La Torre Prohibida (15 page)

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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

BOOK: La Torre Prohibida
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La calma del mediodía se había posado sobre Armida. Ferrika cuidaba a los heridos; Ellemir jugaba a las cartas con su padre y, a petición de
Dom
Esteban, Calista trajo el arpa y empezó a pulsar sus cuerdas. Damon, que la observaba con cuidado, advirtió que, aunque se la veía tranquila, todavía tenía los ojos enrojecidos y sus dedos eran menos firmes que de costumbre mientras pulsaba los primeros acordes.

¿Qué ruido fue ese en el pantano?

Escucha, oh, escúchalo.

¿Qué ruido fue ese aquí, en la oscuridad?

Fue el viento que golpeó la puerta,

Niño, no tengas miedo.

¿Fue ese ruido el de los cascos de un jinete?

Escucha, oh, escúchalo.

¿Fue el ruido de un jinete que se acerca?

Sólo fueron las hojas que se mueven en el techo,

Niño, no temas.

¿Fue eso un rostro asonado a la ventana?

Escucha, oh, escucha...

Una extraña cara oscura...

Damon se incorporó silenciosamente, indicándole a Dezi que le siguiera. Salieron al corredor.

—Dezi —dijo—, sé perfectamente que no se debe preguntar a alguien por qué se marchó de una Torre, pero ¿te importaría contarme, de manera estrictamente confidencial, por qué te marchaste de Arilinn?

—No, no quiero hacerlo —respondió Dezi, hosco—. ¿Por qué debería decírtelo?

—Porque necesito tu ayuda. Viste en qué estado están esos hombres, y sabes que con agua caliente y ungüento de hierbas, al menos cuatro de ellos no volverán a caminar, y que Raimon, sin duda, morirá. Así que entiendes perfectamente lo que tendré que hacer.

Dezi asintió, y Damon prosiguió.

—Sabes que necesitaré que alguien me monitoree. Y si te despidieron por incompetencia; comprenderás que no me atrevería a utilizarte.

Se produjo un prolongado silencio. Dezi miró las baldosas de color lacre, y ambos oyeron que, dentro del Gran Salón, Calista seguía tocando el arpa mientras entonaba:

¿Por qué yace mi padre en el suelo?

Escucha, oh, escucha...

Herido de muerte por una lanza enemiga...

—No fue por incompetencia —dijo por fin Dezi—. No sé bien por qué decidieron que debía irme. —Parecía sincero, y Damon, que era un telépata capacitado para saber cuándo le estaban mintiendo, decidió que probablemente el muchacho decía la verdad—. Sólo puedo pensar que yo no les gustaba. O tal vez —alzó los ojos, en los que brillaba una luz furiosa y acerada— sabían que yo no era siquiera un
nedestro
reconocido, por lo cual no era suficientemente digno ni bueno para su preciosa Arilinn, donde el linaje y la sangre son tan importantes.

Damon pensó que no, que las Torres no funcionaban de esa manera. Pero no estaba seguro. Arilinn no era la Torre más antigua, pero sí la más orgullosa y se jactaba de tener más de novecientas generaciones de sangre Comyn pura, y de tener como primera Celadora a una hija de Hastur. Damon no lo creía, porque pocos registros históricos habían sobrevivido a las Épocas de Caos.

—Vamos, Dezi, si pudiste atravesar el Velo, eso los convencería de que eras Comyn, o de sangre Comyn, y no creo que eso les importara demasiado. —Pero sabía que nada de lo que pudiera decir serviría para curar la vanidad herida del muchacho, y la vanidad era un defecto peligroso para un mecánico de matrices.

