La última astronave de la Tierra (18 page)

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Authors: John Boyd

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: La última astronave de la Tierra
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—Cuando comprobé tu informe fui a la biblioteca y busqué las Obras Poéticas de Fairweather. La chica decía la verdad sobre lo del poema de cuatro líneas con el nombre tan largo, pero el «Lamento de una Estrella Caída» estaba en la cuarta página del libro.

—Tal vez esa hoja fuera arrancada del libro de Helix.

—Ella lo habría sabido, si lee tanta poesía como dices. Está en todas las antologías de la biblioteca pública.

»Pero se nos acaba el tiempo. De ti depende, Haldane. Si tú haces una protesta y ella es una ninfómana, estás acabado. Si no protestas y ella es una confidente de la policía, estás acabado… Bien, ¿qué es, ninfómana o confidente?

Mareado por las complejidades legales, y atónito ante la mente de computadora de Flaxon, Haldane dijo:

—No puede confiarse en que un hombre tome semejante decisión con respecto a la mujer que ama… Tú eres mi abogado, consejero. ¡Echa al aire tu propia moneda!

—Personalmente me gustaría tener la oportunidad de leer el informe de los jurados —Flaxon se ponía ya en pie— protesto, señoría, sobre la base de que la evidencia es inadmisible.

—Se acepta la protesta.

—Su señoría —dijo Franz—, ¿retirará la defensa su objeción si se le permite ver el informe de los jurados?

—¿Qué dice el defensor?

—La defensa retirará la protesta.

Haldane, que observaba intensamente, vio una ligera sonrisa en el rostro del Padre Kelly XL, sentado directamente detrás de Franz. Casi como un reflejo el padre alzó el rostro, y Haldane lo comprendió: se estaba colocando para las cámaras de la televisión. Aquel brillo benigno en sus ojos le dijo a Haldane que Helix no era una ninfómana.

—Petición concedida… El tribunal se retira durante treinta minutos para que el consejo de la defensa lea el informe de los jurados.

—Algo me dice —observó Flaxon— que no he cometido un error. Nunca puedes equivocarte si te inclinas hacia el peso de la evidencia… De todas formas debería haber sabido que tú serías incapaz de reconocer a una ninfómana.

Se levantó y fue a la cámara del juez, mientras los guardias se adelantaban para quedar junto a Haldane.

Era difícil creer que ella, con todos sus recursos de inteligencia y encanto, fuera un agente secreto de la policía. La idea le ponía enfermo.

Pero tenía que librarse de las emociones. La experiencia y la lógica deberían haberle enseñado ya que todo el mundo Podía ser cualquier cosa. Flaxon era abogado.

Enfocó su atención en la manecilla del reloj, a la derecha de la mesa, y le vio devorar el tiempo segundo a segundo. Finalmente oyó tras él el jaleo de los espectadores que volvían, Franz, Flaxon y el Juez Malak salieron de la cámara. Flaxon caminó rígidamente hasta su mesa mientras los guardias se retiraban. Tenía los ojos vidriosos, ocupó su asiento junto a Haldane, libre ya de sus guardias, y Malak llamó al alguacil a la mesa.

—Era una confidente —dijo Haldane— y yo estoy acabado.

Flaxon ni siquiera le miró. Hablaba consigo mismo.

—Yo soy el chivato —dijo— y estoy acabado. En mi quinto juicio… Muchos abogados ni siquiera tropiezan con uno. El viejo Flaxon lo consigue en el quinto juicio. En mi quinto juicio… en mi quinto… ¡en MI QUINTO!

Haldane le cogió por el hombro. Estaba en estado de shock.

Su atención se desvió del abogado cuando el alguacil exclamaba: «¡Atención!» para acabar diciendo: «… a fin de oír los alegatos en el caso de Haldane IV, M-5, 138270, 3/10/46, contra el estado mundial, por acusación de desviacionismo».

Haldane ya no estaba acusado de un simple crimen contra la humanidad. Ahora estaba acusado de un crimen contra el Estado.

Las luces rojas chispearon sobre las cámaras de televisión y Haldane supo, por experiencia lo que sucedía más allá del tribunal. Las discusiones amistosas cesarían en las tabernas. Las conversaciones y el ruido de los cubiertos contra los platos en los restaurantes públicos se apagarían. Las amas de casa se alegrarían de que algo así interrumpiera sus seriales en la televisión.

Como las muchedumbres que se reunieran cinco siglos antes al pie de la Colina Tyburn, ahora se reunirían todos también, pero no para observar con fascinación mientras el encapuchado verdugo abría la trampa para una muerte inocente.

Ahora se emocionarían ante el terror prolongado de la agonía consciente de un muerto vivo.

El alguacil iba llamando a los jurados por su nombre, y Haldane comprendió ahora con toda certeza que los hombres que respondían a la llamada no eran ya sus jueces, sino sus ejecutores.

