La Torre Prohibida (18 page)

Read La Torre Prohibida Online

Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

BOOK: La Torre Prohibida
10.74Mb size Format: txt, pdf, ePub

También Damon empezó a animarse perceptiblemente a medida que recorrían el camino. Los últimos días habían dejado en su rostro arrugas que no tenía antes, pero ya no parecía viejo ni abrumado por la angustia.

A mediodía desmontaron para comer, atando los caballos para que pastaran en la hierba nueva que elevaba sus hojas rollizas a través de los restos de la última nevada. Encontraron un tronco seco donde sentarse, rodeado por pimpollos que soltaban sus copos de nieve y que brotaban en hojas y pétalos revoltosos como si ya hubiera llegado la primavera. Pero cuando Andrew preguntó, Damon dijo con indiferencia:

—¿Primavera? ¡Por los infiernos de Zandru, no! ¡Ni siquiera estamos todavía en pleno invierno, no hasta la fiesta del Solsticio de Invierno! Oh, lo dices por las flores —y soltó una risita—. Con este clima, florecen siempre que hay uno o dos días de sol. Tus científicos terranos tienen una expresión para describir el fenómeno: adaptación evolutiva. En las Kilghard, sólo hay unos pocos días, en pleno verano, en los que no nieva, de modo que las flores florecen cuando hay un poquito de sol. Si esto te parece extraño, deberías ir a los Hellers y ver las flores y los frutos que florecen alrededor de Nevarsin. Aquí no podemos plantar melones de hielo, ¿sabes? Hace demasiado calor, y es una planta de los glaciares. —Damon se había quitado su capa de viaje, forrada de piel, y cabalgaba en mangas de camisa, aunque Andrew todavía seguía abrigado para protegerse de lo que le parecía un día frío y cruel.

Damon desenvolvió el paquete de comida que Calista les había dado para el viaje, y estalló en carcajadas.

—Calista dice... y siempre se disculpa por ello, que no sabe nada del manejo del hogar. Pero estamos de suerte, ya que todavía no ha aprendido qué clase de comida se les debe dar a los viajeros.

Había un ave de corral asada, fría, que Damon dividió con el cuchillo que llevaba en el cinturón, y una hogaza de pan todavía caliente, recién salida del horno. Andrew no pudo entender de qué se estaba riendo Damon.

—No le veo nada de gracioso —dijo—. Me preguntó qué me gustaría comer durante este largo viaje, y yo se lo dije.

Damon se rió, dándole a Andrew una generosa porción de la carne asada. Estaba crujiente por las especias que el terrano todavía no identificaba por su nombre.

—Por alguna razón, supongo que por la costumbre, casi toda la comida que uno puede conseguir para el camino consiste en pan duro, rollos de carne seca, frutas secas, nueces y cosas por el estilo.

Observó a Andrew, que cortaba el pan en rebanadas, elaborando un apetitoso emparedado con la carne asada.

—Eso tiene buen aspecto. Voy a hacerme uno. Y ¡que nunca acaben estas maravillas...! También nos dio manzanas frescas, de la bodega. ¡Bien, bien! —Reía mientras mordía con deleite una pata de ave asada—. ¡A mí jamás se me hubiera ocurrido cuestionar la comida de viaje, ni a Elli se le hubiera ocurrido preguntarme qué quería! ¡Tal vez podamos aprovechar algunas ideas nuevas en nuestro mundo!

Se puso serio, perdiéndose en sus pensamientos mientras observaba a Andrew comerse sus rebanadas de pan con carne. Él mismo había tenido ideas heréticas acerca del trabajo con matrices fuera de las Torres. Pero sabía que si le decía eso a Leonie, ella se horrorizaría, se horrorizaría tanto como si estuviera en la época de Regís IV.

Seguramente ella se habría enterado de que Damon estaba haciendo uso de su matriz. Todas las matrices legales sintonizadas con un telépata del Comyn eran monitoreadas desde las grandes pantallas de la Torre de Arilinn. Debían haber identificado a Damon a partir de su matriz y a Dezi y, tal vez, aunque no estaba seguro, incluso a Andrew.