Los círculos de matrices dependían mucho del carácter de la Celadora. Leonie era una mujer orgullosa. Lo era cuando Damon la conoció, con toda la arrogancia de una Hastur, y no dejó de serlo en los años transcurridos desde entonces. Tal vez ella, personalmente, se había mostrado intolerante con respecto al hecho de que Dezi no tuviera un linaje adecuado. O tal vez él tenía razón, y lo que ocurría era simplemente que no les había gustado... En cualquier caso, eso ahora poco importaba. Damon no tenía opción. Andrew era un telépata poderoso, pero carecía de entrenamiento. Dezi, aunque sólo hubiera estado medio año en la Torre, había recibido un meticuloso entrenamiento sobre la mecánica elemental del arte.

—¿Sabes monitorear?

—Pruébame —dijo Dezi.

Damon se encogió del hombros.

—Probemos, entonces.

Desde el salón, la voz de Calista se alzó en un lamento:

¿Qué fue ese grito que rasgó el aire?

Escucha, oh, escúchalo.

¿Qué horrible aullido desesperado, oscuro?

La plegaría de un huérfano, la maldición de una viuda...

—¡Por los infiernos de Zandru! —estalló
Dom
Esteban, con toda la potencia de su voz—. ¿Por qué una canción tan triste, Calista? Llanto y duelo, muerte y desesperación. ¡No estamos en un funeral! ¡Canta algo más alegre, muchacha!

Se oyó un breve sonido áspero, como si Calista hubiera pulsado una disonancia en su arpa. Dijo con voz temblorosa:

—Me temo que no estoy de humor para cantar, padre. Te ruego que me perdones.

Damon sintió el toque en su mente, ágil y experto, tan perfectamente acorazado que, si Damon no hubiera estado observando a Dezi, no habría sabido quién lo había contactado. Sintió la exploración suave, profunda.

—Tienes un diente lateral torcido —le dijo Dezi—. ¿Te molesta?

El rostro de Dezi se hizo inexpresivo, y adquirió una mirada vidriosa.

—Tu tobillo —dijo al cabo de un momento—... tu tobillo izquierdo... se quebró en dos sitios cuando eras joven. Tardó bastante en curarse, hay cicatrices que dicen que los fragmentos de hueso tardaron bastante en soldarse. Tienes una delgada fisura en la tercera... no, en la cuarta costilla, contando desde la clavícula. Creíste que era sólo una magulladura y no le dijiste nada a Ferrika cuando volviste de la campaña contra los hombres-gato el verano pasado, pero tenías razón, había fractura. Hay una pequeña cicatriz... vertical, de alrededor de diez centímetros de longitud... en tu pantorrilla. La herida fue causada por algo cortante, aunque no sé si fue un cuchillo o una espada. Anoche soñaste...

Damon asintió, riéndose.

—Suficiente —dijo—, puedes monitorear.

¿Cómo, en nombre de Aldones, habían dejado que Dezi se marchara? Era un telépata de enorme habilidad. Con tres años de entrenamiento en Arilinn... ¡hubiera igualado al mejor de todos los Dominios! Dezi captó el pensamiento y sonrió, y una vez más Damon experimentó un momento de inquietud. No había sido falta de competencia, ni falta de confianza. ¿Fue por su vanidad, entonces?

¿O acaso se había producido tan solo un choque de personalidades, alguien de allá que era incapaz o no quería trabajar con los jóvenes? Los círculos de Torre eran algo tan íntimo, establecían un vínculo tan o más estrecho que el de los amantes o los familiares, tanto que la más mínima disonancia emocional podía convertirse, exagerándose, en una tortura. Damon sabía que la personalidad de Dezi podía ser difícil —era joven, susceptible, se ofendía con facilidad—, así que tal vez lo que ocurría era simplemente que había entrado en un momento inadecuado en un grupo que era desde antes tan íntimo que no podía adaptarse a ningún recién llegado, un círculo que tal vez no necesitara otro operario y que no quisiera hacer, por lo tanto, todas las concesiones y cambios requeridos.