Yendo tan lejos como se lo permitía su competencia, Flaxon había asumido que Helix tenía «razón» al decir que aquel poema sólo constaba de cuatro líneas. Mientras Haldane percibía cómo la Tercera Edad de Hielo de su mente se desmoronaba sobre él, supo con certeza intuitiva que cuatro líneas eran todo lo que tuviera el poema «Reflexiones desde un Lugar más Elevado. Revisado», y que Helix había compuesto las otras sentada en la mesa y ante él en Punto Sur.

Había inventado aquellas líneas sabiendo que volvería a encontrarse con él y que aprovecharía las dudas de Haldane a fin de destruir su lealtad para con el Estado. Cuando la policía se lo llevó, el triunfo y exultación que él leyera en los ojos de la muchacha no había surgido del éxtasis de un martirio compartido con su amante, sino de la alegría por el triunfo de su nefasto complot.

Como asesina de lealtades había triunfado más de lo que suponía, pues la lealtad de Haldane para con ella había muerto también. Tal vez, como insinuara Flaxon, no fuera una confidente de la policía, pero le había traicionado, y ahora ella estaba muerta, se había ido a su lecho de muerte, y los fríos vientos gemían ya sobre la tumba donde él la había enterrado.

Helix ya no existía para él. Su padre había muerto. Y Flaxon estaba en estado de shock.

Haldane viajaría en una nave espacial, no como un mecánico de la sala de máquinas láser, sino como cargamento en el viaje a Infierno, del que ya no se regresaba.

10

Como miembro del departamento más antiguo, y como portavoz del jurado, Brandt el sociólogo fue el primero en ocupar el estrado.

Había previsto la dirección que tomaría el juicio, ya que había hecho ciertos preparativos. Tras él el alguacil colocó un trípode en el que colgó un diagrama. Brandt lo dispuso en ángulo a fin de ofrecer una buena visión al juez y al jurado, pero colocado directamente frente a las cámaras de la televisión.

—Su señoría, solicito de antemano la indulgencia del tribunal por la brevedad de mi informe, que se basa puramente en un perfil sexo-sociológico de la concordancia surgida de una revisión de fenómenos transitorios para proyectar la visión más completa del acusado en relación con el grupo de pares al que el sujeto pertenece, en un plano vertical y de modo sumario, porque esta dimensión, estoy seguro, será manejada mucho mejor por mis estimados colegas, contrastada con las agrupaciones socio-económicas que rodean a su grupo de pares, y relacionada con ello en un nivel horizontal, y sin caer en equívocos, consistente en datos verificables, empíricos y objetivos que llevan al análisis profundo de las áreas sexo-sociológicas, porque mis deberes departamentales son apremiantes; por tanto, no sólo debo disculparme por la brevedad de mi informe y por mi confianza en la tolerancia de su señoría sobre el análisis subjetivo de factores horizontales en profundidad, sino que además solicito que se la elimine del resto del proceso tras el término de mi informe.

—Permiso concedido —dijo el Juez Malak—. Continúe.

Haldane no estaba seguro de qué permiso se concedía y, juzgándose distraído, decidió concentrarse mucho más en lo que decía el sociólogo.

—En el campo de la conducta sexo-social, aparte de los valores recreativos, el estudiante todavía no emparejado está practicando una forma de búsqueda de situación dentro de los grupos de pares y entre los grupos de pares, según se indicó en el estudio monumental sobre el tema llevado a cabo por Neek, Baltan y Fring, a quienes deseo expresar mi agradecimiento. He compilado un diagrama que muestra la Curva de Grossinger para seis grupos representativos, no ejemplos al azar, que van desde los teólogos, aquí —Brandt se adelantó y señaló una pequeña porción del diagrama que apenas era la treinta y seisava parte del mismo, cuya anchura era de 75 cm. hasta los estudiantes de ingeniería mecánica, aquí— esto hizo que los estudiantes de ingeniería mecánica entre el público soltaran un silbido. Su porción abarcaba casi todo el espacio,

»Después de ellos, y con un espacio sólo inferior en cinco centímetros, vienen los estudiantes de matemáticas —Haldane sintió un orgullo negativo por su propio departamento al ver aquel espacio. Su departamento sobresalía, pero sólo era el segundo. Si los muchachos de matemáticas hubieran sabido que estaban en segundo lugar, se habrían esforzado mucho más.

»Partiendo de ambas extremos, los estudiantes de ingeniería mecánica y los estudiantes de teología, hemos establecido una norma para todos los estudiantes, descontando las vacaciones de verano y eliminando estadísticamente tales desviaciones secundarias como el auto-estímulo, la participación mutua y los casos aislados de celibato obligado que existe (incluso entre los estudiantes de ingeniería mecánica y de matemáticas con una inclinación hacia la teología) como forma de búsqueda de situación a la inversa. Pero, su señoría, esta visión completa del campo significa poco en sí a no ser como un preludio para el análisis bastante notable, o más exactamente asombroso, del tema en relación con el grupo de pares del acusado, y especialmente en relación con el mismo acusado. Su señoría, con todo respeto al tribunal debo confesar cierto temor en lo referente al perfil sexo-sociológico, analizado dentro del grupo de pares, para los años 1967 y 1968 del mismo acusado. Si el tribunal me lo permite puedo presentar, para su edificación, el perfil sexo-sociológico de Haldane IV.