Si es que alguien había estado vigilando. Había escasez de telépatas para trabajos poco importantes como el monitoreo de las pantallas, de modo que probablemente nadie lo había advertido. Pero las pantallas existían, y cada una de las matrices de Darkover estaban sujetas por ley al monitoreo y la revisión. Incluso aquellos como Domenic, que había sido probado para el
laran
y a quien le habían dado una matriz, pero que nunca usaba, eran controlados.

Ésa era otra de las razones que Damon esgrimía para que no se desperdiciara un telépata como Dezi. Aunque su personalidad no encajara en la intimidad de un círculo —y Damon estaba dispuesto a admitir que era difícil convivir con Dezi— podía no obstante designársele para monitorear una pantalla.

Pensó, con malicia, que hoy su cabeza estaba repleta de herejías. ¿Quién era él para cuestionar a Leonie de Arilinn?

Terminó la pata de ave, observando pensativamente al terrano. Andrew comía una manzana y miraba reflexivamente la cadena de montañas distantes.

Es mi amigo. Sin embargo, llegó aquí desde una estrella tan lejana que ni siquiera puedo verla en el cielo nocturno. Y no obstante, el hecho mismo de que existan otros mundos como el nuestro, en otras partes del universo, es lo que cambiará nuestro mundo.

Miró hacia las montañas distantes y pensó:
No quiero que nuestro mundo cambie.
Y entonces se rió cruelmente de sí mismo. Estaba aquí sentado planeando la manera de alterar la utilización de las matrices en Darkover, pensando maneras de reformar el sistema de las antiguas Torres que guardaban las antiguas ciencias de matrices de su mundo, las guardaban de maneras seguras, establecidas generaciones antes.

—Andrew —preguntó—, ¿por qué estás aquí? ¿En Darkover?

Andrew se encogió de hombros.

—Llegué aquí casi por casualidad. Era un trabajo. Y entonces, un día, vi el rostro de Calista... y aquí estoy.

—No quiero decir eso —respondió Damon—. ¿Por qué está aquí tu gente? ¿Qué es lo que Terra desea de nuestro mundo? No somos un mundo rico, como para ser explotado. Sé lo suficiente de tu Imperio para advertir que la mayoría de los mundos que han colonizado tienen algo para dar. ¿Por qué Darkover? Tenernos pocos metales pesados, somos un mundo aislado con un clima que tu gente encuentra, supongo, inhóspito. ¿Qué es lo que los terranos
desean
de nosotros?

Andrew se abrazó las rodillas.

—En mi mundo —dijo—, hay una vieja historia. Alguien le preguntó a un explorador por qué se le había ocurrido escalar una montaña. Y todo lo que el explorador respondió fue: «¡Pues porque estaba allí!»

—Ésa no parece una razón suficiente para construir un espaciopuerto —objetó Damon.

—Yo tampoco lo comprendo todo. Diablos, Damon, no soy un constructor de imperios. Hubiera preferido quedarme en la finca de mi padre. Por lo que sé, se trata de una cuestión de
situación
. ¿Sabes que la galaxia tiene la forma de una gigantesca espiral? —Recogió una ramita y dibujo un esquema sobre la nieve semiderretida—. Ésta es la espiral superior de la galaxia, y éste es el brazo inferior, y aquí está Darkover, en un lugar ideal para el control de tráfico, las transferencias de pasajeros..., ¿comprendes?

—Pero —arguyó Damon— el traslado de ciudadanos del Imperio desde un extremo del Imperio al otro no significa nada para nosotros.

Andrew se encogió de hombros.

—Lo sé —dijo—. Estoy seguro de que la Central hubiera preferido un mundo deshabitado aquí en el cruce de caminos y así no tendrían que preocuparse por los que viven aquí. Pero aquí estamos todos. —Eludió la mirada ceñuda de Damon—. No soy
yo
quien decide la política, Damon. Ni siquiera estoy seguro de comprenderla. Simplemente, esto es lo que me explicaron.

Damon se rió sin alegría.

