo sé. Te amo, Callista…

—Y yo a ti —susurró ella—. Gracias por haberme hecho volver desde tan lejos.

Luke se irguió, como si algún peso terrible acabara de desvanecerse de sus hombros.

—Nichos, Cetrespeó, Triv… Preparaos para el lanzamiento. Cray, sigo queriendo que seas quien se quede abajo y salga de aquí.

Luke giró sobre sí mismo justo a tiempo de ver cómo Cray sacaba la pistola aturdidora de la funda que colgaba junto a su costado.

Y comprendió que había pensado en todo menos en aquello. «La Voluntad hará cualquier cosa, utilizará cualquier medio…» Luke se lanzó al suelo y rodó sobre sí mismo intentando moverse lo más deprisa posible.

Pero el implacable e insidioso castigo del agotamiento y el dolor habían reducido considerablemente la velocidad de sus reacciones y vuelto casi inutilizable cualquier oportunidad de usar la Fuerza que pudiera tener, y el haz aturdidor cayó sobre él con un impacto tan devastador como el de un garrote, hundiéndole en un abismo lleno de oscuridad.

—¿Quién diablos era ese tipo?

Leia tiró de Han, izándole el último medio metro que le faltaba para llegar a la plataforma. Jevax y Chewie se inclinaron ¡unto a ella y extendieron los brazos para ponerle a salvo. Ráfagas de viento frío le azotaron los cabellos haciéndolos bailar de un lado a otro y la niebla se arremolinó alrededor de ellos durante un momento, y después se desgarró para revelar la suave ondulación del lago en el valle que se extendía debajo del risco.

Leia pudo oír el tenue clamor de alarmas lejanas surgiendo de la ventana abierta entre las lianas que cubrían la cara del acantilado.

—¿Puedes llevarnos de vuelta allí, Jevax? Ahí, debajo de esa cornisa… ¡Y haz sonar todas las alarmas del valle! De todo el planeta, de todos los puestos con los que puedas ponerle en contacto… Todo el planeta va a ser bombardeado desde el espacio. No sé cuánto lardarán en empezar, puede que sólo unos minutos…

—¿Quién era ese tipo? —volvió a preguntar Han—. ¿Y quién mató a ese hombre del pasillo? Erredós nos guió por las criptas, y después subimos por un ascensor… ¿Qué ha sido de los guardianes de los túneles?

—¿Bombardeado? —-preguntó Jevax, horrorizado.

—¡Sí, y muy pronto! ¡Vamos! Que todo el mundo se refugie en los antiguos túneles de los contrabandistas… Utiliza los silos del espacio-puerto, es el sitio más seguro. No figurará entre los objetivos, porque hace treinta años aún no había sido construido…

Chewie volvió a la estación de aprovisionamiento y salió de ella con un controlador en sus manazas peludas. Un instante después una góndola de lianas de café fue hacia él, una espléndida y parsimoniosa barcaza recubierta de flores avanzando a lo largo de sus rieles de guía.

—Ese super-navío del que nos habló Mará, la otra mitad del ataque lanzado contra Belsavis… ¡Viene hacia aquí! Irek lo llamó… El hijo de Roganda, Irek…

—¿Ese chaval?

—Ha sido adiestrado en el uso de la Fuerza, y puede influir sobre los sistemas mecánicos… Hará picadillo a nuestra flota…

Leia saltó de la plataforma y cayó sobre la gruesa masa de lianas del lecho. Después del espantoso descenso en la pasarela cortada y de haber saltado desde el lecho que caía hasta la delgada capa de lianas, aquel corto salto hasta un objeto firmemente asegurado no la preocupó en lo más mínimo.

Han masculló un juramento y saltó, agarrándose a los cables para que le proporcionaran un punto de apoyo. Chewie saltó detrás de ellos.

—¡Hay que avisarles! —chilló Leia mientras el wookie hacía girar la palanquita de su controlador. La góndola de lianas de café empezó a avanzar lentamente a lo largo de los rieles, abriéndose paso a través de una banderola de niebla hacia el distante promontorio del risco y la ventana que se abría debajo de él—. ¡Todo el mundo debe ponerse a cubierto!

Jevax ya estaba metiéndose en el pequeño ascensor de servicio que le llevaría a lo largo del risco.

Drost Elegin, la dama Theala Vandron y un abigarrado y vociferante grupo cié guardias privados, secretarios y representantes de las corporaciones se habían reunido en la sala desde la que Leia había saltado a la primera góndola de lianas. Todos corrieron hacia la ventana al ver aproximarse el lecho flotante. Algunos iban armados, pero Leia oyó la seca voz de la dama Vandron dando órdenes en cuanto estuvieron un poco más cerca.

—¡No disparéis, idiotas! Podrían haber escapado…

Chewie lanzó una escalerilla de cuerda. Media docena de manos la pillaron al vuelo y la sostuvieron para que Han, Leia y el wookie pudieran cruzar por ella.

Erredós estaba entre la dama Vandron y uno de los matones de Roganda, y se mecía de un lado a otro mientras lanzaba zumbidos y trinos llenos de excitación. Leia entró por el ventanal y Drost Elegin, caballero hasta la médula, le ofreció una mano para ayudarla a bajar.

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