Con un floreo dramático extendió la mano y quitó la hoja superior del diagrama; debajo de ella, y en forma de gráfico, la línea roja de Haldane IV resultaba impresionante si se la contrastaba con la azul de sus compañeros matemáticos y el brillante púrpura de los ingenieros mecánicos.

—Su señoría, deseo indicar al tribunal que, aunque el índice se basa únicamente en las estadísticas de la Casa de Recreo Berkeley, la posibilidad de la movilidad social fue tenida en cuenta por el departamento, y se preparó un informe sobre el acusado que incluía una fotografía móvil y un análisis detallado de sus técnicas, entre ellas el modus operandi, mediante un reloj de pulsera con un segundero muy exacto para calcular el tiempo del período de reacción al estímulo de sus co-participantes y el uso de un movimiento circular y peculiar conocido en el campus de la Universidad de California como el «palito giratorio de Haldane», características que recibieron identificación positiva sin fotografías en áreas que se extienden por el norte hasta más allá de Seaside. Oregon, y por el sur hasta Pismo Beach.

Señalando el diagrama, Brandt continuó:

—Si su señoría quiere fijarse, el gráfico está dividido en tres períodos de tiempo; 1967, 1968 y 1969. En el período de 1967, su primer año, y 1968, su segundo año, el acusado, sin ayuda de nadie, elevó el porcentaje de toda su categoría en un.08. Observe además su señoría que tanto la línea púrpura de los E.M. como la azul del grupo de sus pares —sin él— continúa durante marzo de este año, pero la línea roja de Haldane IV se detiene el 5 de septiembre de 1969, el mismo día de su encuentro accidental con la entonces estudiante virgen y extracategórica Helix, ahora bajo custodia, y cuya situación de embarazada queda demostrada por la Prueba B ya comprobada…

—Con todo eso ha acabado contigo —gimió Flaxon.

Haldane sabía que estaba acabado. Brandt continuó hablando y enlazando oraciones subordinadas durante casi media hora para demostrar que tales impulsos no podían sublimarse al invento de una computadora por compleja que fuera, sino que debían haberse empleado en las relaciones con Helix.

Entonces Franz llamó a Gurlick al estrado.

Al viejo le llevó mucho tiempo el llegar a la silla de los testigos, pero lo logró sin ayuda de nadie. Cuando habló, su voz aguda e infantil parecía ir a perderse en el micrófono, pero al fin se le oyó con toda claridad.

—Después de tranquilizar la mente del muchacho preguntándole, por su padre, al que conocía ligeramente debido a una relación profesional, empecé a investigar su mentalidad en cuanto a las actitudes.

»Juez, si quiere mirar la línea 83 de la página siete del informe de este jurado, encontrará una observación que hizo el muchacho, y que dice: «Tal vez sea yo un mal profeta, pero lo que harán a continuación será romper la barrera de la luz».

El hombre que le diera sus saludos para otro ya muerto, debido a su mala memoria, citaba ahora la página y el número de línea del informe de un jurado.

—Ni un hombre entre cien mil hubiese dicho la «barrera de la luz». A lo que Fairweather se refería no es de conocimiento general, pero este joven sí lo sabe. El término que suele usarse es el de «barrera del tiempo», ya que se llama la Teoría de la Simultaneidad, pero la mecánica de Fairweather afirma que el tiempo y la luz, para propósitos teóricos, son el mismo fenómeno expresado en medios distintos.

»Ahora bien, juez, yo puedo hablarle sin temor a contradicción porque mi lenguaje es el que se habla en su mundo, y si usted vuelve a su mundo y les cuenta lo que yo he dicho, ellos no le entenderán y por tanto no podrán volverse contra mí; pero le digo, señoría, que este mozalbete ha pensado en la luz negativa, y no se puede pensar en conceptos no humanos sin una habilidad conceptual no humana. Lo cual significa que es tan listo como yo, ¡y eso no me gusta!

»En este momento me estoy dirigiendo a él, y él sabe perfectamente de lo que hablo, porque está por encima del hecho de que la luz negativa es otro nombre para el tiempo negativo, si Fairweather tenía razón, y así era.

»Ese muchacho es un pecador. Y lo que es peor, ¡es un teórico pragmático! Me insinuó que deseaba un empleo en una nave a Infierno. Este chico no buscaba un empleo. ¡Buscaba un laboratorio!

»Según mi observación, señoría, los pecadores no se arrepienten de los pecados pidiendo perdón al Padre. Sólo se arrepienten de que los hayan cogido. ¡Arrepentimiento de chinos!

»¡Y este chico tampoco estaba arrepentido. Iba a favorecerse tratando de corregir su error. Iba a probar de nuevo. ¡Y él sabe lo que quiero decir!

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