La Torre Prohibida (16 page)

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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

BOOK: La Torre Prohibida
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—Antes de empezar, aclaremos lo que debemos hacer —dijo. Ferrika tenía algunos bosquejos anatómicos bien dibujados. Había estado dando clases de higiene básica a las mujeres de las aldeas, innovación que Damon aprobaba por completo, y él había tomado los dibujos que ella utilizaba, descartando aquellos destinados a las embarazadas, pero conservando los que mostraban diagramas de la circulación.

—Mirad esto; tenemos que restaurar la circulación y el flujo de sangre limpia en piernas y pies, licuando la linfa y la sangre congelada, tratando de reparar las fibras nerviosas dañadas por el congelamiento.

Andrew, escuchando la manera distanciada con la que Damon se expresaba, muy similar a la que un médico terrano utilizaría para describir el proceso de una inyección intravenosa, observó con incomodidad la matriz que el otro sostenía entre las manos. No dudaba de que Damon pudiera hacer todo lo que decía, y estaba absolutamente dispuesto a ayudarlo. Pero también pensaba que constituían un equipo médico bastante insólito.

Los hombres estaban en la habitación a la que se les había trasladado. La mayoría de ellos seguían en el pesado sueño que les habían provocado las drogas, pero Raimon estaba despierto, con los ojos encendidos por la fiebre, arrebolado y dolorido.

—Hemos venido a hacer lo posible por ti, amigo —le dijo Damon con suavidad.

Destapó la matriz que tenía en la mano, y el hombre hizo un gesto de temor.

—Hechicería —masculló—, esas cosas son para los
Hali'imyn
,..

Damon sacudió la cabeza.

—Una habilidad que cualquiera que tenga el talento necesario puede desarrollar. Andrew no nació dentro del Comyn, y ni siquiera pertenece a la raza de Cassilda, aunque tiene la capacidad necesaria para esto, y ha venido a ayudar.

Los febriles ojos de Raimon se posaron en la matriz. Damon vio en su rostro que le daba náuseas, y a pesar de su creciente contacto telepático con la gema, se sintió lo suficientemente distante como para poder decirle:

—No mires directamente la matriz, amigo, pues no estás habituado a hacerlo y perturbará tus ojos y tu cerebro.

El hombre desvió la vista, mientras hacía un conjuro supersticioso, y Damon volvió a irritarse, pero pudo controlarse.

—Acuéstate —dijo—, y trata de dormir, Raimon— y agregó con firmeza—: Dezi, dale otra dosis de la medicina de Ferrika. Si duermen mientras trabajamos, no interferirán en la curación.

Y si se dormían, no sentirían miedo, y sus temores no interferirían tampoco en el delicado trabajo que debían hacer.

Era una lástima que no pudiera enseñar a Ferrika este trabajo, pensó Damon. Se preguntó si la mujer tendría al menos un mínimo de
laran
. Con los conocimientos curativos que tenía, si aprendía a manejar una matriz, sin duda sería de inapreciable valor para toda la gente que vivía en la propiedad.

¡Eso era lo que debía hacer Calista, decidió, no el trabajo que podía hacer cualquier tonta ama de casa!