Tal vez no había sido culpa de Dezi, pensó Damon. Tal vez, si era tan bueno, otra Torre podría aceptarlo. Había gran necesidad de fuertes telépatas naturales, y Dezi estaba dotado, demasiado dotado para desperdiciarlo. Vio su sonrisa de placer y supo que Dezi había captado su pensamiento, pero no tenía importancia. Una idea momentánea, de reprobación, pues la vanidad era un defecto peligroso para un técnico en matrices, fue suficiente para Damon, que sabía que Dezi también captaría eso.

—Muy bien —dijo—. Lo intentaremos. No hay tiempo que perder. ¿Te parece que podrás trabajar con Andrew y conmigo?

—A Andrew no le gusto —dijo Dezi, hosco.

—Estás siempre dispuesto a creer que no le gustas a nadie —le reprochó Damon con suavidad, pensando que ya era suficientemente malo que Dezi supiera que lo había elegido tan sólo porque Calista se había negado. Pero no podía traicionar el dolor de la joven. Y Ellemir no podía hacer este trabajo, por su embarazo tan reciente. El embarazo era prácticamente lo único que podía interrumpir seriamente la capacidad de un operador de matrices, ya que implicaba serios riesgos para el niño. Y en los últimos días, en contacto telepático con Ellemir, Damon había empezado a captar las primeras y débiles emanaciones del cerebro en desarrollo, todavía informe, pero que estaba allí, era real y bastaba para que la criatura fuera, para él, una presencia aparte y clara.

Pensó que también debería haber una manera de compensar eso, de proteger a una criatura en desarrollo. Pero no conocía ninguna, ¡y no pensaba experimentar con su propio hijo! De modo que quedaban solamente él, Andrew y Dezi.

Más tarde, cuando trató el tema con él, Andrew frunció el ceño.

—No puedo decir que me entusiasme la idea de trabajar con Dezi —dijo. Pero, ante la reprobación de Damon, admitió que no era digno de un adulto estar resentido con un chico adolescente que, además, estaba borracho en el momento de la ofensa.

—Y Dezi es joven para su edad —le dijo Damon—. Si lo hubieran reconocido como
nedestro
, ya le hubieran dado responsabilidades acordes con sus privilegios. Uno o dos años en los cadetes hubieran dado como resultado algo muy diferente, o un año de la buena y dura disciplina de los monjes en Nevarsin. Es por nuestra culpa y no por la suya, que Dezi se ha convertido en lo que es.

Andrew no protestó más, pero siguió inquieto. Independientemente de quién era el culpable, si Dezi tenía fallos de carácter, Andrew no estaba tranquilo para trabajar con él.

Pero Damon debía saber lo que hacía. Andrew observó a su amigo mientras hacía los preparativos, recordando la primera vez que le había enseñado a usar una matriz. Calista había formado parte del contacto entonces, aunque todavía se hallaba presa en las cavernas y Andrew todavía no la había visto con sus propios ojos. Y ahora ya no era Celadora, y además era su esposa...

Damon sostuvo su matriz en las palmas de las manos, y finalmente dijo en voz alta, esbozando una sonrisa irónica.

—Siempre tuve miedo de hacer esto fuera de una Torre. Nunca he conseguido superar mi temor de que no sea seguro hacerlo. Un miedo absurdo, tal vez, pero real.

—Me alegra que también tú tengas miedo, Damon, —dijo Dezi con suavidad—. Me alegra saber que no sólo me ocurre a mí.

—Creo —dijo Damon con voz temblorosa— que cualquiera que no tenga miedo de usar esta clase de fuerza, no tendría que usarla. Las fuerzas fueron tan mal utilizadas durante las Épocas de Caos que Regis IV ordenó que desde entonces ningún círculo de matriz pudiera usar los grandes transmisores o pantallas fuera de las Torres establecidas. Esa ley no afecta a trabajos como éste, pero aun así tengo la sensación de... de violar un tabú. —Se dirigió a Andrew—. ¿Cómo tratan el congelamiento en tu mundo?

Andrew respondió pensativamente.