—¡Y yo que me sorprendí porque Calista nos dio carne asada y manzanas frescas para comer durante el viaje! El cambio es relativo, me imagino. —Vio el aspecto preocupado de Andrew y se obligó a sonreír. Nada de todo eso era culpa de Andrew—. ¡Esperemos que todos los cambios sean para mejor, como el ave asada de Calista!

Se incorporó y enterró cuidadosamente el corazón de la manzana bajo la nieve. El dolor lo invadió. Si las cosas hubieran sido de otra manera, podría haber plantado un manzano para su hija. Andrew, con esa pavorosa sensibilidad que demostraba de tanto en tanto, se inclinó a su lado, en silencio, para enterrar el corazón de su propia manzana. Estuvo silencioso hasta que volvieron a montar.

—Algún día, Damon —le dijo entonces, con suavidad—, nuestros hijos comerán las manzanas de estos árboles.

Estuvieron lejos de Armida más de tres veces diez días. En Serráis les llevó tiempo encontrar hombres que estuvieran dispuestos a abandonar sus aldeas, y tal vez sus familias, para ir a trabajar a la propiedad de Armida durante más de un año. Sin embargo, no podían contratar a demasiados hombres solteros, pues eso alteraría la vida de las aldeas. Damon trató de encontrar familias que tuvieran vínculos de sangre o de crianza con la gente de las tierras de Armida. Había muchos en esa situación. Después, Damon quiso visitar a su hermano Kieran, y a su hermana Marisela y sus hijos.

Marisela, una joven amable y regordeta, parecida a Damon pero con pelo rubio en vez de rojo, expresó su pena al enterarse de la desgracia de Ellemir. Con simpatía, dijo que si no tenían mejor suerte al cabo de uno o dos años, Damon debía criar a uno de sus hijos, oferta que sorprendió a Andrew, pero que Damon acogió con absoluta naturalidad.

—Gracias, Mari. Tal vez sea necesario, ya que los hijos de primos dobles rara vez viven. No tengo gran necesidad de un heredero, pero Ellemir siente sus brazos vacíos, y se apena. Y no es probable que Calista tenga un niño muy pronto.

—No conozco muy bien a Calista —dijo Marisela—. Incluso, cuando éramos niñas, todas sabíamos que ella estaba destinada a la Torre, y no se mezclaba demasiado con las otras niñas. La gente es tan chismosa —agregó con vehemencia—. Cal tiene perfecto derecho a dejar la Torre y a casarse si se le antoja, pero es verdad que a todos nos sorprendió. Sé que las Celadoras de otras Torres suelen marcharse para casarse... ¿pero las de Arilinn? Y Leonie ha estado allí desde que tengo memoria, desde que nuestra madre tiene memoria. Todos creíamos que ocuparía directamente el lugar de Leonie. En una época, las Celadoras de Arilinn no podían abandonar su puesto, ni aunque lo desearan...

—Esa época pasó hace mucho —dijo Damon con impaciencia, pero Marisela prosiguió, impávida.

—A mime hicieron la prueba del
laran
en Neskaya, a los trece años, y una de las muchachas me dijo que si se me enviaba a Arilinn debía negarme, porque allí neutralizaban a las Celadoras. Ya no eran mujeres sino
emmascas
, tal como la leyenda dice que la hija de Robardin era
emmasca
y se convirtió en mujer por el amor de Hastur...

—¡Cuentos de hadas! —dijo Damon, riéndose—. ¡Eso no se hace desde hace cientos de años, Marisela!

—Sólo te cuento lo que me dijeron —dijo Marisela, herida—. Y sin duda Leonie parece una
emmasca
, y Calista... Calista es más delgada que Ellemir, y parece más joven, de modo que no puedes censurarme si pienso que tal vez no sea del todo una mujer. Aun así, eso no significaría que no pueda casarse si lo desea, aunque la mayoría no lo desea.

—¡Marisa, niña, te aseguro que la esposa de Andrew no es ninguna
emmasca
!

Marisela se dirigió a Andrew.

—¿Ya está embarazada Calista?