Cuando Raimon tragó la medicina somnífera y se hundió nuevamente en sus almohadas, Damon lanzó su mente para retomar los hilos de contacto. Andrew, que observaba las luces de la matriz que se abrillantaban y se atenuaban siguiendo el ritmo de su respiración, notó cómo Damon se extendía para centrarse entre él y Dezi. Para Andrew, subjetivamente, a pesar de que Damon no se movió ni tocó a ninguno de ellos, fue como si se hubiera apoyado en ambos, cuidadosamente, para hundir luego su conciencia en el cuerpo del herido. Andrew pudo sentir, percibir, la tensión de la carne herida, de los vasos sanguíneos rotos, de la sangre acumulada en los tejidos magullados y desgarrados, distendidos o fláccidos, como carne helada y después descongelada. Percibió la conciencia de Damon, lo sintió buscar, con algo similar a los dedos de la mente, los heridos ramales nerviosos dentro del manojo de fibras del tobillo, de los dedos, de los tendones de los pies...
No hay mucho que hacer aquí.
Como si lo hiciera con sus propios dedos, Andrew pudo sentir la tensión de los tendones, percibir la manera en que la presión ejercida por Damon los distendía, por medio de impulsos que volvían a fluir por las fibras dañadas. La superficie de esas fibras nunca se curaría del todo, pero una vez más fluían los impulsos, se recuperaba la sensibilidad. Damon sintió el mismo dolor que sentían las recuperadas fibras nerviosas.
Suerte que le hice administrar la medicina somnífera: no hubiera soportado este dolor de estar despierto.
Después, con delicadas pulsaciones rítmicas, empezó a estimular el pulso sanguíneo, el flujo a través de venas y arterias, casi bloqueadas por la sangre coagulada. Andrew sintió que Damon, concentrado en su delicado trabajo en la profundidad de las células, vacilaba, mientras su respiración se hacía irregular. Sintió que Dezi intervenía y regularizaba el ritmo cardíaco de Damon. Andrew sintió que él mismo se extendía —la imagen que tenía en su mente era la de una roca, detrás de Damon, en la que su amigo podía apoyarse— y fue consciente de algo que los rodeaba. ¿Muros? ¿Gruesos muros que los rodeaban? ¿Qué importancia tenían? Se concentró en la tarea de dar fuerza a Damon viendo, con los ojos cerrados, que los pies ennegrecidos cambiaban lentamente de color, se volvían más rojos, más pálidos. Finalmente Damon suspiró y abrió los ojos. Cortando casi todo el contacto, salvo una finísima hebra vincular, se Inclinó sobre Raimon, casi dormido, y tocó cuidadosamente los pies con los dedos. La piel ennegrecida se caía a pedazos y debajo de ella había piel roja, llagada, pero, Andrew lo sabía, despojada de toda gangrena o ponzoña.

—Sentirá muchísimo dolor —dijo Damon, inclinándose para tocar uno de los dedos más pequeños, en el que la uña se había caído junto con la piel—, y es probable que pierda uno o dos dedos; los nervios estaban muertos y no pude hacer gran cosa. Pero se recuperará y podrá usar sus pies y manos. Y era el que estaba peor.

Apretó los labios, preocupado por la responsabilidad y, avergonzado de sí mismo porque en su interior había esperado fracasar. Esta clase de responsabilidad le sobrepasaba. Pero podía hacerlo, y había otros hombres en peligro. Y ahora que sabía que podía salvarlos... Con voz deliberadamente áspera se dirigió a Andrew y a Dezi.

—Bien, ¿qué estamos esperando? Será mejor que nos dediquemos a los otros.

Una vez más restableció los hilos del contacto. Andrew ya lo dominaba, ahora sabía exactamente cómo y cuándo infundir a Damon su propia fuerza cuando la del otro vacilaba. Cuando Damon hundió su conciencia en las piernas y los pies del segundo herido, todos trabajaban en equipo, y Andrew, que mantenía separada del resto una pequeña parte de él, sintió los muros que los rodeaban para evitar interferencias. Percibió, junto con Damon, el descenso de una célula a otra, a través de capas de piel y carne y nervios y huesos, el suave estímulo, el nuevo despertar. Era más efectivo que el bisturí de un cirujano, pensó... ¡pero a qué costo! Dos veces más descendieron en la carne viva, congelada, ennegrecida, antes de que Damon cortara el contacto y los separara, y Andrew sintió entonces como si se hubiera deslizado fuera de un espacio cerrado, de un muro circundante. Pero había allí cuatro hombres dormidos, con las piernas y los pies en carne viva, heridos pero en vías de curación. Curación definitiva, sin riesgos de envenenamiento de la sangre ni infección, heridas limpias que se curarían rápidamente.