—El mejor tratamiento son inyecciones arteriales de estimulantes neurales: acetilcolina o algo similar. Posiblemente transfusiones, pero la medicina no es verdaderamente mi terreno.

Damon suspiró.

—Aparentemente, tengo que hacer este trabajo con mayor frecuencia de la que imaginaba. Bien, empecemos.

Dejó que su mente se internara profundamente en la matriz, buscando el contacto con Andrew. Ya habían estado antes en contacto, y el viejo vínculo se estableció con facilidad. Por un momento, hubo un roce, como una sombra, de Ellemir, sólo un vestigio, como el leve recuerdo de un beso, pero luego ella se salió del contacto, ante la suave advertencia de Damon: debía cuidarse y cuidar al niño. Por un instante también Calista apareció, un roce fragmentario, con aquella vieja intimidad, y Andrew se aferró al contacto. Durante tanto tiempo ni siquiera le había rozado la mano, y ahora estaban nuevamente en contacto, muy juntos... cuando, con brusquedad, ella rompió el vínculo, alejándose. Andrew se sintió helado y vacío sin el contacto con la mente de ella, y sintió el acre regusto del dolor. Le alegró, por un momento, que Dezi todavía no estuviera en contacto. Entonces Damon se extendió y atrajo a Dezi; Andrew lo percibió momentáneamente, a la defensiva, aunque presente, como una fuerza fría y firme, como un apretón de manos.

El triple vínculo se mantuvo durante un momento, mientras Damon captaba a los dos hombres con los que debía trabajar tan estrechamente ligado. Con los ojos cerrados, como siempre lo hacía en un círculo, vio detrás de ellos la azul estructura cristalina de las gemas matrices que los mantenían en contacto amplificando y enviando las definidas resonancias electrónicas de sus cerebros, y más allá, la percepción puramente subjetiva de ellos. Andrew era como una roca, fuerte, protector, de modo que Damon sintió, aliviado, que su propia falta de fuerza no tenía importancia, ya que Andrew la tenía por los dos. Dezi era una rápida precisión, penetrante, una conciencia que centelleaba aquí y allá como los reflejos de la luz sobre un prisma. Damon abrió los ojos y los vio: era difícil conciliar la presencia física con la percepción mental que le daba de ellos la matriz.

Dezi le recordaba muchísimo —físicamente— la imagen de Coryn, su amigo muerto, su hermano juramentado. Por primera vez Damon se preguntó hasta qué punto su amor por Ellemir no surgía de ese recuerdo, del hermano amigo que tan profundamente había amado en la infancia, y cuya muerte lo había dejado solo. Ellemir era como Coryn, y sin embargo diferente, única... Eliminó la idea. No debía pensar en Ellemir en este vínculo tan estrecho, pues si no la atraería telepáticamente, y este fuerte contacto telepático, este flujo de energones, podría exceder y deformar el cerebro en desarrollo de la criatura. Rápidamente, retomando el contacto con Dezi y Andrew, empezó a visualizar —a crear en el nivel de pensamiento en el que trabajarían— un muro fuerte e inexpugnable en torno a ellos, para que ninguna otra persona de Armida resultara afectada por sus pensamientos.

Cuando trabajemos con los hombres, para curarlos, los traeremos uno a uno al interior de este muro, para que nada desborde y pueda dañar ala criatura, para que nada perturbe la paz de Calista o el sueño de Dom Esteban.

Sabía que se trataba tan sólo de un recurso psicológico, nada parecido al fuerte campo mental eléctrico que rodeaba a Arilinn, tan fuerte como los muros de la Torre, destinado a impedir la entrada física o mental de intrusos. Pero tenía su propia realidad en el nivel en el que trabajarían: los protegería de las interferencias externas, salvaguardando a aquellos que, en Armida, pudieran percibir sus pensamientos y diluirlos o distorsionarlos. También ayudaría a concentrar la curación en aquellos que la necesitaban.

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