Andrew se rió y sacudió la cabeza. No tenía ningún sentido ofenderse; los hábitos de comportamiento diferían muchísimo entre ambas culturas... ¿Por qué debía censurar a Marisela, que después de todo era la prima de Calista, por preguntar lo que todo el mundo deseaba saber sobre una recién casada? Recordó lo que había dicho Damon acerca de Ellemir, y lo repitió.

—Me parece bien que durante uno o dos años esté libre de esa preocupación. Todavía es muy joven.

Pero más tarde, en privado, preguntó a Damon:

—¿Qué demonios es una
emmasca
?

—La palabra
solía
designar a alguien de la antigua raza de los bosques. Ahora no se mezclan con los humanos, pero se dice que hay sangre
chieri
en el Comyn, especialmente en los Hellers: algunos de los Ardáis y los Aldarán tienen seis dedos en cada mano. No estoy seguro de creer ese cuento... cualquier criador de caballos te dirá que los de media casta son estériles... pero la historia dice que hay sangre
chieri
en el Comyn, que en el pasado los
chieri
se mezclaron con los humanos, y también sus sangres. Se creía que un
chieri
podía aparecerse como hombre ante una mujer y como mujer ante un hombre, ya que era ambas cosas, o tal vez ninguna. De modo que se dice que en la antigüedad también algunos Comyn eran
emmasca
, ni hombre ni mujer, sino neutros. Bien, eso sucedió mucho tiempo atrás, pero persiste la tradición que afirma que esas fueron las primeras Celadoras, ni hombres ni mujeres. Más tarde, cuando las mujeres cargaron con esa responsabilidad, se las convertía en
emmascas
, se las convertía en neutras quirúrgicamente, porque se creía que era más seguro que una mujer trabajara en las pantallas sin cargar con el peso de la femineidad. Pero ahora ya nadie recuerda que ninguna mujer haya sido neutralizada, ni siquiera en Arilinn, cuyas leyes conozco perfectamente, para trabajar en las Torres. La virginidad de una Celadora sirve para protegerla de los peligros de la femineidad.

—Sigo sin comprenderlo —dijo Andrew, y Damon le explicó.

—Es una cuestión de alineamiento nervioso. Los mismos nervios del cuerpo conducen el
laran
y el sexo. ¿Recuerdas que después de trabajar con las matrices todos estuvimos impotentes durante varios días? Los mismos canales nerviosos no pueden transportar ambos conjuntos de impulsos al mismo tiempo. Una mujer no tiene esa válvula de seguridad particular, de modo que las Celadoras, que tienen que manejar frecuencias tan tremendas, y que deben coordinar a todos los otros telépatas, tienen que conservar sus canales completamente limpios, solamente para el
laran
. De otro modo, pueden sobrecargar sus nervios y quemarse. Si te interesa, en alguna oportunidad te mostraré los canales. Si no, puedes preguntarle a Calista.

Andrew no continuó con el tema. La idea del condicionamiento que había sufrido Calista todavía producía en él una furia tan profunda que le parecía mejor no pensar en eso.

Llegaron a Armida al cabo de un largo viaje de regreso, interrumpido tres veces por el mal tiempo, que les obligó a pasar la noche en diferentes lugares, a veces alojados en lujosas habitaciones, otras veces compartiendo una manta en el piso con los hijos menores de alguna familia.. Andrew, observando las luces de Armida a través del valle, pensó con extraña conciencia que verdaderamente regresaba a casa. A media galaxia de distancia del lugar donde había nacido, este sitio era, no obstante, su hogar, y allí estaba Calista. Se preguntó si todos los hombres, tras haber hallado la mujer que daba un sentido a su vida, definirían así su hogar: el lugar donde su amada le esperaba. Damon, al menos, parecía compartir ese sentimiento, ya que parecía tan contento de regresar a Armida como lo había estado treinta días antes, al marcharse. La enorme casa parecía familiar ahora, como si siempre hubiera vivido allí.

Other books

An Accidental Family by Loree Lough
A Bride of Stone by Eva Slipwood
Europe in Autumn by Dave Hutchinson
Dune Road by Alexander, Dani-Lyn
Raiders by Ross Kemp
Arielle Immortal Passion by Lilian Roberts
Jane by Robin Maxwell