Dejaron a los hombres dormidos, tras advertir a Ferrika que se mantuviera cerca de ellos, y bajaron al salón inferior. Damon. se tambaleó y Andrew lo sostuvo, sintiendo que repetía, en el mundo físico, lo que había hecho tantas veces durante el prolongado contacto telepático. No por primera vez, sintió que Damon, mayor que él, era de alguna manera el más joven y debía protegerlo.

Damon se sentó en un banco, exhausto, y se apoyó en Andrew, invadido por el agotamiento que siempre producía el trabajo de matriz. Tomó un poco de pan y fruta que había quedado sobre la mesa después de la comida de la tarde y lo devoró con hambre feroz, sintiendo que su cuerpo vacío necesitaba renovar sus energías. También Dezi había empezado a comer con avidez.

—También tú debes comer algo, Andrew —dijo Damon—; el trabajo con matrices agota las energías, podrías desmayarte. —Casi había olvidado ese terrible sentimiento de vacío, como si la misma vida se le hubiera escapado. En Arilinn le habían dado explicaciones técnicas acerca de las corrientes energéticas del cuerpo, los canales energéticos que transportaban la fuerza física tanto como la psíquica. Pero estaba demasiado cansado para recordarlas durante mucho tiempo.

—No tengo hambre —dijo Andrew.

—Sí lo tienes —replicó Damon, con una sombra de sonrisa—. Simplemente, todavía no lo sabes. —Levantó la mano para detener a Dezi, que estaba sirviéndose una copa de vino—. No, eso es peligroso. Bebe agua, o ve a la cocina a buscar un poco de sopa o de leche pero no bebas alcohol después de algo así. ¡Con media copa te pondrás tan borracho como un monje en la fiesta del Solsticio de Invierno!

Dezi se encogió de hombros y fue a las cocinas, volviendo con una jarra de leche de la cual sirvió a todos.

—Dezi —dijo Damon—, tú estuviste en Arilinn, así que no necesitas explicaciones, pero Andrew sí: debes comer el doble de lo habitual, durante un día más o menos, y si sientes mareos, náuseas o algo así, debes avisarme. Dezi, ¿hay
kirian
aquí?

—Ferrika no lo prepara, y como Domenic y yo pasamos ya la edad de la enfermedad de umbral, y como Valdir está en Nevarsin, no creo que nadie haya tenido necesidad de ingerirlo.

—¿Qué es
kirian
? —preguntó Andrew.

—Una droga psicoactivadora que se usa en las Torres, o en las familias de telépatas. Disminuye la resistencia al contacto telepático, pero también puede ser útil en caso de exceso de trabajo o presión telepática. Y algunos telépatas tienen perturbaciones en la adolescencia, físicas y psíquicas, cuando el desarrollo se produce de repente. Supongo que tú ya eres demasiado mayor para la enfermedad de umbral, ¿no es así, Dezi?

—Eso creo —dijo el muchacho con desprecio—. La superé antes de los catorce años.

—No obstante, como estuviste alejado del trabajo con matrices desde que te marchaste de Arilinn, tal vez sufras un poco ahora que has vuelto a trabajar —le advirtió Damon—. Y todavía no sabemos cómo reaccionará Andrew.

Pediría a Calista que preparara un poco de
kirian
. Siempre debía haber un poco en una casa de telépatas, para prevenir cualquier emergencia.

Dejó a un lado su copa de leche, medio vacía. Estaba mortalmente cansado.

—Ve a descansar, Dezi, muchacho... eres digno del entrenamiento de Arilinn, créeme. —Dio al muchacho un rápido abrazo y lo miró marcharse a su cuarto, situado junto al de
Dom
Esteban, rogando que el anciano durmiera toda la noche, para que el muchacho pudiera descansar tranquilo.

Fueran cuales fuesen los defectos de Dezi, pensó Damon, al menos había cuidado al anciano como lo hubiera hecho un hijo reconocido. ¿Sería por afecto, se preguntó, o por interés?

Se apoyó en Andrew mientras ambos subían la escalera, disculpándose, pero Andrew rechazó la disculpa.

—Olvídalo. ¿Crees que no sé que fuiste tú quien soportó todo el peso?

De modo que Damon permitió que Andrew le ayudara a subir la escalera, pensando:
Ahora me apoyo en ti igual que cuando estábamos en la matriz...

En el cuarto exterior de la suite vaciló un momento.

—No tienes entrenamiento de Torre, así que debes saber otra cosa: el trabajo con matrices... te deja impotente durante uno o dos días. No te preocupes por eso, es temporal.

Andrew se encogió de hombros, con una mueca divertida, y Damon, recordando súbitamente la situación real entre Andrew y Calista, advirtió que si se disculpaba sólo lograría empeorar su falta de tacto. Se preguntó cómo demonios podía estar tan agotado como para olvidarse de eso.

En su cuarto, Ellemir estaba semidormida en la cama, envuelta en un peludo chal blanco. Se había soltado el pelo, que se desparramaba como si fuera luz sobre la almohada. Cuando Damon la miró, ella se incorporó, parpadeando, adormilada y luego, como siempre lo hacía, pasó del sueño a la vigilia sin transición, tendiéndole los brazos.

—Oh, Damon, pareces muy cansado... ¿tan terrible fue?

Él se echó a su lado, apoyando la cabeza sobre el pecho de la joven.

—No. Sólo que ya no estoy habituado a este trabajo... ¡y hace tanta falta, tanta falta!, Elli... —Se incorporó por completo, mirándola—. Hay tanta gente sufriendo, aquí en Darkover, gente agonizante, inválida por heridas menores. No debería ser así. No tenemos la clase de servicios médicos que Andrew me cuenta de los terranos. Pero hay tantas cosas que un hombre o una mujer pueden curar por medio de una matriz. Y sin embargo, ¿como pueden trasladarse los enfermos a Arilinn, a Neskaya o a Dalereuth para ser tratados en esas Torres? ¿Qué les importa a los círculos de matrices de las grandes Torres el congelamiento de un campesino o la herida de un pobre cazador a quien ha coceado un
oudrakhí
?

—Bien —dijo Ellemir, perpleja pero tratando de comprender la vehemencia de él—, en las Torres tienen otras cosas que hacer. Cosas importantes. Comunicaciones. Y... minería, y todas esas cosas. No tendrían tiempo de ocuparse de las heridas.

—Eso es cierto. Pero escucha, Elli, en todo Darkover hay hombres como Dezi y mujeres como Calista o como tú. Mujeres y hombres que no pueden, que no
quieren
pasarse la vida en una Torre, lejos de las vidas comunes de la humanidad. Pero pueden hacer también esas cosas.

Volvió a acostarse junto a Ellemir, advirtiendo que estaba más cansado que después de cualquier batalla en la que hubiera combatido con los Guardias.

—No es necesario ser del Comyn —agregó luego—, ni siquiera tener una enorme habilidad para hacer estas cosas. ¡Cualquiera que tenga un poco de
laran
podría ser entrenado para ayudar, para curar, pero nadie recibe esa instrucción!

—Pero Damon —dijo ella, con tono razonable—, siempre me han dicho... Calista me ha dicho... que es peligroso utilizar esos poderes fuera de las Torres...

—¡Tonterías! —Exclamó Damon—. ¿Tan supersticiosa eres, Elli? Tú misma has estado en contacto telepático con Calista. ¿Te pareció muy peligroso?

—No —dijo ella con incomodidad—, pero durante las Épocas de Caos se hicieron cosas tan terribles con las pantallas de matrices, armas tan terribles... formas de fuego y criaturas de viento que derrumbaban castillos y murallas, y criaturas de otras dimensiones que eran liberadas sobre la tierra... que se decretó, en esos tiempos, que todo trabajo con matriz sólo podía llevarse a cabo dentro de las Torres, y con determinadas salvaguardas.

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